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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Trance de la lectura

 I

El e-book fue el regalo más popular en los EEUU el año pasado. Antes de la Navidad,  su producción se había agotado. Pero este año sus fabricantes esperan satisfacer la demanda. Jeff Bezos, el jefe de Amazon, acaba de anunciar, casi como una amenaza, que por cada cien ejempares de un libro impreso que vende,  48 copias del mismo libro son vendidos en su versión electrónica en el Kindle.  Hace dos años 90 mil títulos habían hecho el tránsito hacia su versión electrónica, hoy son 350 mil los títulos disponibles para ser leídos electrónicamente. 1,500 libros entran en un libro-e, se requieren 5 segundos para cargar uno, y la batería se puede recargar cada semana. Claro que esta librería electrónica a la mano está hecha de éxitos obvios, best-sellers y novedades populares; pero suma también series clásicas, canónicas, académicas y literarias.  Un editor independiente, así como cualquier autor, puede añadir sus libros a una plataforma controlada por Amazon, que paga el 35% por libro virtualmente vendido.  Esta competencia puede ser, eventualmente, más seria que la mera lista de títulos populares; las editoriales suelen pagar un 10% a sus  autores. La larga negociación de derechos, accesos, plataformas y compañías intermediarias empezará, este nuevo año, a diversificar el escenario editorial.

De allí la importancia sensible de la prensa literaria, que se debe al libro impreso. Las listas de lecturas favoritas deberían ser 1), cada vez más inclusivas y diversificadas, para incluir no más libros sino más lectores; 2) ninguna selección de títulos, lista de recomendaciones y antología de autores debe presumir de ser “la mejor,” “el canon,” o “la autorizada,” a riesgo de ejercitar las restas en una época hecha de sumas; y 3) en la esfera de la cultura, hoy la repetición pertenece a la reproducción mecánica, mientras que la variación forma parte de la creatividad renovadora.  La crónica del siglo XIX supuso el coche de caballos (como es el caso de De Quincey en el coche del correo inglés); la novela, el folletín en el diario;  la literatura del XX, el best-seller y el escritor como héroe cultural; y el XXI bien podría ser el siglo de la escritura electrónica, esto es, de la lectura multiplicada, que convierte al lector en interlocutor y a la pantalla del ordenador (o del libro-e) en plaza pública.

La diversidad es la apuesta que salvará a la cultura impresa. Sus síntomas son evidentes en inglés.  El NYT Book Review (diciembre 6), por ejemplo, lista 46 títulos de ficción y poesía entre los más “notables libros del 2009”, mientras que el New Yorker en su “Un año de lecturas”  (diciembre 14) lista 22, casi la mitad. Sólo coinciden en seis títulos.

En español, todavía tenemos problemas del siglo pasado. La distribución sigue siendo el nudo gordiano. En los medios la cultura se confunde con el espectáculo. Y los autores disputan su identidad en un mercado sin aliento.

II

Para contribuir desde este foro con la diversidad de la lectura (o, al menos, con su hipótesis) cedo ahora la palabra a dos interlocutoras.

Gabriela Polit Dueñas, quiteña, estudió en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador, Ciencias Políticas en la New School for Social Research de Nueva York y literatura en la New York University, donde se doctoró; enseña ahora en la Universidad de Austin, Texas. Es autora de Cosas de hombres, Escritores y caudillos en la literatura latinoamericana del siglo xxi (Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2008), y trabaja en un nuevo libro sobre la representación narrativa del narcotráfico en Culiacán, Medellín y La Paz. Irma del Águila, limeña, estudió sociología en la Universidad Católica del Perú y obtuvo una maestría de NYU. Ha sido distinguida en varios concursos de relatos y es autora de la novela Moby Dick en Cabo Blanco (Lima, Estruendomudo, 2009), que reconstruye las incursiones de Hemingway en una caleta del norte peruano; trabaja en un proyecto de educación en Cusco.

 

Gabriela Polit

Voy a describir un poco los libros que me pides defina como los mejores. No me atrevo a hacer una lista sin más, porque todo libro se mide respecto a otros y respecto a las realidades que nos ilustran. A ninguno le doy un valor absoluto porque ninguno lo tiene. Esto digo como lectora convencida de que la crítica es una posición vital ante la lectura y, por lo tanto, se que libros tan tiernos, se miden también de acuerdo a nuestras búsquedas.

 

Novela. Una de las novelas escritas sobre México contemporáneo es Entre perros de Alejandro Almazán (Random House Mondadori, 2009). El autor explora la violencia descarnada del narco, a la par que muestra la moral endeble del periodista que pretende hacerse famoso al narrarlo.

 

Crónica. También mexicano y de Sinaloa, Javier Valdez es autor de Malayerba, (Jus, México, 2009), sus crónicas publicadas en los últimos años en Riodoce, un semanario sinaloense. Auténtico “story teller” de Culiacán, Valdez regresa a las víctimas, a su cotidianidad y lenguaje simple, y las humaniza.

