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Escrito por

Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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La fábrica de los portentos

Cuando hablo delante de un auditorio acerca de la pasión, o el vicio de la lectura, y alguien me pregunta por mi libro preferido, respondo que Las mil y una noches. Leer por entero este libro de los libros, dice Jorge Luis Borges, podría llevar a la locura. Y yo diría, a la más placentera de las locuras. En árabe, mil y una noches significa infinidad de noches. Por eso el temor de Borges a la locura ante la prueba de leerlas o escucharlas todas. Lo infinito no es sino la locura misma.

Las caravanas llevaban las historias hasta los hakawati, los cuenteros, que en las plazas y mercados se ganaban la vida relatando a viva voz aventuras prodigiosas a un auditorio que los escuchaba embelesado; y allí, otra vez, las historias volvían a ser transformadas, tanto en la cabeza y en la lengua de quienes las contaban, como en las de quienes escuchaban; y estos a su vez repetían sus propias versiones en los establos, los mesones, las barberías, los harenes, las cárceles y las cocinas.

De boca del cuentero a la boca de sus oyentes, entre los que se hallaban las esclavas y eunucos que repitieron esas historias sabias y a la vez descabelladas al oído de la princesa Scherezada, quien habría de contárselas a su vez, para salvar la vida, al sultán homicida que no se saciaba en su venganza contra las mujeres porque su esposa lo había engañado con un esclavo. Y esos cuentos cambiarán otra vez en boca de ella. Las variaciones de la imaginación también sus infinitas.

Para un niño ávido y curioso este libro tiene una ventaja inigualable, y es que puede empezar  a leerlo por cualquier parte, eligiendo cualquiera de los cuentos. Lo mismo ocurre con un adulto, que no precisa seguir el orden estricto en que los cuentos están presentados, salvo que, en la secuencia que les da la propia Scherezada, quien debe mantener interesado al sultán para no perder la cabeza bajo el alfanje del verdugo, la historia se prolongue más de una noche antes de alcanzar su desenlace.

Pero yo recomendaría comenzar siempre leyendo el relato inicial, aunque después variemos el orden de la lectura a nuestro gusto,  pues así vamos a enterarnos del porqué de la venganza del sultán, que es el porqué de aquella numerosa sucesión de relatos. Ese primer cuento, a manera de una columna vertebral, ofrece no sólo una estructura, sino también una tensión a todo el conjunto. A Scherezada, la que cuenta cada noche, le debemos el sentido unitario del libro, que de otra manera quedaría desperdigado.

             El sultán  tiene ya tres años de ejecutar cada noche a las doncellas que le son dadas por esposas cuando Scherezada entra por primera vez a su lecho. Su venganza es contra la mujer que lo traicionó, que quiere decir contra todas las mujeres. Y el plan de Scherezada es mantener despierto al sultán con las historias que cada noche va a contarle.

Mientras leemos, no sabemos si el sultán va a aburrirse una noche de tantas y al amanecer ordenará la ejecución de la narradora. Si eso ocurriera, este libro de vida tan precaria, porque depende del capricho de un déspota, acabaría en el mismo momento como si nos lo quitaran de las manos.

            Pero Scherezada no sólo se salva de la muerte, sino que salva también a las mujeres del reino, a todas esas niñas que al crecer serían desfloradas y luego decapitadas. Y nos ha salvado también a nosotros los lectores, que podemos terminar de leer el libro que ha durado esos largos tres años en ser narrado.

Las historias han pasado de boca del cuentero callejero a la de ella Scherezada; o, viceversa, es él quien alimenta su repertorio de lo que ella cuenta cada noche en la alcoba. Y así los dos ganan su vida. Uno se salva del hambre, la otra de la muerte.

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9 de julio de 2014
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Los niños se van

 

Hay una fantasmagoría recurrente, a la cual terminamos dando la espalda de tanto que se repite, y es la de ese ejército de emigrantes centroamericanos que tratan con permanente terquedad de alcanzar la frontera mexicana con Estados Unidos, a riesgo de maltratos, secuestros, extorciones, humillaciones, y sobre todo, a riesgo de la vida.

Ahora un fenómeno inusitado rompe con nuestra desidia y nos hace volver la cabeza hacia los caminos que transitan esos emigrantes. De pronto nos damos cuenta que en lo que va de este año, cerca de 50.000 niños dejaron sus hogares, la mayoría de ellos solos, y emprendieron el camino hacia la frontera de las ilusiones, en la malsana compañía de los "coyotes".

Se han convertido en un problema de estado. Un problema de seguridad nacional, afirma el gobierno de los Estados Unidos. La mayoría de ellos proviene de Guatemala, El Salvador y Honduras, y en un porcentaje menor, de Nicaragua.

