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Eder. Óleo de Irene Gracia

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La bombilla

Que la luz  eléctrica provenga de la bombilla requiere que su interior sea un vacío o se la haya dotado de un gas inerte. Es decir, la luz proviene de una incandescencia que pasa por la muerte real del filamento.

Y no sin consecuencias. El 90% de la energía de esa incandescencia se gasta en calor y sólo un diez por ciento en luz. La luz requiere, por lo tanto, una abnegación casi absoluta del efecto que Edison procuró con su invención. Una invención muy discutida por otros investigadores y que, al cabo, Edison se apropió en buena medida porque su mismo nombre se aviene perfectamente con la acción de expansión y condensación que se produce en el seno de su ampolla-

Edison evoca la callada tensión que tiene lugar en el interior de ese pequeño ámbito que en la casa opera, efectivamente, como el depósito de una proyección de luz. Luz proveniente de una cápsula habitada por un  extraordinario estrés interno.

 La casa se ilumina, en apariencia, como sin tal cosa. Basta pulsar el interruptor para obtener iluminación pero una sucesión de tensiones dentro de la jaula de cristal son necesarias para ofrecer su  ración de claridad. La tensión más intensa del hogar se cumple  en esta suerte de maniobra por la cual la luz se ordeña desde el vientre del calor, dentro de la íntima ampolla de cristal, expuesta a la vista, pero no obstante velada a la comprensión del usuario.

 El usuario conecta y desconecta el interruptor  con la mayor indiferencia  respecto a la reacción que desencadena. Dentro de la bombilla, entretanto, se compulsa  un éxtasis extremo gracias al cual se obtiene luz y mediante cuya acción el filamento de tuststegno sacrifica su existencia misma, su familia de tutgstenos, en aras de procurar claridad. Ser trata en fin de una  esencial metáfora de la inmolación de Cristo, el cuerpo que se sacrifica en la altura de una cruz o en  el interior atmosférico de la bombilla de donde nacerá la luz.

 Tomamos la bombilla como un objeto utilitario más pero es in cuestionable que para cualquiera que acoge en sus manos la bombilla, por su fragilidad y pos su morfología embarazada, lleva un especial cuidado para no dañarla y, con ello, cometer un crimen de cuya trascendencia sería imposible alcanzar el perdón.

La bombilla está a nuestro cargo como una unidad de una tribu de pequeños niños subordinados. Pequeños indígenas industriales  a quienes se explota su extremosa necesidad.

La lámpara llega hasta la incandescencia como los niños son coaccionados hasta el límite sus fuerzas productivas.  A esa clase de amos de los niños explotados, tensados al máximo, pertenecemos nosotros. Una bombilla se funde cuando en su exorbitada entrega de luz ya no puede dar más. La bombilla se funde del mismo modo que nosotros trabajadores  hemos quedado fundidos por el deber empresarial.

En el colmo de la incandescencia sobreviene la quiebra de las fuerzas, el desplome o desfilamiento de la resistencia, el final de toda posibilidad de dar más de sí. Este es en definitiva el comportamiento esclavo de la bombilla aislada: se funde cuando honestamente no pueden entregar más de sí. O dicho de otra manera, cada fundido de una bombilla conlleva la especie de una presión inhumana, más allá de la vida civil.

La luz diurna, la luz natural, es una fase propia de la respiración natural, la fase diurna del día. El efecto de una cadencia pulmonar sana. Sin  embargo,  la luz eléctrica representa el efecto de una destilación incandescente lograda por sobreexcitación del wolframio o del tugsteno  hechos filamento, torturados  y flotando sumisamente en el amargo mar de un gas, Un gas, normalmente el kripton cuya sola mención lleva a sentir que esos filamentos seleccionados para dar su luz han caído presas de un complejo guerrillero superior, amo de gases decisivos, escogidos para apresar con suficiencia al hilo que brillando mediante alcaloides, nos `procure la droga de luz.

Sin esa luz eléctrica maldita, ni la lectura de los libros, ni los bordados, los mandatos de la cena o los perfiles de la belleza  serían igual. Tampoco la lascivia de los cuerpos ni la calidad del mobiliario, las cretonas, las alfombras o los artesonados. La luz eléctrica procura además de su luz  sus sombras propias, para la pintura, la máscara, la demostración o la cosmética. Hay un mundo al margen de las bombillas y un mundo de bombillas, de lentejuelas y de fiestas particulares propulsadas por la incandescencia y no por la combustión, Un mundo basado en el efecto productivo de la represión sobre los filamentos hasta el grado de fundir su ser propio en beneficio de la creencia Una ecuación, en suma, que se opone al hedonismo de las hogueras donde las pasiones que nos queman son la luminaria central. La luz directa de las pasiones encendidas o apagadas, la comunicación directa de la emoción sin represión.

