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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Agua caliente

Para quienes nacieron después, el agua corriente formaría parte de la casa como un elemento más de su estructura. Era líquida y no sólida como los ladrillos o las losetas pero se hallaba incorporada a la casa a la manera de un signo mismo de la vivienda, incuestionable, difícil de separar del regular funcionamiento  de "la máquina de habitar".

          Para quienes no tuvimos esa experiencia siempre, el agua caliente que mana sin más, continúa pareciéndonos un fenómeno, de signo mágico y opulento. Grifos de marca azul y roja como mandos que gobiernan un formidable elemento primigenio hasta graduar su emoción a nuestra voluntad. Porque que del grifo mane agua caliente y  fría y tibia de acuerdo a nuestra preferencia hace sentir que su conducta nos pertenece y quién sabe qué otras consecuencias poderosas más.  Subordinada  a nuestros deseos  sin un quejido, una torsión, una respuesta adusta fluye  dócilmente como un animal preparado para nuestro bien. 

           No se trata de un animal, efectivamente, pero se comporta como el primer  y más manso animal doméstico. No posee vida en el sentido convencional pero ¿cómo no sentir en sus cambios de carácter en su misma interacción con nuestra piel,  gestos que se parecen mucho a los de un cuerpo vivo.

          Entre las manos, en las duchas, en los fregaderos el agua caliente se mueve  como un organismo, transparente y extremadamente fluido, pero organismo al fin, listo para cumplir sus funciones.  Si actualmente resultaría  inaceptable haber recibido del constructor un piso privado de agua caliente es, sin duda,  porque su identidad se ha unido a la organización estructural  del hogar, tal como si ese hogar, no contando con agua caliente, careciera de una función corporal y se opusiera, con su rareza, a ser habitado sin mediar sacrificios y tormentos.

          Antiguas casas muy hermosas pero faltas de agua caliente se convierten en habitats bárbaros, hoscos o todavía por actualizar.  Puede decidirse el comprador a habitar en ellas  pero al contrario de ser simplemente acogidos  nos obligaría a la aceptar la complicada dureza de su carencia. Habitats desprovistos del bondadoso  flujo térmico, casas en fin sin esa circulación que no sólo la ubica en  otra época sino en relación con otra clase de ser  humano. Otro modelo  de  relación, ya sea con las cosas en general, con los objetos en particular, ya sea con las aportaciones más populares e interpersonales del progreso común.

          ¿Una vivienda sin agua caliente?  La circunstancia sería semejante a la de una casa sin cristales en sus ventanas. La transparencia del cristal que protegía del frío exterior, fue una realidad con el vidrio del primer siglo cristiano pero su función absoluta no se alcanza hasta el siglo XVII puesto que los primeros vidrios no dejaban ver sin desfigurar o vislumbrar sin aberraciones. Sólo el cristal francés de Saint Gobain estrenó un desconocido modo de vivir juntando el adentro y el afuera y permitiendo que la cambiante claridad del día marcara en el interior de las estancias, casi cada hora, un in esperado estado de humor matizado por el color, la intensidad y el temple de las variables luces.

           El agua caliente  no impone nada de antemano y se dispone con tanto o mayor servicio psíquico que el propio cristal, aumenta el crédito de la higiene y es, sobre todo, un indubitable manifestación del bien. Un bien tan simple en apariencia como complejo en su integridad, especialmente cuando procede del exterior y llega de instalaciones más allá del confín de la ciudad desde donde viaja para llegar a nuestro preciso punto de deseo y de poder. De deseo y de poder también puesto que el primer acto de dominio real en este mundo empieza en la experiencia de la ducha. Allí donde al accionar el grifo, la técnica y su  civilización brindan no ya la  existencia del agua corriente,  tan extraordinaria y moderna que apenas cuenta con ciento cincuenta años de vida, sino con el talante de esa agua humana dotada de calor interior como señal  inconfundible de su esencia.