Crisis migratoria. Crisis Humanitaria. Nos olvidamos de que, antes de nada, se trata de una crisis ética. Es cierto que quienes manejan el multimillonario negocio de la emigración ilegal han hallado un nuevo filón con la exportación de niños, y por eso han propagado la especie de que recibirían una admisión de trámites rápidos en Estados Unidos donde podrían reunirse con sus familiares, o facilitar que sus familiares fueran admitidos tras ellos. ¿Pero en qué condiciones vivían estos niños en sus propios países antes de ponerse en marcha?

Estos pequeños Ulises viven su propia aventura épica andando por veredas ocultas, pero nadie cantará sus hazañas. Subidos al tren de la muerte, mendigando, expuestos a abusos y violaciones, y también a perder la vida que apenas empiezan a vivir, son hijos de la miseria y el desamparo. Las sociedades en que nacieron siguen siendo injustas, divididas entre quienes tienen mucho, o demasiado, y quienes viven al margen porque no tienen oportunidades, mientras la clase media se deteriora. Y estos niños que emigran, y que serán devueltos a los lugares donde iniciaron su éxodo, nacieron sin oportunidades y por eso van a buscarlas lejos.

El Informe Mundial de la Ultra Riqueza 2012/2013, presentado por la compañía Wealth X de Singapur, revela que el número de millonarios ha crecido en los países centroamericanos de donde parten al exilio forzado los niños de esta amarga historia, expulsados de sus hogares por la pobreza. Tenemos unos 800 millonarios, y el crecimiento de sus fortunas en apenas un año suma, entre todos ellos, 10 mil millones de dólares.  Semejante incremento se equipara al Producto Interno Bruto de esos mismos países. En Nicaragua, por ejemplo, esa riqueza personal suma 27.000 millones de dólares, mientras el PIB es apenas superior a 10 mil  millones de dólares. Llamativa paradoja: un puñado de personas son más ricas que el propio país.

¿Prosperidad? Estas cifras no serían tan escandalosas si la acumulación de riqueza diera señales de ser una palanca de transformación, ayudando a traer bienestar a los demás, a los que viven con menos de dos dólares al día, que son la mitad de la población. Estos miles de niños que esperan juicios de deportación en Estados Unidos, demuestran todo lo contrario. Demuestran el fracaso. Vivimos en sociedades que han fracasado en crear equidad y justicia distributiva. Y el poder político, cualquiera que sea su signo, es responsable de ese fracaso ético.

Muchos de estos pequeños, en los campamentos donde se encuentran recluidos en Texas, Arizona y California, declaran al ser preguntados por los motivos de su largo y azaroso viaje para llegar a las puertas del paraíso que no se abren para ellos, que venían tras una vida distinta. Unos quisieran conocer Disneylandia. Otros comerse una hamburguesa. Hay quienes elaboran un poco más: "Allí hay trabajo, se puede comer y tener casa, allí todo es barato...", dice uno de ellos.

Otro simplemente dice que fue para no morirse de hambre.

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2 de julio de 2014
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La calle Zelmar Michilini

Mario vivía en Montevideo en la calle Zelmar Michilini, que se llama así en homenaje al dirigente político íntimo amigo suyo, secuestrado y asesinado en 1976 en Buenos Aires, donde se hallaba exiliado, una de esas complicidades tan corrientes para entonces entre los gorilas del cono sur con grados de almirantes y generales. De allí caminábamos una cuadra hasta su restaurante preferido, el San Rafael, un modesto local de camareros cordiales y pulcros donde todo el mundo lo conocía, empleados y clientes que lo saludaban de lejos con respeto, sin perturbarlo, nos sentamos al lado de una ventana, ordenamos milanesas, una conversación apacible y a veces agitada, ¿y Nicaragua?, insistía Mario.

Yo estaba en Montevideo esa vez en agosto de 2005 para presentar mi novela Mil y una muertes en la Biblioteca Nacional, invitado también por Hortensia, mi amiga de años y su biógrafa, para un taller literario en el Centro Cultural Español que ella dirigía, una antigua ferretería transformada en casa de la cultura, la ferretería más hermosa del mundo, y Nicaragua seguía sobre la mesa entre los platos, las copas y los vasos, ¿y Nicaragua?, ¿qué pasó, cómo es posible?, perdidos los dos entre nostalgias sobre lo que pudo haber sido y no fue, ¿los infantes de Aragón, qué se fizieron?, aquellos muros de la patria mía si un tiempo altivos hoy ya desmoronados.

