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IV. Adiós a las poetisas

Siempre hemos dicho presidente, más allá de la legalidad de la regla de los participios activos, porque no se registraba el hecho de que una mujer presidiera un país, una asamblea de diputados, o una corte de justicia; su límite estaba en ser presidenta de las Hijas de María, o de las organizaciones de caridad. Ahora que es común tener presidentas de la república, y presidentas de todo, la vieja gramática tiene que abrir sus recintos cerrados y oscuros a las evidencias de los hechos, o quedarse haciendo el ridículo de reclamar que a las presidentas se les llame presidentes, como si los hombres les hubiesen prestado temporalmente el cargo. Por el contrario, es un cambio irreversible. En una cumbre, se sientan ahora presidentas y presidentes.

Ya se sabe que en español el plural masculino cubre ambos géneros. Esa es la vieja regla. Pero en la medida en que se da en la sociedad el avance de las conquistas femeninas en todos los campos, el del lenguaje no puede ser una excepción, y por eso es que hoy se dice corrientemente "los derechos de las niñas y de los niños", "la educación sexual de las jovencitas y de los jovencitos", que puede sonar repetitivo, y hasta cansino, pero que no es sino la muestra de una reivindicación, igual que se dice ahora "las poetas y los poetas", cuando tan bonita era la palabra "poetisa", desterrada con toda beligerancia, aunque aún sobrevive en las páginas del Diccionario de la Real Academia Española. 

Así es la vida.

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30 de abril de 2010
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Amistades peligrosas

Había reparado todo tipo de libros, desde Biblias hasta incunables con hojas a punto de convertirse en polvo. Era muy bueno devolviendo a su lugar las páginas arrancadas, en reparar las cubiertas y rociarlas con una solución química que les resaltaba la tinta. Por sus manos habían pasado manuscritos del siglo diecinueve, primeras ediciones de las obras de José Martí y hasta un par de ejemplares de la Constitución de 1940.  A todos les devolvió la elegancia que una vez tuvieron y al recuperarlos los leía, como el médico que quiere asomarse al alma de un paciente del que ya conoce muy bien las vísceras. Sin embargo, nunca había visto un libro como el que le trajeron esa tarde de finales de los años ochenta. Por su tamaño y grosor parecía el recetario de un dispensario farmacéutico, pero no contenía fórmulas químicas o nombres de medicamentos, sino que estaba lleno de delaciones. Era el inventario minucioso de todos los informes que los empleados de una empresa habían hecho contra sus colegas de trabajo. Sin percatarse de su indiscreción, la secretaria del director mandó a repararle ?al repertorio de denuncias? la cubierta raída y varios pliegos que se habían despegado. Fue entonces cuando llegó a manos del bibliotecario pertinaz aquel invaluable testimonio, en papel, de las traiciones. Como en la trama de Amistades peligrosas, en una parte se podía leer que Alberto, el jefe de personal, había sido acusado de llevarse materia prima para su casa. Pocas páginas después, era el propio delatado quien contaba las expresiones ?contrarrevolucionarias? que la auxiliar de limpieza había usado en el comedor. Los soplos se entrecruzaban e iban tejiendo un cuadro real y abominable donde todos espiaban a todos. Maricusa la contadora ?según testimoniaba su compañera de oficina? vendía cigarros al menudeo desde el buró, pero cuando no estaba en esa labor ilegal se dedicaba a notificar que la administradora se iba una hora antes del cierre. El mecánico aparecía varias veces mencionado por tener relaciones extramatrimoniales con la del sindicato y porque varios reportes contra la cocinera estaban firmados de su puño y letra. Al concluir la lectura, sólo se podía  sentir una pena enorme por esos ?personajes? obligados a interpretar una trama siniestra y desleal. Así que el restaurador devolvió el libro a la carrera, después de hacer el peor trabajo que sus manos habían ejecutado. Aún hoy, no puede dejar de pensar en los nombres, informes y acusaciones que aquellas páginas han seguido acumulando todos estos años.

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29 de abril de 2010
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Bégica como modelo

No está mal. Cinco crisis en los últimos tres años. La humorada todavía colaba hace unos años: Bélgica seguía funcionando perfectamente, mejor incluso, durante los largos períodos de Gobiernos interinos. Las crisis no eran tan malas porque a todas sobrevivían el país y los belgas. Pero ahora cada crisis pone mayor distancia entre las dos grandes comunidades lingüísticas, los valones francófonos, y los flamencos neerlandófonos, de forma que unos y otros van acomodándose, unos con euforia y otros con resignación, a la eventualidad de una partición del país.

