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En Jerusalén

Por 14 de septiembre de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

A pesar del preconcepto inevitable, Jerusalén es una ciudad nueva. La mayor parte de sus edificios no llega al siglo de vida. Están hechos con la misma piedra y con el mismo criterio arquitectónico: son bloques, concebidos más por necesidad -de rápida construcción, de defensa: a nada se parecen más que a bunkers– que por deseo de expresión estética. No debe haber profesión más aburrida, en Israel, que la del arquitecto.

En los últimos años la población joven tendió a huir de la ciudad rumbo a la más moderna Tel Aviv o en cualquier otra dirección. Por eso Jerusalén parece ocupada por la ortodoxia. Hay momentos en que circular por las calles lo pone a uno en trance de filme de ciencia ficción: mire hacia donde mire hay mujeres vestidas de negro, hombres con sombreros y patillas entrelazadas, niños con kipa por encima de un extraño corte de pelo. No se ve otra gente, son todos iguales. Invasion of the Orthodox Jews from Outer Space!

En la madrugada del jueves, después de las celebraciones por el Año Nuevo, Pasqual y yo vagamos por una ciudad vacía. No había nadie en las calles. Era como si hubiesen arrojado la neutrónica… a no ser que uno se metiese en los barrios árabes, claro. Yo creo que Pasqual tenía ganas de ir de juerga, pero la única opción hubiese sido irse a Tel Aviv, y en ese caso hubiésemos vuelto a cualquier hora -y en cualquier condición. Como durante el viaje me había dicho que de adolescente le encantaban los Beastie Boys, se me ocurrió que la ocasión bien valía un tema nuevo en esa vena: algo así como Fight For Your Right to Party in Jerusalem.

Pero en el corazón de esa urbe flamante esta la Ciudad Vieja. Cuatro kilómetros de murallas, puertas que nunca se cierran -salvo la Golden Gate, que quedara tapiada hasta la llegada del Mesías- y en el interior, un laberinto. Tiendas infinitas que lo venden todo, desde Kit Kats a especias sin envasar, desde cámaras de fotos a antigüedades. (En algunas vidrieras he visto apilarse vasijas de metal, polvorientas y un tanto caídas. ¿Cuántos años habrán transcurrido desde la última vez que alguien las acomodó?) Alguna gente pasa empujando carros, los niños juegan y gritan, los vendedores esperan a sus víctimas sentados en la puerta de las tiendas y probando nuevos idiomas para arrancarnos de nuestro empecinado silencio. Pero claro, también existen rincones tranquilos. Uno puede jugar al shes besh -lo que en Occidente solemos llamar backgammon- mientras fuma narguile, o comer un delicioso apfelstrudel en la cafetería del Hospicio Austriaco, un verdadero oasis: rodeado de árboles, consigue el milagro de aislarse de toda la bulla callejera.

Ayer me perdí en la Ciudad Vieja. Visite las Piscinas de Bethesda -así es este viaje para mí: del Ángel de Bethesda en la fuente de New York a la Bethesda original-, donde Jesús realizó uno de sus milagros con un hombre inválido que no conseguía llegar a las aguas milagrosas. (Maravillosa, sugestiva pregunta la que Jesús le realizó antes de curarlo: "¿Realmente quieres estar bien?") Después quise ir a la Iglesia del Santo Sepulcro, pero me extravié en el laberinto. Los pasillos parecían agostarse a cada paso. El olor a muerte que exhalaban las carnicerías me agredía, impidiéndome respirar. Giré como en una noria, hasta que me decidí a salir de mi aislamiento y pregunté por el camino correcto. Había estado dando vueltas delante del sitio buscado una y otra vez, sin darme cuenta de que lo tenía al alcance de la mano.

La puerta para entrar al Santo Sepulcro es estrecha. Como el ojo de una aguja.

¿Realmente quieres estar bien?

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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