La bombilla es así en la burguesía del autocontrol, la virginidad y el ahorro del gasto, una metáfora de la contención hasta el límite, mientras la antorcha o la hoguera es el tropo de la entrega pasional hasta su extinción. Del primer caso se deduce el intento -siempre ambiguo- entre la donación y la negación, de cuya dialéctica, entre la virtud y el vicio, la luz emerge. En el segundo supuesto,  la antorcha como signo y su  linealidad como ofrenda absoluta, sin méritos de incandescencia, se patentiza no su  sacrificio sino la orgía de su consumación.

Nunca la bombilla llega a conocer esta forma de amor. No ilumina  debido a su gozo sino a  su pesar. Mientras la antorcha, la hoguera se realiza en la orgiástica consagración de su muerte, una bombilla perece en su previsible catafalco. Su muerte es la extenuación final de su resistencia funcional, el límite de todo lo que pudo resistir antes de su dimisión. Aparentemente no ha pasado nada en su mundo exterior, todo sucede en su hogar interior. El alma de la bombilla es el alma que comunica así con nuestra alma en permanente tensión común. No hay fiesta franca en el padecer de las bombillas porque mientras ellas sufren la fatalidad de su fundición representamos el ordinario simulacro de una alegría sin mayores consecuencias.

 Efectivamente solo un espíritu religioso el que caracterizó a finales del sigñlo XIX pudo engendrar una lámpara práctica y viable, una lámpara  reprimida y con positiva vocación de muerte, una lámpara viático que , a pesar de nuestros actuales esfuerzos de indiferencia, habita nuestros hogares con un aura religiosa y su lumínico mensaje de represión.



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23 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El paso de la historia

El personaje del año. La noticia del año. La lista de los más ricos. ¿Alguna idea más original?: los pensadores más influyentes. Y luego la década, con sus personajes, temas y noticias. Y además los resúmenes. Los ritos periodísticos son tan intensos y rutinarios como los ritos festivos y religiosos. Culto al paso del tiempo y al cambio, debidamente pautados y convertidos en celebración de la circularidad.

Nadie escapa a las vueltas de tuerca de estos falsos finales. Sabemos que nada acaba ni nada empieza, pero nos obligamos a celebrar nuevos comienzos y a despedir etapas pasadas justamente en la medida en que nada nuevo podremos empezar ni nada viejo vamos a despedir. Sólo las estadísticas justifican la adopción de la pauta: cerramos las cifras del año como podemos cerrar las de cada mes, semana y día. ¿Pero celebrarlas? Reto a la imaginación: un medio de comunicación prestigioso y potente que optase un año por no celebrar absolutamente nada. ¿Perdería el favor y la atención de los lectores? No lo creo. Lo más probable, incluso, es que se lo agradecieran. Segundo reto, éste a la atención prestada al año: ¿cuántos acontecimientos calificados de históricos hemos vivido? Corolario: los páginas y espacios de información general debieran abstenerse, para dejar los auténticos y legítimos resúmenes del año, listas de influyentes y famosos, y noticias destacadas de los últimos doce meses exclusivamente al ancho territorio en expansión del deporte, que es el único lugar donde habita la historia y donde va dejando las huellas de su paso glorioso. Que nadie se queje. Antaño tuvo de partera a la violencia, ahora habita sólo en los estadios y las pantallas de televisión. Y regresemos por un momento a la circularidad: ¡felices fiestas a todos los lectores!



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23 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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América Latina, antes y después