          El calor como atributo amoroso del buen progreso que deja atrás,  delimitada simbólicamente, la fogosidad de la hoguera primitiva y el maldito plomo hirviendo. Esta agua térmica conlleva así el estreno de una etapa del mundo, el escalón que anula lo salvaje. Agua caliente o agua educada, la primera agua verdaderamente culta, no sólo canalizada para procurar utilidad sino informada para ofrecer placer. Agua diseñada para la voluptuosidad o la posible concupiscencia en la vida, dotada de afección y destinada a hacer circular y distribuir ese afecto con altruismo tan primordial en sus caricias que sólo se tendrá constancia de todas ellas cuando, en un convento, en una cabaña, en una isla, en la terrible avería doméstica, increíblemente, asombrosamente, ya no están. 

  

 

 



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25 de noviembre de 2009
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Semilla mortificada

Muchas veces he evocado aquí el tremendo texto de Marcel Proust sobre la fortuna que supone que la hora de la verdad suene antes que la hora de la muerte. Fortuna de la que se hallan excluidos todos aquellos que simplemente perduran, perduran por así decirlo a todo precio. Pues el perdurar por perdurar es un objetivo de nuestra condición animal, pero no un objetivo del animal singular que nuestra especie constituye,  no es un objetivo de la humanidad y en razón de ello, en razón de que no responde a la exigencia específica del ser humano,  el imperativo de perdurar constituye de hecho una alienación. Todo esto tiene sus consecuencias incluso políticas.

 En cada uno de nosotros,  la exigencia ética de contribuir a  configurar  un orden social que garantice las condiciones de posibilidad de la subsistencia se incrementa precisamente en la medida en que esta subsistencia esté subordinada a imperativos de realización plena de la condición humana. Pero la sociedad actual se ha apartado de este imperativo. Presas de un nihilismo que nos hace renunciar no ya a todo valor heroico, sino incluso al ideario ilustrado, sólo se reivindica el derecho a la vejez entendida como ese estado del que son epifanía los seres descritos por el Narrador.

  Hay que tomarse los  textos de la Recherche que citaba el pasado día al pie de la letra. Perdurar meramente, equivale a haber prostituido o sacrificado aquella esencia que hace de todo niño (y quizás aun de todo adolescente) una promesa: ahí reside la alienación esencial.

  Hay en la Recherche múltiples párrafos que cabría considerar políticamente incorrectos, pero de alguna manera sería hoy políticamente incorrecto el libro entero, como lo sería cualquier otro en que se defendieran valores incompatibles con el sistema de renuncia imperante. Pues no otra cosa que esencial renuncia (inequívoco síntoma de que el nihilismo respecto de la condición humana se ha impuesto) es considerar que es propio del hombre el aceptar pasivamente la continuidad del tiempo, el pervivir como un fruto carente de simiente fértil. Aun en el caso de que los efectos del cambio destructor no sean visibles (como en esas frutas de aspecto exterior saludable, pero cuyo interior macerado por el hielo mortifica la semilla en lugar de nutrirla) la ausencia de tensión espiritual apaga la vida misma.

      Y respecto a lo que de aliciente para la propia moral encierran estas consideraciones del Narrador, sólo una sombra: al igual que la virtud la plena asunción del lenguaje no ha de predicarse sino practicarse. Marcel Proust gana  la partida escribiendo y legándonos la obra. Cada uno de nosotros ha de intentar saber la modalidad que esta exigencia adopta en su propio caso, ha de saber la vía que le permitirá no perdurar en la podredumbre, que le permitirá no lamentar el seguir alimentando al tiempo.         

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25 de noviembre de 2009
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III. Un presidente para siempre

Por encima de las normas de la Constitución Política no puede haber nada, ninguna otra norma  ni ninguna otra voluntad, se sigue enseñando en las escuelas de derecho, igual que en mis tiempos de estudiante. Pero tras este golpe de estado, queda claro que en Nicaragua, por encima de la Constitución, está ahora la voluntad de Ortega, ejecutada por sus serviciales magistrados en la Corte Suprema de Justicia. Esto quiere decir que la Constitución queda expuesta a ir siendo desmontada cada vez que alguno de sus artículos se oponga a la voluntad del presidente perpetuo que, de ahora en adelante, aparentemente tendremos.

Como Ortega no consiguió los votos suficientes en la Asamblea Nacional para reformar la Constitución y poder así reelegirse, como era su voluntad, recurrió al expediente ilógico, ilegal  y arbitrario, de hacer que sus magistrados en la Corte Suprema anularan el artículo constitucional donde se hallaba escrito el impedimento. Por esa misma vía irán cayendo los otros que no se conformen con su voluntad de gobernar no sólo para siempre, sino con todos los poderes en un solo puño. Los hechos son los que ahora hablan.

