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‘Postpo’

Vuelvo a hablar de cine en primera persona la semana en que se presenta al público por vez primera, en el festival de Málaga, ‘El dios de madera', que los lectores más memoriosos de este blog quizá no hayan olvidado. La película, la segunda realizada por el escritor con apetencias de cineasta que soy, me sacó gozosamente de mis casillas literarias, y ya conté en este mismo espacio cibernético mis preparaciones, mis anhelos, mis disfrutes, alguna de mis dudas, pocos de mis sufrimientos, compartiendo con los lectores fieles de El Boomeran(g)  -a los que nunca olvido aunque no les conteste-  las imágenes, los relatos y hasta los accidentes del rodaje en Valencia, incluyendo el más aparatoso de todos los sufridos, que no fue un accidente de cine sino de cómic. Ustedes ya me entienden.

     Luego mantuve un silencio de postproducción, por así decirlo. Volví aparentemente a mi ser primordial, el de escritor, y ocupé mi hueco (mi "nicho", como ahora se dice en la prensa, en esa ignorante traducción literal del término inglés "niche") aquí y en otros espacios de publicación periódica con textos de opinión, de viaje, de crítica; saqué hasta el tiempo de escribir tres largos textos literarios, uno sobre Jane Bowles, que acaba de aparecer, y dos prólogos a Henry James y Juan Benet que están a punto de ser publicados en los libros correspondientes (‘Eugene Pickering' por la nueva editorial Contraseña, ‘Teatro Completo' por Siglo XXI).

    He dicho aparentemente, ya que en todos esos meses, desde mitad de octubre hasta mitad de febrero, estaba montando y haciendo las mezclas de ‘El dios de madera', codo con codo con personas más sabias que yo en los distintos apartados de los que eran responsables y a la vez muy permeables a mis indicaciones o propuestas, en un ejemplo de trabajo de colaboración permanente que le da al cine su furor y su misterio, en palabras del poeta. Terminado el montaje, la sonorización y la colocación de la música, la extraordinaria música de Luis Ivars que acompaña ‘El dios de madera',  revisada en todos sus pormenores la imagen, y supervisada minuciosamente la calidad de las primeras copias tiradas, ahora llega a las pantallas de Málaga la cosa-en-sí.

    No voy a hacer propaganda del resultado de mi trabajo, ni tampoco autocrítica o ante-crítica (como se hacía antes en el teatro) de la película, por mucho que hacer crítica  -de cine, de libros, de arte-  haya formado parte de mi paisaje consuetudinario. El cuerpo de ‘El dios de madera' está listo para pasar revista. Mañana me gustaría hablar aquí un poco de su alma.

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19 de abril de 2010
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La letra ya no entra ni con sangre

No le había visto en los últimos cinco años. Comparto con él la inicua pasión libresca, esa bibliopatía que nos ha llevado a acumular toneladas de libros cuya lectura ocuparía cinco largas vidas. Tenía muy buen aspecto y estaba sumamente simpático. Sólo en un momento de la conversación, justamente cuando tratamos sobre los libros, mostró cierta preocupación. Coincidimos en que nadie pone ya en duda que nuestras bibliotecas personales, conjuntos de diez, doce o quince mil volúmenes, son ya las últimas que podrá poseer un particular. En el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de mil libros. Mi generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura. La electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares.

    Muy contrariado me dice que los libros le están costando mucho más caros que la familia que nunca tuvo. Una parte la guarda en el piso de su propiedad, pero ha tenido que alquilar otros dos para disponer el resto. Gasta todo lo que gana en su biblioteca. Otro amigo mío se vio obligado a alquilar su piso lleno de libros para poder seguir pagándolo. El inquilino convive con ellos, por cierto, muy a gusto. Otros amigos se han ido a vivir a lugares casi salvajes para poder disponer de espacio libresco.

    Quienes padezcan esta pasión carísima y postrera se divertirán leyendo "Bibliotecas llenas de fantasmas" que ha editado Anagrama. Su autor, Jacques Bonnet, sufre la misma enfermedad y los mismos temibles conflictos. ¿Y por qué razón soportamos tan terrible losa? ¡Qué pregunta más ociosa! Cuenta Bonnet que en las carretas que llevaban a los nobles franceses a la guillotina, cierto testigo pudo observar a uno de ellos perfectamente ajeno a su muerte inmediata, apenas apoyado en las tablas laterales y leyendo absorto un libro en octavo. Y así subió al cadalso, sin dejar de leer y pasando página.

    ¡Lo que daríamos cualquiera de nosotros por tener ese libro en nuestra biblioteca!

 

Artículo publicado el domingo 18 de abril de 2010.