Fuente: cinecineComo un regalito pre-navideño, les copio aquí la lista titulada "Evolución del escritor latinoamericano (del Boom a nuestros días)" que aparece en el libro de Jorge Volpi El insomnio de Bolívar (Debate). A ver si están de acuerdo o no. Yo me divertí. [Por cierto, los paréntesis son míos]AparienciaAntes: Cabello largo, chaqueta de cuero, morral al hombro, look hippie o indumentaria típica [y saco oscuro y corbata de seda, riguroso para dar conferencias, un look de dandy oficinista a lo Mad Men. También vale el liqui liqui]Ahora: Cabello cortísimo, blackberry o iPhone [y un Amazon Kindle] y camisetas. Look nerd o cool [un saco algo arrugado con camisa y siempre sin corbata también se vale]Convicciones políticasAntes: Izquierda revolucionariaAhora: Indiferencia política y cierta simpatía por ese lugar indefinido llamado ?centro?.AmistadesAntes: Presidentes y caudillos latinoamericanos, estrellas de Hollywood, artistas plásticos.Ahora: Directores y actores de cine latinoamericano, académicos gringos, edecanes de congresos literarios [un amigo geek a quien puedes llamar para que te dé el dato de un gadget o te arregle un problema con tu portátil es imprescindible]IdiomasAntes: Inglés y francés obligatorios, a veces alemán.Ahora: Inglés.Formación LiterariaAntes: Clásicos de aventuras (Salgari, Verne), clásicos grecolatinos, colección amarilla de Gallimard.Ahora: Clásicos de la televisión (Don Gato, El túnel del tiempo, Twilight zone), clásicos latinoamericanos, colección amarilla de Anagrama [sería impolíticamente correcto decir el Chavo del Ocho para un mexicano, pero es verdad aunque le duela a Volpi. Dibujos de peleas como Meteoro o Sankuokai. Además, las series de TV gringas desde Hechizada hasta Mad Men, pasando por The Sopranos. Algunas telenovelas brasileñas y las series adolescentes como Verano Azul y Jacinta Pichimahuida, obvio]Preferencias musicalesAntes: Música clásica, tango, bailes de salón, trova cubana.Ahora: Música electrónica, rock independiente [no olvidar el rock argentino de los 80, el jazz y el bossa nova]Preferencias cinematográficasAntes: Cine clásico de Hollywood, neorrealismo italiano, Nouvelle vague, Bergman, Fasbinder, Scorcese, Woody Allen.Ahora: Cine independiente estadounidense, cine asiático, Tarantino, Wonk Kar ?Wai, González Iñartu, Scorcese, Woody Allen [Dogma 95 y el cine latinoamericano independiente también deben estar en la lista]Escritores favoritos en otras lenguasAntes: Faulkner, Doss Pasos, Camus, Sartre, Mann, Mailer.Ahora: Auster, Amis, Sebald, Tabucchi, Magris, Murakami [¿Cómo? ¿Y Nabokov? Estás mal, Volpí]Escritores favoritos en españolAntes: Borges, Vallejo, Arguedas, Neruda, Rulfo, Paz.Ahora: Borges, Bolaño, Marías, Vila-Matas, Piglia [aumentaría a Manuel Puig, Sergio Pitol y César Aira]Editoriales emblemáticasAntes: Seix Barral, Sudamericana, Joaquín Mortíz, EraAhora: Anagrama, Alfaguara, Tusquets, Siruela [y Mondadori con fuerza últimamente. Y las editoriales independientes españolas como Acantilado, Libros del Asteroide, Periférica, Lengua de Trapo, las argentinas como Adriana Hidalgo, Eloísa Cartonera, Interzona, Mansalva, Eterna Cadencia, las peruanas como Estruendo Mudo, las mexicanas como Sexto Piso o Almadia]Premios LiterariosAntes: Biblioteca Breve, Rómulo GallegosAhora: Biblioteca Breve, Herralde, AlfaguaraResidencia fuera de sus paísesAntes: Universidades estadounidenses, Londres, Barcelona, París, México DFAhora: Universidades estadounidenses, Barcelona, MadridAgentesAntes: Carmen BalcellsAhora: Antonia Kerrigan, Guillermo SchavelzonPeculiaridadesAntes: Realismo mágico, realismo, literatura fantástica [y ese engendro llamado Novela Total]Ahora: Realismo, ciencia ficciónEnemigosAntes: Nacionalismo e imperialismo, otros grupos literariosAhora: Globalización, otros grupos literarios [monopolios como Google Books]AspiracionesAntes: Premios, reconocimiento internacional, convertirse en conciencia de América Latina, pureza literariaAhora: Premios, reconocimiento internacional, dineroActividades paralelasAntes: Conferencias, periodismo, columnas de análisis político, diplomaciaAhora: Blogs, columnas de literatura, clases universitariasTemas principalesAntes: América LatinaAhora: ?



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La toma del manuscrito

Hace algunos años, Cachín Antezana se quejó de que la narrativa boliviana del siglo XX había estado demasiado atada al referente real. Al escritor se le pedían libros y cuentos que dieran cuenta de la esencia de las regiones y la identidad nacional, y el escritor trataba de cumplir de la mejor manera posible. De esas demandas de la tradición surgieron algunos grandes textos, pero, con los años, las ataduras sociológicas se fueron convirtiendo en cargas que limitaban buena parte de la producción narrativa nacional.

Quiero creer que las cosas están cambiando. Hay más deseos de explorar otros registros, jugar con los géneros populares, soltarse. Uno de los que está contribuyendo a ese cambio se llama Sebastián Antezana (ninguna relación con Cachín). Antezana, nacido en 1982, publicó el 2008 La toma del manuscrito (Alfaguara), ganadora del Premio Nacional de Novela 2007. Recién la pude leer este año, y me entusiasmó descubrir a un narrador puro y duro. La novela tiene una dosis de sofisticación: el proyecto se emmarca dentro de los juegos textuales de Perec y Borges, e incluye traducciones y apropiaciones de textos que remiten a fotos que a la vez remiten a una historia real; cajas chinas que, en su intento por narrar lo que ocurrió en una expedición al África interior en el año 1875, no hacen más que contarnos de la supremacía de la ficción.