En sus discursos, Ortega ha insistido, por ejemplo, en que la existencia en Nicaragua de diversos partidos políticos solamente trae discordia y enfrentamientos, y que por tanto, debía existir un solo partido, el suyo naturalmente. ¿Lo sabe la OEA y los países que la forman, comprometidos con la Carta Democrática que establece como uno de sus principios inalienables el pluralismo? Un día de tantos los artículos de la Constitución de Nicaragua que establecen el pluralismo pueden amanecer desaparecidos, y, a lo mejor, el solemne silencio con que ha sido recibida la supresión del artículo que prohíbe la reelección, va a repetirse.

¿No estaba ya advertido todo el mundo que Ortega se abriría, aunque fuera a la fuerza, las puertas de la reelección permanente? No hace mucho, en una entrevista para la cadena Al-Jazeera, le dijo al periodista David Frost que esperaba vivir hasta los 98 años, porque venía de una familia de longevos, para quedarse todo ese tiempo en la presidencia.

Ya se ve que si al presidente Zelaya le dieron un golpe de estado cuando sólo le faltaban pocos meses para completar su período, el golpe que el presidente Ortega ha dado a favor de sí mismo es mucho más ambicioso. Imaginen. Planea quedarse en el poder al menos hasta los 98 años de edad. De allí a la eternidad, sólo hay un paso.

 

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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El deber con la palabra

No es la economía. Tampoco la tecnología. Es la sociedad. La disolución o devaluación de conceptos sobre los que se han asentado nuestras sociedades hasta ahora. La idea de que pueda haber un interés general, por ejemplo: está desapareciendo como el hielo de los polos, sustituida por el barro de una agregación de intereses individuales y grupales. El espíritu ilustrado, que concedía mayor valor a la pluralidad y a la libre confrontación de ideas que a las ideas mismas; sustituido por el aire chamuscado de la corrección política. El optimismo de un mundo que se sentía capaz de gozar de la libertad y de decidir con atención a su raciocinio; arrollado por la civilización de los riesgos y de los miedos, en los que cada uno se defiende a sí mismo y a los suyos y las gentes se agrupan para defenderse y protegerse de todo y en todo: intereses, ideas, seguridad física.

¿Cómo no estará en crisis el periodismo, si ha crecido en una tierra y ha respirado un aire que a veces parecen esfumarse? Sin interés general, sin pluralismo ni libre confrontación de ideas, sin decisiones tomadas en libertad tras la correspondiente deliberación democrática, poco puede quedar del periodismo que hemos conocido. Poco también de la idea de ciudadanía democrática, sustituida por las tribus y los lobbies, los fundamentalismos y las religiones culturales. Ahí quedaremos, solos y aislados, políticamente corregidos según el código de adhesión elegido, agazapados todos en los correspondientes nichos tecnológicos, cada uno con los nuestros, en un mundo globalizado pero atufante y esclavizado. Esta antiutopía que ahora asoma el morro no debe llegar a convertirse en realidad. Y los primeros que debemos estrangularla en su nacimiento somos quienes vivimos de la palabra, de su ejercicio libre, y a la palabra nos debemos. 



