Skip to main content
Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La ley y la fuerza

El president Mas lleva razón. El conflicto entre legitimidad y legalidad que se está tejiendo en Cataluña no puede resolverse por las armas. Pero tampoco se resuelve con actuaciones fuera de la ley por parte de los gobernantes catalanes. Lo que hacen ambos tipos de actuaciones es agravar el conflicto, no resolverlo. Y de las dos, la que más lo agrava es el uso de la fuerza. Lo agrava tanto que lo puede convertir en un conflicto irreparable.

La solución es tan sencilla como difícil. Mas y Rajoy deben hacer en algún momento, lo antes posible por cierto, lo que no supieron hacer el pasado 20 de septiembre: ponerse de acuerdo y hacer un plan de trabajo para hacer dos cosas imprescindibles en este momento, como son salir junto de la crisis primero y rehacer el consenso constitucional español después.

Estamos en una larga carrera no apta para cardíacos, sentimentales o iracundos. Las apuestas van a seguir subiendo. También el tono y la gravedad de los argumentos. Las ventajas de unos serán entendidas como chantajes por los otros, los inconvenientes como amenazas, las observaciones imparciales como voluntad de desentendimiento. Esto será así, al menos, hasta las elecciones. Después se verá. En función de los resultados, de la situación política general y del estado de la economía. Hay variables exteriores que escapan al control de los actores internos de este conflicto. Por ejemplo, el futuro del euro y de la Unión Europea. Es evidente que a una Europa en estado de disgregación, que no es el caso, al menos todavía, le importaría muy poco lo que ocurriera en España. Pero también lo es que la Europa de ahora, a pesar del clima de crisis, no admitiría ni las ilegalidades de unos ni el uso de la fuerza de otros.

A pesar de la puja verbal y política, lo mejor es no hacer mucho caso a los extremos. Dejarse llevar por quienes se sitúan en la punta del arco político es altamente desaconsejable. Adelanto además mi pronóstico: no serán ellos quienes ganarán esta larga jugada en la que estamos metidos. Ha sido Jordi Pujol quien da por prácticamente imposible la independencia. Como correlato simétrico hay que excluir también que se mantenga la unidad de España tal como la interpreta el Tribunal Constitucional en su famosa sentencia sorbe el Estatuto de Cataluña.

Hay solución a este conflicto y se encuentra, como todo, en un punto intermedio que los políticos debieran encontrar y fijar lo antes posible. Cuanto más tarden, más alto será el precio que pagaremos todos por la solución. Y cuanto más tarden, más arriesgado e incierto será el camino que hay que recorrer, con mayores posibilidades de percances de recorrido, sobre todo por la crisis pavorosa que va cobrándose puestos de trabajo, crecimiento y derechos sociales a su paso.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
2 de octubre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Estado impropio

Lo siento, president, pero de Estado de derecho no hay más que uno. Y de momento no es catalán. Tampoco hay un Estado de derecho internacional. Ojalá lo hubiera y fuera al menos europeo. Seguro que facilitaría la existencia de un Estado de derecho catalán integrado, ese Estado propio dentro de la Unión Europea que pedían los manifestantes del 11-S. Lo único que hay es el Estado de derecho español, con independencia de que guste más o menos a unos y otros.

Artur Mas dijo el sábado, a propósito de la legalidad de una consulta sobre la soberanía de Cataluña, que seguirá "los marcos legales y el Estado derecho, sea el español cuando sea necesario, el catálán o el internacional cuando también lo sea". Pues no podrá ser. La única forma de que sea legal la consulta que se propone es hacerla dentro del marco Constitucional del Estado español.

Una de dos: o la realiza después de un intenso diálogo y un acuerdo final con el Gobierno español, que es quien debe autorizarla o alternativamente aceptar una reforma constitucional que la permita; o se convoca sin valor jurídico, en la línea de las consultas populares ya realizadas por multitud de ayuntamientos catalanes, sin el apoyo de Estado de derecho alguno para que se deduzcan consecuencias efectivas de sus resultados. El Estado de derecho español no es una nimiedad ni una formalidad. Artur Mas es presidente gracias a que hay Estado de derecho español. Si su victoria electoral el 25 de noviembre se da ya por hecha es gracias, entre otras cosas, a las disfunciones y defectos del Estado de derecho que han propiciado el clima secesionista imperante en Cataluña. Pero no hay otro. La regla de juego es esta, por imperfecta que sea. La base de todo, de la autonomía, de la recuperación de la lengua, de la integración europea y de la moneda única de nuestras crisis es el Estado de derecho español.