Lo que late en cada una de las páginas de La toma del manuscrito es el vuelo imaginativo, la fuerza para narrar una historia compleja, para moverse con soltura en torno a múltiples personajes y escenarios. Antezana dialoga con el género policial y con la novela de aventuras y lo hace sin inocencia, pero también sin el deseo de que los juegos textuales ahoguen su proyecto. Se trata de una primera novela, y por ello hay ciertos excesos retóricos. En una literatura caracterizada por la timidez, esos excesos pueden perdonarse. Ya habrá tiempo para pulirlos. Por lo pronto, cuenta más la notable ambición de crear un mundo narrativo autónomo.



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una década literaria argentina

Mapa de la literatura argentina de última década. Fuente: suplemento ñEl suplemento Ñ preguntó a 60 escritores argentinos sobre quiénes representarían la primera década literaria del siglo XXI en su país. Con una literatura tan prolífica como la Argentina, la falta de consenso era presumible. Y así fue. Por eso, el mayor acierto de la nota es quizá el título: Una galaxia de estrellas solitarias. Las preguntas fueron cinco: ¿Cuáles son, para usted, los libros de autores argentinos más significativos de la década? (Mencione cinco títulos en orden de prioridad.); ¿Qué autores, argentinos y extranjeros, tienen gravitación en su obra?; ¿Qué es hoy lo actual y lo caduco en la literatura argentina?; ¿Cómo percibe las relaciones entre literatura y mercado?; ¿Cuáles considera que son las principales instancias de legitimación literaria: la publicación en determinada editorial, el aval de escritores de prestigio, la universidad, la crítica periodística o académica, los suplementos literarios, los blogs, los premios, la presencia en mesas redondas y eventos culturales, la aceptación de los lectores? Las respuestas a tales preguntas resultaron bastante gaseosas, a decir verdad, pero algunas conclusiones son interesantes. Esta es la lista que logró conformarse:LOS DESTACADOSCumpleaños, César Aira Novela (Mondadori, 2005. 106 pags.)La grande, Juan José Saer Novela (Seix Barral, 2005. 435 Pags.)Tener lo que se tiene, Diana Bellesi Poesía (Adriana Hidalgo, 2009. 1204 pags.)Potlatch, Arturo Carrera Poesía(Interzona, 2004. 200 pags.)Boca de lobo, Sergio Chejfec Novela (Alfaguara, 2000. 184 Pag.)El último lector, Ricardo Piglia Ensayo (Anagrama, 2005. 190 pags.)TRAYECTORIAS RECONOCIDASCuentos completos, Fogwill Cuentos (Alfaguara 2009. 464 pags.)El pasado, Alan Pauls Novela (Anagrama 2003. 560 pags.)La mitad de la verdad, Irene Gruss Poesía (Bajo la luna. 339 pags.)Donde yo no estaba, Marcelo Cohen Novela (Norma 2006. 728 pags.)Un arte callado, Joaquín Giannuzzi Poesía(Ediciones del dock, 2008. 84 pags.)Mundar, Juan Gelman Poesía (Seix Barral, 2007. 134 pags.)LAS REVELACIONESCosa de negros, Washington Cucurto Relatos(Interzona, 2003 172 pags.)Los topos, Félix Bruzzone Novela (Mondadori, 2008. 172 pags.)El trabajo, Anibal Jarkowski Novela(Tusquets, 2008. 298 pags.)DESTACADOS EN NO FICCIONBorges, Adolfo bioy casares Diario (Destino, 2006, 1664 pags.)Osvaldo Lamborghini, una biografía, Ricardo Strafacce Ensayo y biografia(Mansalva, 2008. 895 pags.)



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22 de diciembre de 2009
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Mis aventuras con los libros (2009)

¿Qué cosas leí durante 2009 que no olvidaré?

A continuación una lista armada confiando tan sólo en mi memoria. Por supuesto incluye también libros publicados en otro tiempo: ¡uno no lee tan sólo novedades!

Empiezo por dos libros de crónicas que proceden con el arte y la contundencia narrativa de la mejor ficción. El hombre mojado no teme la lluvia, de Olga Rodríguez, maravilloso y desgarrador en simultáneo. Y Frutos extraños, colección de artículos de Leila Guerriero.

Para seguir con la no ficción, anoto El arte de la distorsión, de Juan Gabriel Vásquez: lo mejor que he leído en materia de ensayos literarios en este tiempo. (Y conste que también leí, por ejemplo, How Fiction Works del reputadísimo crítico James Wood. Vásquez es mejor...)

La novela más impresionante del año fue Blood Meridian, de Cormac McCarthy: violenta, visionaria, febril, un clásico contemporáneo.

