Skip to main content
Escrito por

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Blogs de autor

Bilin es Palestina

Husmeando el sitio que el suplemento cultural del diario La Nación, llamado adn, tiene en Internet, me encontré con un artículo de Vargas Llosa que me conmovió. El texto habla del documental Bilin, My Love, producido por Claudia Levin y dirigido por Shai Carmeli-Pollak. Aunque no vi la película, en estas semanas contemplo a diario la realidad de la que habla. Los muros que el gobierno israelí ha levantado en todo el territorio, confinando a los palestinos dentro de sus pueblos y ciudades sin otra salida que los checkpoints militares, son tajos que desgarran el paisaje dondequiera que se mire. En el caso de Bilin, en Cisjordania, el trazado de esos muros incurría además en una afrenta extra, dado que impedía a los campesinos el acceso a doscientas hectáreas de cultivos de los que la pared los separó. Por supuesto, no se trata del único inconveniente que el muro de 650 kilómetros provoca a los palestinos. Como dice Vargas Llosa, "esta espesa muralla de cemento armado y alambradas electrificadas penetra profundamente en los territorios ocupados, parte en dos y a veces en tres las localidades que atraviesa, separa a los vecinos de sus chacras y rebaños, a los escolares de sus escuelas, a los enfermos de los hospitales, incomunica a las poblaciones palestinas entre sí y convierte los desplazamientos a través de sus muy espaciadas puertas en indescriptibles pesadillas".

La causa legal que los pobladores de Bilina abrieron entonces tuvo y tiene, por cierto, muchos adherentes israelíes. Levin -de origen argentino- y Carmeli-Pollak son tan sólo dos de ellos. Desde el viernes 20 de febrero del año 2005, grupos de israelíes comenzaron a manifestarse en las afueras de Bilin, solidarizándose con las protestas de los palestinos. Desde entonces el reclamo se ha repetido todos los viernes, "sumando voluntarios internacionales, organismos de derechos humanos, periodistas, instituciones religiosas y muchos jóvenes conocidos en Israel bajo la engañosa definición de anarquistas, pues entre ellos se mezclan hippies y punkies con ecologistas, seminaristas, rabinos y viejos comunistas", dice Vargas Llosa.

Las imágenes del documental fueron registradas en las más precarias de las condiciones, pero según Vargas Llosa eso no le resta elocuencia a la narración. Menciona dos escenas que lo impresionaron. Una dedicada a una función escolar, durante la cual los niños actuaron escenas que están acostumbrados a vivir -golpizas, requisas, secuestros- y otra en la que un soldado que grita a los fotógrafos que lo rodean: "Dentro de una semana salgo de filas, así que no me importa ya nada. ¡Tómenme las fotos que quieran!" Después de lo cual dispara a quemarropa sobre la multitud.

Dice Vargas Llosa que productora y director "sienten que lo que en Bilin está ocurriendo es algo sucio e innoble, un despojo amparado en el puro derecho de la fuerza, y que privar de sus miserables lotes de tierras y sus olivos y sus cabras a esas pobres gentes en el nombre sacrosanto de la seguridad, al mismo tiempo que, allí mismo, se construyen las poderosos instalaciones donde vendrán muy pronto a instalarse los colonos, es, además de cínico, un acto de colonialismo y conquista que está en contradicción radical con todo aquello que hizo posible el nacimiento de Israel".

Hace pocos días la Corte Suprema de Israel falló en favor de los 1.600 habitantes de Bilin, lo cual obligaría al gobierno a rehacer el trazado del muro en ese punto para permitirle a la gente el acceso a su territorio. Esta es una buena noticia, que hay que asimilar con prudencia. La Corte ya ha laudado en otra ocasión en el mismo sentido, cuando dos años atrás se aceptó que el muro cortaba la ciudad de Kalkilia en tres partes, pero todavía se está a la espera de que la sentencia se cumpla. En el mismo sentido, la condena del Tribunal Internacional de La Haya, que declaró ilegal la construcción del muro, ha sido desestimada en los hechos: la pared sigue allí, sólida, opacándolo todo.

La verdadera buena noticia, en todo caso, es la existencia de gente como Levin y Carmeli-Pollak. Algo ha salido muy mal para que tanto de un lado como de otro el poder tienda a quedar en manos de las fuerzas más extremistas, pero el hecho de que también haya tanta gente de buena voluntad a ambos lados de la barrera abre una página de esperanza.

Mientras tanto, Palestina sigue llena de poblados como Bilin.