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19 de abril de 2010
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Las cenizas del volcán

Islandia, 313.000 habitantes, algo más de 100.000 kilómetros cuadrados, plenamente independiente desde 1944, situada más cerca del continente euroasiático que de Norteamérica, ha sido siempre muy suya. Pero por dos veces, y con motivos tan dispares y sin relación alguna como el funcionamiento de sus bancos y el régimen de sus volcanes, los europeos hemos podido comprobar que pertenecemos al mismo club que los islandeses. Durante un largo tiempo a éstos no les ha interesado nuestra moneda ni nuestras instituciones políticas, conformándose, que no es poco, con la pertenencia a la OTAN y al espacio económico europeo. Pero de pronto, la quiebra de sus bancos y la erupción de uno de sus volcanes nos ha hecho sentirnos a unos y otros, islandeses y europeos, parte de un conjunto común. Los activos tóxicos y las cenizas volcánicas han unificado súbitamente sensaciones y sentimientos, han disuelto fronteras y obligado a concertar políticas financieras y de transportes.

Todos los países europeos son muy suyos, aunque las islas se llevan la palma. Solemos mirarlas con suspicacias ?y más a las británicas, porque están más cerca, que a la remota Islandia?, sin darnos cuenta de que con mayor frecuencia de la deseada hasta el más continental de los socios europeos alberga un corazón euroescéptico y quiere sentirse y actuar como una isla. Las oportunidades para observar cómo el continente europeo se convierte en un archipiélago de naciones ensimismadas se repiten una y otra vez en el momento en el que el planeta entero experimenta uno de los mayores desplazamiento de sus plazas tectónicas geopolíticas de la historia. Coleccionamos una detrás de otra las pruebas de esta fragmentación terminal que está liquidando a Europa después de 500 años de hegemonía: dejamos de existir en la Cumbre del Clima en Copenhague; hemos arrastrado los pies para acudir en auxilio de Grecia, que quiere decir en auxilio del euro; ni se nos notó en la Cumbre sobre la Seguridad Nuclear de Washington. En las mismas horas surgen como continentes emergentes los BRIC ?Brasil, Rusia, India y China? reunidos en Brasilia por segunda vez en una cumbre de jefes de Estado, en la que se nos ofrecen como espejo para nuestra molicie. Nos están superando con sus economías y nos van a superar con su voluntad de poder y su nuevo protagonismo político planetario. Pero los europeos no nos inmutamos. Para qué dedicarnos a resolver nuestros problemas reales cuando tenemos tantas oportunidades para encontrar problemas donde no los hay que ocupen el tiempo muerto de nuestros políticos y periodistas y sirvan para hipnotizar a nuestros ciudadanos. Así se compone la psicología de una decadencia. No hay que ir muy lejos para verificarlo. Cabe pensar incluso que en ningún otro sitio como en nuestro país se verifica mejor esta hipótesis. Las tres causas contra Garzón por prevaricador y el proceso contra el Estatuto catalán por inconstitucional son los últimos avatares de esta cucaña. Aunque idéntica artificialidad podría aplicarse también en buena medida a las iniciativas del magistrado de la Audiencia Nacional sobre la guerra civil y a la accidentada reforma del Estatuto de Cataluña. No hay que olvidar que lo que empieza como una frívola confrontación de empecinamientos suele terminar en peligrosas embestidas. Si atendiéramos a la letra de la tonada que canta la derecha española en ambos casos se diría que estamos de nuevo en puertas de lo de siempre, lo nuestro, la cosa fratricida, la historia de España que siempre termina mal. Pero por suerte estamos bajo el volcán islandés y en la globalización europea, por más que desde la mirada exterior sean difíciles de entender nuestras inciviles batallas judiciales. (Quienes lo entienden todo muy bien, por cierto, son nuestros viejos amigos neocon, obsesionados con la eventualidad de que algún día una jurisdicción penal universal pueda atender a las denuncias y perseguir los crímenes de guerra, genocidios y delitos contra las personas que no son atendidos por la justicia de los países donde se han cometido. El escarmiento contra Garzón, no por prevaricador en España, por supuesto, sino por perseguidor de Pinochet, deberá servir de ejemplo a jueces y gobiernos a partir de ahora). Pero éstas son derivaciones cosmopolitas que no interesan a los isleños empecinados. Aquí estamos en la pelea, por más que las cenizas del Eyjafjalla nos bajen a unos y a otros de nuestras respectivas abstracciones para confrontarnos con las dificultades tangibles de un desempleo al 20 por ciento y de los recortes en las inversiones públicas y en las políticas sociales.