 

Crítica. Contra el sueño de los justos (Lima, Instituto de Estudios Peruanos) de Juan Carlos Ubilluz, Alexandra Hibbett y Víctor Vich, me parece la mejor lectura de la literatura contemporánea peruana. Además, son muy agudas sus reflexiones sobre la narrativa de la violencia.

 

Cuento. El primer libro del peruano Paul Alonso Me persiguen (cuentos de escape),  (Lima, Matalamanga) me gustó mucho. Son cuentos negros, con una estética a lo Rubém Fonseca, y están bien escritos. Material humano, de Rodrigo Rey Rosa, es un libro con muchos aciertos. Debo decir, sin embargo, que algo de la frivolidad de Rey Rosa me resultó excesiva dado el tema de su libro. (No se si es el primer libro que se publica en Guatemala sobre el hallazgo de estos archivos).

Aunque del año anterior, y publicado en inglés, el libro The Art of Political Murder. Who Kill the Bishop?, de Francisco Goldman, estaría pegado al libro de Rey Rosa, pero lo supera.

 

Irma del Águila

Siete Culebras y Ángeles y Demonios son dos revistas literarias que sobreviven en el Cusco (antigua capital de los Incas y centro del flujo turístico a Machu Picchu), a pesar de la falta de apoyo de instituciones públicas que apuesten por sus industrias culturales. Se mantienen en pie gracias al empuje personal de sus directores y a las pocas empresas que anuncian, poniendo el hombro, a pesar de la orfandad de lectores.

La edición especial, Num. 5-6, de Ángeles y Demonios recoge interesantes artículos, narraciones y poesía escrita en ambos lados de los Andes, columna vertebral del Perú, por Carmen Ollé, Luis Nieto Degregori, Giovanna Pollarollo, Enrique Rozas Paravicino. Pero también de peruanos que escriben desde una “casa” algo más allá, como son Odi Gonzáles en NYC, Mario Suárez en Madrid. Y el aporte de escritores extranjeros como Jorge Carrión con una sugerente visión Google Earth de los viajes del tercer milenio.  

De mi lectura destaco el artículo del cusqueño Luis Nieto Degregori sobre la invisibilidad de los narradores andinos. Más allá de la inhóspita discusión sobre autores “andinos” (léase, mestizos en contacto con una tradición cultural indígena) y “costeños” (léase, criollos con herencia primordialmente hispánica) abierta en el (des)encuentro de Madrid, donde se espetaron adjetivos antes que conceptos, LND destaca la mirada de los narradores andinos durante el conflicto armado de los años ochenta y noventa. Muy cierto, a pesar del “toque de queda”, los andinos hablaron y fuerte, ahí están Colchado y Cronwell Jara, el mismo LND quien nos dejó un magnífico relato “Harta cerveza y harta bala”. Muy cierto. Y sin embargo… también podríamos volcarnos sobre la construcción de lo “andino” como canon. Y encontrar una construcción política que invisibiliza otras construcciones interiores (como quien dice, ser catalán sí quita lo charnego). Ahora que me siento a escribir, imagino a ML, miembro del Sindicato de Trabajadoras del Hogar (mujer quechua hablante que a los nueve años fue entregada por sus padres campesinos a una “madrina” del Cusco, antes de huir y terminar durmiendo en las gradas del Mercado San Pedro), leyendo en voz alta (ML no escribe) y conectándose, que es decir hablando, con los personajes de Navajas en el Paladar, del limeño Jorge Eslava, quien explora lo urbano desde los márgenes espaciales y lingüísticos, con niños disposable, consumidores de terokal (cola de carpintero) y, de oficio, pirañitas (ladronzuelos) del centro de Lima. La construcción de lo regional andino frente al centralismo de Lima siendo reciente no es menos legítima. Pero sin olvidar que hasta la Reforma Agraria de 1969, la contradicción principal en este espacio, no exento de confrontaciones sangrientas, era entre terratenientes mestizos (mistis) y campesinos indígenas.

Karina Pacheco, mujer cusqueña (otra voz invisible) y narradora emigrada, con un pie en Europa, es autora de La Soledad del Molle, novela que aborda este tema tabú, las distancias en la vida cotidiana de la ciudad andina. Expone una ideología gamonal (terrateniente),  racializando lo social, y “separando el rabo de la paja” de forma desgarradora. Nieto Degregori, por su lado, actualiza la ciudad en Cusco después del Amor y en algunos otros relatos, pero estos vientos no alcanzan para soltar amarras: falta que la narración andina se vuelque sobre esta urbe y la explore desde la intimidad. Esta mirada enriquecería su ya prolífica producción y, quien sabe, haría germinar una legión de lectores jóvenes adictos a lo suyo, a sus calles y su gente diversa. Y en el camino, valiosas revistas como Siete Culebras y Ángeles y Demonios podrían sentirse más acompañadas.

III

Termino con una breve muestra de la variedad de revistas literarias y culturales que, desde América Latina y España, acompañan al lector con calidad de diálogo.