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La visibilidad de Invisible

Paul Auster. Ilustración: André Carrilho. Fuente: newyorker Invisible, la última novela de Paul Auster, se deja ver cada vez más nítidamente en castellano. Anagrama ya anunció que el 1 de diciembre estará en librerías. No, amigos limeños, ni sueñen que estará en la Feria del Libro Ricardo Palma. A no ser que Océano rente un avión solo para traerla. Como sea, el anuncio del nuevo libro de Auster viene acompañado de elogios (lo que no es usual últimamente) y también palos. Clancy Martin, en The New York Times, dice que es la mejor novela que Auster ha escrito hasta ahora:As soon as you finish Paul Auster?s ?Invisible? you want to read it again. And not because, as sometimes with his novels ? as with the novels of Georges Perec, one of a handful of other real authors mentioned in the book ? you suddenly suspect, at the very end, that you haven?t properly understood a word of what has gone before. You want to reread ?Invisible? because it moves quickly, easily, somehow sinuously, and you worry that there were good parts that you read right past, insights that you missed. The prose is contemporary American writing at its best: crisp, elegant, brisk. It has the illusion of effortlessness that comes only with fierce discipline. As often happens when you are in the hands of a master, you read the next sentence almost before you are finished with the previous one. The novel could be read shallowly, because it is such a pleasure to read. [...] For years now there have been two Austers waiting to embrace: the psychologist/­storyteller of novels like ?Leviathan,? and the metatextual trickster of ?The New York Trilogy.? Freud once claimed that our greatest frustration was that we could never kiss ourselves ? well, Auster has knotted the pretzel, he has brought his two loves together (it is, after all, a novel about incest). So if, like me, part of why you read is the great pleasure of falling in love with a novel, then read ?Invisible.? It is the finest novel Paul Auster has ever written.Mientras tanto, el renegón James Wood aprovecha la novedad para extenderse en la narrativa de Paul Auster en la última edición de The New Yorker. Wood, a diferencia de Clancy Martin, se muestra reticente a aceptar que está ante una buena novela. Acepta algunos halagos pero, en síntesis, podríamos aceptar que concluye que Invisible, como otras novelas de Auster, es solo más postmodernidad para espíritus ligeros. Dice:What Auster often gets instead is the worst of both worlds: fake realism and shallow skepticism. The two weaknesses are related. Auster is a compelling storyteller, but his stories are assertions rather than persuasions. They declare themselves; they hound the next revelation. Because nothing is persuasively assembled, the inevitable postmodern disassembly leaves one largely untouched. (The disassembly is also grindingly explicit, spelled out in billboard-size type.) Presence fails to turn into significant absence, because presence was not present enough. This is the crevasse that divides Auster from novelists like José Saramago, or the Philip Roth of ?The Ghost Writer.? Saramago?s realism is braced with skepticism, so his skepticism feels real. Roth?s narrative games emerge naturally from his consideration of ordinary human ironies and comedies; they do not start life as allegories about the relativity of mimesis, though they may become them. Saramago and Roth both assemble and disassemble their stories in ways that seem fundamentally grave. Auster, despite all the games, is the least ironic of contemporary writers. [...] The classic formulations of postmodernism, by philosophers and theorists like Maurice Blanchot and Ihab Hassan, emphasize the way that contemporary language abuts silence. For Blanchot, as indeed for Beckett, language is always announcing its invalidity. Texts stutter and fragment, shred themselves around a void. Perhaps the strangest element of Auster?s reputation as an American postmodernist is that his language never registers this kind of absence at the level of the sentence. The void is all too speakable in Auster?s work. The pleasing, slightly facile books come out almost every year, as tidy and punctual as postage stamps, and the applauding reviewers line up like eager stamp collectors to get the latest issue. Peter Aaron, the narrator of ?Leviathan,? whose prose is so pressureless, claims that ?I have always been a plodder, a person who anguishes and struggles over each sentence, and even on my best days I do no more than inch along, crawling on my belly like a man lost in the desert. The smallest word is surrounded by acres of silence for me.? Not enough silence, alas.