Disfruté enormidad de Raise High the Roof Beam, Carpenters y Seymour, an Introduction, dos de los relatos de Salinger sobre la familia Glass que me quedaban pendientes. (Todavía me guardo Hapworth 16, 1924 del mismo modo en que un personaje de Lost se guardaba Our Mutual Friend de Charles Dickens: porque siempre hay que tener a mano algo delicioso que leer en el momento adecuado.)

Disgrace de J. M. Coetzee está muy bien, también.

Leí A Gate at the Stairs, la nueva novela de Lorrie Moore, pero lo que recomiendo verdaderamente es la colección The Collected Stories. Llevo meses postergando la intención de escribir aquí sobre los cuentos de Moore, porque sé que me va a salir uno de esos posts larguísimos que prolongo durante días, acorde a la intensidad de mi fascinación. ¡No voy a tener más remedio que leer The Collected Stories otra vez!

La trilogía de Stieg Larsson. Ya sé que lo cool ahora es hablar mal de esas novelas, pero para mí significaron muchas horas de placer en estado puro.

Algunas lecturas en español, ya que este ha sido uno de esos años excepcionales en que encuentro muchos libros en mi lengua que me parecen soberbios. Empezando por El fondo del cielo de Rodrigo Fresán. Siguiendo con La Anunciación de María Negroni. También mencionaría Pájaros en la boca de Samantha Schweblin. Y Lejos de Berlín de Juan Terranova. Y Hacé que la noche venga, de Leonardo Oyola.

Por último quiero recordar el placer que me produjeron los premios recibidos por Andrés Neuman y Sergio Olguín: dos tiros para el lado de la justicia.

¿Y qué hay de ustedes? No me digan que no leyeron nada recomendable...

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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un placer clandestino

 

 

Hace unos años, el editor Juan Casamayor, más astuto que quijotesco y más pragmático que el departamento de Lógica de una universidad de la Ivy League decidió apostar por Páginas de Espuma, un sello editorial dedicado al cuento. En un medio como el español, donde editores, libreros, agentes e incluso los propios escritores han fruncido el ceño a la hora de hablar de la edición del cuento, Casamayor recibió manuscritos, buceó entre clásicos reeditando a unos y rescatando a otros, afirmó la valía de novelistas dedicados de forma espuria al cuento, redimió de la reserva a otros más y poco a poco se convirtió el suyo en un sello de referencia para quienes disfrutan de los cuentos. Algo similar ha ocurrido con la librería "Tres rosas amarillas" del madrileño barrio de Malasaña, cuyos dueños ejercen de libreros comme il faut y han espigado del campo inmenso de las publicaciones españolas los cuentos y los cuentistas: Clásicos, veteranos, redimidos, recónditos, íntimos, ignorados y completamente novedosos... ir a aquella pequeña librería es un verdadero placer para quienes aman el género, pues no sólo hay libros sino recitales y conferencias que recuerdan mucho a esas pequeñas librerías de barrio neoyorkinas tan difíciles ya de encontrar...

Parece pues que al cuento, a juzgar por estos dos ejemplos entre muchos otros y  en contra del resquemor proverbial, le va bien en España. No creo realmente que haya habido un mal momento para su práctica ni para su edición: en el caso de lo primero, yo llevo talleres de creación literaria desde hace casi veinte años y me consta que en este tiempo, talleres y escuelas dedicadas a ello se han multiplicado por toda la geografía española con rapidez y han crecido con vigor; en el caso de lo segundo, editoriales como Páginas de Espuma así como otras más abastecen a un tan grande como clandestino número de lectores de cuento. Y creo que esa es la clave: La clandestinidad. Frente a la aparatosa prepotencia de las novelas y novelones que surcan como trasatlánticos en el horizonte lector, los libros de cuentos son frágiles y delicadas embarcaciones de recreo reflexivo: en solitario o en austera compañía, su presencia parece pasar desapercibida, pero están allí. Los cuentos requieren un lector menos tumultuoso que la novela, un lector cuyo entusiasmo alienta el entusiasmo de sus cofrades, pero que rara vez solivianta el ánimo de muchos. La densidad de su alcance, el tiralíneas con que traza sus argumentos, la exigencia de su acometida tiene poco que ver con la maquinaria bélica que es una novela, que tritura y deglute cuanto encuentra a su paso, pues tal es su naturaleza, donde cabe todo: romance, acción, reflexión, biografía, detritus y especulaciones varias. La novela es un territorio que admite ser conquistado por todo el mundo. El cuento es una cabecera de playa que sólo unos pocos atrevidos ganan. El cuento parece vivir pues, más que modestamente, en un elegante anonimato, cultivado con el esmero de unos pocos. Suficientes.