Carátula. Revista nicaraguense de cultura y literatura. Dirigida por Sergio Ramírez, editada por Javier Sancho Más.

(http://www.caratula.net)

Argumentos. Revista del Instituto de Estudios Peruanos, Lima. Dirigida por Francesca Uccelli.

(www.revistargumentos.org.pe)

Las razones del aviador. Revista de creación y pensamiento. Coordinada por José María Castrillón y Jordi Doce.

(www.lasrazonesdelaviador.blogspot.com/)

Periódico de poesía. Universidad Nacional Autónoma de México. Dirigida por Pedro Serrano.

(www.periodicodepoesia.unam.mx)

Minerva. Revista del Círculo de Bellas Artes, Madrid.

(www.circulobellasartes.com/ag_ediciones-minerva.php)

PD. Rrevista del portal Posdata, Monterrey, México. Dirigida por José  Jaime Ruiz.

(www.rposdata.com)

Grumo. Sala Grumo. Revista cultural dedicada al diálogo entre Brasil y América hispánica.  Grupo de trabajo integrado por Diana Klinger (Universidad Federal Fluminense), autora de Escritas de si, escritas do outro. O retorno do autor e a virada etnográfica (2007); Paula Siganevich (Universidad de Buenos Aires), compiladora  de Lúmpenes peregrinaciones. Ensayos sobre Néstor Perlongher (1996) y Piquete de ojo. Visualidades de la crisis Argentina 2001-2003 (2008); Mario Cámara (Programa en Cultura Brasileña de la Universidad de San Andrés), editor de Delirios líricos de Glauco Mattoso (2005); Leminskiana, antología variada de Paulo Leminski (2007); y Poema sucio/En el vértigo del día de Ferreira Gullar (2008); y Paloma Vidal (Universidade Federal de São Paulo), autora de A história em seus restos: literatura e exílio no Cone Sul (2004) y de los libros de cuentos A duas mãos (2003) y Mais ao sul (2008); está incluida en Nuevo cuento latinoamericano (Madrid, Marenostrum, 2009). Traductora de Aparições (2002), de Margo Glantz, y O riso do ogro (2009), de Pierre Péju.

(www.salagrumo.org)

 

 


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12 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jorge Herralde y México

Carátula del libro de memorias de Jorge Herralde que editó FCE y ya está en Lima. Fuente: Moleskine. Jorge Herralde rodeado de dos Anagrama´s Senior: Daniel Sada y Sergio Pitol. Fuente: la jornadaLa relación entre México y Jorge Herralde es cada vez más cercana. A fines de noviembre, la entrañable Universidad del Claustro Sor Juana Inés de la Cruz lo premió con la medalla que lleva el nombre de la poeta mexicana, su máximo galardín. La ceremonia se llevó a cabo el sábado 28 de noviembre. Entonces, rodeado de Margo Glantz, Sergio Pitol y Daniel Sada, el editor declaró: "He cambiado yo, ha cambiado el mundo, pero el proyecto editorial no?. También, según La Jornada, contestó a:[...] la pregunta de por qué las grandes editoriales comerciales se empeñan en publicar demasiados títulos, muchos con vida efímera en las preferencias de los lectores, debido a la exigua calidad literaria: ?Están obligadas por los gastos de su estructura administrativa, ya que necesitan una rápida recuperación. Son sellos como grandes almacenes, donde, sobre todo, se encuentra lo más barato; pero también tienen rincones con ejemplos de calidad. Eso genera que el lector no pueda confiar. ?Frente a ellos hay otros modelos, como Anagrama y otras editoriales. Nuestra idea ha sido la persistencia y que los lectores capten el mensaje de que se les ofrecen escritores de calidad, que por estar en Anagrama ya es un elemento de confianza.? Al hablar sobre los grandes grupos editoriales que muchas veces publican a escritores sólo en su país de origen, explicó que a ellos los mueve un ?pesimismo inteligente?, mientras a sellos independientes, como Anagrama, un ?optimismo de la voluntad?.Por otra parte, en una entrevista con "Excelsior" declaró que el editor "es un censor":El trabajo del editor es el de un censor, aunque la palabra sea antipática. El rechazo es la esencia de su labor?, afirma el catalán Jorge Herralde, quien hace 40 años fundó Anagrama, la editorial que dirige desde entonces, por lo que está convencido de que este oficio-pasión no se ha modificado ?gran cosa? a lo largo de este periodo. ?Aunque, una vez cumplido el papel de censor?, aclara, ?el editor debe convertirse en un aliciente, en un gran apoyo, para el escritor que ha escogido. Nosotros tenemos 39 autores con más de diez títulos en el sello, lo que demuestra compromiso?, agrega. [...] ?Antes, todos los libros eran el objeto del deseo; pero hoy en día, ante la enorme cantidad de propuestas y la abundancia de ofertas e información, hay que decodificar las nuevas voces y los valores únicos, así como rescatar los buenos ya olvidados?, detalló en entrevista posterior a la ceremonia. Pero eso no es lo único que ha sucedido entre Herralde y México en estos últimos días. También hay que anotar que el Fondo de Cultura Económica, en su colección Tezontle, ha públicado el libro de memorias de Jorge Herralde sobre sus experiencias editoriales en América Latina titulado El optimismo de la voluntad. El libro trae una introducción de Juan Villoro y recoge algunas ponencias del editor sobre temas o autores latinoamericanos, y también algunos capítulos memoriosos. México, Argentina y Chile son los países con mayor presencia en el recuento. También hay un capítulo muy generoso sobre el Perú (y ya que estamos, agradezco las palabras que le dedicó a mi obra y a este blog) y un repaso general sobre Colombia, Ecuador, Bolivia y Cuba. Conseguí ayer el libro y ya estoy diseccionándolo. No sería el blogger chismoso que soy si no lo hiciera. Por lo pronto, me ha entretenido conocer al detalle el desastre de la antigua distribución editorial de Anagrama en Colombia. Las cosas han mejorado mucho y, probablemente, pronto habrá más escritores colombianos (creo que solo hay uno, Evelio Rosero) en el catálogo.Y ya que estamos hablando de noticias anagramáticas, me enteré hace poco de la verdad sobre la supuesta auto-invitación del narrador norteamericano Richard Ford a la Feria de Guadalajara de este año. A Ford habían invitado hace meses pero él dijo que no podía asistir. Luego, al enterarse de que en la FIL iba a brindar por los 40 años de Anagrama, no quiso perderse la mesa redonda, el brindis y sobre todo -eso lo intuyo- la fiesta posterior (y es que ¿quién se quiere perder las fiestas mexicanas en la FIL? ¡Ah, las fiestas en La Mutualista son inolvidables!) y decidió ir por su cuenta, pagándose el viaje mientras que Anagrama le pagó el hotel. Los que se ganaron con todo, desde luego, fueron los asistentes a la FIL que pudieron escuchar a Richard Ford (quien, probablemente, en presencia de Jorge Herralde no se atrevió a repetir lo que dijo en Santiago, para escándalo de Zambra, que el fenómeno Bolaño le parece sospechoso y probablemente sobrevalorado ¿o sí?)