Leer más
profile avatar
19 de septiembre de 2007
Blogs de autor

Nicole, Winnie Pooh y los olivos

La vida tiene momentos surrealistas. Estoy a miles de kilómetros de casa, en Ramallah, territorio palestino. Es Ramadan. Puedo oír la oración comunal que llega por el aire, transmitida por altoparlantes. Veo mails y noticias mientras contemplo un campo lleno de olivos. La calle está vacía, todavía falta hora y media para que comience la celebración religiosa. Y de repente la pantalla del ordenador me ataca con una noticia. Grupo anónimo exige a modelo argentina que cumpla con su promesa de desnudarse. De inmediato entiendo de qué se trata: yo todavía estaba en Buenos Aires cuando Nicole Neumann dijo que iba a participar de una protesta ecologista, utilizando el desnudo como forma de expresión. Todavía recuerdo la cantidad de gente -mejor dicho: de hombres- que se reunió en el sitio anunciado, Corrientes y Nueve de Julio, delante del (esta vez con razón, al menos) siempre priápico Obelisco. La TV no mostraba otra cosa. Pero Nicole no apareció. Dos semanas después, en este sitio que es otro mundo, la levedad del ser irrumpió por la ventana de mi ordenador con todo descaro -y me hizo reír.

No soporté la tentación y fui al sitio del "grupo anónimo". Además del vídeo y de la proclama que se repetía en todos los diarios -no sólo argentinos, el asunto estaba en la portada de la versión electrónica de El País-, había múltiples adhesiones espontáneas y nuevas imágenes. Escribo esto cuando todavía falta un día, doce horas y nueve minutos para que se cumpla el deadline puesto por el grupo para que Nicole se haga cargo de su promesa, pero por supuesto no creo que aunque Nicole siga vestida cumplan con su amenaza de ajusticiar al pichicho que tienen "secuestrado". (En Argentina es vox populi la pasión de Nicole por los perros.) El hecho de que la mascara-símbolo de la "organización" se inspire en el rostro de Winnie the Pooh me parece muestra suficiente de la inocencia de la broma.

Espero que los muchachones del MPBN (Movimiento Ponete en Bolas Nicole) hayan ideado un remate igualmente simpático para la humorada, una vez que la modelo los decepcione -una vez más- con su silencio. Cuando este texto llegue a ustedes, la cuenta regresiva ya habrá terminado. Espero seguir riéndome entonces, desde este sitio lleno de olivos al que le hace tanta falta una carcajada.

Leer más
profile avatar
17 de septiembre de 2007
Blogs de autor

En Jerusalén

A pesar del preconcepto inevitable, Jerusalén es una ciudad nueva. La mayor parte de sus edificios no llega al siglo de vida. Están hechos con la misma piedra y con el mismo criterio arquitectónico: son bloques, concebidos más por necesidad -de rápida construcción, de defensa: a nada se parecen más que a bunkers- que por deseo de expresión estética. No debe haber profesión más aburrida, en Israel, que la del arquitecto.

En los últimos años la población joven tendió a huir de la ciudad rumbo a la más moderna Tel Aviv o en cualquier otra dirección. Por eso Jerusalén parece ocupada por la ortodoxia. Hay momentos en que circular por las calles lo pone a uno en trance de filme de ciencia ficción: mire hacia donde mire hay mujeres vestidas de negro, hombres con sombreros y patillas entrelazadas, niños con kipa por encima de un extraño corte de pelo. No se ve otra gente, son todos iguales. Invasion of the Orthodox Jews from Outer Space!

En la madrugada del jueves, después de las celebraciones por el Año Nuevo, Pasqual y yo vagamos por una ciudad vacía. No había nadie en las calles. Era como si hubiesen arrojado la neutrónica... a no ser que uno se metiese en los barrios árabes, claro. Yo creo que Pasqual tenía ganas de ir de juerga, pero la única opción hubiese sido irse a Tel Aviv, y en ese caso hubiésemos vuelto a cualquier hora -y en cualquier condición. Como durante el viaje me había dicho que de adolescente le encantaban los Beastie Boys, se me ocurrió que la ocasión bien valía un tema nuevo en esa vena: algo así como Fight For Your Right to Party in Jerusalem.