Flamencos y valones viven en dos mundos separados y aparte en casi todo: lengua, medios de comunicación, territorio, partidos... Y apenas comparten tres cosas: la corona, Bruselas y la cancha de juego en la que se pelean y que obliga a complejas coaliciones de partidos de ambas comunidades para conseguir mayorías de gobierno. Bruselas no es tan sólo la capital, sino la sede de las instituciones europeas, residencia de millares de funcionarios y políticos de toda Europa y un suculento negocio para todos los belgas. Muchos creen que con república y sin capitalidad europea, Bélgica habría dejado de existir. Bruselas es el objeto central de la pelea, porque la capital y sus suburbios conforman el único territorio bilingüe y compartido. Entre 100.000 y 150.000 ciudadanos francófonos, que viven en las 35 comunas suburbiales, pueden perder sus derechos lingüísticos y la posibilidad de votar a partidos de la comunidad valona si prospera definitivamente el proyecto apoyado por los flamencos de reducir el territorio bilingüe y compartido a la estricta capital. Los francófonos se sienten amenazados y exigen como contrapartida un corredor que una la capital con Valonia, algo que rechazan los flamencos, pues temen el efecto de mancha de aceite francófona que actúa desde Bruselas y avanza en territorio de Flandes. Incluso en los grandes conflictos cuentan las personas. Bélgica tuvo que sacrificar a los intereses de la Unión Europea a quien se había revelado como un gran componedor en el conflicto entre comunidades, el primer ministro Herman van Rompuy, nombrado este pasado noviembre presidente del Consejo Europeo. Recuperó en cambio a Yves Leterme, un talento para el conflicto que ya había sido primer ministro y demostrado su escaso sentido diplomático para lidiar con sensibilidades comunitarias siempre a flor de piel. No es seguro que el reparto de papeles haya resultado muy efectivo. Van Rompuy, que tanto podía hacer por Bélgica, no es seguro que pueda hacer mucho por la UE y por las nuevas instituciones del Tratado de Lisboa, que han entrado en rodaje coincidiendo con la mayor crisis económica de los últimos 70 años. Bélgica tomará el relevo de la presidencia semestral de la UE el 1 de julio de la mano de España. Es muy probable que lo haga con un Gobierno interino, a la espera de unas elecciones o de la formación de un nuevo Gabinete, una tarea que puede prorrogarse durante varios meses en un país que ha llegado a estar sin Ejecutivo durante 190 días. La presidencia europea hará así un paso más hacia la irrelevancia, después de un semestre español dominado por la crisis económica en el que ha desaparecido el protagonismo que antaño tuvo el país al cargo. Así es como la crisis política belga, tan idiosincrásica, se cruza con las crisis europeas y adquiere el carácter de todo un síntoma. Bélgica perdió hace mucho tiempo su estructura clásica de partidos, organizada sobre las dos grandes ideologías que han articulado Europa desde la II Guerra Mundial. Entre los grandes países, Alemania en sus últimas elecciones y Reino Unido en las próximas se hallan ahora en caminos análogos. La fragmentación del espacio político y la aparición de populismos de toda calaña tuvieron en Bélgica un precedente en el nacionalismo extremista flamenco y la comunitarización de la vida política. Los flamencos van cada vez más a su bola respecto a Bélgica de la misma forma que los alemanes lo hacen respecto a Europa. Nadie tiene ni quiere tener una visión de conjunto. Y menos asumir responsabilidades desde la óptica de los intereses europeos. Las viejas solidaridades de hecho con las que se ha construido Europa se hallan erosionadas por los intereses particulares y los calendarios electorales. Y todo es parte de un intenso repliegue nacional y nacionalista, pero también de una provincianización europea que quizás no terminará ni con Bélgica ni con la UE pero nos seguirá hundiendo en la irrelevancia.

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29 de abril de 2010
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El bien y el mal

Para nosotros, los que pintamos; para nosotros, los que escribimos, para nosotros los que jugábamos al fútbol; para todos los que vivimos sucede de una manera patente, incuestionable, reiterada, rotunda que unas veces las cosas nos salen bien y otras nos salen mal.