Esta idea es muy seria y gravita sobre la política catalana desde el 6 de octubre de 1934, cuando el presidente de la Generalitat del momento se olvidó de quién era y a quién representaba y se levantó contra la legalidad española y el Gobierno legalmente constituido para declarar el Estado catalán dentro de la República federal española. Nadie quiere en la plaza de Sant Jaume una repetición del 6 de octubre, y no tan solo por cómo acabaron la autonomía y su presidente a los pocos años, sino también por el respeto del principio de legalidad que viene exigido por todos, empezando por la comunidad internacional y el conjunto de los socios europeos.

El presidente catalán ha querido decir dos cosas con su curiosa teoría acerca del Estado de derecho. Hará las cosas dentro de la ley. Recordemos que incluso la ruptura pactada con el franquismo se hizo preservando las formas legales, "de la ley a la ley y por la ley", según palabras del inspirador del proceso que fue Torcuato Fernández Miranda. Y quiere jugar en la escena internacional para obligar al Gobierno español a sentarse y a negociar más que acogerse a una legalidad internacional que difícilmente puede responder a sus requerimientos.

Artur Mas ha avanzado todavía más. No le bastará con un 51 por ciento a favor en la consulta, sino que exigirá una mayoría indestructible e indiscutible. Nada de aprovechar la ventana de oportunidad para precipitar un proceso rápido de secesión como le exigen los más apresurados. No importa un año más, ha dicho. Ni dos legislaturas en vez de una. Mientras tanto, ha dejado de pronunciar el hexasílabo catalán de moda. Por si acaso. Su consejero de Cultura, Ferran Mascarell, para complicar más las cosas, ha declarado al diario Ara que "es un falso dilema escoger entre Estado propio y federalismo, porque la mayoría de quienes decimos que Cataluña necesita instrumentos de Estado somos federalizadores respecto a Europa y a España".

Estamos en campaña electoral. Formalmente desde el martes, cuando Mas convocó las elecciones. De facto, mucho antes, quizás desde que Rajoy obtuvo hace un año una mayoría absoluta y CiU escribió el guión que culminó con la ruptura en La Moncloa tras la Diada. Ahora es tiempo de levantar ilusiones y lanzar promesas, que solo comprometen a quienes se las creen.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
1 de octubre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Cataluña internacional

Cataluña ya está en el mapa. Era uno de los primeros objetivos. Artur Mas ya no es un desconocido. La eventualidad de que España se rompa en dos está en estudio en las embajadas y cancillerías. Todos aquellos que saben algo del asunto, en Pekín y en Londres, en Washington y en Brasilia, son requeridos con urgencia por sus superiores para que lo expliquen. Contribuyó y mucho la Diada. No es frecuente la noticia de una manifestación tan multitudinaria, pacífica y tranquila, pero también clara e inequívoca en su petición. Ha remachado el clavo esta semana la disolución anticipada, los mismos días en que aumenta la presión sobre Rajoy, en la calle contra los recortes sociales y en el escenario internacional para que pida de una vez el rescate. No nos hagamos los olvidadizos: Cataluña ya estaba en el foco de atención internacional desde finales de julio, cuando Andreu Mas-Colell se adelantó en la BBC a pedir el rescate.

El razonamiento que sitúa a Cataluña en el eje decisivo es su peso y tamaño respecto a la economía española. Si Cataluña cae, cae España, y si España cae, cae el euro. Ahora tras la Diada, el órdago de Mas y la convocatoria de elecciones con intenciones plebiscitarias y constituyentes, la cadena adquiere una energía política demoledora. Cataluña es la Alemania de España pero está en la situación de Grecia: tiene su lógica que busque un lugar en el norte riguroso cuando se halla anclada en el sur malgastador.