Pero en el corazón de esa urbe flamante esta la Ciudad Vieja. Cuatro kilómetros de murallas, puertas que nunca se cierran -salvo la Golden Gate, que quedara tapiada hasta la llegada del Mesías- y en el interior, un laberinto. Tiendas infinitas que lo venden todo, desde Kit Kats a especias sin envasar, desde cámaras de fotos a antigüedades. (En algunas vidrieras he visto apilarse vasijas de metal, polvorientas y un tanto caídas. ¿Cuántos años habrán transcurrido desde la última vez que alguien las acomodó?) Alguna gente pasa empujando carros, los niños juegan y gritan, los vendedores esperan a sus víctimas sentados en la puerta de las tiendas y probando nuevos idiomas para arrancarnos de nuestro empecinado silencio. Pero claro, también existen rincones tranquilos. Uno puede jugar al shes besh -lo que en Occidente solemos llamar backgammon- mientras fuma narguile, o comer un delicioso apfelstrudel en la cafetería del Hospicio Austriaco, un verdadero oasis: rodeado de árboles, consigue el milagro de aislarse de toda la bulla callejera.

Ayer me perdí en la Ciudad Vieja. Visite las Piscinas de Bethesda -así es este viaje para mí: del Ángel de Bethesda en la fuente de New York a la Bethesda original-, donde Jesús realizó uno de sus milagros con un hombre inválido que no conseguía llegar a las aguas milagrosas. (Maravillosa, sugestiva pregunta la que Jesús le realizó antes de curarlo: "¿Realmente quieres estar bien?") Después quise ir a la Iglesia del Santo Sepulcro, pero me extravié en el laberinto. Los pasillos parecían agostarse a cada paso. El olor a muerte que exhalaban las carnicerías me agredía, impidiéndome respirar. Giré como en una noria, hasta que me decidí a salir de mi aislamiento y pregunté por el camino correcto. Había estado dando vueltas delante del sitio buscado una y otra vez, sin darme cuenta de que lo tenía al alcance de la mano.

La puerta para entrar al Santo Sepulcro es estrecha. Como el ojo de una aguja.

¿Realmente quieres estar bien?

Leer más
profile avatar
14 de septiembre de 2007
Blogs de autor

Todos los mundos el mundo

En la madrugada me puse a hacer zapping en la casa que le prestaron a mi amigo Pasqual, en Ramallah, Palestina. Empecé a pasar canales como tonto. Superé la barrera del centenar y seguí. Pronto llegué a los doscientos. Aunque mi dedo protestaba, no tardé en cruzar la línea de los trescientos y contando: Al Agariya, Al Forat, Al Hidaya, Al Hiwar, Al Mishkat... Es verdad que había algunas repetidoras de material internacional, con series, películas y canales de noticias, pero la inmensa mayoría eran estaciones de origen árabe que barrian todo el espectro del medio. Telenovelas. Informativos. Películas. Infantiles. Canales religiosos y de debates politícos. Surfear entre tantos canales sin entender nada es una rara experiencia. Como haber dormido para despertarse en un universo nuevo, del que nada sabemos.

Claro que sabía que el mundo árabe es precisamente eso, un mundo en sí mismo. Con una historia milenaria, variedad cultural y religiosa y múltiples nacionalidades que ni siquiera lo expresan todo. (Piensen en los sunies y en los chiítas que viven a los codazos en Irak, esa entelequia creada por los occidentales -y también destruida por ellos.) Pero una cosa es saber intelectualmente y otra muy distinta es conocer. Anoche, viendo toda esa gente que hablaba, discutía, actuaba, reía, cocinaba, investigaba, oraba y entretenía, sentí -porque no puedo decir tan sólo qué supe: sentí, además- la intuición de la vastedad de este mundo tan desconocido como mal conocido. La TV fue un modesto aleph, que me permitió ver todo lo que estaba ocurriendo en ese instante en el mundo árabe a la vez que me dejaba en el umbral del conocimiento verdadero.

No pude entender nada de lo que estaban diciendo, pero comprendí algo. Más allá del idioma y de las idiosincracias culturales, esa televisión se parecía mucho a la televisión de cualquier parte. Y las emociones que ponía en pantalla eran todas reconocibles. Alegría. Preocupación. Orgullo. Deseo de vivir. De tanto en tanto deberíamos entrecruzar satélites, para que nuestros televisores mostrasen durante algún tiempo tan sólo los programas de los otros. Después de la bronca inicial, aprenderíamos a reconocernos en las formas del otro. Y entonces dejaríamos de pensarlo como enemigo. 

