Me divirtió mucho un fragmento del reportaje a Andrés Calamaro que le realizó Oscar Jalil para la última Rolling Stone. Hablando del programa de Peter Capusotto -un disparatado VJ que interpreta en TV el comediante Diego Capusotto-, Calamaro dice: "Reírse de los músicos no es difícil, porque nos morimos ahogados en nuestro propio vómito, nos deprimimos incluso siendo ricos y famosos, nos creemos más importantes de lo que somos... o menos importantes".
Se me ocurrió que harían falta variantes de Peter Capusotto para reírse asimismo de los actores, directores y escritores, toda gente a la que le (nos) vendría bien un baño de humildad. Por lo general estamos convencidos de haber salido del cerebro de Zeus junto con Venus. Y aunque a alguno le pueda parecer que los escritores conservamos la dignidad mejor que los rockeros (después de todo no solemos salir a la calle con calzas ni noviamos con Britney Spears), es tan sólo porque no nos da el cuero para solventar ciertos excesos. Si hubiera más dinero en danza en el mundo de los escritores -lo cual equivale a más difusión masiva, y por ende a mayor glamour- no tardaríamos en caernos por las fiestas con los ojos delineados, collares de oro y starlets colgadas de los brazos.
Ah, si se pudiese medir el grado de egolatría y de envidia que existe en el gremio... Créanme, más de una vez he sentido que dos escritores estaban a punto de agarrarse de los pelos en público como Kid Rock y Tommy Lee, y por razones mucho menos valederas que Pamela Anderson.
Andamos por la vida dándonos más humos que Botnia, aun cuando ninguno ha escrito Moby Dick o cosa que se le compare. ¡No me digan que no haríamos un magnífico personaje cómico, digno de Dickens o de Rostand! (Ya me estoy poniendo pretencioso otra vez: creo que con suerte daríamos para personaje de Adam Sandler.)
Pretendemos ser juzgados por parámetros distintos, que muchas veces pasan por intenciones nunca concretadas o por obras ‘incomprendidas'. Pero a fin de cuentas merecemos ser juzgados por la misma vara que mide al resto de la humanidad. Ya lo dijo el evangelista: Por sus frutos los conoceréis.
No hay nada más agotador que la vanidad.

Me parece bien además que lo hayan encerrado en una cárcel común, en este caso el penal de Marcos Paz. Pero no puedo evitar sentir inquietud ante la tenebrosa compañía que allí le espera. En Marcos Paz están detenidos otros condenados por crímenes durante la dictadura, entre ellos el ex comisario Etchecolatz. En otro contexto hasta me causaría gracia que estos jerarcas de probada vocación nazi se viesen condenados a rememorar viejas glorias en una cárcel para delincuentes comunes. Pero hechos como la desaparición de Jorge Julio López en plena democracia me llevan a desconfiar de la sabiduría de reunir conspiradores bajo un mismo techo. Podrán parecer gente acabada, pero el hecho de que López siga desaparecido prueba que todavía están en condiciones de infligir daño.
Si tuviesen que contarme sus propias historias a través de música, ¿qué me harían escuchar?