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19 de abril de 2010
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Conversaciones al pie del taller

 
Es probable que el escritor sea el pretexto que tiene un libro de convertirse en otro. Pero el taller, se dice aquí, está hecho de escritores que estudiaron en algún taller y enseñan ahora técnicas de escritura a jóvenes escribas que conducirán otro taller. Hasta hay, se dice, una literatura que lleva el aire de fábrica del taller literario.  Hace unos años, los poetas repetían que el único modo de publicar un poema en el New Yorker era mencionando la palabra agua. En cambio, mi viejo amigo Christopher Middleton en uno de los poemas que le ha publicado la revista, menciona a Dios en español; como si sólo fuese posible citarlo en esta lengua.  Ya que estamos en ello, recordaré que el New Yorker tuvo una reunión editorial para evaluar la publicación, por primera vez en su historia, de la palabra “shit.” La usaba Gabriel García Márquez en un capítulo de Cien años de soledad  que tradujo Gregory Rabassa, y la revista quería publicar. Los editores, impecables, la admitieron.
 
Algunos interlocutores de esta bitácora me han hecho llegar comentarios y noticias a propósito del taller, y consigno algunos para prolongar la conversación.
 
Propuesta de Juan Andrés:
 
"La poesía es un árbol sin hojas 
que da sombra."
(Juan Gelman) 
 
Un verso que lleva todas las vocales, es casi una provocación. Siempre he creido que Rubén Darío se hizo poeta al descubrir en su nombre todas las vocales, casi el idioma entero en las manos.  Y es notable cómo el pie quebrado grafica el sentido de lo dicho, en este caso, la sombra. Lo otro es el eco anagramático: que da sombra, ¿o queda sombra?  ¿O que asombra?  Y, luego, el taller favorece las variaciones de estilo: Sombra sin hojas/ árbol es/ la poesía.  O tambien: Sombra da un árbol, hojas de la poesía.
 

Comentario de Abelardo Martínez:
 

“Puedo entender un taller de narrativa, de novela, donde se le pueden dar las pautas al alumno de como hilvanar una historia, de como jugar con los tiempos, etc. Ahora bién, un taller de poesía es algo muy complicado. En Noviembre pasado, impartí uno, de forma solidaria, en la mayor prisión de Europa, que es la de Picassent, ante treinta y cinco reclusos, miembros del grupo de lectura de la cárcel. No me llevé ni papeles, ni esquemas ni nada por el estilo, improvisé como siempre hice. Leer textos, hacer que recitaran, hacerles ver que en la poesía nada está escrito, salvo los sentimientos personales, las vivencias y las formas de soltar nuestros demonios. Me acompañaron amigos escritores, que tambien les daban alguna charla magistral sobre literatura, incluído un Premio Nacional de poesía. Lo pasaron bien, muy bien. Fruto de aquellos talleres, nació el libro Poemas desde la prisión, que este año está muy dignamente en la Feria del libro de Valencia. Gracias a ese taller, al proyecto, un recluso cumpliendo condena, estará el día 25 de Mayo, firmando ejemplares del libro, que lleva mi firma. En la caseta de la organización. A su lado, estará firmando tambien ejemplares de su libro el escritor Fernando Delgado. Este hecho, es la primera vez en la historia que ocurre. Todo, todo este proyecto solidario, cuyos beneficios van para una noble causa en la prisión, surgió a raiz de ese taller que impartí sin tener ni puñetera idea de como se imparte un taller de poesía; pero que fue precioso, ya lo creo.”
 

Extraordinaria historia: la poesía le permite a ese recluso dejar la prisión y firmar la antología que lo incluye. Le debe al poema ese día de libertad. Que la poesía abra las puertas de la prisión es algo que sólo ocurre en la poesía.  El taller de escritura se debe al lugar donde se produce, está situado en su contexto, para excederlo. Por eso, siempre he creído que la poesía pertenece a un tiempo verbal futuro. Al leerla se actualiza, pero acontece en el porvenir, donde las palabras hacen nuevo ámbito.  Varios escritores norteamericanos han formado parte de proyectos culturales dedicados a los presos, que incluyen el taller de escritura. En Lima, la poeta Rocío Silva Santisteban promueve un concurso de escritura creativa entre los presos.  Pero lo que cuenta Abelardo es único.
 

Los poetas Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, que hace unas semanas celebraron sus 85 años de entusiasmo intacto por la poesía, son responsables de haber hecho de la poesía una forma cotidiana, en buena parte desde los talleres, con los que han mejorado la calidad de vida en Nicaragua. Claribel me contó en Managua del taller para niños enfermos de cáncer que Cardenal sostenía con donaciones del exterior. Un niño había escrito un poema que llamó el Poema de los No, que recuerdo así:
 
No a la guerra
No al hambre
No a la violencia
No quiero morirme.
 