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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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No quieren a Posse

Abel Posse, repudiado como Ministro de Educación. Fuente: infobae Conocí a Abel Posse en el año 1993, en un encuentro de escritores que terminó en una ardua polémica entre los jóvenes escritores argentinos asistentes y el narrador de Los perros del paraíso (premio Rómulo Gallegos), a quien le reclamaban su labor diplomática y política durante la dictadura. Luego de eso, no supe nada más de Abel Posse. Pero hoy leo que las críticas en el ámbito político contra él continúan. Una coalición política se opone a que sea Ministro de Educación (hoy asume el cargo). Un dinosaurio que se pone el guardapolvo escolar" dice Página12.Todos los bloques opositores al macrismo brindaron una conferencia de prensa para solicitar al jefe de Gobierno porteño que Abel Posse no asuma como ministro de Educación. Posse recogió rechazos tras declaraciones en las que cuestionó las políticas de derechos humanos, pidió más represión y acusó a los gremios docentes de "poner un revólver en la cabeza de los chicos" cuando realizan medidas de fuerza. La asunción está prevista para esta tarde. Los diputados porteños exigieron a Macri que "revea" su decisión de poner en funciones a Posse durante una conferencia de prensa en conjunto que brindaron en la Legislatura local. El reclamo fue presentado por los jefes de todos los bloques: el kirchnerismo, la Coalición Cívica, el radicalismo, Proyecto Sur y otras bancadas menores que también se oponen a la gestión macrista. El pedido, realizado dos horas antes del momento previsto para la asunción de Posse, se produce luego de las polémicas afirmaciones del escritor y diplomático respecto a temas vinculados a los derechos humanos, la educación y la seguridad. El legislador por Encuentro Popular para la Victoria, Francisco Nenna, consideró que la designación de Posse es "una afrenta a la democracia que alguien que reivindica el terrorismo de Estado, la apología del delito, la criminalización de la protesta y la juventud". Nenna sostuvo que "el responsable político de esta medida es Macri cuando lo designa a Posse y eso significa que esta de acuerdo con el pensamiento" del escritor.



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11 de diciembre de 2009
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La novela que abre mil puertas (3)

Pero María Negroni no se contenta con escribir fantásticamente (Ah, ¡ella vive en una galaxia tan distante de aquella que suelen habitar nuestros narradores…!) Lo que a mi juicio convierte a La Anunciación en una gran novela es su convencimiento de que cuestionar la propia poética (“Te preguntarás, a estas alturas, sirenita, qué estás leyendo y yo te contesto, como a cualquier lector, depende de vos”, dice en un pasaje) equivale a cuestionarse la propia vida; de que preguntarse (para) qué escribo, y en consecuencia cómo escribiré, no se diferencia de la pregunta de (para) qué vivo y cómo viviré.