La disolución parlamentaria es un fracaso político sin paliativos. Para Rajoy, claro. Estamos hablando de una amenaza a la integridad del país de la que Rajoy es responsable y de un socio parlamentario del PP que le hace la cama en el peor momento posible. No lo es para Artur Mas, al contrario, aunque difícilmente se le puede atribuir otra virtud política que no sea un sutil y educado maquiavelismo. Tiene las arcas vacías, bajo perfusión directa desde Madrid. Se halla propiamente con su administración intervenida. Ha efectuado los recortes más drásticos y rápidos de toda España. No se le conoce balance de sus dos años de Gobierno. Y ha conseguido imponer, en cambio, la agenda nacionalista sobre la agenda social y económica que las circunstancias exigen. Estos milagros políticos son infrecuentes.

La apuesta es muy alta. Una auténtica aventura. Para evitar equívocos ya ha tomado la vacuna: una vez cumplida la misión abandonará. Creo que fue Jean-Pierre Vernant quien definió al emperador como un aventurero que ha triunfado. Mas ya ha dicho que no quiere ser emperador. También lo ha dicho para convencer a quienes temen a los caudillos: se irá en cuanto toque el cielo. Con la fuerza que tiene detrás es inevitable que piense en este momento sublime y que aleje, en cambio, la idea y la imagen de la derrota. Sabemos muy bien cuál es el destino de los aventureros derrotados.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
29 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Derecho a la blasfemia

Donde no hay dioses no hay blasfemia. La blasfemia es hija de la divinidad, una manifestación estrictamente religiosa que refuerza con su transgresión la fuerza de lo sagrado. Castigar la blasfemia es propio de sociedades teocráticas, organizadas según las leyes de los dioses y no de los humanos.

Ciertamente, desde los poderes públicos hay que proteger la pluralidad religiosa y promover el respeto a las creencias de todos. Pertenecen a un ámbito personal en el que nadie tiene derecho a entrometerse. Pero las libertades de conciencia y de expresión son un bien superior que no cabe degradar en nombre de religión alguna. Nadie puede castigar un supuesto delito de difamación religiosa sin afectar directamente al corazón de la libertad. Pero inducir al respeto no significa obligación de respetar, como defender el derecho a la blasfemia no significa obligación de blasfemar.

Y eso es así porque estamos hablando de libertades y derechos individuales. Los dioses y los libros sagrados, las religiones y los dogmas, como los personajes históricos y los mitos, las patrias y las banderas, no tienen derechos ni deberes como los tienen los ciudadanos individuales. No se puede atentar contra el honor de Buda o de Confucio, de Napoleón o de Garibaldi, de Jesucristo o de la Santísima Trinidad.

Los violentos que reclaman el honor mancillado de sus profetas o de sus libros o que incluso llegan a asesinar en su nombre ejercen un chantaje intolerable. Este sería el caso si se convirtiera en delito punible la publicación de las viñetas de Mahoma que hizo el diario danés Jyllan Posten en 2005, la difusión en YouTube del infame vídeo californiano sobre Mahoma o la actual campaña satírica sobre el islam de Charlie Hebdo.

Será difícil convencer a los dirigentes de muchos países islámicos donde la blasfemia está ahora castigada penalmente, incluso con la muerte. Obama lo ha intentado con su discurso del martes ante la Asamblea General de Naciones Unidas, aunque es de temer que de poco servirá su pedagogía sobre la libertad de expresión, dirigida a gobiernos y regímenes que sacan réditos de estas prohibiciones en dos direcciones, en el control sobre los medios de comunicación y en el apaciguamiento de los islamistas más radicales y violentos.

Obama ejemplificó el problema con su defensa de la libertad para insultar al presidente de Estados Unidos. El insulto al soberano es una actividad que antaño, cuando era de origen divino, pertenecía también al territorio de la blasfemia y se castigaba severamente. Ahora, en cambio, la libertad de blasfemar contra el jefe del Estado es la garantía de la sociedad libre. Lo mismo hizo una sentencia célebre del Tribunal Supremo con el símbolo máximo de la nación que es la bandera. Esta es la paradoja: quienes estos días queman banderas con las barras y las estrellas a lo largo y ancho del mundo islámico no cometen delito alguno según la jurisprudencia y los códigos estadounidenses.