 



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Modestas victorias

Esa reunión en la que se coló Obama, el pasado viernes en el Bella Center de Copenhague, dará mucho que hablar. Tanto, que pasará a la historia como uno de esos momentos decisivos en que todo se juega por una iniciativa inesperada. Si el presidente norteamericano hubiera seguido esperando al primer ministro chino Wen Jiabao, que no había acudido a la cita que tenían concertada, o la hubiera anulado, en vez de irrumpir en la sala donde estaba reunido con los representantes de Brasil, India y Sudáfrica, se habría encontrado probablemente con que le servían un acuerdo cocinado enteramente por China y los otros tres emergentes, que le hubiera dejado en muy mal lugar o hubiera incluso dinamitado el proceso de revisión del protocolo de Kioto.

Se entiende que a muy pocos les guste el Acuerdo de Copenhague, pero nadie podrá discutirle al presidente norteamericano uno de sus éxitos más difíciles y personales, que a su regreso en Washington ha podido juntar a la inminente aprobación de su reforma del sistema de salud, después de recoger el compromiso del último de los 60 votos que necesita en el senado. Antes de terminar el año, Obama ya tiene en el bolsillo sus dos primeras victorias. Hasta este pasado fin de semana era un jugador de simultáneas de ajedrez con todas las partidas abiertas, según imagen brillante de Henry Kissinger. Ahora ya ha conseguido vencer en dos de ellas. Sabemos muy bien qué dirán sus críticos: que son victorias pírricas. Sobre todo desde la izquierda. Desde la derecha más bien se dirán cosas de sentido contrario. Sobre todo los negacionistas del cambio climático y quienes prefieren que el Estado no interfiera en la organización de los sistemas sanitarios. Unos y otros deben saber que las únicas victorias posibles en el nuevo mundo multipolar, de poderes limitados y obligadamente negociadores, son así: victorias modestas, frágiles, temporales incluso; que luego requieren obstinación para mantenerlas. No hay otras. La alternativa a estas victorias probablemente es la nada, el statu quo. Respecto al cambio climático, el éxito de Obama se cifra únicamente en que evitó el fracaso. Las consecuencias de una conferencia sin resultado alguno habrían sido incalculables. Quienes aseguran que la negociación a cinco y a puerta cerrada ha ninguneado el sistema multilateral de Naciones Unidas tienen razón; pero imaginemos si no sale nada de Copenhague el sábado. La fórmula de salvación, ese acuerdo que es sólo una declaración, aprobado por el sistema de tomar nota porque no hay consenso real, embarca sin embargo a los dos principales contaminantes en el proceso, China y Estados Unidos, sabiendo que el tercer contaminante, la Unión Europea, está embarcada incondicionalmente. Las modestas victorias de Obama contrastan con las discretas derrotas de dos estrellas del firmamento internacional. El brioso Nicolas Sarkozy hizo todo lo que pudo para apuntarse algún tanto, incluyendo la apertura de una negociación por su cuenta con Brasil, y tuvo que contentarse con subirse al carro de Obama sin rechistar. Angela Merkel recibía la apelación de canciller del Clima, pero en la negociación de Copenhague quedó también en la cuneta. Veremos cómo asimilarán el fracaso los europeos y si consiguen recuperarse del batacazo. Si la victoria de Obama es modesta la de China es tan estridente como discreta la cobertura de sus medios de comunicación (para algo funcionan allí las consignas y hay disciplina de partido). A la superpotencia emergente se debe el peligroso final de la cumbre, que estuvo a punto de naufragar. China estaba muy cómoda hasta ahora, agazapada detrás de los países del Tercer Mundo y como si fuera uno de ellos, lanzando pullas contra los países industrializados. Bush les sentaba de maravilla a los chinos, porque no tenían que salir a jugar esta partida. En ausencia de Bush, han tenido que dejar que los países más pobres exigieran reducciones imposibles a los más ricos: China no quiere reducción cuantificada alguna y menos fuera de su directo control político. Pero tampoco quiere aparecer como unilateralista ni insolidaria con los países en desarrollo. El único que podía sacar a los chinos a la pista de baile era Obama, aunque fuera a rastras, como así sucedió. Probablemente hubieran preferido un fracaso total de la Cumbre, pero no querían cargar con la responsabilidad y la imagen internacional, que les convertiría en una superpotencia ya no tan tranquila ni pacífica y con una cierta prepotencia imperial. De ahí sus cesiones, con las que ganan tiempo y margen para empezar una negociación en la que todavía no están implicados.