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gelman en España

Juan Gelman. Foto: Criostobal Manuel. Fuente: elpaís Mucho ajetreo. El poeta argentino Juan Gelman se encuentra en España para ser jurado del Premio Cervantes de Literatura, que ganó el año pasado, presentar su nuevo poemario De atrásalante en su porfía (Visor) y reeditar Bajo la lluvia ajena (Libros del Zorro Rojo), publicado en 1980, sobre el cual comentan en "El País":De las oscuras cosas que le pasaron trata otro de los libros que ocupan esta semana a Juan Gelman, Bajo la lluvia ajena (Libros del Zorro Rojo), que se presenta el viernes en la propia Casa de América. Lo escribió en Roma en 1980, durante el exilio al que le obligó la dictadura argentina. Aquella asonada sangrienta dejó 30.000 desaparecidos a su paso. Entre ellos estaban el hijo y la nuera de Gelman. A ella la mantuvieron con vida hasta que dio a luz a una niña que fue regalada a un policía uruguayo. La muchacha tenía 23 años cuando, en 2000, su abuelo pudo por fin dar con ella. La nueva edición de Bajo la lluvia ajena se completa con las ilustraciones del pintor argentino Carlos Alonso, cuya hija también se cuenta entre los desaparecidos. El artista ha contado que durante años pintó paisajes porque había perdido la fe en la humanidad. Gelman, que pasó un tiempo sin poder escribir, dice que no fue su caso exactamente: "Mi confianza en el ser humano está lastimada, pero sigue de pie". El poeta, que hoy vive "trasterrado" en México, recuerda que había exiliados que se negaban a aprender la lengua del país de acogida: "Pensaban que volverían al día siguiente de marcharse". También recuerda que hubo padres que durante años pusieron un plato en la mesa para su hijo desaparecido. "Les costó retirar ese plato porque les llevó tiempo tomar conciencia de que estaba muerto. En el 77 yo ya sabía la suerte que habían corrido mi hijo y mi nuera. Aun así, experimenté la resistencia a creer que fuera cierto. Y luego, las pesadillas horribles sobre si lo habían torturado, sobre qué habían hecho de él... Usted ya se imagina". En el libro, Gelman cuenta que volvió clandestinamente a Buenos Aires en 1978. Los militares se la tenían jurada porque había logrado que figuras como Mitterrand y Olof Palme firmaran la primera protesta contra la dictadura, que había tenido "cierta aprobación por el antiperonismo de los Gobiernos europeos". El de 1978 fue el año del Mundial: "No había mucha gente con claridad sobre lo que ocurría. O poco le importaba. De hecho, casi todos los partidos políticos participaron en la dictadura. Salvo el socialista y el comunista. Pero el partido comunista daba matices. Decía que había que apoyar a Videla porque se aproximaba el pinochetazo. Qué clarividencia, ¿no?".



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Andrés Neuman reniega del Boom

Andrés Neuman en el Cantarana, en su booktour por Lima. Se ve a Mercedes González (editora de Alfaguara), y a los escritores Julio Villanueva Chang, Gustavo Rodríguez, Andrés, Daniel Alarcón y Enrique Planas. Todos están fichados en el libro de ´Neuman. Se fregaron. Fuente: Moleskine El ganador del Premio Alfaguara de Novela, el B39 Andrés Neuman, se hartó en Panamá. Ya no quiere que le pregunten más por su relación con el Boom Literario de los años 70. Yo creo que es obvio, no se trata de parricidio: simplemente, a nadie le gusta las preguntas repetidas. Lo que más me preocupa, sin embargo, es que Neuman publicará un libro titulado Cómo viajar sin ver donde comentará su periplo latinoamericano con el Booktour Alfaguara. Espero que hable bien de mí y que confiese, de una vez, que él, de pura envidia, malogró mi MacBook el mismo día que me la compré en Aventura Mall.El escritor argentino Andrés Neuman, ganador del Premio Alfaguara de novela 2009 con El viajero del Siglo, dijo hoy en Panamá que la literatura latinoamericana ya no debe seguir siendo referida al "boom" que la nutrió porque la nueva generación de autores ya no tiene ningún vínculo con este movimiento."No tengo ningún tipo de relación íntima con el 'boom', sino un tipo de relación más importante que es de admiración literaria, y por eso leo por igual a Gabriel García Márquez que a Kafka, como un señor clásico que tengo en mi biblioteca", indicó.Agregó que la nueva generación de autores de la que es parte "tiene una suerte de poder relacionarse con el legado del ('boom') de una forma natural, no como sus hijos, sino como sus nietos". "Claramente no nos parecemos a los escritores del 'boom' latinoamericano y claramente no necesitamos combatirlos, que es un poco lo que le pasó a la generación anterior que tenían que posicionarse a favor o en contra" de los autores de este movimiento literario, recalcó.El "boom" latinoamericano surgió entre los años 1960 y 1970 y está relacionado con novelistas como Julio Cortázar, García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso, entre otros, que dieron impulso mundial a la literatura latinoamericana.El escritor hispanoargentino señaló que actualmente se vive una época distinta con muchas diferencias a la que vivieron los autores del "boom", pero reconoció que lo que hicieron estos con su escritura "lo hicieron tan bien que lo más inteligente que podemos hacer es hacer otra cosa". Además, Neuman, de 32 años, habló igualmente de la inmigración y la realidad política actual en Europa y América Latina, y dijo ser partidario de la izquierda "no castrista ni chavista". El autor de El viajero del siglo llegó a Panamá ayer procedente de República Dominicana, para presentar a los lectores nacionales esta novela con la que se hizo acreedor en marzo pasado al Premio Alfaguara, dotado con 175.000 dólares. Adelantó que en mayo próximo publicará el libro Cómo viajar sin ver, en el que narrará toda la experiencia vivida en este periplo que realiza por los países latinoamericanos para presentar su novela.