         La Anunciación pone a prueba la analogía de Emma, en su versión complejizada: pintar (escribir) es pensar es sentir, términos inseparables, triángulo equilátero, la Santísima Trinidad que deberíamos venerar todos los narradores. Díganme si estos consejos que Athanasius desgrana para invitar a pintar de verdad no se aplican además a la escritura, pero ante todo a la vida misma:

         “Para pintar, señorita…  hay que atravesar muchas puertas: la del desasimiento, la del despojo, la del apuro, la de la oposición o dualidad, la de la tentación, la de seducir, la que confunde deseo y asombro y sobre todo, la del cansancio. Sólo alguien muy cansado, como Emma, podía atravesarse a sí misma hasta quedar borrada de la realidad y así acceder a la memoria del mundo que es la sombra donde estalla, eternamente, la presencia”.

          Se pinta (se escribe, se vive) no para obtener algo, sino precisamente para perderlo; el cuadro (la novela, la vida) se define no tanto por lo que está allí, como por todo lo que elegimos dejar fuera de su marco; nadie debería actuar (pintar, escribir, vivir) para llegar a un fin, ni para salvar a nadie ni salvarse a sí mismo, sino –esto es lo único sublime a que podemos aspirar- para dar cuenta de lo inefable. Dice una de las voces de La Anunciación:“Hay que avanzar sencillamente hacia lo que no tiene respuesta, y así confiar en qué, en algún momento, uno pueda decir, como quien no quiere la cosa, no sé si existe lo que veo, o bien, no sé qué quiere decir”. En este sentido, la novela nunca sería un fin en sí mismo; los mejores relatos serían, más bien, aquellos que proceden a sabiendas de que anuncian –a la manera del enviado del Cielo frente a la virgen- la existencia de aquello otro, la maravilla innombrable e invisible, en tanto sólo puede ser oída a medias en un susurro, o contemplada de reojo.

         Hay en Negroni una noción de la novela como pregunta múltiple a la que “hay que lanzarse, no para contestarla (las preguntas que importan no buscan respuestas) sino más bien –como quería Barthes- para lograr que permanezca abierta”, explicita en Galería fantástica. (Recurro tanto a este libro para hablar de La Anunciación porque nunca es más transparente un artista que cuando habla de otros.) Aquellas novelas que quieren contener o duplicar el mundo, sugiere allí mismo, cometen “un crimen contra la realidad’ y se convierten en naturalezas muertas. Se trata, por el contrario, de someterse a un proceso de deliberado despojamiento. “Porque de desnudez se trata, hay que insistir, cuando el fin es transformarse en verdadero artista”, dice también en Galería fantástica. En otro pasaje sugiere que “toda carencia (es) plétora”. Y también, al mencionar al Thomas que es protagonista de la película de Antonioni Blow Up, afirma que “llega a ese momento enriquecido por lo que ha perdido”. ¿Debería resistirme a la tentación de decir que un desasimiento similar serviría a cualquiera, incluso a aquellos que no son ni pretenden ser artistas, para vivir una vida más plena?

Lejos de perseguir respuestas falsas o complacientes, se pinta (se escribe, se vive) para plantear preguntas a aquello que no admite solución. O sea: para dar testimonio de esa presencia de la que habla Athanasius, del mismo modo en que la daba el monolito negro de la película de Kubrick. (Y que Led Zeppelin puso en la tapa, precisamente, de su álbum llamado Presence.)

         ¡Cuánto tiempo pasó desde la última vez que una obra de arte me animó a preguntarme cosas semejantes!

         Con verdadera humildad les digo: María Negroni es una gran escritora, y La Anunciación es un pequeño milagro.

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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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MIRANDO A ESCRITORES

 

 

 

Hace unos días recibí un libro de ediciones Siruela escrito por Jesús Marchamalo: "44 Escritores de la literatura universal", unos curiosos textos biográficos sobre imprescindibles de la literatura universal que continúa otro que ya había dedicado a los escritores en español. Como aquél está acompañado de los retratos, cariñosas y certeras caricaturas, del pintor Damián Flores.

Hace tiempo, varias décadas, que nos conozco a Marchamalo. Y desde entonces conozco su pasión libresca. Era un joven con gafas y sonrisa, con prisas y tranquilidad, pulcro y curioso representante de esa tribu que conocíamos como "letraheridos". Habíamos coincidido en esquinas de Radio Nacional, ese mastodonte comunicativo que sigue sin conseguir lo que esperábamos, lo que nos merecíamos, nos seguimos mereciendo. Seguimos cada uno por su sitio, por nuestro sitio, en vidas paralelas y nos hemos ido encontrando en cosas de letras, de escritores y de escritos seguido sus colaboraciones en el cultural de ABC, una isla tan nuestra, tan visitada, tan necesaria.

Y abrí su libro, sus paseos por algunos de los imprescindibles de la literatura universal. Lo recomiendo vivamente. No hay nada nuevo en este acercamiento, pero todo en su mirada es nuevo, subjetivo, interesante y notable por sus formas y su curiosidad.