Y la vez anterior de noviembre de 1998 en Madrid, con Juan Cruz en el taxi para recoger a la carrera a Mario en la puerta de su casa en la calle Ramos Carrión del barrio Prosperidad, el barrio de los uruguayos eminentes, allí había vivido Juan Carlos Onetti en la Avenida de América, ya estaba Mario esperándonos, con la gabardina doblada sobre el brazo, íbamos rumbo a la presentación de mis Cuentos Completos que él había prologado, subió al asiento delantero, y apenas el taxi arrancó volvió la cabeza, ¿y Nicaragua?.

Y aquella otra noche de agosto del mismo 2005 en Montevideo, qué se le va a hacer, repetía Mario, su hermano Raúl al volante, él al lado, Tulita mi mujer y yo en el asiento trasero, mientras regresábamos pasada la medianoche de una cena larga y cordial en el piso de Héctor y Hortensia en Pocitos, Eduardo Galeano y Elena su mujer también presentes, qué se le va a hacer, cómo teje y enreda el destino sus marañas, la esposa de Raúl con Alzheimer internada en un sanatorio, y Luz, la esposa de Mario, igual con Alzheimer en otro sanatorio, Luz.

Luz, sin la que Mario no podía vivir, tantos años juntos, repetía, aquel olvidarse de nombres y de cosas al principio tan lento como una marea que empieza a lamer el borde de las cosas y luego las inunda sin remedio, si se olvidaba donde había dejado algo convertían en un juego el buscarlo, cuenta Hortensia en la biografía, pero luego ya el agua llegaba a la rodilla y era demasiado, contaba Mario mientras íbamos en el auto,  y Raúl, sin apartar la mirada del parabrisas, aferrado al volante como si en conducir por las calles desiertas le fuera la vida: me resistía al consejo del médico de que ella mejor estaría en un sanatorio, hasta que una vez empezó a cortar toda la ropa en el closet con unas tijeras. El destino repartiendo equitativamente la carga entre los dos hermanos por parejo. Nos dejaron en la puerta del hotel y el auto se perdió a la vuelta de la esquina, qué se le va a hacer.

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25 de junio de 2014
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Los fueros de la poesía

En tiempos del modernismo los poetas se volvieron populares, eran leídos y recitados, popular Rubén Darío y no había quien no se supiera la Marcha Triunfal o recitara Los motivos del lobo, popular Lorca que había entrado hasta en las páginas de El Tesoro del Declamador, quién no sabía de la muerte de Antoñito el Camborio, populares los veinte poemas de amor de Neruda entre los enamorados en los internados escolares, me gustas cuando callas porque estás como ausente, y luego la poesía empieza a pasar de moda, un fenómeno que llega a parecerse a la extinción, nadie lee poesía, nadie la edita salvo héroes como Chus Visor. Los libros de poesía quedan confinados a la circulación clandestina, editados por las universidades, o por la mano del autor; y escribir poesía llega a estar tan fuera de moda, que no pocos poetas que conozco se pasaron a escribir lo más rentable hoy, que son las novelas; o lo que otorga más fama, en lugar de Darío célebre, García Márquez célebre.

Pero ahora la ola esa venía de vuelta con Mario Benedetti, una poesía de cosas cotidianas y simples, entre ellas el amor que, hay que darse cuenta, no pasa de moda entre los jóvenes, y oyéndolo leer sus poemas antes centenares de jóvenes, me decía que un poeta que triunfa es el que queda en la memoria y es recitado en las mesas de cantina, o al oído de la amada, sin equivocaciones, así mismo como he oído a adolescentes repetir los epigramas de Ernesto Cardenal, al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido, copiándolos también en sus declaraciones de amor, como copian los poemas de Benedetti,  si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos... Porque  un poeta triunfa más, todavía, cuando es plagiado, no por otros poetas de segunda, que es lo menos notable, sino por el enamorado ansioso de hacer creer a su dueña que el amor lo ha elevado a las cumbres de la inspiración más seductora, y toma prestado lo que le parece más efectivo y convincente.

Un poeta que triunfa con el público, como triunfó Benedetti en vida, es el que puede ocupar con holgura el lugar de los baladistas en el corazón de los adolescentes, y robárselo entero. Allí está Jaime Sabines, que arrastró también a los auditorios a los jóvenes que manosean sus libros hasta descuadernarlos. Cantar, se decía antes. Los poetas cantaban a la amada,  y ése era el verdadero sentido de la poesía, la almohada compartida, la celebración de los desencuentros, los amores imposibles, y la esperanza de la recompensa tras muchos trabajos de amor perdidos. La celebración de la vida. Por eso fue tan popular la poesía, como los tangos y los boleros, y ahora parecería que empieza otra vez a serlo. Y como las canciones, esta poesía de Benedetti que llega al territorio afectivo es, valga la insistencia, sencilla y llana, hecha de palabras simples, sin elevaciones estrambóticas, y él bien sabía que no pocos miraban esos poemas con desdén, lo que llega a ser popular causa siempre recelos, qué se le va a hacer, de esas reservas críticas habla con toda propiedad su biógrafa Hortensia Campanella en Benedetti, un mito discretísimo.