Taller de Pablo Torche
 

Torche es uno de los jóvenes narradores que encontré explorando las nuevas rutas del relato chileno para la Cátedra Chile que dicté en Salamanca en enero.  Sus cuentos están escritos con un desenfado nuevo, que busca abrir espacio en la asfixia literaria del país. Su primera novela, Acqua alta, es una historia de amor en Venecia, hecha desde varios estilos parodiados, desde Borges hasta Bolaño, casi un taller narrativo sobre como encontrar ante los modelos establecidos una línea de fuga que sea de recomienzos.  Uno de los capítulos está hecho enteramente de citas apropiadas, recortadas por la máquina de podar narrativo.
 
Su empresa,  no se basa en la práctica serial de la literatura conceptual, tal como la practica el argentino Pablo Katchadjian en sus libros El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (07) y El Aleph engordado (09), operativos de un taller-post; esos textos ilustres son reordenados por una intervención  metódica, que desmonta el monumento cultural con la objetividad gratuita de un lenguaje transaliterario. Torche, en cambio, actúa por saturación, para desbrozar el bosque escrito y encender su propio fuego.
 

Este es el problema de la sociedad chilena ahora: valoramos sólo lo racional, lo concreto; en el fondo, lo literal. Por quedarnos con estas pequeñas verdades literales, perdemos el sentido más profundo. Por eso a Chile le cuesta ahora reconocerse a sí mismo, se siente extraviado, enrabiado, herido", ha dicho al diario La Tercera. En el blog Panikocl, Antonio Díaz Oliva le pide su opinion sobre la literatura chilena actual, y Torche responde: “Es magra. Es bonito decir lo contrario, pero nadie se lo cree. Quizás en poesía es más fuerte, más variado, más exploratorio. Pero en narrativa estamos en anorexia, y ni siquiera desde un punto de vista súper literario o cultural, sino simplemente de escritores que tengan un grupo de lectores, gente que los lea, los disfrute: son poquísimos, todo el mundo sabe eso.” La próxima pregunta se impone: Y el efecto que ha tenido Bolaño en el último tiempo, ¿qué te parece?” Creo, responde Torche, que la influencia de Bolaño ha sido excesiva. Eso es típico de Chile, la búsqueda del padre, una especie de referente, y cuando lo encontramos, nos subimos todos al carro, sin ningún pudor. Y resulta que ahora tenemos mucho “bolañito”, algo medio desvergonzado. “Maten a Bolaño” como dijo Gombrowicz al irse de Argentina.”  Lo dijo de Borges, como quien recomienda el suicidio. Sólo que en el caso chileno ya no se trata de Bolaño sino de su figura.
 

No me extraña, por todo esto, que Torche hable desde su propio taller literario, incluído en una idea del Taller, que en Chile es uno de los pocos espacios de respiración para los escritores jóvenes.  Ese mapa de talleres está articulado por el planeta rotante de blogs, donde predomina una crítica ardorosa y feliz, o sea, de buena salud. Está por escribirse el papel fundamental que los talleres literarios jugaron en los años de la dictadura y a lo largo de la transición chilena. Varios de ellos fueron modelos, más que de escritura, de lectura crítica, que de eso se trata, ayer y hoy: de la puesta en crisis de las formas de lectura dominante y de los modos de reproducción validados. 

  

  
 
 

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19 de abril de 2010
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George Orwell escribe a Barack Obama

Namir Nur-Eldin, 22 años, fotógrafo iraquí contratado por la agencia Reuters, y Said Shamaj, 40 años, su chófer, cruzan una calle de un suburbio de Bagdad con un nutrido grupo de hombres desarmados. Poco antes han pasado por el lugar dos tipospertrechados con sendos fusiles, pero nadie en el grupo lleva armas. De pronto, un helicóptero Apache dispara y deja tendidos en el suelo, muertos o heridos, a todos cuantos andaban por la calle. Al poco irrumpe una camioneta, salen dos hombres que intentan transportar a uno de los heridos. El helicóptero dispara otra vez, ahora a la camioneta, que se desplaza violentamente por el impacto del ametrallamiento. Poco después llega una patrulla de soldados norteamericanos a pie, acompañados de blindados, que encuentran dos niños heridos en el asiento delantero de la camioneta y se los llevan en brazos. Uno de los blindados pasa por encima de uno de los cuerpos, el de Namir, que todavía se hallaba con vida, según explicarán posteriormente algunos testigos de la matanza que han podido atisbarla desde algún portal o ventana del vecindario.