Aún el más alto de los capitanes e despeña, incluso el mejor nuestros pintores admirados se equivoca, incluso el más  inteligente y bondadoso que arte el bien y la dicha a los demás, incurre en el mal, en el `

pecado voluntario o no, en el ridículo o en la insensatez.

 Esta ecuación universal dentro de la cual se halla la totalidad de los seres humanos brinda una clave  relajación tan eficiente que bastaría tenerla en cuenta para que todos los resultados pertenecieran a una misma empresa, una misma novela, una misma vocación disminuyeran su responsabilidad y su tensión, a veces torturadora.

Los Museos venden algunas obras de los artistas que posee durante siglos o decenios no porque quieran hacer dinero -o no necesariamente  con esa operación. sino porque convienen que esos cuadros que llevan expuestos no se sabe cuánto tiempo y ante los cuales han desfilado arrobados no se sabe cuántos cientos de miles de visitantes, son cuadros malos, regulares o fallidos. Cuadros vulgares,  maltrechos o desangelados o fracasados firmados por el mismo artista pero que como prueba de que no valen lo que deberían valer desean cambiarlos por otros muy superiores o más dignos, al menos.

Entonces, los del Museo proponen al dueño de la obra mejor del mismo artista, cambiársela por la que es peor y compensarlo con una suma dineraria que trate de equilibrar el canje. No pocos aceptan. La mayoría de las veces aceptan gustosamente porque nunca les molestó poseer una obra que sólo  un experto señala, más o menos secretamente, como de menor valor. En definitiva, si el dueño del lienzo tiene un Goya, tiene un Goya y se da  ampliamente por sentado que tener un Goya es como tener un Goya igual a otro Goya  y más todavía si  proporciones de las dos pinturas son aproximadamente iguales.

Lo  que ocurre,  verdaderamente, es que Goya pintó buenos y malos cuadros, como el compositor escribió buenas y malas partituras, el mismo poeta redactó buenos y malos versos. En la naturaleza del mundo, en la calidad de una inteligencia o un corazón humano, hay buenos y malos resultados, victorias y derrotas en el quehacer.

Yen definitiva, ¿cómo no admitir -aun sigilosamente- que se posee un Goya y es un mamarracho? ¿Cómo no ver que Messi ha fallado un gol  cantado? ¿Cómo no darse cuenta que un premio Nobel ha llegado a escribir esa desastrosa pieza en la misma continuidad de su creación?

El bien nos hace grandes pero el bien, a menudo, introduce un elemento de humildad, una dosis de error u óxido que como el hierro a los diabéticos nos sube el tono esencial de la sangre y nos empuja hacia la conciliación con nuestras obras  gracias, desde luego, a que todas ellas, al montón, serán  buenas y también malas en un azar propio del descarrío, la impotencia o la ontología de la imperfección.

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29 de abril de 2010
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Fuentes fidelinas

Guillermo Cabrera Infante vuelve a ganar una batalla póstuma mientras los hermanos Castro, uno en chándal y el otro de verde olivo completamente descolorido, siguen dando lecciones de autoritarismo en Cuba. Por un lado, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores ya anuncia para el otoño la aparición del primer volumen de las obras completas del escritor, dedicado al cine, y donde se recogerán, junto a clásicos del calibre de ‘Un oficio del siglo XX' y ‘Arcadia todas las noches', gran cantidad de material inédito en libro (entrevistas, reseñas, textos sobre películas) firmados por su alter ego G. Caín. Pero ahora la novedad, publicada por esa misma editorial, es ‘Cuerpo divinos', extraordinaria amalgama de relato de iniciación erótica y memoria personal del tiempo inmediatamente anterior y posterior a la revolución de 1959.