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las mejores lecturas del año

 

            Le he propuesto a varios jóvenes escritores compartir en este conversatorio sus cinco libros preferidos del año que acaba, y algunos de ellos me han hecho llegar sus listas, que aquí transcribo no sin ánimo cómplice, propio del entusiasmo y la ironía de la charla.

            De estas listas de fin de año debo confesar que me interesa más la diversidad de opciones de cualquier lector, hecho en la benevolencia de la lectura, que las estadísticas  de votos, que promedian una suma de restas, es decir, una declaración de ignorancia.  Siempre habrá un lector que al leer una página confirme su mal humor entrañable; y otro que en cualquier lista verifique su ausencia. Pero estas listas en sí mismas no son buenas ni malas, se deben a su inclusividad y riesgo, o sea, a su apuesta por el diálogo.  La mejor lista, digo, es un decir, sería aquella que ofreciera sólo libros que no hayamos leído.  Salvo que uno lea para confirmar sus opiniones, y requiera reafirmarlas a costa de la conversación.

            Por lo demás, nuestro idioma todavía no ha democratizado, por mala educación dialógica, la distribución moderna de las buenas noticias. Todavía creemos que una antología es buena porque está hecha para la posteridad, cuando es evidente que las mejores se deben a su fugacidad: documentan  el gusto del presente. Y son, por ello, más valiosas, más vivas; ilustran la fugacidad de nuestro propio gusto.  Es patética la violencia contra el lenguaje de algunos escritores que proclaman su antología como la mejor, hecha de los mejores, y a nombre del porvenir.  Las mejores son aquellas que dan cuenta de la escena actual, y haciendo adiós con el sombrero dejan paso a la siguiente muestra de lo nuevo.  En español sólo con muy poca fe se puede hacer una mala antología; hay tánto bueno de donde elegir que es difícil equivocarse.  Otro tanto con las listas.

            Al final, las listas no son de los mejores libros leídos, sino de los mejores lectores elegidos por los libros que, contra todas las razones en contra, han logrado encendernos con la luz de la atención.

 

Jordi Carrión

(www.jorgecarrion.com/blog/)

Agustín Fernández Mallo: Nocilla Lab.

La conclusión del proyecto Nocilla en una hibridación total (prosa, poesía, ficción, ensayo, cómic y video).

 

Martín Caparrós, Una luna.

Otra vuelta de tuerca a la no ficción de viaje, según Caparrós.

 

Manuel Vilas, Aire Nuestro.

Desopilante, desprejuiciada, la novela española en una órbita inédita.

 

Mathias Enard, Zona.

Si la tendencia en novela contemporánea es abarcar Europa, Enard pretende abarcar el Mediterráneo; con ese objetivo, conecta a Cervantes con el conflicto palestino-israelí, los Balcanes con Barcelona. La historia es una corriente de conciencia.

 

Quentin Tarantino: Malditos bastardos.

Un guión (y una película) que trasladan el topos "segunda guerra mundial" a una dimensión nueva: brillante (artísticamente) e incómoda (éticamente), pero imprescindible.

 

Felipe Cusen

(www.letras.s5.com/archivocussen.htm)

álvaro bisama (chile, 1975): musica marciana (emecé).

una novela episódica en la que, debajo de las capas de cultura pop y posmodernismo, se descubre una intensa melancolía.

 

pablo torche (chile, 1974): acqua alta (emecé).

mucho más que una serie de "ejercicios de estilo," una completa operación de barrido de todos los estilos.

 

cynthia rimsky (chile, 1962): los perplejos (sangría).

dentro de la "moda" por mezclar ficción, historia y crónica, rimsky no hace trampas: se suelta de las barandas y se arriesga a perderse verdaderamente al interior de sí misma.

 

mario montalbetti (perú, 1959): 8 cuartetas en contra el caballo de paso peruano (album del universo bakterial).

este libro renueva una vez más las estrategias de montalbetti, capaz de construir una poesía a partir de ruidos, reiteraciones y dislocaciones de sentido, sin concesiones: seca y dura.