Estos hechos, en los que murieron 12 civiles, ocurrieron el 7 de julio de 2007, siendo presidente y comandante en jefe George W. Bush, y secretario de Defensa, Robert Gates. Se han conocido en toda su dimensión el pasado 5 de abril gracias a una grabación realizada por el Ejército de Estados Unidos, en la que se pueden escuchar las conversaciones entre la tripulación de la nave y su mando militar, así como las autorizaciones para disparar a los civiles indefensos y a los dos trabajadores de la agencia de noticias Reuters. Puede haber decenas o centenares de grabaciones similares, pero si ésta se ha conocido ha sido porque una fuente anónima la ha sustraído de los archivos militares y se la ha pasado a Wikileaks, una organización periodística independiente dedicada a difundir filtraciones. Robert Gates, secretario de Estado con Obama, ha rechazado la apertura de una nueva investigación y ha lamentado la publicación de estas imágenes fuera de su contexto. La grabación ha sido vista en YouTube por más de seis millones de personas a la hora de escribir estas líneas, el pasado jueves. Su impacto en la opinión pública árabe es en estos momentos similar a la obtenida por las fotos de Abu Ghraib donde se observaban las sevicias y torturas a que eran sometidos varios detenidos por parte de soldados norteamericanos. El vídeo de 17 minutos del total de 38 que ocupaba la grabación original, producido por Wikileaks bajo el título de Asesinatos colaterales, lleva como encabezamiento una cita: ?El lenguaje político sirve para que las mentiras suenen como verdades y los asesinatos sean respetables, y para dar la apariencia de solidez al puro aire?. Es de George Orwell y tiene un destinatario concreto: Barack Obama. (Enlaces: con collateralmurder donde pueden verse las dos versiones del vídeo, la corta editada por Wikileaks y la larga sin editar; y con una buena explicación sobre Wikileaks en CPJ (Commitee to Protect Jourmnalists).

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18 de abril de 2010
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Paris no se acaba nunca

 

 

 

 

No tengo claro que sea una metáfora. No se acaba nunca y, además, no es fácil salir. Cómo si estuviéramos en una película de Buñuel, pero sin religión, sin México y sin espacios cerrados. Presos en París. Hay torturas peores. Tuve la precaución de traer el libro de Vila- Matas,  el último de su etapa francesa y anagramática. La seducción irlandesa aún no había llegado a su vida escrita.

Ese libro de Vila- Matas sigue siendo una imprescindible guía para paseantes mitómanos, letraheridos y otros perplejos perdidos por una ciudad que nunca terminamos de conocer. En compañía de la guía y  de uno de sus amigos parisinos, el fotógrafo Daniel Mordzinski- hablaré de sus fotos de escritores de las tres orillas- recorrimos algunos no santos lugares de algunos escritores seducidos por Paris. Antes de comenzar nuestro paseo nos habíamos encontrado con Jean Paul Belmondo en una mesa de la brasserie Lipp, en Saint Germaine de Pres. Todos los rincones son memoria de vidas, de muertos tan presentes en nuestros recuerdos. Vivo al lado de la casa dónde conocieron amores y desamores Romain Gary y Jean Seberg. Paris siempre me pone "a bout de souffle".

En compañía de dos escritores, Héctor Abad Faciolince y Juan Villoro, hicimos rápido inventario repasando algunos de los escritores que alguna vez pasaron por Paris por razones literarias, por encargo del Instituto Cervantes, del quijotesco Enrique Camacho. La lista no se acaba nunca. El encuentro fue el mismo día de Abril y jueves, pero sin aguacero, en que murió César Vallejo. Me gusta esta  ciudad que sigue siendo un laberinto lleno de escritores vivos y muertos. Cada uno en su tumba, en su nicho o en su cementerio de vivos sin sepultura. Me gustaría encontrar al muy vivo y oculto Pierre Michon y ser como una tumba, no decirle nada. Una buena relación para nuestra corta eternidad.

Se está celebrando el Salón del Libro Antiguo. Como siempre lleno de joyas que nunca tendremos. Nunca seremos Joaquín Sabina. Una foto está siendo la estrella del Salón. Un inédito retrato de Arthur Rimbaud. Un hombre treintañero que parece mayor. Una insólita imagen que nada que ver con esa de sus 17 años, ese icono de rebeldía poética  que el fotógrafo Carjat dejó fijada en celebre imagen del joven poeta. Ahora nos encontramos a un hombre maduro, alguien que sin duda ha conocido temporadas en infiernos, que ha tenido otras vidas y que posa en un grupo de tipos que nunca hubieran sido sus amigos en la terraza de un hotel colonial africano. Su rostro tiene una melancolía de tiempos perdidos. Un hombre más triste que feliz, un comerciante, un aventurero en Yemen, un traficante que, en compañía de otros, deja pasar el tiempo en una terraza de Aden, en Abisinia.