Un ejemplo, así comienza su "retrato" de Thomas Mann:

"Tuvo una predilección, obsesiva, por los números redondos. Una vocación secreta de contable, de brujo o cabalista, que le hacía cuadrar fechas y efemérides. Nacido en 1875, veinticinco años- exactos- más tarde publicó "Los Buddenbrook" y veinticinco años después "La montaña mágica". Así que en 1950, según sus cuentas le tocaba morirse. Se equivocó.

Quiso ser, de pequeño, pastelero o revisor de tranvías, aunque no le habría ido mal de actor: no había cosa que más le divirtiera que salir de su casa fingiendo ser un príncipe, un banquero, un explorador de lejanas aventuras: el paso decidido, el juego acompasado del bastón, la mirada altiva..."

Dan muchas ganas de seguir sus vidas. Y, sobre todo, sus obras. Un libro lúcido e inteligente para hacer lectores.

Otro día tengo que hablar de otro escrito sobre escritores. También con retratos pintados, caricaturizados. Es del maestro Manuel Vicent, tan cercano, tan lúcido y poco profesoral. Raras virtudes por estos pagos.



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11 de diciembre de 2009
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II. Todos en la calle

Sólo la decisión popular hizo posible que la protesta se diera por fin en las calles hace pocas semanas en contra del fraude electoral de hace un año, en contra del fraude judicial de hace poco, cuando se declaró inconstitucional la Constitución, y en contra de  la grave acumulación de poder y de riqueza en manos de la familia gobernante, rompiendo con el dictum del partido oficial de que "las calles son del pueblo", es decir, de los partidarios del gobierno, y rompiendo con el temor frente a la agresiones y amenazas de las turbas armadas de morteros caseros y de palos y tubos.

            A las calles no salió la derecha, como los socialistas que se abstuvieron en el Parlamento Europeo parece que imaginan, sino una multitud de miles formada por gente de todas las clases sociales y de todos los colores políticos que solamente quieren la oportunidad de vivir en un país libre y en paz, sin amenazas de familia única en el poder ni partido único en el poder; la oportunidad de tener elecciones periódicas, con los sufragios libremente contados, como las que se celebran en Europa entre la izquierda y la derecha, sin que nadie tema que le van a robar el voto.

Sería un error trágico que los socialistas europeos vieran en Nicaragua una confrontación entre la izquierda en el poder y la derecha en las calles, bajo el supuesto de que la derecha rechaza las medidas de la izquierda a favor de los pobres, que en Nicaragua son la mayoría.

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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El reloj de la cocina

Un reloj, sobre todos los demás, marca la hora central de la casa. Es el reloj grande que se coloca en la cocina y  desarrolla el papel del campanario que, en la vida rural, convocaba a los oficios o señalaba en su transcurso el momento de reposar y comer.

Este reloj en que los diseñadores han invertido mucho un interés de acuerdo a su notoriedad se encuentra encimado, bien sobre los estantes o sobre la campana de los humos. Y, en ocasiones, lo tropezamos de frente, al entrar, como si la cocina entera gracias a él se comportara como una estación de ferrocarril y, obviamente, los pasajeros debieran tener presente el tiempo que tienen.

Para "tener el tiempo" cada uno  nació el reloj de pulsera que siendo una posesión individual sustituía a la sagrada impartición del tiempo colectivo, refrendado por la torre de la iglesia o el edicto municipal.  En el reloj de pulsera se lleva el tiempo consigo y de ahí la pregunta de "qué tiempo llevas". Se transporta de aquí para allá a riesgo de golpes y accidentes, se lleva de aquí para allá entre faenas y ocupaciones honestas o perdularias, amables a los ojos de Dios o condenables. Este reloj profano fue, no obstante, en sus principios una pieza asociable a la excepcionalidad de un acontecimiento y casi siempre símbolo de un rito de paso: de la niñez a la adolescencia, desde la soltería a la prenda de la boda.

 La mano actual y profana que conduce este reloj personalizado, tuneado, viene a ser una mano sin bendecir largamente apartada de la esencia colectiva y el tufo del cuerpo místico. Este cronómetro antes herencia de una autoridad se convierte en una suerte de derecho del hombre y del ciudadano que busca la moral y la vida por su cuenta. Este reloj cuenta particularmente una sola vida.

El reloj de la cocina, sin embargo, evoca la esfera que miraba a la población desde la torre y con ello encierra autoridad y jerarquía. Respetar las horas de comer, sentarse  a la mesa en un momento exacto por respeto a los demás y especialmente al padre que se ubica en la cabecera, fue una regla heredada con solemnidad del patriarcado y de los usos burgueses inclinados al orden y la reglamentación para dividir el tiempo de descanso  y de trabajo, continuando en el interior del hogar la disciplina propia del taller o la fábrica.