 

julian barnes (inglaterra, 1946): nothing to be frightened of (jonathan cape).

al igual que todos los mortales, me aterra la muerte. barnes exprime hasta la última gota de este terror.

 

Heriberto Yépez

(heriberto-yepez.blogspot.com)

 

Antonio Saborit: Una visita a Marius de Zayas (Universidad Veracruzana, 2009).

 

Ruben Bonet: Jaikus maníacos (Moho, 2009).

 

Jongsoo Lee: The Allure of Nezahualcoyotl. Pre-Hispanic History, Religion and Nahua Poetics  (University of New Mexico Press, 2008).

 

Vanessa Place y Robert Fitterman: Notes on Conceptualisms (Ugly Duckling Press, 2009).

 

Christine Wertheim et al. Feminaissance (Les Figures Press, 2009).Nuevas poéticas experimentales de mujeres en Estados Unidos.

 

Andrea Jeftanovic

(www.losnoveles.net/e3ajeftanovic.htm)

Cynthia Rimsky: Los perplejos (Santiago de Chile, Sangría editores, 2009).

Una novela que sigue un registro de diario de viaje contemporáneo, pero esta vez tras la ruta del filósofo Maimonides, donde baja y alta cultura se cruzan en un desplazamiento insólito por el sur de Chile, los Balcanes y el sur de España.

 

Giovanna Rivero: Niñas y detectives (Madrid, Bartebly, 2009).

Reúne los relatos de esta escritora boliviana que indaga en lo erótico, la femeneidad  y la infancia de modo fresco, transgresor y preciso  con un húmedo Santa Cruz de fondo.

 

Juan Terranova: Los amigos soviéticos (Buenos Aires, Mondadori, 2009).

Novela que trata las migraciones en un escenario global, en este caso desde los rusos que llegan a la Argentina tras la Perestroika, y lo hace con una escritura desenfadada; conocemos esa historia de cruce cultural.

 

Erri de Luca: El día antes de la felicidad (Siruela, 2009).

Este escritor italiano, obrero de formación, ha sido un descubrimiento; su prosa intimista y  melancólica nos habla de un Napóles escenario de guerras y miserias.

 

Diego Trelles Paz, editor: El futuro no es nuestro (Eterna Cadencia- Argentina, La Hoguera_ Bolivia, Uqbar- Chile, 2009).

Recomiendo esta antología  no sin pudor porque hay un relato mío incluido, pero hace tiempo no leía una muestra tan novedosa y sólida de distintos narradores latinoamericanos. Autores: Oliverio Coelho y Samanta Schweblin (Argentina), Giovanna Rivero (Bolivia), Santiago Nazarian (Brasil), Juan Gabriel Vásquez y Antonio Ungar (Colombia), Ena Lucía Portela (Cuba), Lina Meruane y A. Jeftanovic (Chile), Ronald Flores (Guatemala), Tryno Maldonado y Antonio Ortuño (México), María del Carmen Pérez Cuadra (Nicaragua), Carlos Wynter Melo (Panamá), Daniel Alarcón y Santiago Roncagliolo (Perú), Yolanda Arroyo Pizarro (Puerto Rico), Ariadna Vásquez (República Dominicana), Ignacio Alcuri (Uruguay) y Slavko Zupcic (Venezuela).

 

Mayra Luna

(www.mayraluna.blogspot.com)

Slavoj Zizek: Cómo leer a Lacan.

 

Roger Fowler et al: Lenguaje y Control.

 

Soren Kierkegaard: Diario Íntimo.

 

Peter Sloterdijk: Crítica de la razon cínica.

 

 

 



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nostalgia del Best Seller

Supongo que a estas alturas muchos, muchísimos de ustedes, ya habrán leído al menos la primera de las novelas de Stieg Larsson, ese fenómeno editorial que se enseñorea en el horizonte literario mundial con una intensidad poco frecuente. Supongo, en todo caso, que ya habrán leído las miles de palabras que se han escrito al respecto en foros, chats, blogs y periódicos digitales y de papel, de manera que nadie creo que se haga ilusiones respecto a la novedad de mis opiniones sobre el particular. Pero como yo terminé de leer la primera novela de la saga Millenium recién ayer por la tarde, me quedó una sensación un poco nostálgica respecto a estas novelas tan sugestivas e intensas que son -o suelen ser-- los best sellers. Porque leyendo las peripecias de Mikael Blomqvist y Lisbeth Salander recordé mis lecturas de primerísima juventud, esas que son una transición entre el último Julio Verne y el primer Milan Kundera, por decirlo así.