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18 de junio de 2014
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Todos los libros del mundo de una vez

La biblioteca personal es siempre una variante doméstica de la biblioteca babilónica de Borges con sus cientos de miles de páginas en las que es posible descubrir el pasado desde todos sus ángulos, el mapa de una geografía múltiple donde está trazado el camino que conduce a Comala y se puede caminar al lado de Juan Preciado que busca a su padre, un tal Pedro Páramo; es posible respirar el olor a pólvora y a podredumbre de los cadáveres de todas las guerras libradas y perdidas por Aureliano Buendía; sentarse en el piso del apartamento de Horacio Oliveira entre los miembros del club de la Serpiente mientras en el cuarto al lado agoniza Rocamodour; acercarse al lecho donde Artemio Cruz, aún lleno de soberbia, retrasa el momento de su muerte para poder contar su vida que corre desbocada en el recuerdo, amores, traiciones, poder, la revolución que se convierte a sus ojos en un baile de máscaras.

¿Por qué esa avidez por los libros de imaginación? De alguna manera todos somos Alonso Quijano, buscando encarnar en la lectura el personaje que en nuestras propias vidas nos está vedado ser, entrar en un paisaje o en una ciudad o en un tiempo donde nos esperan experiencias y aventuras desconocidas. Una manera de ser otros y con eso, conseguir nuestra libertad, la libertad que nos permite multiplicarnos, vivir vidas ajenas, ser otros. Cambiar la realidad sin escapatoria, por la imaginación que nos abre puertas múltiples. Esa quizás sea la razón esencial de la lectura, y de acumular libros en los estantes.

El cerebro humano está diseñado para imaginar. Cuando leemos un libro y convertimos la letra impresa en imágenes, una red de neuronas se activa en la corteza cerebral. En un estudio realizado por científicos del Darmouth College en Estados Unidos, se ha  tratado de responder a la pregunta: ¿qué hace el cerebro cuando imaginamos un abejorro con cabeza de toro? Las neuronas toman las imágenes conocidas de toro y abeja, y las combinan. De esta operación sencilla, a la que el cerebro está acostumbrado, nace el Minotauro, mezcla de hombre y de toro, y nacen también todas esas figuras de la espléndida galería de seres monstruosos, y maravillosos, de La Metamorfosis de Ovidio, como la Gorgona, una mujer alada que tiene serpientes por cabellos y garras de jabalí. O Quetzalcóatl, principal deidad mesoamericana, la serpiente emplumada, mezcla de ave y reptil. Los científicos llaman "manipulación" a este constante proceso de construir y deconstruir imágenes en el cerebro.

Antes, otro grupo de investigadores de la Universidad de Northwestern, Chicago, utilizando voluntarios para medir los impulsos cerebrales, demostraron que "la actividad neuronal destinada a la visión de cosas reales era similar a la actividad neuronal que posibilitaba la visión de imágenes mentales..."; y "cuando los participantes recordaban lo que habían imaginado, a menudo pensaban que lo habían visto, en lugar de saber que había sido producto de su imaginación".

La conclusión es que las zonas del cerebro utilizadas para percibir objetos, y aquellas otras que sirven para para imaginarlos, se superponen, y así, un hecho imaginado puede dejar en el cerebro la misma huella que un hecho realmente sucedido.

Si no podemos vivir sin imaginación, porque nuestra cabeza está diseñada para abrirse a ella, no podemos entonces prescindir de  los libros que nos cuentan historias inventadas que estamos dispuestos a percibir y aceptar como reales. Entendamos entonces a quienes quisieran tener en su poder todos los libros del mundo, y leérselos todos de una vez.

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11 de junio de 2014
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De la mano del padre

El mariscal Abdel Fattah El-Sissi, jefe de las fuerzas armadas de Egipto, ha ganado la presidencia por el 97 por ciento de los votos en las elecciones convocadas tras el golpe de estado que él mismo encabezó en 2013. En una comparecencia de campaña con editores de medios de comunicación dijo sin rubor: "ustedes suelen escribir en sus periódicos que ninguna otra voz es más fuerte que la de la libertad de expresión. ¿Qué significa eso? Que millones de egipcios no pueden ganarse la vida a causa de las continuas manifestaciones en las calles, que son un factor de inestabilidad". Por estas latitudes también solemos escuchar lo mismo.