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22 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pronóstico reservado

?El estancamiento es la dinámica del deterioro? me dijo un amigo, entre filosófico y pesimista, al escuchar el discurso de Raúl Castro ayer en la Asamblea Nacional. La cuerda de nuestros pronósticos no había sido tensada esperando un posible anuncio de cambios, pero alguna expectativa nos quedaba alrededor de ciertas medidas largamente prometidas. Sin embargo, al pronunciar las palabras oficiales para cerrar 2009, el segundo secretario del Partido parecía estar más pendiente del freno que del timón, más cauteloso que emprendedor, mucho más conservador que atrevido. Nuestros parlamentarios, por su parte, volvieron a perder la oportunidad de hacer preguntas incómodas, oponerse en una votación o tener acaloradas discusiones. Quizás con ésta dejaron ir la última ocasión de impulsar una apertura desde arriba y romper con esa imagen de coro mudo que han mostrado durante más de tres décadas. Los debates ocurridos en el Palacio de las Convenciones y trasmitidos por la tele parecían sucederse en un país lejano que cuenta con tiempo suficiente para aplazar ?una y otra vez? las necesarias transformaciones. Ni siquiera el eufemismo de ?actualización del sistema económico? incluyó las más importantes demandas de la cargada agenda popular. De este cuarto periodo ordinario de sesiones, apenas si sacamos en claro el nombre del nuevo año, un menguado crecimiento del PIB que ?aún así? nos sigue pareciendo inflado y la amenaza de futuros recortes que nadie sustantiva. A pesar de ciertas frases de tono pragmático dichas en la alocución final, el voluntarismo y las  órdenes que llegan desde arriba siguen conformando la estrategia principal para gobernar el país. De manera que la figura del parlamentario pierde cada vez más importancia, pues el plan maestro se cuece en una sola oficina, se refrenda con apenas un par de firmas. No me sorprendería que en febrero o marzo se implemente un paquete de recortes y ajustes que no pasará ?ni siquiera? por la complaciente mano alzada de estos diputados. A mediados del año entrante se reunirá de nuevo la Asamblea Nacional para entregar su aplauso, su consabida dosis de complicidad y su silencio.



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21 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más sobre Invisible