Así, el reloj grande de la cocina reproduce al que se erigía en las naves fabriles, a la vista de todos y con la vista en todos. Fábricas dotadas de un ojo vigilante que venía a ser como el ojo del patrón que todo lo miraba y controlaba. Observaba a los obreros en el desempeño de sus tareas, vigilaba con la rectitud y severidad que este mismo reloj mostraba cuando al llegar las agujas a un punto se disparaba una bocina apabullante que establecía el comienzo, la mitad o el fin de la jornada.  Ese reloj fabril de capital  importancia ha derivado en el doméstico reloj de la cocina, relegado a una sala de máquinas también, como la llaman  los arquitectos courbuserianos. Sala de máquinas destinada a la manufactura de comestibles en clara sintonía con lo que fuera la industria en el siglo XIX  y su horario de ocho horas de reloj.

Reloj, en suma, para medir las horas de producción y  determinadas no sólo  por los pactos sindicales sino por la asunción de otra vida humana sobreviviente a la explotación mediante la prueba revolucionaria del reloj.

Todos los relojes marchan, poseen su mecanismo de marcha, pero el de la cocina especialmente se ajusta al transcurso natural del día. Cuando todos los cronómetros se hacen dudosos o, por su carácter banal, susceptibles de error, el reloj de la cocina dirime, la verdad absoluta.

Su naturaleza incorporada al sistema elemental de los fogones y los alimentos trasluce una verdad natural, una suerte de carácter auténtico que, por el contrario, parece tan fácil de trucar en el cronógrafo de muñeca.

Un individuo, ahora, tienen más de un reloj  y no aquella pieza única e irremplazable que se había recibido en un momento especial y cuya aura santa lo acompañaba siempre. Con diferentes unidades el reloj de pulsera ha perdido buena parte de su caudal reverencial y ha pasado a ser, en  nuestros tiempos, un complemento, un capricho, un aderezo, una curiosidad o una joya.

Miles  de diseños y precios distintos entre una incalculable cantidad de marcas han trivializado la identidad del reloj, ajustado por correas de plástico, de cáñamo o de latón. Frente a esta barahunda, una de las más abrumadoras del consumo, el reloj de cocina parece una excepción, seudomonumento que proyecta su dominio sobre la voluntad de la casa y en un recinto como la cocina que ha ido ganando prestigio y presencia en relación al salón, lugar donde los amigos modernos se reúnen en detrimento del antiguo salón. Un salón en  declive frente a una cocina que gana auge y prestigio, reciclada como una pieza que vuelve a comportarse casi como el llamado "vestíbulo" o "la casa del fuego" en el medievo, es decir la única parcela casera donde se alzan y se ven las llamas.



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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La necesidad de la fuerza

De nuevo Obama se ha mostrado a la altura del desafío. El reto de Oslo era de los más difíciles: aceptar el premio Nobel de la Paz como comandante en jefe de un país en guerra abierta en dos conflictos; recibirlo además sabiéndose poseedor de más promesas que merecimientos (?mis logros son escasos?). Y el presidente norteamericano lo ha abordado por lo derecho, agarrando la contradicción por sus propios extremos: bajo la advocación del pacifismo de Gandhi, Mandela y Luther King, ha defendido la idea de guerra justa y ha argumentado sobre la necesidad del uso legítimo de la fuerza en determinadas circunstancias. El discurso de Oslo es todo lo contrario del buenismo progre y del apaciguamiento de blandos y moderados que las caricaturas de matriz conservadora lanzan tradicionalmente sobre la izquierda, y naturalmente sobre el propio Obama.