Si uno devuelve la película unos pocos años atrás, encontrará que esas manifestaciones en las calles no fueron otra cosa que el ariete frontal de la primavera árabe en Egipto y otros países vecinos, que hizo creer al mundo que, por fin, llegaba la democracia, tantas veces postergada, con elecciones libres, constituciones democráticas, y participación ciudadana.

El nuevo caudillo egipcio es joven, de modo que su turno se anuncia largo. A los mismos editores de medios de comunicación, les dijo también: "Con frecuencia citamos como ejemplo los modelos de democracias occidentales que se han estabilizado después de siglos. Aquí, tendrán que pasar veinte o veinticinco años antes de que alcancemos un nivel completo de democracia". También por estas latitudes oímos cosas parecidas.

Esta idea de que la democracia no se conseguirá sino tras un largo plazo de maduración, durante el cual el autoritarismo hará las veces de nodriza para enseñar a los pueblos a dar sus primeros pasos antes de aprendan a caminar solos, es hija del viejo cinismo inveterado en el que son maestros los caudillos de aquí y de allá, que llegan para quedarse para siempre. Unas veces el pretexto es librar al país de los extremismos, como en el caso de Egipto. Otras, de las asechanzas del capitalismo, como en América Latina.

El-Sissi decidió que los ciudadanos se habían equivocado al elegir  un gobierno peligroso, y como aún no saben caminar por sí mismos, les ofreció llevarlos de la mano hasta que llegue el día en que estén preparados para jugar el juego de la democracia, lejos de cualquier riesgo. Para eso están los padres amorosos.

Quedarse en la presidencia, ser reelecto, sino el país será destruido por sus enemigos. Allá son los Hermanos Musulmanes, aquí los vendepatria, los neoliberales. Evo Morales, quien llegó al gobierno en el año 2005, va a ser reelecto este año por tercera vez, hasta el 2020. Seguirá en el poder porque "la unidad en Bolivia es sepultura para los neoliberales", que en los gobiernos anteriores "regalaron a Bolivia al imperio".

Por su parte, el presidente Correa, en el poder desde el año 2006, se prepara para modificar la Constitución de Ecuador, de modo que permita su reelección indefinida, "ya que hay una restauración conservadora en marcha" y "vienen tiempos duros para la revolución ciudadana"  Y no falta en sus palabras un toque mesiánico de tono sentimental: "Entiendo bien que mi vida ya no es mía: es de mi pueblo y de mi patria y estaré donde me exija el momento histórico".  Había dicho que no seguiría adelante, porque su familia lo reclamaba, pero no tiene más remedio que responder al llamado de la historia: "En lo personal, creo que es mi deber revisar la sincera decisión de no lanzarme a la reelección, porque tengo la responsabilidad de garantizar que este proceso sea irreversible".

Irreversible es una palabra clave. En Egipto no hay ahora contrincantes políticos. Tampoco los hay que valga la pena en Bolivia, Ecuador, o Nicaragua, porque la fuerza del poder, que busca ser total, ha diezmado a las fuerzas opositoras. Y detrás de todo, surge la grave sospecha de que la democracia no es para mañana, es para nunca. El niño no crecerá nunca, y necesitará siempre de la mano del padre para poder andar.

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4 de junio de 2014
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Conversación en el lugar único

El festival literario Atlantide se celebra en una antigua fábrica de galletas convertida en centro cultural. Nantes es una ciudad pródiga en espacios para la gente, lo que define el sentido de una verdadera urbe moderna. Junto a las aguas del Loire se abren espacios verdes y parques de diversiones, uno de ellos con animales mecánicos gigantes, como salidos de la mente de Julio Verne, el más famoso de los nanteses; y en la otra rivera se bajan las gradas hacia un museo donde se recuerda el tráfico de esclavos que hizo rico a este puerto: en el piso están inscritos los nombres de cada uno de los barco negreros que iban por su carga al África con destino a América. Una flota de nombres engañosamente pintorescos que parecen navegar en el asfalto.

El sitio que aloja al festival recoge las viejas iniciales LU de la fábrica de galletas, y se llama el Lugar Único. En sus salones, donde antes estuvieron los hornos, las máquinas y las bodegas, se realizan ahora las mesas redondas entre escritores que hemos venido de diferentes partes del mundo, Canadá, Líbano, Haití, Nigeria, México, Colombia, Camerún, Irak, Francia. Ucrania y Nicaragua.