Paul Auster y Enrique Vila Matas, quien al parecer tiene una breve aparición en la nueva novela de Auster. © Beowulf Sheehan/PEN American Center for non-profit editorial use onlyGustavo Faverón en su blog "Puente Aéreo", en un post escrito desde su exilio tropical, anuncia que pronto la traducción al castellano de la nueva novela de Paul Auster Invisible estará en venta. En realidad, ya está en venta desde hace semanas en España y Argentina y me parece que esta semana llega a Lima. A ver si es cierto lo que me dicen los de Océano. En fin, la novela de Auster realmente es un milagro. Salvo alguna voz disidente, como la de James Wood en New Yorker, los demás caen rendidos a sus pies. Dice Faverón por ejemplo:Durante el último par de años, me acostumbré a recomendar las novelas del holandés Harry Mulisch con una frase que, me pareció, la mayoría de los lectores hispanohablantes comprendería de inmediato: Mulisch es todo aquello que Paul Auster intenta ser. Esto a pesar de que Auster es uno de mis novelistas americanos preferidos. Pues bien, luego de leer Invisible (que según entiendo no tardará en aparecer en traducción al español) debo corregir la ruta: Auster es hoy el autor que siempre ha tratado de ser, y su novela más reciente es quizás la mejor de su carrera. [...] Invisible (de la que espero escribir con más tiempo tan pronto como regrese de Puerto Rico) es, para comenzar, estructuralmente brillante: empieza con un relato en primera persona, recapitulación de una experiencia tangible y, aunque enigmática, muy presente, muy palpable, real. Pero luego, a medida en que la historia se va enrareciendo y extrañando, las voces narrativas se vuelven más y más oblicuas, mediadas, indirectas: el protagonista pasa a recontar su propia anécdota en segunda persona, y luego en tercera, enajenándose de sí mismo, alienando su punto de vista, extraviando la introspección para observarse como un otro; y luego se diluye, abandona su propio escenario, y el relato debe ser recogido por otros narradores que intentan suplir el vacío con referencias lejanas y alusiones de segunda mano. Ese procedimiento es cervantino y borgeano, como suele ocurrir en los libros de Auster por obra de esa tendencia suya a la identificación con fuentes hispanas (Vila-Matas es aludido en algún momento en Invisible). Pero no puedo recordar otra novela del neoyorquino en la que se haya apropiado del mecanismo de manera tan personal. En Invisible, Auster ensaya una serie de variantes que no se limitan a comprometer o poner en duda la frontera entre la certeza de lo real y la duda de lo imaginario, la realidad y la ficción, la vigilia y el sueño, la seguridad de la Verdad y el relativismo de las verdades extraviadas; más allá de eso, el enrarecimiento de las voces narrativas y los puntos de vista le sirve para abrir una serie de agujeros en el tejido emotivo de la historia, agujeros que son el centro mismo (agujeros negros) de la novela toda: los diversos relatos se levantan y se hilvanan unos con otros a la vez que se ponen en duda unos a otros, de modo que el lector empieza a descubrir que es en las contradicciones y en las imperfecciones, en los vacíos y las grietas donde habitan las ideas cruciales de la historia. Esas ideas tienen una sola cosa en común, el rasgo anunciado en el título: su invisibilidad, su acuciante y angustiante intangibilidad, su naturaleza huidiza, inasible, inefable, es decir, la hiriente posibilidad de su inexistencia: la novela de Auster, pese a la vivacidad de su anécdota y las vueltas en u de su trama cuasi policial, es un texto acerca de las infinitas formas de la ausencia: la carencia, la depresión, la soledad; la nostalgia y también la melancolía; la enfermedad de no tener, la tristeza del ser incompleto. También es el libro en el que más notoria y notablemente Auster se ha aproximado de manera creativa a las ideas del Wittgenstein del Tractatus, al Wittgenstein de la imposible frase final del Tractatus: esta es una novela que respeta escrupulosamente la noción de no hablar intelectualmente sobre aquello de lo que no se puede hablar con certeza; pero al tejer y retejer obsesivamente en todos los bordes de esa frontera, Invisible nos deja intuir con asombro una de las formas que ese límite puede asumir. Por otra parte, Mercedes Monmany, en ABCD los libros, también alaba la justicia poética de este logro -al parecer, indiscutible- de Paul Auster y da más detalles sobre la trama:Paul Auster lo ha hecho en una de sus más inquietantes y provocadoras novelas. Su objetivo en estas brillantes y desasosegadoras páginas, que ha titulado Invisible -y en las que hacen su aparición escritores de nuestros días como Vila-Matas-, es representar la eterna lucha, muchas veces desproporcionada de medios, entre el Bien y el Mal. O, si se prefiere, entre humanidad/compasión y violencia/fiebre militarista, acompañada ésta de «samuráis enloquecidos» dispuestos a tronchar cabezas y pasearse triunfalmente entre los charcos sanguinolentos de los múltiples campos de batalla que cualquier época deja tras de sí. La novela comienza con la presencia de un Mal siempre reencarnado. Dante le dedicaría a un siniestro y notable poeta provenzal del siglo XII, Bertran de Born, los últimos versos del canto XXVIII del Infierno. De Born aparecía llevando su propia cabeza cogida por los pelos, mientras la hacía oscilar de un lado a otro como un farol. Un tormento al que Dante lo había sometido por haber aconsejado al príncipe Enrique que se rebelara contra su padre, Enrique II. Pero no lo condenó por lo que la moral actual lo hubiera condenado. Es decir, lo intolerable y nauseabundo para cualquier persona de nuestros días es que el excelente pero perturbador poeta De Born fuera un enamorado de la guerra. No simplemente un defensor de «guerras necesarias» y pragmáticas, sino un cantor entusiasta que había encontrado en la batalla, como se nos dice en la novela, «su verdadero tema, lo único que parecía interesarle con genuina pasión». Algo que le colmaba de felicidad y le producía auténtico deleite, tal y como narraba en sus versos. Destrucción, pánico, murallas que ceden, cadáveres por doquier, encontraban, ante una falta de «justicia poética» moderna que les hiciera frente, toda legitimidad y admiración. Pero nada muere, todo se reencarna, nos viene a decir Auster. El deleite y la seducción del Mal revive en la figura de torturadores, espías dobles, policías secretas y jueces plegados al poder, o bien tiranos coloniales de islas del Caribe con esclavos que pican piedra, todos los cuales van apareciendo y dejando huellas difusas, oscuras e inverificables, a lo largo de esta novela. Una obra en la que diversas filigranas del «Reino del Acaso» y memorias escritas y planeadas a varias bandas se suceden en la forma de infinitas cajas chinas que no dejan de ensamblarse aquí y allá, como Auster nos tiene acostumbrados. También algo pareció resucitar en 1967. Aquel De Born atávico y sanguinario sería traído de nuevo a la conversación en medio de un party universitario en Nueva York. El joven y atractivo poeta judío Adam Walker, buen conocedor de la literatura francesa, se encuentra con otra persona que se apellida así; en este caso, Rudolf Born, profesor de Ciencia Política venido de Francia. Juntos recuerdan a su tétrico ancestro. Dandi ingenioso y excéntrico, el actual Born esconde algo turbio, desagradable, repulsivo, lo cual no anula sus otras cualidades: esa mezcla de encanto, inteligencia y sentido del humor con la que muy probablemente, como sospecha Walker, acaba consiguiendo todo lo que se propone. Y, efectivamente, así será. El diablo moderno, refinado y perverso que es Born seduce a su víctima -un antimilitarista que se resiste a ir a Vietnam- engatusándolo y atrayéndolo con lo que más le puede cautivar: dirigir una exigente revista literaria financiada por él mismo. A partir de entonces, una tupida tela de araña no dejará escapar a la presa indefensa en la que el joven poeta se ha convertido.



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21 de diciembre de 2009
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El Boomeran(g)
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