Todo esto es una discusión medieval, perfectamente al día gracias a la campaña organizada por los poderes religiosos de buen número de países islámicos, que promueven una legislación internacional contra la denominada difamación de la religión. Hasta 2011 estos problemas se dilucidaban sin discusión pública en las mazmorras y comisarías de las dictaduras árabes, pero ahora se debaten en los parlamentos y en las comisiones constitucionales como resultado de la llegada impetuosa de los partidos islamistas al poder, dispuestos a demostrar la verdad de su lema y mito de que el islam es la solución para todo.

El único límite a la libertad de expresión es la incitación a la violencia. No es el caso de las imágenes de Mahoma. Tampoco del humor más o menos grueso e irreverente con el islam o el cristianismo. Ni siquiera es el caso de la zafia producción videográfica utilizada como excusa para una campaña de violencia. Para la jurisprudencia estadounidense no lo es ni siquiera el negacionismo de los crímenes contra la humanidad, a diferencia de lo que sucede en algunos países europeos.

Obama ha trazado las líneas rojas. No las que le pedía Benjamín Netanyahu respecto al arma nuclear iraní, sino otras más importantes, exigidas por las reacciones antiliberales en las democracias árabes. Si las traspasamos, quedarán condonados otros sistemas de censura que se practican en muchos países, como China, en nombre de la estabilidad y para evitar las provocaciones. No hay diversidad cultural que valga respecto a estos valores universales que surgen espontáneamente en todas las civilizaciones, allí donde hay hombres y mujeres que reivindican sus derechos por encima de los dioses y de los mitos.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
27 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Elogio de la transición

La española fue muy elogiada en su día. No ahora, cuando ni siquiera quienes la hicieron se atreven a reivindicarla. Véase a Jordi Pujol, que da por hecho que se equivocó. Ya que no podemos elogiar la nuestra, hagamos lo propio con la de Birmania, aunque todavía no haya desembocado en la democracia. Cae muy lejos, interesa poco y hay que esforzarse para encontrar paralelismos. Nadie va a reprochárnoslo.

Los paralelismos, que los hay, son de orden más moral que político y se personifican en la frágil y a la vez gigantesca figura de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, ahora líder de la oposición, pero durante muchos años bajo arresto domiciliario dictado por la feroz Junta Militar que manda en el país desde 1962.

Suu Kyi es la hija del general Aung San, héroe de la independencia asesinado en 1948 cuando ella solo tenía dos años. Desde 1988 encabezó la oposición a la Junta Militar y al año siguiente ya estaba bajo arresto, prolongado hasta 2010 salvo cortos periodos de interrupción. Al frente de la Liga Nacional para la Democracia, ganó en 1990 unas elecciones que la Junta Militar anuló. Y venció de nuevo y muy ampliamente en abril de 2011 en unas elecciones parciales, las primeras de la apertura democrática, en las que se jugaban 45 escaños sobre 600.

Suu Kyi tira de la cuerda cuando conviene, pero a la vez también echa una mano al gobierno tutelado por los militares al que se opone. En Estados Unidos ha sido recibida esta semana por Obama, Hillary Clinton y el Congreso como lo que es, una heroína de la libertad. Aunque encabeza la oposición, ha pedido en Washington que se levanten las sanciones contra su país. Como hacen los líderes responsables, actúa ya como si gobernara. Desde la epopeya de Mandela no se había visto nada igual.

De la ley a la ley. Sin rupturas. Con el consenso como método, ?hasta conseguir que forme parte de la cultura política de Birmania?, según sus propias palabras. Así se hace camino, no con la remontada de los extremos que conocemos en Europa y en Estados Unidos, la denigración del adversario o la abominación del consenso y de las posiciones moderadas.