Leer más
profile avatar
14 de septiembre de 2007
Blogs de autor

El pueblo fantasma

Siguiendo los pasos del personaje sobre el que estoy escribiendo llegué al aeropuerto Ben Gurion, en Tel Aviv, en la madrugada del domingo. La otra vez que vine a Israel fue en plena eclosión de la segunda Intifada (que nunca acabó, dicho sea de paso), en septiembre de 2000. Aquella vez todo estaba en llamas: pasé una inspección para que me dejasen subir al avión de El Al que más bien se pareció a un interrogatorio policial. La gente de seguridad de El Al vació mi maleta y revisó hasta el último elemento, dejándome a mí la tarea de rehacer el equipaje con toda la ropa hecha un bollo. (Yo llevaba encima un libro de Edward Said, The Question of Palestine, en el que no repararon.) Esta vez todo fue fluido y tranquilo, casi como si hubiese emprendido viaje a Zurich. Nadie destripó mi maleta. No hubo interrogatorio alguno.

A la salida del Ben Gurion -estoy hablando de las 4,30 de la madrugada- me llevó a destino una taxista nacida en la Argentina. Como para que no cupiese duda de este amor, llevaba un banderín celeste y blanco con la leyenda "República Argentina" colgada del espejo retrovisor. Contó que había llegado a Israel a los tres años, de la mano de sus padres, que habían vivido bien en Buenos Aires hasta que un día su hermano mayor, por entonces de cuatro años y medio, llegó a casa diciendo que alguien le había gritado "judío sucio". A pesar de la experiencia, el afecto por el lejano país sudamericano no parece haber menguado. En los Mundiales de Fútbol grita en su favor. Cuando puede hacerlo, retorna en plan turístico. La última vez que viajó fue cuando apenas la Argentina salía de la paridad peso-dólar uno a uno, y regreso a Tel Aviv con kilos y más kilos de ropa nueva. En lo que hace a la cuestion palestina, su discurso es el de siempre. "Así no se puede vivir. Ellos nos atacan y nosotros no respondemos, somos débiles". No es bueno discutir con la persona que conduce el auto. Y menos en la madrugada. El resto del viaje transcurre en silencio.

El lunes emprendo viaje a Ramallah con mi amigo el fotógrafo Pasqual Gorriz, a quien conocí durante aquella aventura de hace siete años. Salir a la ruta significa toparse con el muro. O mejor dicho: con los muros. Todo el territorio está cosido por estas cicatrices de metal y cemento, que encierran a los palestinos dentro de sus magros territorios y les impiden el acceso a las rutas por las que circulan los israelíes. En algunos tramos el arte ha hecho su trabajo. Veo una enorme mancha negra y una leyenda en inglés. Make a hole, right here. Haga un agujero aquí mismo. En otros tramos un artista ha reproducido una serie de retratos en primerísimo primer plano, de arabes y judíos que miran a cámara con expresiones divertidas: el humor como resistencia. Las puertas que se abren de tanto en tanto en los muros son de un metal macizo, y contribuyen con la sensación medieval que el asunto transmite se mire por donde se lo mire.

Por la tarde, al regresar, hacemos un alto en Lifta. Si uno sigue viaje por la moderna Begin Boulevard nunca se enterará de la existencia de Lifta, pero Lifta existe -todavía.

Lifta es uno de aquellos poblados árabes que fueron desalojados por los judíos en 1948, el año de la fundación del Estado de Israel. Todo lo que queda hoy en pie son un puñado de casa vacías, en la ladera de una colina que la naturaleza ha reclamado como propia. Veo las ramas de un árbol saliendo por la ventana de una casa, otras se cuelan entre las piedras. La arquitectura árabe sigue siendo inconfundible, en la forma de las construcciones, de sus aperturas. (La forma es amor, leí por ahí hace muy poco.) Y la historia está allí para quien quiera leerla. En el marco de una puerta de entrada veo caracteres del alfabeto árabe, sobre los cuales una mano militar -no puedo errar en la conjetura, aquí todos son soldados- tallo una estrella de seis puntas.

Todavía subsiste una piscina comunal, en el fondo del valle. Allí encontramos a unos colonos judíos con sus niños, disfrutando del fresco. Me asombra la existencia de grandes peces de colores, que nadan a sus anchas en el agua. No sé cómo sobreviven en ese compartimiento estanco, pero sobreviven.

Los únicos habitantes de las casas son las palomas, que se alborotan y disparan a volar apenas Pasqual y yo entramos por los huecos. Las vemos planear sobre el valle, pero es obvio que volverán. Por lo menos mientras Lifta, ese pueblo fantasma, siga existiendo. En cualquier momento se urbanizará la zona, Jerusalén crece a pasos agigantados y lo que aquí se llama Great Jerusalem va expandiendo sus límites cada vez más. Cuando eso ocurra, otro rastro más de la cultura árabe-palestina se habrá perdido en el olvido. Y las palomas deberan elegir otro sitio donde hacer nido.