Una de las noches del festival, su director Alberto Manguel ha organizado una lectura colectiva de textos de autores censurados, o reprimidos, que viene a ser un homenaje a un ausente, el argelino Hubert Haddad, a quien las autoridades de su país no permitieron la salida, temerosas de la repercusión de sus posiciones en contra del fundamentalismo religioso que aflige a Argelia y a tantos otros países del mundo árabe  

Me toca compartir la mesa de diálogo con el novelista Yuri Andrukhovych, bajo un título sugerente, Naturaleza Política. Dos novelistas de países distantes. Uno, el mío, fuera de los focos internacionales hoy en día; el otro, el de Yuri, sometido a la amenaza de ser dividido en pedazos, otra vez como en el pasado.

Yuri es autor de La Moscoviada,  una novela acerca de sus años de joven escritor residente en Moscú. El poder fantasmagórico que reina desde el Kremlin, surge de las catacumbas  y desciende hacia ellas; las catacumbas donde circula un metro exclusivo para los jerarcas del partido, esa eterna casta que tantas veces ha resucitado de los sarcófagos de la historia, zares o comisarios, o agentes secretos coronados.

En el curso de nuestro diálogo cuenta acerca de la suerte repetida de Ucrania, la apetecida joya de la corona del imperio ruso. Es la presa siempre en riesgo de ser devuelta a las voraces fauces abiertas del vecino codicioso. Para tener en Ucrania a un país dócil y leal, el dictador Viktor Yanukóvich fue mantenido en el poder y luego de su caída frente a la rebelión popular del Maidán, huyó a Rusia. Y lo que quedó al descubierto fue la obscenidad de la corrupción amparada en aquel concubinato.

Toneladas de lingotes de oro escondidos en los sótanos de las mansiones de los jerarcas, colecciones de autos de lujo, centenares de trajes y zapatos, miles de fajos de euros, de rublos, de dólares. Hay un momento en que la la acumulación de riqueza se convierte en un vicio insaciable. Atesorarlo todo. Por eso es que la gente no salía de su asombro cuando tras hacer fila por horas entraba en el palacio donde vivía Yanukóvich, y contemplaba aquel lujo desmesurado.

Lejano a Ucrania, y tan cercano. ¿Qué tiene que ver Nicaragua con Ucrania? Que el gobierno de mi país, le digo a Yuri mientras el público presente nos escucha contar esta historia doble,  respalda sin concesiones a Rusia en su cínica manera de apoderarse de Ucrania moviendo sus piezas tras bambalina, un mordisco aquí y otro allá a su territorio. Es lo que hizo con Georgia, y el gobierno de Ortega reconoció diplomáticamente a los países artificiales arrancados a tarascadas, junto con Nauru y Tuvalu, dos pequeños islotes del océano Pacífico, y Venezuela. Hechos que dan para novelas, afirma Yuri. No para novelas históricas, le digo yo; son pura literatura fantástica.

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21 de mayo de 2014
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Un poeta en la sopa

Rubén Darío entra al mundo culinario con su cuento primerizo Las albóndigas del coronel: "Se chupaba los dedos el coronel cuando comía albóndigas, y, a las vegadas, la buena doña María le hacía sus platos del consabido manjar, cosa que él le agradecía con alma, vida y estómago...Albóndigas de excelente picadillo, con tomate y chile y buen caldo", dice en prosa golosa que nos trae el olor del infaltable culantro de la sopa de albóndigas.

En la sopa de albóndigas, común en los almuerzos de las casas leonesas desde tiempos de la colonia, los elementos de la cocina árabe trasegados a América a través de España encuentran componentes locales y se funden entre ellos. Y quizás es en las sopas, caldos y pucheros donde mejor hallamos esta mixtura, en la que las carnes son europeas y los vegetales son de la exuberante tierra tropical.

La palabra albóndiga viene del árabe hispano albunduqa, nuez, y es una de las herencias de la cocina andaluza en América Latina, sólo que en Nicaragua recibió el agregado sustancial del maíz para sustituir a la harina de trigo. Se hacen del tamaño de un limón pequeño, y la masa de maíz se compone con carne de gallina o pollo, de res, cerdo, o de res y cerdo, y aún las hubo de carne de venado; y para amarrar mejor la masa se suele agregar miga de pan remojada en leche y huevos. Se ponen siempre en una sopa que puede llevar verduras, como repollo, chayotes y zanahorias....así las fabricaba seguramente la hermosa viuda doña María, en busca de halagar al coronel.

Sopas tenemos no pocas. La sopa de carne, llamada también sopa de res, sopa de olla, y aún sopa de pobre, es heredera del puchero castellano, y guarda similitudes con la olla podrida, el cocido madrileño, el cocido catalán o carn d´olla, el puchero canario y el pot a feau francés; la sopa de olla es muy vieja en la cocina española como podemos verlo desde la primera página de El Quijote, cuando se nos dice lo que el hidalgo manchego tenía por lo regular en su mesa: "una olla de algo más vaca que carnero..."