Me refiero a esas novelas de espías y adustos burócratas del telón de acero, de valiosos microfilms y falsificadores cultísimos, de agentes secretos algo nihilistas y envenenamientos en la Europa Central que nos brindaban Frederick Forsyth, o John le Carré. Pero sobre todo recordaba las de Arthur Hayley e Irving Wallace, voluminosas novelas de tramas bien urdidas y complejas, de personajes más bien livianos que casi no entorpecían la acción y se limitaban a ser escritores que fumaban pipa, habitualmente altos y solitarios, inteligentes y un pelín desencantados, vamos, como salidos de una novelita del Cosmopolitan, pero que funcionaban a la perfección en un argumento bien urdido y estudiado hasta el mínimo detalle. Esas novelas de seiscientas páginas (hoy todo el mundo se asombra de que una novela tenga seiscientas páginas...) que uno devoraba principalmente en los veranos, pero también en cuanto arañaba unas horas a otras ocupaciones, eran ficciones que uno sentía honestas, que detrás de las tramas y peripecias había un escritor preocupado en contar lo mejor posible su historia, que se había pasado meses y meses investigando cómo funcionaba un hotel, un aeropuerto, el comité Nobel o la enrevesada jerarquía en la Casa Blanca, y entonces el lector veía alzarse ante sus ojos la minuciosa edificación de un universo si no complejo, al menos bien elaborado, y así nos dejábamos ganar por la historia.

Pero después no sé que pasó y aquellos viejos escritores de best sellers dieron paso a otros que más bien fueron un chasco, improvisados imitadores de tramas endebles y tópicos usados a granel, con personajes fascistoides e historias deslavazadas que se nos caían de las manos. Supongo que también ocurrió que muchos empezamos a apreciar en otras novelas la certidumbre de que el mundo no se dividía en buenos y malos, que las conjuras de los templarios eran inexistentes y que los rosacruces eran unos viejitos inofensivos, que el verdadero horror era algo más serio que asomaba en otros autores y que ahora disfrutábamos empecinados en tramas que exigían de nosotros algo más que el disfrute tibio de una lectura veraniega. Y por eso abandonamos los best sellers.

De allí, quizá, que leer a Larsson ha sido como volver a disfrutar de un placer olvidado y más bien juvenil, con héroes y villanos, con el bien triunfando sobre el mal, lo cual es un respiro. Y como brillaba un sol inusual en Madrid, el recuerdo de esas viejas lecturas ha sido más intenso. Larga vida a los buenos best sellers que no dan más que lo que ofrecen.



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El desorden

No hay vida, ni clase de vida, ni clase de ser humano que sea capaz de poner estabilidad y orden en su existencia. Por definición la existencia forma parte de lo externo, la externalidad o el perímetro indefinido donde nos desenvolvemos y en cuya extensión nunca hay modo de cuadrar y detener sus elementos. De este modo, un grado de ansiedad y confusión constantes se unen a la vida cotidiana a la manera de un malestar sin cura. O, incluso, el malestar persiste en la medida en que, no sabiendo que será absolutamente incurable, nos empeñamos en lograr su saludable desaparición.

La imposible desaparición del desorden más el grado de inquietud que conlleva son inherentes al ser  y, en consecuencia, todo lo vivo se desordena, revuelve y vuelve a desajustarse mientras la muerte es el orden completo, perfecto y ajustado.

 ¿Justo también? La muerte es cruel y radicalmente injusta pero,  claro es, en la medida en que sentencia desde un código que sólo a ella se puede aplicar y a partir de un púlpito que no puede palpitar. El resto vivo - el bullicio, la inquietud, el gozo o el dolor-  son componentes de un universo desordenado y confuso las 24 horas puesto que nada puede ser tan claro, tan concreto y tan sencillamente imperfectible como la muerte. 



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24 de noviembre de 2009
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El Boomeran(g)
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