Leer más
profile avatar
13 de septiembre de 2007
Blogs de autor

Un genio oculto

Me compré en New York un libro que había buscado durante mucho tiempo. Se llama The Conversations, y reproduce una serie de diálogos entre Michael Ondaatje (uno de mis escritores favoritos, el autor de El paciente inglés y Divisadero) y Walter Murch, editor cinematografico de las tres versiones de El padrino, de parte de Apocalypse Now y de The Conversation -las mejores películas de Francis Ford Coppola, sin duda alguna. Suena a libro para estudiantes de cine, pero es mucho más. Murch es un hombre de vastísima cultura y profunda sensibilidad, cuyo approach al proceso de montaje es artístico antes que técnico. Sus charlas con Ondaatje convierten a The Conversation en un libro maravilloso no ya sobre la edición en el cine, sino sobre la narración y sus formas.

El trabajo del editor cinematográfico a menudo es casi anónimo, sin embargo sobre sus hombros reposa la vida o la muerte del filme: a fin de cuentas cada película es una sumatoria de fragmentos, y le cabe al editor conseguir que esa sumatoria final sea mayor -mejor- que la simple adición de sus partes. Hijo de un pintor, Murch confiesa que de pequeño se interesó en las ciencias en general y en las matemáticas en particular, porque le sugerían la revelación de patrones ocultos de la realidad. "Lo que uno hace como editor es buscar patrones, en los niveles superficiales pero también en los profundos... Cuando funciona, la edición cinematográfica -que podría tranquilamente ser llamada "construcción cinematográfica"- identifica y explota patrones de sonido y de imagen que no son evidentes a simple vista. Armar un filme es, en un sentido ideal, la orquestración de todos esos patrones, del mismo modo en que una sinfonía organiza temas musicales diferentes. Es un proceso que tiene mucho de misterioso", dice Murch, y después se pone a tocar en un piano los acordes que Pitágoras construyó a partir de la distancia entre las estrellas -la bien llamada "música de las esferas". ¿No es esta búsqueda de patrones ocultos -en el lenguaje, en los símbolos- lo que hacemos los escritores cuando tratamos de elaborar una historia que se nos ha ocurrido no se sabe cómo... ni por qué?

El libro es además un panorama fascinante sobre el surgimiento de la productora Zoetrope -donde además de Coppola surgieron George Lucas y John Milius, entre otros hoy proceres- y sobre la excelencia de Coppola como director. Un apunte sobre el rodaje de The Conversation me fascinó. Cuenta Murch que Coppola les hacía escuchar a Gene Hackman y al resto del elenco los temas de la banda de sonido que ya había compuesto David Shire, para que a la hora de rodar cada escena "no tuviesen que actuar ese color". Simplemente genial. La música ya cuenta un aspecto de la historia, Coppola se cuidaba de que la actuación no resultase redundante...

Además hay datos interesantísimos sobre la edicion de Apocalypse Redux, la versión de Apocalypse Now que incluye 40 minutos de escenas mutiladas, y sobre la reedición de A Touch of Evil, el clásico de Orson Welles que el estudio corto a su gusto y que Murch reconstruyó de acuerdo a un memo de 50 páginas en que Welles expresaba su visión del filme corte a corte.

Ondaatje aprovecha para distinguir entre dos maneras de narrar. Un artículo de Donald Richie le permite distinguir entre el estilo de Eisenstein, que construye escenas como si fuesen edificios, y Kurosawa, que borra y quita todos los elementos que puede. Desde el sitial del editor, Murch comprende que su trabajo es responder a la pregunta: "¿Cuán breve puede ser un filme y aún así funcionar?" Es esta aproximación, la de quitar trozos y trozos de marmol hasta encontrar la forma que existe debajo, la que hermana a Ondaatje y a Murch, dos maestros en el arte de narrar sin decir, de expresar sin mencionar.

Valga la cita de Ernst Toller, que Ondaatje trae a colación, a modo de cierre: "Lo que llamamos forma es amor".