No podía haber olvidado Rubén las nutricias sopas de olla de los almuerzos en la casa de su tía Bernarda Sarmiento,  teñidas con el hervor de diferentes clases de carnes de res sancochadas antes en ajos, chiltoma y cebolla, y que reciben todos los frutos de la tierra nicaragüense, una cuenta de agregados vegetales que no puede responder a ninguna ortodoxia y que depende de la estación, del territorio, y del gusto de quien cocina. Y sin olvidar la muy nutricia sopa de cola.

La olla es el universo donde se va echando todo, y esta suculenta sopa era común en el siglo diecinueve porque Nicaragua era un país ganadero, y en las mesas pudientes se servía a diario como primer plato del almuerzo. Parientes suyos son el ajiaco cubano y el sancocho colombiano.

Entre esas carnes diversas, hay unas que tienen hueso, como el chombón, que es parte del costillar; la aguja, la orilla de costilla, otras como la cecina y la posta, y otras que abundan en grasa o gordura, como el pecho. Contando los tubérculos y verduras, una sopa de ésas puede llegar a tener hasta una treintena de componentes. Cuando hierven ya las carnes en la olla, primero caen los vegetales que necesitan más tiempo para cocinarse, plátano verde, yuca, quequisque, elotes cortados en pedazos, luego van los ayotes, chayotes, chilotes, pipianes, y cebolla, chiltoma, tomates, el culantro, que nunca puede faltar, la hierbabuena y el apio, y aún jocotes verdes y maduros, y semillas de guaba.

De seguro la viuda doña María, joven y de buen ver, que regalaba al coronel del cuento de Rubén sus espléndidas sopas de albóndiga, también le ofrecía las no menos espléndidas sopas de carne, en días que no eran de guardar.

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14 de mayo de 2014
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Nauru y Tuvalu

Con motivo de la visita sorpresiva del canciller Lavrov, un periodista me preguntó que pensaba yo de la instalación de una base militar rusa en territorio de Nicaragua; algunos opinaban, me dijo, que quienes se oponían era porque se trataba de una base rusa, pero no dirían nada si se tratara de una base de Estados Unidos. El argumento suena a falacia de la vieja guerra fría, porque no somos pocos los que en mi país estamos en contra de las bases militares extranjeras, sean de la potencia que sean.

En febrero, el ministro de Defensa, general Shoigú, anunció que se estaba  negociando la instalación de bases en Venezuela, Cuba y Nicaragua para el equipamiento, mantenimiento y abastecimiento de la flota área rusa en Latinoamérica. La declaración fue hecha en Moscú, y en Managua se guardó absoluto silencio.

Lavrov se fue tras reunirse con Ortega sin que aún se anunciara ningún compromiso referente a la base militar; simplemente dijo que en "situaciones bastante complicadas es importante sincronizar el reloj con nuestros aliados". Y Ortega aprovechó para revelar un misterioso acuerdo sobre "la exploración del espacio ultraterrestre para fines pacíficos". ¿Vamos a averiguar junto con los rusos si hay vida en Marte?

El visitante recibió el apoyo explícito de Ortega ante "la situación bastante complicada", que no es otra que la apropiación de la parte oriental de Ucrania, cuando dijo: "Nicaragua ha respaldado y continúa respaldando la decisión de la Federación Rusa para encontrar una salida a los focos que se han presentado en Siria y Ucrania".

Los vínculos de Ortega con Putin son más que estrechos. Cuando los territorios de Abjasia y Osetia del Sur fueron arrancados a Georgia, y Moscú los proclamó en 2008 países independientes después de intervenirlos militarmente, Nicaragua les otorgó reconocimiento diplomático, junto a las repúblicas de Nauru y Tuvalu. Y Venezuela. Cuatro países en total entre toda la comunidad mundial.

Nauru, un islote de Micronesia, tiene 21 kilómetros cuadrados y 13 mil habitantes. Tuvalu, en Polinesia, consta de 4 arrecifes de coral y 5 atolones,  con 25 kilómetros cuadrados y 11 mil habitantes; su altura sobre el nivel del mar es de 5 metros, de modo que se halla bajo la amenaza de dejar de existir ante un ascenso del nivel del mar.

En su designio de cercenar el territorio de Ucrania, Rusia ha abierto un nuevo capítulo de la guerra fría. Si un país como Nicaragua apoya esas políticas imperiales aplicadas antes a Abjasia y a Osetia del Sur y ahora a los territorios "rusos" de Ucrania, ¿no debería también apoyar a Inglaterra en su apropiación imperial de las islas Malvinas? El alegato es el mismo, allí viven ciudadanos británicos que se amparan bajo la bandera británica, y como son la mayoría, pueden decidir ser parte de Inglaterra por su libre voluntad votando en un plebiscito.