     Es el libro más directo, más contundente y evocativo de Cabrera Infante, y sin duda el más desprovisto de sus celebrados retruécanos y ‘puns' verbales. Hay, con todo, episodios de una irresistible comicidad, como la entrevista del entonces crítico de cine Caín a Alec Guinness, que estaba rodando en Cuba y recibía en el plató a su amigo Noel Coward, quien sólo dirigió su atención a los periodistas jóvenes y guapos, o la visita del narrador al burdel habanero (páginas 150-154) donde, con un homenaje de pasada a Faulkner, destaca la figura de La Chimpancé, una prostituta mulata de cara poco agraciada pero asombrosa sabiduría sexual, sobre todo en el trato con clientes de gusto macabro y zoológico. También encontramos en las más de 550 páginas de ‘Cuerpos divinos' retratos del natural -trazados con gran viveza y economía expresiva- de Hemingway, del pintor Wifredo Lam en el acto ritual de quemar sus cuadros, de los fotógrafos Korda y Jesse Fernández, de Lezama Lima, el gran gurú poético de la isla llamado por algunos bromistas de su entorno José Dalai Lama, sin faltar los de los políticos y revolucionarios del momento; es muy sugestivo el del ‘Che' Guevara, descrito con toda la parafernalia vestimentaria de la leyenda, que Cabrera Infante, con su humor agudo, rebaja bastante sacándole al ‘Che' un parecido -razonable- con el caricato mexicano Mario Moreno ‘Cantinflas'.   

       Las ciento cincuenta páginas finales del libro están entre lo mejor de la obra del autor de ‘Tres tristes tigres': una crónica de los preparativos del golpe de estado, la huida vergonzante del dictador Batista y la toma del poder de los rebeldes de Sierra Maestra, vibrante victoria que a lo largo del tiempo acabaría en degradante derrota de la libertad. Aquí se advierte el talento periodístico del novelista, sus dotes de composición en simultáneo, la percepción profunda y la velocidad para el apunte, sobre todo cuando Cabrera forma parte del séquito que acompaña al recién instaurado Fidel en sus primeros viajes de estado. El libro se hace entonces apasionante recuento histórico, lo que no impide una socarronería mordaz inspirada en las "fuentes fidelinas" de un Comandante visto a menudo en calzoncillos escasamente limpios y emanadores de un tufo que quizá anunciaba la podredumbre futura del castrismo.

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29 de abril de 2010
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Ideología de la evitación del sufrimiento

José Lazaro- Decías que en el registro de las diatribas filosófico-ideológicas se ha abierto  camino  la idea de que el único problema es el sufrimiento, y que esto constituye el sustrato ideológico de la actitud animalista...

V- Sí, pero objeto a los defensores de la tesis que el sufrimiento o su evitación en general no puede ser el único problema, entre otras cosas porque sin sufrimiento no hay vida, ni vida animal, entonces eso es un autentico absurdo ¿cómo va ha ser el único problema- y ni siquiera el central- el sufrimiento? El sufrimiento es una cosa que debemos asumir y gestionar, esto es lo que debemos hacer, asumir y gestionar el sufrimiento, no intentar negarlo o evitarlo a todo precio.

Por otro lado, los apóstoles de  la religión de la evitación del sufrimiento saben perfectamente que responder a todos los corolarios de las máximas objetivas de acción que se han trazado llevaría a situar a nuestra especie en contradicción con ella misma. Lo saben  perfectamente al menos en su inconsciente, pero las contradicciones no les afectan:  las contradicciones a las religiones les son completamente igual. Si no fuera así, pues "tres personas distintas en un único Dios verdadero", es decir algo que niega el principio de individuación, difícilmente colaría..., pero no pasa nada.

J- No pasa nada, porque la creencia de alguna manera esta libre del principio de no contradicción. Ahora, esa diferencia, que me parece interesantísima, entre ideología frente a la reflexión racional critica que nos permite entender lo real, la ideología que de alguna manera lo oculta, eso establece como una distinción entre las ideas que nos iluminan y las ideologías que nos ocultan, y ahí habría que ver un poco cada una como funciona, porque, claro, Freud al igual que Marx nos ayudan a ver lo real, pero cuando el freudismo se convierte en una doctrina que se aplica de manera mecánica, empieza a funcionar como una ideología.

V- Pero entonces es otra cosa, y esa cosa a mi poco me interesa.

J- Ya pero es que esa otra cosa es la diferencia entre el pensamiento en acto y su esclerosis en un sistema de creencias.

V- Simplemente, los prejuicios. Vamos a ver, cuando un juicio no es reflexionado críticamente en acto se convierte en prejuicio. Pero eso es una cuestión casi de La Crítica de la razón pura.  El asunto es que cuando se vive en un mundo social sustentado en prejuicios, obviamente no hay posibilidad de actualización de la razón. El ser de razón lo que necesita es juzgar en todo tiempo.