Leer más
profile avatar
12 de septiembre de 2007
Blogs de autor

Una película mortal

Los cinéfilos estamos padeciendo las consecuencias del fin del verano yanqui... casi tanto como padecimos las películas monstruosas que Hollywood nos infligió durante los últimos meses. Se supone que las películas que valen la pena empiezan a estrenarse ahora, en el otoño del hemisferio norte. Como la temporada todavía no ha arrancado del todo, lo que se estrena en estas semanas es basura, al menos en líneas generales. Yo que en pleno viaje estaba en busca de algo que valiese la pena y que no hubiese sido estrenado en Buenos Aires, descarté la última de la serie de Bourne precisamente por ello y no tuve mejor idea que meterme a ver Death Proof, de Quentin Tarantino. En fin. ¿Qué les puedo decir?

Es verdad que Death Proof es la mitad de un proyecto que se llamó Grindhouse, con el cual Tarantino y Robert Rodríguez pretendían homenajear al cine de género clase más-que-B de los años 70, esas películas que se proyectaban de a dos y hasta de a tres en continuado. La de Rodríguez era una de zombies, la de Tarantino se dedica a un psicópata que asesina mujeres en la carretera utilizando su auto como arma. Se supone que las dos películas se proyectaban juntas, en un envase que incluía publicidades ficticias y otros chiches que permitirían recrear la experiencia de ir a aquellos cines de sesión ininterrumpida. O sea que Death Proof tal como la vi es en verdad una obra mutilada. Pero no hay nada que se le pueda agregar, por delante o por detrás, que la salve de ser la película estúpida y a la vez poco divertida que en esencia es.

Todavía recuerdo la profunda impresión que me causó Reservoir Dogs en Cannes, seguida de una mesa redonda en la cual el por entonces jovencísimo Tarantino departió de igual a igual con grandes de la estatura de Robert Altmann. La visión de Pulp Fiction me reveló que estábamos en presencia de un autor decidido a sacudir las estructuras del cine de Hollywood. Jackie Brown me sugirió que ya estaba en camino a convertirse en un clásico...Y entonces ocurrió Kill Bill. Me consta que mucha gente la celebró en sus dos partes, pero yo no pude evitar pensar que Tarantino había sucumbido al llamado de su nino interior de la peor de las maneras posibles, dicho esto por un hombre grande que trata de estar en contacto con su propio nino interior de la manera más seria posible. O sea: me pareció una pavada muy bien hecha. Algo que ni siquiera puedo decir de Death Proof, que es una pavada pero ni siquiera está del todo bien hecha, con la excusa de que sus torpezas forman parte del "homenaje" a aquel cine-basura.

La película parece hecha por un torpe imitador de Tarantino, o en un verdadero acto de exorcismo, haber sido hecha por el Quentin Tarantino que tenía siete años de edad. Hay mucho diálogo innecesario lleno de referencias 'pop', mucha violencia y algo de sadismo. El ya viejo argumento de que Quentin ahora reivindica a las mujeres al darles protagónicos en los que son tan fuertes, malhabladas y violentas como sus contrapartes masculinas me parece falso. Quiero decir: los personajes protagónicos de sus películas son iguales a los de siempre, sólo que ahora Quentin parece haber entendido que le tienta más filmar a mujeres, tan sólo porque están mas buenas, y ya. Da un poco de pena ver a actores como Kurt Russell y Rosario Dawson tratando de mantener vivo su entusiasmo; a esta altura del partido los actores le dicen que si por lo que se supone significa trabajar con Tarantino, un poco a la manera de lo que ocurre con Woody Allen (¿se puede decir esto de Woody, ahora que es uno de los nuestros y filma en Barcelona?), cuyas películas están llenas de grandes actores tratando de disimular las espantosas falencias del guión -con la única excepción, en estos últimos años, de Match Point.

Espero que el fracaso de Death Proof en todas partes le revele a Tarantino que la vía del regreso a la infancia está terminada, al menos de esta manera. Por lo demás, salvo que sean fanáticos a ultranza, manténganse lejos. Death Proof es mortal.

Leer más
profile avatar
11 de septiembre de 2007
Blogs de autor

New York, New York (revisitada)

Llegué a la ciudad desde abajo. Por lo general uno arriba a las ciudades en avión, en tren o en barco, lo cual permite una visión panorámica o al menos face to face. Pero yo me quedé en uno de los hoteles del aeropuerto y así fue que llegué al corazón de Manhattan en metro. Salí de un tunel a la Calle 53 y Quinta Avenida. Nada mejor, para apreciar una de las ciudades más verticales del mundo, que emerger desde las profundidades.