Volví al libro de Vila Matas para encontrar lo que escribió sin tener claro si quería ser Rimbaud o  Mallarmé. Años jóvenes en que la Duras le inquirió sobre su destino cómo escritor. Posiblemente hoy, después de ver esa foto de Rimbaud, sepa si de verdad hubiera querido ser ese hombre que dejó la escritura por la extraña aventura de ser un triste adulto en algún lugar de África. Después de esa foto, ¿es mejor ser Mallarmé?

Sobre Rimbaud en esos tiempos en Aden dijo Vila- Matas: "quien había escrito que le gustaban el humo y los licores fuertes se había convertido en África en un hombre avaro e hipócrita: "Solo bebo agua, quince francos al mes, todo está muy caro. Nunca fumo"

Quiero sentir cerca a ese hombre que dejó todo. Quiero entender su desconocido retrato. Hace mucho tiempo le siento cercano. Nacimos el mismo día, con la diferencia de casi un siglo. No es tanto. Siempre me quedará Abisinia.

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17 de abril de 2010
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Cuando el río suena

Caridad no podría ubicar en un mapa a Sancti Spíritus, la provincia donde radica la empresa que regentó el chileno Max Marambio, pero sí que está al tanto de todos los rumores sobre su cierre y sus escándalos de corrupción. Ha aprendido a descifrar las omisiones de la prensa y a leer en la repetición de ciertos temas un intento de tapar otros más interesantes. Por eso no se conforma con la píldora revestida que le da el noticiero nacional. Para esta habanera de cuarenta años, los rumores callejeros de las últimas semanas le han hecho desempolvar un refrán que repite con terquedad: ?cuando el río suena, piedras trae?. Justamente ,el nombre de la fábrica Río Zaza repiquetea en las conversaciones, aunque Granma sólo mencionó la investigación de que es objeto en una breve nota sobre la muerte de su gerente general Roberto Baudrand. En las escuelas de periodismo deberían enseñar ciertas lecciones. Una de ellas ?la que los cubanos hemos aprendido a fuerza de leer entre líneas- es que esconder una noticia aviva el interés por ella, aumenta la fabulación y la especulación sobre sus detalles. Mientras nos llaman a asistir a actos de reafirmación revolucionaria y a condenar una campaña mediática contra Cuba -de la que no se publica ni un solo documento- todos suponemos que algo grande deben querer tapar con tanto bullicio. La demora en confirmar que algo ocurría en esa industria de capital mixto ha hecho que la prensa extranjera, los periodistas independientes y los bloggers les arrebatemos el tema a los controlados reporteros oficiales. Les toca a ellos cantar las glorias, no narrar la basura debajo de la alfombra. Caridad ha tenido razón con el tintín, con ese arroyo que se ha convertido en atronadora catarata. Algo muy fétido se esconde detrás del silencio y la distracción. Huele a billetes verdes, a desfalcos, tiene el hedor de la corrupción que ya no está localizada en un lugar sino que es genética al sistema. Las huestes de auditores que saldrán a la calle en los próximos días no podrán detener esta depauperación. Necesitarían otro número similar de ellos para controlar a los inspectores, vigilar al que vigila, supervisar al que supervisa. Las piedras que trae el río son demasiadas y muy grandes, todos las oímos por detrás de las consignas.

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16 de abril de 2010
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La otra entrevista