Suu Kyi es una mujer paciente y reformista, preparada siempre para el compromiso y el diálogo. Sin estas virtudes, nada hubiera conseguido. Y ha sabido aprovechar la aparición de una figura clave, el exgeneral y ahora presidente U Thein Sein, un moderado dispuesto a dirigir el país hacia una apertura democrática. Siempre es cosa de dos, al menos. Nadie puede abrir el baile de una transición desde el poder sin la pareja al otro lado con la que emprenderá unas complejas relaciones de pacto y de pugna, como sucedió entre nosotros con Suárez y Carrillo.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
23 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Frivolidad

Las mejores soluciones son siempre producto de las reglas de juego aceptadas por todos. En relaciones internacionales corresponden al método multilateral, que da voz y voto a todos los países y permite decidir por mayorías más o menos equitativas, aunque no siempre justas: no lo son en el Consejo de Seguridad, donde cinco jugadores tienen derecho de veto.

La regla de juego protege siempre a los más débiles. Incluso en el peor de los casos en que hay un grupo de privilegiados con derechos especiales, la sola existencia de reglas permite salvaguardar los derechos de los más pequeños.

A este método se le pide que sea efectivo. Estamos en el mundo del pragmatismo automático: si lo multilateral no funciona, se abre camino sin dilación el método bilateral, en el que no es la regla de juego sino la correlación de fuerzas la que cuenta. Es lo que China quiere aplicar ahora al rosario de contenciosos que tiene con casi todos los vecinos con los que comparte aguas y disputa peñascos e islotes, en vez de acogerse a los arbitrajes y resoluciones de las organizaciones y tribunales internacionales. Es también el tipo de negociación que le interesa a Israel y a la que no quiere someterse Palestina.

Cuando no funciona la vía bilateral, queda expedito el camino de la vía unilateral, en la que cada uno hace de su capa un sayo y procede a ejecutar su santa voluntad: Israel se retira de Gaza sin negociar o recupera el control militar de Cisjordania. EE UU es un consumado atleta en este tipo de ejercicios entre el bilateralismo y el unilateralismo, una vez ha renunciado al multilateralismo por inefectivo. La unilateralidad en un contexto de poderes militares en competencia es el camino de la fuerza bruta y de la guerra preventiva.

Todo esto también vale para la política interior española, donde hay una gradación de soluciones a las disputas entre las nacionalidades históricas, Cataluña y País Vasco fundamentalmente, y el Estado central. La multilateralidad es el mundo de las reglas de juego, que establece la Constitución y que, a pesar de todos los defectos, es la mejor y única protección para los débiles.

Según se desprende de la amplia mayoría del Parlamento Catalán que apoyó el Pacto Fiscal de Artur Mas y de los manifestantes del 11S en Barcelona, el camino multilateral quedó agotado con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de 2005. Recordemos que dicho Estatuto había sido refrendado nada menos que por cuatro instancias democráticas: tres representativas, como el Parlamento Catalán, el Congreso y el Senado español y una directa, como es el corpus electoral de los ciudadanos de Cataluña en referéndum.

El alto tribunal español no se dignó ni siquiera tener en cuenta estas circunstancias legitimadoras en su sentencia, leída como un severo varapalo desde Cataluña y por los juristas catalanes, incluidos los más críticos con el Estatuto. Es una actitud que contrasta con la deferencia hacia el legislativo de los tribunales equivalentes alemán y estadounidense ante decisiones de similar gravedad, como son el caso de los acuerdos y tratados monetarios europeos en el primer caso, y la reforma del sistema de salud de EE UU en el segundo.

Traducido a términos prácticos significa que la regla de juego y su máximo intérprete quedaron desde aquella ocasión deslegitimados, al menos ante un amplio sector de la opinión catalana. Es lo que sucede con el multilateralismo cuando su efectividad se ve obstaculizada por la posición irreductible o fundamentalista de una parte.

A falta de una regeneración del multilateralismo, que significa consensuar de nuevo la regla de juego, se abrió así la vía alternativa, la bilateralidad, en la que cada agente intenta extraer la máxima fuerza de su posición para aplicarla luego en una negociación bilateral. Quien prefiere bajar el escalón de la multilateralidad a la bilateralidad debe contar con fuerzas para hacerlo con éxito. No es el caso de Artur Mas con su propuesta de Pacto Fiscal, rechazada por Rajoy sin más contemplaciones.