Supongo que hice lo que cualquiera al cruzarse con una ex novia a la que no ha visto en años. Lo primero es atender a sus rasgos más conocidos, para ver si resiste la confrontación con el recuerdo. Rodé sin pensarlo por aquellos sitios que ya había visitado a solas tantas veces y también junto a mis hijas: el Rockefeller Center, Times Square, Broadway, las tiendas de Madison (es como meterse en un capitulo de Sex and the City), el Central Park. (Donde me topé con Cameron Diaz y Ashton Kutcher, dicho sea de paso, que rodaban una película bajo el sol radiante. Y sí, ella es tan linda como parece.Y se ríe con la misma, contagiosa risa que le conocemos de la pantalla.) El primer round fue para la ex novia: maldición, estaba más bella que antes.

Pero enseguida empezó a mostrar las señales del tiempo, o lo que es igual: las marcas de la Historia. No fui al Ground Zero, donde estaban las Torres Gemelas (para qué contemplar el vacío, tanta ausencia: de cemento, de cristal, de vidas?), pero las consecuencias del 11/9 se encargarían de venir hasta mí. En la superficie la ciudad sigue siendo espléndida como siempre. Pero cuando uno afina la mirada percibe al fin el mensaje que está impreso en todas partes y en todos los tamaños, desde los billboards de los omnibus hasta la letra chica de los pasajes del metro: Si ve algo extraño, dígalo. Casi 2000 personas lo han hecho ya. La campaña pública apunta a concienciar a la gente, para que denuncie ante las autoridades la existencia de paquetes extraños y de "actitudes sospechosas". ¿Qué define una actitud sospechosa, para hacerla merecedora de la denuncia? ¿Un color de piel? ¿Una forma de mirar, de moverse, que al menos en el exterior sea distinta a la del común?

New York ha sido herida por el miedo. Lo disimula bien, lo lleva con galanura, pero la cicatriz está. Y es imborrable.

Superados estos escarceos empecé a buscar sitios, cualidades que no le conociera desde antes. Apenas entre en la Catadral de San Patricio me encontré con una estatua de Santa Brígida, la irlandesa que le dio nombre al pueblito de La batalla del calentamiento. Me pareció un signo; le encendí una vela. Después me fui hasta el Dakota y visite Strawberry Fields, algo que nunca había hecho en todos estos años a pesar de mi lennonismo irredento. Supongo que el dolor era demasiado grande. Ahora el dolor es un jardín, donde crecen 161 especies, una por cada país del orbe.

Cuando llegué a la fuente de Bethesda me sentí feliz. Empezaba a encontrar a mi personaje, ese hombre ficticio con cuyas raíces deseaba toparme en su Manhattan natal. La fuente rodea una estatua, El Ángel de las Aguas, que remite al ángel sanador que se apareció en el oasis de Bethesda, en Jerusalen. En un brazo el ángel sostiene una rama viva, símbolo del poder que representa. Pero la mano derecha se tienda hacia adelante, y los dedos índice y pulgar se extienden aún más, como si buscase la sintonía fina de lo invisible. Así me siento yo ahora: manipulando lo inefable entre mis dedos, tratando de sintonizar la estación correcta.

La otra parte del pasado de mi personaje la encontré en el punto de New York que es puro Tercer Mundo: el Lower East Side, que alguna vez fue refugio de las primeras colonias judías -la sinagoga de la calle Eldridge esta cubierta por velos, en plena restauración- y que hoy es Chinatown desde los cangrejos que se venden en las calles a las bellezas asiáticas que, semidesnudas, me sonríen desde el stand de las revistas. Quizá sea ése uno de los motivos del encanto de la ciudad: el hecho de que sea producto de todas las etnias -polacos e irlandeses, latinos y orientales, africanos y judíos- y de que conserve en algún punto de la isla un espejo en el que nos reconocemos, una esquina que sentimos nuestra, un rincón que bien podría ser nuestro hogar.

Leer más
profile avatar
10 de septiembre de 2007
Blogs de autor

New York, New York

Los libros son como los buenos amigos: nos tienen la paciencia que no solemos tenerle a nadie -ni siquiera a ellos mismos.

Hace algunos meses una amiga me regaló Historias de New York, de Enric González. El libro me siguió de Madrid a Buenos Aires y fue a parar al estante de los volúmenes pendientes. (También tengo estantes para aquellos que Perdieron el Encanto con el Tiempo, los que No Pienso Releer, los que Nunca Se Sabe y un largo etcétera. Sigo.) Supongo que lo postergué porque New York estaba muy lejos de mi mente por entonces. Hacía casi diez años que no la visitaba; mi recuerdo era el de una ciudad que ya no existía. La última vez que estuve allí mis hijas y yo pasamos un largo rato contemplando Manhattan desde el Observation Deck de las Torres Gemelas, a una altura que hoy sólo frecuentan los pájaros.