No me gusta ir por la vida defendiéndome de ataques, quizás porque me he pasado la mayor parte de ella bajo el fuego cruzado de la crítica. He aprendido que a veces es mejor digerir el insulto y seguir adelante, pues denigrar ensucia más a quien lo hace que a la víctima. Sin embargo, todo tiene un límite. Algo bien distinto es que pongan en mi boca frases que yo no dije, tal y como ha ocurrido con la entrevista publicada por Salim Lamrani en Rebelión. Al comenzar su lectura, no noté mucho la tergiversación, pero ya en la segunda parte me era imposible reconocerme. Es cierto que la introducción trataba de generar aversión en los lectores hacia mi persona, pero  ese es el derecho que tiene cada entrevistador de narrar cómo ve al objeto de sus preguntas. La gran sorpresa ha sido constatar -en la medida en que avanzaba el texto- enormes omisiones, distorsiones y hasta frases inventadas atribuidas a mí. Todo hubiera quedado en otro intento ?entre tantos miles- de adjudicarme posturas que no tengo y afirmaciones que jamás he dicho, si no fuera porque los medios oficiales cubanos se aprestaron rápidamente a hacerse eco de la reacomodada entrevista. Ayer, cuando vi al presentador del más aburrido programa de la televisión oficial referirse ?sin mencionar mi nombre- a una serie de preguntas que ?me desnudaban?, comencé a comprenderlo todo. La razón para la adulteración ya no era la premura al transcribir ni el deseo de un periodista de probar a toda costa su hipótesis aún distorsionando para ello las palabras del entrevistado. Algo mayor se está fraguando con ese texto semi-apócrifo y hago ahora un alto en el camino de mi blog para advertirlo. Tengo una memoria muy vívida de aquella tarde de hace casi tres meses ?curiosamente el señor Lamrani ha tardado todo este tiempo en hacer pública nuestra conversación- y de las palabras que intercambiamos. Recuerdo sus preguntas estereotipadas y por momentos desinformadas sobre nuestra realidad que muy poco se parecen a estas -tan documentadas- que él ha vuelto a redactar para parecer un especialista. No me caracterizo por responder con monosílabos, de ahí que me cuesta trabajo identificarme entre tanta parquedad. En la medida en que el intercambio que tuvimos en el hotel Plaza avanzaba, se podía notar como la simpatía de él hacia mi posición aumentaba. Al final, sentí que todas las barreras se habían derrumbado y el comprendía que no éramos contrincantes, si acaso personas que veían un mismo fenómeno desde ópticas diferentes. Un abrazo final de su parte me lo confirmó. Pero, evidentemente, pudo más la disciplina a ?la causa? que su ética periodística y el profesor de la Sorbone  terminó ?visiblemente en la segunda porción de la entrevista-por adulterar  mi voz. En su modernísimo Iphone mis moderadas frases debieron ser como un virus informático royendo los estereotipos, un llamado a terminar con esa confrontación que personas como él prefieren alimentar.

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16 de abril de 2010
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El tramo oscuro de Gran Vía

La Gran Vía fue para mí un lugar más literario que real al leer, el año 1986, la excelente novela de Álvaro Pombo ‘Los delitos insignificantes', una de las mejores de su primera etapa. El libro arranca con el encuentro en una cafetería entre el protagonista, Ortega, escritor frustrado de mediana edad, y un joven bien parecido, Quirós, que ha quedado en Callao con su novia para ir al cine. La novela es madrileñísima de localización (lo cual no quiere decir que sus escenas sean matritenses), cobrando en ella un aura inquietante, por ejemplo, comercios tan poco misteriosos como las Cristalerías Quevedo, en Quevedo, o calles del apocado calibre de José Abascal. Ortega y Quirós vuelven a citarse más de una vez en la misma cafetería donde se han conocido entre el gentío una tarde muy calurosa de mitad de julio, estampa que le inspira a Pombo esta hermosa y característica reflexión: "Verosimilitud e inverosimilitud intercambiaban velozmente sus papeles". Aunque ahora que he vuelto a sus páginas no encuentro el nombre, sigo convencido (quizá porque el propio autor me lo dijo en su momento) de que la cafetería en cuestión era Fuyma, durante muchas décadas emplazada en la esquina de Gran Vía con la pequeña calle de Miguel Moya, frente a Callao, y hoy desaparecida, pese a lo cual, o quizá por eso mismo, mantengo hacia ella una -digámoslo así- reverencia, pues fue el primer café madrileño al que me llevaron mis padres en la primera visita que hice a la capital, a la quebradiza edad de trece años. Teniendo Fuyma aires cosmopolitas, al menos para una sensibilidad alicantina todavía incontaminada por el ‘boom' turístico, yo me debí de tomar una Mirinda o algo más inocuo, y tampoco creo que mis padres, una feliz pareja de poco beber, pidiesen whisky. Mi padre, eso sí, fumaba por entonces, y fumó en Fuyma.

    Cuando después, poco antes de cumplir los diecisiete, vine a vivir aquí, yo iba mucho, más de lo que voy ahora, a la Gran Vía;  Fuyma seguía en su sitio, pero mi polo de atracción eran los locales de estreno que entonces jalonaban la (mal) llamada Avenida de José Antonio. Enfrente del Palacio de la Música y del Avenida, que ya no son de cine, había otro más pequeño, el Imperial, y delante del Imperial un señor que vendía libros solapadamente. Libros prohibidos por la censura franquista, que uno ojeaba mirando receloso a ambos lados de la acera, como en las cintas de espionaje. Al señor del cine Imperial le compré mi primer Jean Genet, por azar pero con mucha lógica, pues la venta ambulante de ese material prohibido se hacía a pocos metros de la calle de la Ballesta, que el autor francés habría encontrado congenial. No todos los libros que adquirí de aquel modo peripatético tenían la misma sintonía con la mala vida; conservo aún, fechados y localizados, un tomo de teatro de Alejandro Casona y un ensayo sobre el Opus Dei publicado en Francia por Ruedo Ibérico.