J- El ser de razón necesita pensar...

V- ¡Pensar! Entonces cuando erige cierto aspectos de su pensamiento en postulados no susceptibles de ser confrontados, esta dejando de pensar. Salvo cosas elementales, es decir, yo erijo en aspecto de pensamiento el postulado kantiano del imperativo categórico, eso si lo erijo.  

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29 de abril de 2010
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Barnett Newman. Sín Título, 1946 Provocación ilusoria de un…

Barnett Newman. Sín Título, 1946 Provocación ilusoria de un accidente mortal He aquí el ciego, que sólo ve la vida en el recuerdo.Era la playa estrecha e irregular, junto al mar sosegado                                                               en el crepúsculo; y el mundo va a morir, porque en la soledad y en la bellezatendrá lugar el acto del amor dentro del agua.Desnudos reposamos en la orilladel sur del Adriático platino,y aguardamos la noche en nuestros ojos.Mas no vino la noche; sí el infortunio(la vida sucedida desde entonces).Y aquella brisa falsa, ya en el coche,mientras los faros amarillos desunían la intimidad                              de la fatiga y aquel país extraño.Ahora acerco tu rostro hasta mi boca,y quiero que mi vida y tu historia concluyan bruscamente.Y así existe el poema, no fue escrito por nadie. FRANCISCO BRIONES

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28 de abril de 2010
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¿Recitales? ¡Los de mi tiempo!

Poeta. Fuente: la noche de los puentes                                                                              GUERRA DE PULGARES Recuerdo que mi ingreso a la Universidad, a mediados de la década de los 80, estuvo marcada por dos cosas: las revistas literarias (que me vendían con bonos de pre-publicación) y los recitales poéticos, a los que asistía siempre, por lo menos uno cada mes, algunos universitarios nomás pero otros Mega recitales, como aquel en el Centro Cultural Soviético (en aquella época la URSS aún existía y pagaba centros culturales y becas a alumnos), donde cada viernes recitaban dos poetas de generaciones distintas, ante los aplausos del público de adelante y los agresivos insultos de los de atrás (casi todos ellos sazonados poetas de ?Kloaka? o afines). Sobre aquellas épocas, y sobre los recitales poéticos en general, ha comentado Gustavo Faverón en su blog y encontró respuesta en el poeta (que leía en todos los recitales durante los 80) Jorge Frisancho. Con esto empieza la sección ?Guerra de Pulgares?. Gustavo Faverón.-  Los recitales de poesía, que son el más burgués de los ritos literarios, son una costumbre heredada sobre todo, curiosamente, por quienes más antiburgueses se proclaman. Los recitales del antiguo modernismo hispanoamericano eran una mezcla de soirée de damas de tertulia y concierto de Julio Iglesias: los poetas declamaban encaramados en un podio y luego firmaban álbumes con rúbricas, garabatos y florecitas e improvisaban al margen de la página sus peores rimas ?de ocasión?. Los recitales de la vanguardia europea, y por calco y herencia los latinoamericanos, eran bastante menos reverentes en forma, tenían algo de la calidad de un acontecimiento estético en sí mismos, y muchas veces eran, además, precisamente antiburgueses. Pero no dejaban de ser el mostrador de exhibición de quienes se sentían distintos y adelantados. La última transformación más o menos fundamental vino con los beats, la acogida del jazz en el mundo poético, la experiencia de la música y la poesía reunidas nuevamente, como en su origen mítico y en su pasado histórico, y otra vez los recitales fueron presididos por el espíritu de la protesta anti-establishment. Pero yo no vi ninguno de esos. Yo lo que vi fue la procesión interminable de los egos grandotes y los poemas chiquitos: la vanidosa exposición de lo crudamente mediocre en una ceremonia de orgullos olímpicos. Lo que vi fue a poetas más interesados en el espacio, los ojos y las bocas del recital que en los textos escritos o compuestos. El recital limeño es como el concurso de belleza de los feos y los jurados tuertos: cada quien está listo para ser democráticamente deslumbrado por lo que le guste a la mayoría o para emitir el juicio destructor de lo que disguste a la mitad más uno; todos están seguros de que al lado de lo propio lo ajeno es un galimatías insípido y hueco; noventa y nueve de cada cien poemas son idénticos e idénticamente olvidables y el que es diferente resulta poco menos que imperceptible, opacado en la marisma de medianías. Los recitales se han devaluado cada vez más, por cierto. Si alguna vez marcaron hitos en la esfera pública, hoy son hitos de la historia privada, rincones meramente propios en la autobiografía, o, en el mejor de los casos, casetas de peaje en el callejón sin salida del colectivo miniatura, del grupúsculo incoloro que piensa estar escribiendo leyendas aunque nadie jamás las lea. Jorge Frisancho.- En desacuerdo contigo, Gustavo. Y mira que desde aquellos años de la PUC, que compartimos (y donde creo que alguna vez hasta leímos juntos), no leo en público con mucha frecuencia, en parte por elección, en parte porque no me invita, y en parte porque no vivo en Lima. En desacuerdo también con los que se quejan de que mucho de lo que se escucha en recitales es de bajo nivel. Para mí el punto no es ese, aunque sea cierto. El punto es que los recitales y lecturas públicas, en especial los que reúnen y promueven a escritores jóvenes o nuevos, tienen una importancia difícil de sustituir en la circulación y difusión del trabajo poético y en la generacion de un público para él. No hay demasiados de esos mecanismos, y yo digo que es ejor que los haya, aunque no todos salgan bien. Y eso de que los recitales poéticos son una tradición burguesa dice en realidad muy poco. Muchas ceremonias y prácticas de nuestra vida cultural son inevitablemente ?burguesas? así en un sentido genérico y amplio (como escribir novelas, y leerlas -o ir al cine, vamos) y eso no las invalida. Que haya mucho poeta mediocre en el mundo, mucho poema mediocre, mucho recital aburrido y mucho payaso sin circo es, en realidad, un mal menor, comparado con la alternativa: que la poesía no circule y no tenga audiencia.