Las cosas pasan. Se me ocurrió una historia con varios protagonistas, uno de los cuales es oriundo de New York, y elipsis mediante terminé sentado en un avión con Historias de New York en mis manos.

Es un libro encantador, que devoré de una sentada -literal, puesto que el avión me conminaba a semejante postura- y que me preparó para el (re)encuentro con esta ciudad a la que tanto había amado y de la que me sentía distante, un poco por el dolor y un poco por la incomprensión. (Supongo que sería injusto culpar a los neoyorquinos por el presidente que se echaron. En todo caso, se trata de una responsabilidad compartida. Sigo.)

Además de darme una envidia horrorosa por haber entrevistado a Oliver Sacks y a Lou Reed, entre otros, González concibió un libro que funciona como un Aleph: permite ver todos los momentos de la ciudad y todos sus rincones al mismo tiempo. Sin embargo la coexistencia de tantas facetas (los ricos y los pobres, el pasado y el futuro) no confunde: por el contrario, convierte al relato en un diamante, un objeto contradictorio, preciso y precioso, que sólo puede parecerse a sí mismo.

Andando nuevamente por las calles de New York -ese es uno de sus encantos: más allá de su monumentalidad ineludible, New York sigue siendo una ciudad caminable-, se me ocurrió que Enric González me había prestado su mirada, esos ojos lúcidos que permiten ver los defectos sin que suponga mengua en el amor; porque vi muchas cosas que nunca antes había visto, mi mirada no suele ser tan filosa.

Ahora González está en Italia, dándome nuevas envidias con sus crónicas sobre el Festival de Venecia para el diario El País. Me hubiese gustado cruzármelo en New York e invitarlo a una cerveza en el Blind Tiger, para sonsacarle nuevas historias sobre la ciudad que amamos sin dar excusas ni explicaciones. New York es tan bella, que la noción de integrarme al rebaño de sus adoradores me tiene sin cuidado.

Leer más
profile avatar
7 de septiembre de 2007
Blogs de autor

Las ménades

Conversando con amigos en Mendoza recordé una anécdota de esas que le marcan a uno la vida. Ocurrió hace algunos años, cuando mi hija más pequeña estaba todavía en la escuela primaria.

En aquel entonces mi hija descubrió que su hermana mayor, que le lleva ocho años y medio, guardaba en su cartera una caja de preservativos que obviamente intentaba usar con su novio de siempre. Angustiada ante la evidencia de la actividad sexual de su hermana (cuando somos niños ni siquiera toleramos la noción del sexo entre nuestros padres, sin el cual no existiríamos), hizo algo predecible: compartió la inquietud con sus amigas. Buscaba consuelo, no me cabe duda. Lo que obtuvo fue otra cosa.

Es evidente que alguna de aquellas niñas contó en su casa lo que angustiaba a Milena. Lo sé porque a los pocos días me convocaron desde el colegio para que me presentase a una reunión. Allí me expresaron que habían recibido ‘la inquietud’ de algunos padres –en realidad las que acudieron a denunciar fueron madres, guardianas de la virtud de su prole- respecto de la conducta de Milena. Supongo que encontraban reprobable que una niña en edad escolar hablase de sexo, aun cuando lo hiciese para expresar la angustia que le generaba la evidencia sobre la madurez de su hermana mayor.

Ya no recuerdo bien qué pretendían de mí. Supongo que esperarían que le prohibiese a Milena hablar de ‘esas cosas’ en el colegio. Lo que sí recuerdo es que durante algún tiempo algunas de sus compañeras rechazaron todas las invitaciones de parte de Mile; se ve que sus padres temían que sus hijas visitasen mi casa-lupanar.

El único motivo por el cual no la saqué de esa escuela (temía que Mile fuese demasiado pequeña para estar expuesta a tanta hipocresía, a la marginación social y a la persecución) fue porque ella misma no quiso. Pero desde entonces creo que le debo a esas madres la muerte de la inocencia de mi hija. Lo pienso cada vez que me las cruzo en la puerta de la escuela, donde me sonríen para disimular que en realidad son ménades como las del cuento de Cortázar; si pudiesen me saltarían a la garganta.
Yo rezo a diario para que aquel dolor no le haya enseñado a Milena a encerrarse, a pensar que uno debe cuidarse hasta de sus amigos.

Leer más
profile avatar
6 de septiembre de 2007
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.