    Entre otras muchas piezas conmemorativas del centenario, he leído en la revista ‘Tiempo' una condensación muy bien hecha por el historiador Ignacio Merino de su ‘Biografía de la Gran Vía', que acaba de publicar Ediciones B. Merino divide su relato viario por tramos, y nos da pinceladas y datos muy interesantes de cada uno de ellos. Así me entero de que Conde de Peñalver no sólo es una calle muy cercana a mi corazón sino un alcalde de Madrid emprendedor e ilustrado, fundamental en el nacimiento y buena parte de la morfología de la nueva arteria ciudadana, que al ser inaugurada por el rey Alfonso XIII en 1910 llevó en su primer tramo (o Avenida B, y me gusta esa denominación propia de novela utópica) el nombre del conde-alcalde.

     Me resulta difícil decidir cuál de los tres tramos me seduce más, aun cuando sea nostálgicamente. En el que va desde la Red de San Luis hasta Alcalá hubo mucho pecado, según cuentan. En los salones de Sicilia Molinero fui, siendo estudiante universitario, a mi primera boda madrileña (excuso decir que yo no contraía), y me causó un cosquilleo el estar al lado del Abra y enfrente de Chicote, bares de renombre deletéreo. Un poco más arriba de la acera del Abra venía la posibilidad de expiación en el Oratorio del Caballero de Gracia, obra maestra de Juan de Villanueva, el autor del Museo del Prado, y una de las joyas artísticas más desconocidas de la ciudad, siempre que se vea desde la fachada principal y entrando a visitar su ingeniosísimo interior.

    No cabe duda de que estéticamente el más hermoso es el que arranca desde la Plaza de España y llega hasta Callao, con su efecto de ‘trompe l´oeil' empinado. Aunque tiene construcciones de mérito arquitectónico, para mí es un tramo de marisquerías, el lugar donde vivió mucho tiempo en un apartamento envidiable del edificio Coliseum el escritor Eduardo Mendicutti y, justo al lado, del ya inexistente cine Azul, donde era fácil sentirse ‘blue' y, años después de leer a Pombo, me atreví a situar una escena de alta comedia freudiana dentro de una novela de comunistas.

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16 de abril de 2010
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La tragedia luego de la muerte

Rafael Argullol: En la época de Alejandro las concepciones acerca de la vida y de la muerte de distintos pueblos y culturas penetraron en el acervo griego.

Delfín Agudelo: Después de la muerte de Edipo -que es la muerte de un sistema de pensamiento, de una tipología del humano-, ¿a qué se dedica la tragedia? ¿Hacia dónde se dirige?

R.A.: Creo que la tragedia es el gran punto de inflexión entre una concepción anterior relativamente identificable y unívoca en la cual el esquema del hombre y su existencia es relativamente fácil de entender. El hombre nace, crece y muere. En el crecimiento del hombre se identifica su posibilidad de alcanzar un honor, una dignidad, una gloria, y tras la muerte el recuerdo de ese hombre a través de los otros hombres, de su memoria, es su única posibilidad de inmortalidad. Si eso lo trasladamos al arte, que siempre es testimonio del paso del hombre por la tierra, tenemos que encontrarnos con un arte que está sobre todo construido o bien buscando afirmar el carácter efímero de la vida del hombre, caso de Hesíodo  en Trabajos y días, o bien buscando afirmar la dignidad que tiene esa existencia efímera, el honor que se puede adquirir, y la inmortalidad que a través de la memoria de los otros hombres puede conceder el arte.

Y es allí donde la épica en cierto modo es la explicación de esa memoria, de ese hacer inmortalidad en la vida colectiva de los hombres y del pueblo, y encontramos en este enorme peso todo lo que sería arte funerario, necrológico, elegíaco, en el cual se exalta esa dignidad y ese honor de algo que ha sido efímero pero que se convierte en inmortal gracias a la labor de la memoria. Ahí descartamos toda idea de inmortalidad en sentido trascendente: todo funciona a través del propio circuito, de la afirmación de la existencia en sí misma, en la memoria y documento o testimonio de esto que es el arte. En el momento en que se trastoca esa idea del esquema del hombre en la tierra -que es que el hombre nace, vive fugazmente, muere pero alcanza otro tipo de vida- en el momento en que introduces ese elemento cambias evidentemente el propio testimonio del arte. El arte ya no recoge solo la dignidad o el honor de la vida efímera, sino que tiene que preocuparse también por recoger las expectativas, ilusiones, esperanzas y quimeras de una vida nueva, de otra vida, de una metempsicosis, de un retorno al mundo de las ideas como lo dice Platón.

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16 de abril de 2010
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El Boomeran(g)
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