Mas imaginó su Pacto Fiscal para unas condiciones más suaves que las actuales: no contaba ni con la mayoría absoluta del PP ni con la profundidad de una crisis que ha dejado a Cataluña al pie de los caballos (es la oportunidad, le soplan los aprendices de brujo). Ni siquiera contó con el empuje del independentismo, alimentado en parte desde sus filas. Lo quería utilizar para completar una mayoría insuficiente en Madrid, le ha servido para gestionar los recortes y ha rematado la jugada sirviéndose de él para cabalgar el tigre del independentismo pujante.

Así es como ahora no ve más remedio que amenazar con el paso siguiente: la unilateralidad, que no es otra cosa que una declaración de independencia más o menos matizada. Tiene el inconveniente de que en este caso solo hay que contar con las propias fuerzas y solo se hace efectiva si hay suficientes energías interiores para sostenerla, como hizo Israel en 1948. En caso contrario, hay que retroceder de nuevo a la casilla anterior: negociarla a la baja y a la defensiva con quien acabas de romper.

La vía más fácil y racional es la multilateral: rehacer el consenso constitucional para intentar mejorar las posiciones propias. La bilateral, en mitad de una crisis de caballo, es inviable sin palancas como son los votos parlamentarios que completen una mayoría. Pero la más complicada es la unilateral, sobre todo para la parte más débil de un conflicto, porque la negociación ulterior puede dar resultados más amargos para ambas partes que cualquiera de las dos anteriores. Su corolario suelen ser más de derrotas que de victorias. Permite incluso que todo el mundo salga derrotado.

Respecto a la vía unilateral, no es ocioso recordar quién tiene la paella por el mango. España tiene derecho de veto en la UE. La división de los votos de los dos países socios resultantes en las instituciones europeas constituiría por sí sola un pulso del que nadie saldría indemne. Luego habría que negociar la partición de bienes: activo y pasivo, sobre todo este último. Si no hubo acuerdo para fijar criterios objetivos para permanecer juntos, menos lo habrá para hacerlo por separado.

La única declaración unilateral que se puede hacer es la que no tenga valor jurídico ni político alguno. Declararse Estado propio, por ejemplo. Aunque sea unilateral, la ausencia de efectos le quita toda peligrosidad. A excepción de la sensación que se deduce de una grandilocuencia sin resultados: es lo único que Tarradellas se había prohibido a sí mismo. Sobre todo, no hacer el ridículo.

Sorprende la frivolidad del momento, unos en su ceguera ante el conflicto que han ido alimentando con su empecinamiento y los otros en la ingenuidad adolescente con que trivializan el paso decisivo que quieren tomar. El abuelo Pujol lo tiene claro y lo ha recordado a sus hijos y nietos: ?Es casi imposible?.

Cataluña es un país europeísta, y por ende multilateralista. Puede que la ley no vaya en favor suyo, pero peor le irán las cosas si se atiene meramente a la cruda correlación de fuerzas y de intereses. El camino es el del diálogo y del pacto, para cambiar la ley si hace falta. Y ahora hace falta. Pero jamás para ir contra ella. Con la multilateralidad puede llegar a tener a todos a su lado: sucedió en la transición. También pueden funcionar las cosas si tiene fuerzas para establecer una regla de bilateralidad con el Estado. Pero que nadie se engañe, donde tiene todas las de perder es en la actuación unilateral.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
21 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Europa desde China

No hay mejor punto de observación. Para entender lo que nos está sucediendo, hay que observar a Europa desde China. La visión de la globalidad y el ángulo asiático proporcionan una perspectiva distinta. Y alarmante: nos encogemos y andamos cada vez más perdidos en el mundo global. No es el caso de un número creciente de empresarios y hombres de negocios, sino sobre todo de nuestros viejos Estados nacionales y de quienes están al mando.

Tiene su lógica. El centro de gravedad se ha desplazado hacia Asia y si dentro de ese centro de gravedad hay a su vez otro centro de gravedad, este está en China. Quienes más intensamente perciben el desplazamiento y la pérdida de poder que se está produciendo en el planeta somos los europeos. Para captar la dimensión del cambio nada mejor que situarse en el punto que más sube, China, y observar desde allí el que más rezagado se queda, Europa.