Es lo que Rusia dispuso para sellar la invasión silenciosa a Crimea, y es lo que se prepara a hacer ahora en los territorios orientales de Ucrania: que se convoque un plebiscito, mientras las milicias pro-rusas se hacen con el control militar. Y es lo mismo que hizo el tercer Reich para arrancar Bohemia, Moravia y Silesia a Checoeslovaquia. Para justificar la invasión, Hitler creó el Partido Alemán de los Sudetes. Y allí también se dio un plebiscito.

Rusia busca aliados complacientes en América Latina. Ya los tiene, Nicaragua uno de ellos. La pregunta es qué papel juega un país pobre y pequeño en este nuevo escenario de la guerra fría, tan lejano y ajeno, y qué papel nos ha asignado Rusia en su juego de pretensiones hegemónicas. Como si no tuviéramos ya suficiente con el que nos vimos obligados a representar en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando terminamos desangrados por la guerra civil más larga y costosa de nuestra historia.

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7 de mayo de 2014
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El círculo de tiza

Embriagado por la gloria, el coronel Aureliano Buendía decidió que nadie podría acercársele a menos de tres metros de distancia, y sus edecanes trazaban a su alrededor un círculo de tiza que ninguno estaba autorizado a traspasar, ni siquiera su madre.

Dentro de ese círculo de tiza lo que hay es soledad absoluta, y no llegan hasta allí las voces de fuera porque el poder absoluto sólo tiene respuestas tajantes que no necesitan  preguntas. El caudillo, venga de la academia o del rango de los iletrados, busca convertir a las instituciones en meros decorados para imponer su voluntad única que termina siendo la razón de estado. Es la misma soledad sin ecos del dictador de El Otoño del patriarca, en toda su parafernalia arbitraria de desmanes.

Pero también es la soledad del poder con toda su cauda de miserias y derrotas, como en el último viaje de Bolívar hacia su muerte en El general en su laberinto, solo y ya sin gloria. García Márquez no eligió el resplandor épico del libertador cruzando una y otra vez los Andes a caballo, algo que de por sí entra en el reino de las exageraciones, sino el íntimo desastre del final de su vida sacrificada en vano.

Joseph Brodsky alega, refiriéndose a los escritores geniales del siglo veinte ruso, que "el talento no necesita historia".  En el caso de García Márquez sería una curiosa afirmación. En América Latina, la realidad es el sustrato de toda su literatura. Lo que él hizo como artista fue transferirla la historia a una dimensión diferente, tanto que a veces nos llega a parecer inverosímil, pero sin que deje nunca de ser esa misma realidad cuya materia ha sido transformada.

Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1982, de la fantasía salta hacia el otro lado del abismo: el incendio del palacio de la Moneda y el sacrificio del presidente Allende, los dudosos accidentes de aviación en que perdieron la vida el presidente Jaime Roldós de Ecuador, y el general Omar Torrijos de Panamá.

El recuento se vuelve una elegía: "un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo".

Guerras, golpes de estado, cárceles y cementerios secretos, desaparecidos, recién nacidos secuestrados y dados en adopción clandestina. Es el recuento de una historia oscura desde las palabras iluminadas. América Latina se hallaba plagada aún en esos años ochenta de dictaduras militares que pronto deberían dejar paso a gobiernos civiles electos, surgían revoluciones como las de Nicaragua, que representaba una esperanza nueva, diferente al modelo de la revolución cubana que entraba en decadencia; la suya es una adhesión sentimental a la rebelión y la resistencia.

Y al mismo tiempo pide a los europeos recordar "que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos". Un reclamo en los tiempos de la guerra fría, cuando aún nadie vislumbraba el fin del mundo bipolar.

García Márquez venía de esa generación de latinoamericanos que había crecido bajo las dictaduras bananeras instauradas por Estados Unidos durante los años más álgidos de esa misma guerra fría, y entre sus palabras y la acción no había distancia. Un conspirador curtido, además, y fue en esa calidad que lo conocí, dispuesto a hacer todo lo que pudiera para lograr el derrocamiento de la familia Somoza. Un escritor comprometido, como decíamos ayer.

El relato del poder alcanza en su escritura esas dimensiones alucinantes que tan bien conocemos, y la realidad se vuelve la hija pródiga de la imaginación hasta desconcertarnos. Y a través de la ficción aprendemos que el poder, enquistado como está en las entretelas del corazón humano, es una bestia peligrosa que algunos logran domesticar y otros más bien azuzan dentro de sí mismos.

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30 de abril de 2014
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El Boomeran(g)
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