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28 de abril de 2010
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Viajando con Neuman

 

 

Viajar es leer nuevas caras, acariciar otras calles, pasear otros cuerpos y encontrarte con otras músicas. Y otros libros. Viajar es, también, no moverte de tu habitación. Ahora sigo viajando en compañía de Andrés Neuman. Creo que otra vez hablé de sus aforismos reunidos en un tomo que llamó "El equilibrista": "Se escribe desde dos lugares: el agradecimiento y el rencor". Yo vuelvo a Neuman por el agradecimiento. Por un nuevo agradecimiento como lector ese último libro de anotaciones, retazos de una vida viajada por América con la excusa de pasear con su premiada novela: "El viajero del siglo".

Su recorrido se llama: "Cómo viajar sin ver". Un buen título, aunque mentiroso. El autor se pasa el día viendo y haciéndonos ver.

En muchos lugares me encuentro agradecido. Dice Neuman- ese chico de Buenos Aires que se vino a vivir a Granada- sobre sus compatriotas: "Muchos amigos argentinos de mi edad detestan votar. Los decepciona. Los cansa. O no creen que, en vista de los candidatos, el sufragio sea la mejor expresión ciudadana. Quizá si el fútbol fuese obligatorio y el sufragio voluntario, los ciudadanos (y los hinchas) se tomarían más en serio las urnas" Creo que nosotros, también los españoles de mi generación, nos estamos haciendo argentinos en lo del fútbol. Y en los sufragios. ¿Y por qué no nos hacemos franceses de una vez por todas?

En Francia, en París, estuve unos días felices con algunos amigos. Con uno de ellos, Juan Villoro y en compañía de su mujer, la filóloga y escritora, Margarita Heredia, regresamos a Madrid, a nuestro pesar y en un taxi conducido por un polaco. Nada que ver con eso que recuerda Neuman de un cuento de Villoro, "Los culpables". Escribe el mexicano: "Estoy tan a disgusto con la realidad que los aviones me parecen cómodos". No pasó eso en París, allí, gracias al volcán, nos sentimos a gusto con esa vida detenida durante un tiempo y bajo el volcán. No era Cuernavaca, pero a veces París es mejor.

Agradecimiento a los amigos que escriben. Hoy especial a Neuman con el que también compartimos esa "Sensación de haber olvidado algo en algún lugar. De que en todo lugar olvidamos algo, además de llevarnos algo"

Me tengo que ir. Hago otro corto viaje: "Uno despega para aterrizar en sí". Y a veces en no.

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28 de abril de 2010
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El Boomeran(g)
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