Humillado y agradecido. Sin parangón en sus comienzos presidenciales con quienes lo han recibido con merecimiento --Schweitzer, King, George Marshall y Mandela, en la enumeración de Obama. Ni con quienes lo han recibido pero tienen muchos más merecimientos: ?hombres y mujeres en todo el mundo que han sido encarcelados y apaleados en su combate por la justicia; quienes trabajan en organizaciones humanitarias para aliviar el sufrimiento; los desconocidos actos de valentía y de compasión de millones capaces de impresionar a los más duros cínicos?. Las condiciones para la guerra justa son muy claras: último recurso para la defensa propia; uso proporcional de la fuerza; máximo ahorro de víctimas inocentes. No lo es la de la Irak, pero lo son la del Golfo librada por Bush padre contra Sadam Hussein y la de Afganistán. Pero este político realista, con los pies tan bien asentados en tierra y la cabeza tan clara, no se llama a engaño: ?este concepto de guerra justa rara vez ha sido observado?. ¿Y entonces? Desgarrado entre el idealismo y el realismo, Obama defendió en Oslo el uso de la fuerza, incluso unilateral, para defender a su país en caso de ataque (?como cualquier otro jefe de Estado?, aclaró); y para prevenir las matanzas de civiles por parte de su propio gobierno o frenar una guerra civil. Pero no de cualquier forma, sino bajo el estricto cumplimiento de las reglas legales de la guerra justa: ?Por eso prohibí la tortura. Por eso ordené el cierre de Guantánamo. Por eso he reafirmado el compromiso norteamericano con las convenciones de Ginebra?. Nunca desde la Casa Blanca se había trazado una línea de tiza tan nítida entre la guerra y la paz como ha hecho Obama. Junto a la guerra justa, el nuevo americanismo. Obama no ha terminado todavía la rectificación de la anterior presidencia, en la que se incumplieron todas las exigencias de ayer. Le quedan muchos flecos y resistencias, algunas sonrojantes. Pero sí ha empezado otra rectificación respecto a la imagen y a la interpretación de la historia de Estados Unidos como superpotencia. En ella hay sobre todo una proyección de su idea de los valores fundacionales y de su proyección en el mundo: ?Estados Unidos nunca ha entablado una guerra contra una democracia y sus amigos más próximos son los gobiernos que protegen los derechos de sus ciudadanos?. Pero no sólo, pues EE UU ha sido también un factor de seguridad global durante 60 años al precio de la sangre de sus ciudadanos y gracias a la fuerza de las armas. El discurso se debía a la paz, motivo del Premio; pero versó en buena parte sobre la guerra. De la paz aseguró que no basta con desearla: requiere responsabilidad y sacrificio. Quiso también especificar las condiciones para que sea justa. Sabemos muy bien que hay una paz que no lo es y que contiene la semilla de la guerra. Tres condiciones exigió para esa paz justa. Debe ser, en primer lugar, una paz que respete las leyes internacionales y sancione a quienes no lo hacen: Obama cito en este punto, con el ojo de la mirilla sobre Irán y Corea del Norte, su idea de desarme nuclear; ?pieza central de mi política exterior?, aseguró. En segundo lugar, la justa paz no es meramente la ausencia de conflicto, sino que debe basarse en los derechos y la dignidad de cada individuo?. Y en tercer lugar, no basta con los derechos civiles y políticos; no hay paz justa sin seguridad económica e igualdad de oportunidades para todos. En el fondo, aunque muy claro y profundo, también bastante abstracto y teórico y con escasos engarces con las guerras y los procesos de paz concretos. No hubo en el discurso de Oslo mención alguna a esa negociación entre israelíes y palestinos que parece escapársele, uno de los retos más serios de su presidencia, que redujo a una referencia neutra y de pasada: ?Vemos cómo en Oriente Próximo se endurece el conflicto entre árabes y judíos?. Pudo entenderse que algo tenía que ver su referencia más genérica a la relación entre guerra y religión: ?Ninguna Guerra Santa puede ser una guerra justa?. Pero está claro que el nuevo premio Nobel quiso ceñirse a su estricto papel de galardonado sin aprovechar el lugar y el momento para realizar el más mínimo gesto que pudiera interpretarse como un mensaje a israelíes o palestinos. Si acaso, los únicos que pudieron sentirse aludidos fueron Teherán y Pyongyang. (Enlace con el texto del discurso).



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11 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Canistel o El Dorado

Mi abuela me hablaba de él con el mismo arrobo que décadas atrás sus padres le habían contado el viejo sueño de El Dorado. Me revelaba su masa entre amarilla y naranja, seca en la primera mordida pero grata y suave una vez dentro de la boca. Su juego preferido consistía en explicarme el canistel, tarea ardua, pues no hay nada tan difícil como entender un sabor que nunca se ha probado. ¿Ana, a qué se parece?, le preguntaba yo, porque sólo la comparación podía ayudarme a acorralar el aroma de esa fruta ausente de mi vida. ?Como un mamey, pero más rico?, era la parca frase que lograba arrancarle antes de que se callara. Muchos de mi generación conocimos ciertos sabores de oídas, descritos por quienes habían atesorado en su memoria gustativa al níspero, el caimito, el marañón y la guanábana. Esa habilidad para activar las papilas gustativas con algo que nunca habíamos masticado, nos ayudó durante los años más duros del Período Especial. Sobre la litera de hierros oxidados de un albergue en Alquízar, yo refería para un grupo de muchachas cómo eran aquellas frutas que no habían ni siquiera probado. El cuento se repetía cada semana en una improvisada tertulia donde los temas principales eran ?sexo y comida?. Esta última, verdadera obsesión de todas las quinceañeras allí reunidas. Pasó el tiempo y hace una semana mi madre se apareció en casa con tres canisteles. Los había comprado a un campesino en un precio que excedía el de toda una jornada de trabajo. Pensé primero en Ana, que murió hace más de veinte años y en las últimas décadas de su vida no volvió a ver la dorada redondez que tanto la angustiaba. Teo fue quien dio la primera mordida e hizo un gesto raro antes de confirmar ?Es como un mamey?. Después regresó a su cuarto sin ver la indecisión en mi rostro. ¿Lo pruebo o no lo pruebo? ¿Y qué tal si no se parece a lo que me contaron? Felizmente, resultó ser a la medida de aquel canistel que ?mientras salivábamos las dos? mi abuela me había narrado.



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11 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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