(EN EL AUTORRETRATO Y MEDIANTE EL ESPEJO SE TRATA DE LOGRAR UNA ESTAMPA DE SEDUCCIÓN. JUGANDO CON EL ESPEJO. PERO EL TRUCO DE LA SEDUCCIÓN, SEGÚN GRACIÁN, SE ENCUENTRA EN “EL DESPEJO”).
La buena apariencia no es imposible de alcanzar pero ¿cómo se logra la seducción? Nada es más indeterminable que el efecto seductor. Puede decirse que la misma indeterminación constituye la clave de la seducción misma, la causa de su mayor poder.
La indeterminación de las cualidades del seductor las condensaba Baltasar Gracián en El héroe dentro del concepto que atribuía a la palabra “despejo” (¿sin espejo? ¿fuera del espejo? ¿despejado?). “El despejo –no el espejo, el no/espejo- consistiría en “una cierta airosidad, una indecible gallardía tanto en el decir como en el hacer y hasta en el discurrir”.
El encanto del seductor se hallaría en ESTE VACÍO, en esta holgura que daría ocasión para que se plasmaran especularmente en él, sin reflejar el truco, las particularidades de la ocasión y, sobre todo, las determinaciones del seducido. El seductor ofrece un precioso aforo que cada cual puede llenar con lo mejor que desee, de acuerdo a la oportunidad y las conveniencias. El seductor encarna el aura de un mago, pero extrañamente presente en la trama real.
Gracián consideraba la seducción como la condición esencial para gobernar, alternativa al carisma que implica una autoridad fundada sobre cualidades inherentes al jefe, pero también alternativa al consenso que presupone un conjunto de creencias compartidas por la mayoría.
OJO: La seducción sería autosupresión de la identidad del poder y repetición simultánea de la identidad de los seducidos. La lógica de la seducción debe entenderse como solidaria al proceso de desrealización en que se apoya el mundo barroco donde todo se convierte en símbolo. Y también no es casual que simulacro y seducción aparezcan unidos.
En 1630, unos años antes de El héroe de Gracián se publicó El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina. Si se compara a Don Juan con el héroe de Gracián la diferencia es absoluta. El Don Juan de Tirso es un granuja que consigue sus propósitos haciéndose pasar por otro o mediante falsas promesas de matrimonio. Así son todos los Don Juanes, de Zorrilla o de Molière. Sin embargo, en el personaje del Convidado de Piedra se ejemplariza la seducción.
Don Juan acude a la segunda cena, a la que invita el Comendador- el Convidado de Piedra- siendo éste un espectro pero arriesgándose a su venganza mortal. A pesar de ello ¿cómo es que Don Juan comparece para cenar? La explicación se halla en el irresistible atractivo que posee para él. El Comendador, figura menor, opera como el auténtico seductor. La parte final del drama, la invitación del Convidado de Piedra a la cena, considerada como un agregado moralizante, contiene la muestra de una seducción. La explicación a esta paradoja debe buscarse en LA VIRTUD JESUÍTICO BARROCA de la indiferencia. El Convidado de Piedra es precisamente un modelo inaccesible de indiferencia. “Es un hombre temible –dice el criado de Don Juan-, él es de piedra y tú eres de carne”.
Los éxitos de Don Juan fueron obtenidos con mentiras mientras el éxito del Convidado de Piedra reposa en la atracción de su mágico vacío. La lógica de la seducción se impone a todas las subjetividades. De ahí el gran poder de seducción de los objetos, de las personas que, como los objetos, nos ignoran. El objeto es indiferente a nuestro deseo y el deseo se potencia mediante la irrefrenable imantación de su seducción.