China se halla en un momento delicado, en las vísperas agitadas del 18º Congreso del Partido Comunista, que culminará el relevo en la cúpula del Estado y del partido único. El poder sigue funcionando según la metáfora de la caja negra: sabemos todo de lo que entra y de lo que sale, pero nada de lo que ocurre en su interior. Aunque la almendra del poder permanece inalterable e inescrutable, la sociedad se mueve cada vez a mayor velocidad, acelerada y reforzada en su capacidad de acción por la tecnología y las redes sociales.

Así es como China proporciona historias de primera página a los medios como no lo había hecho nunca. A pesar de la censura y del partido único, en China pasan cosas, muchas y muy jugosas cosas, y todas ellas conectadas dentro de la caja negra con el momento de transición o relevo en el poder. Ahí están los tumultos antijaponeses, controlados desde el poder a través de las redes sociales. O el mayor conflicto de los meses anteriores al Congreso, el culebrón de Bo Xilai, el príncipe rojo caído en desgracia tras el procesamiento y condena de su esposa por asesinato de un ciudadano británico. Bo era el patrono de Chongqing, ciudad emblema del desarrollo de la China interior, donde se ha efectuado un experimento izquierdista, en abierto contraste con el modelo de Guandong, donde el partido permitió otro experimento más liberal. La purga antizquierdista no se ha producido porque haya vencido una de las dos tendencias en pugna sino porque Bo desafió a la cúpula del partido, pretendiendo imponerse por su cuenta como una figura carismática sobre los funcionarios grises actualmente al mando.

El gigante sigue creciendo y desperezándose. Más rápido lo primero que lo segundo. Según explica el profesor Hu Angang de la Universidad Tsingua de Pekín, en su libro China 2030, dentro de ocho años será ya la primera economía del mundo y más que duplicará en PIB a la de Estados Unidos en la fecha del título. Su renta per cápita se acercará entonces al 60% de la renta de los estadounidenses. Su participación en el comercio mundial, cercana al 30%, le proporcionará unas palancas temibles a sus políticas monetarias. Según el profesor Hu, en 2030 será el primer poder mundial, el más innovador, con un Estado de bienestar de alto nivel, una economía verde y una sociedad de riqueza compartida. Demasiado optimista, pero la crisis europea es el combustible que alimenta entre los economistas chinos la idea de este horizonte radiante.

Veamos lo segundo: al desperezarse el gigante da zarpazos y patadas. Con lentitud, con el gradualismo y el incrementalismo practicados por la aristocracia reformista y autoritaria que está al mando. Pero zarpazos: la teoría de los pequeños pasos quizás no traerá la democracia, pero puede conducir a la hegemonía militar y política en Asia. El rumbo de colisión es evidente. Japón ya se halla en la trayectoria, gracias al conflicto por las islas Diaoyu o Senkaku. Pero lo mismo sucede con todos los vecinos (Vietnam, Filipinas o Indonesia) a los que disputa los islotes y las aguas circundantes. No solo por los tesoros energéticos que pudieran esconder o por el control del tráfico marítimo, que también. Sino ante todo por afirmación de un poder que se asienta y manifiesta con fuerza proporcional a la seguridad con que avanza hacia la primacía mundial.

Un think tank europeo, el European Center on Foreign Relations, ha facilitado a un grupo de exministros, politólogos y periodistas de Los 27, entre los que se encontraba el autor de esta columna, la atalaya para asomarse a Europa desde China, en un seminario en el que se han entrevistado y han discutido con decenas de especialistas y colegas chinos durante una semana. La conclusión más sintética que puede desprenderse es que desde China se observa una Europa que se debilita y encoge, cuando necesitamos con urgencia una visión y una estrategia europeas respecto a China, la superpotencia desafiante del siglo XXI. Una frase irónica oída en Pekín resume el momento: ?Europa necesita un plan Marshall chino para salvar su economía?.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
20 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El mandato de la calle

Artur Mas lo dijo en Madrid, 48 horas después de la Diada: ?Un mandato de la calle, de la población, no se puede ignorar, hay que escucharlo y encajarlo. Lo peor que puede hacer un gobernante es cortar las alas de la ilusión de un pueblo. Yo me identifico con el clamor popular?. Las palabras están medidas: no se puede ignorar, hay que escucharlo, hay que encajarlo. Recordemos que encajar quiere decir fundamentalmente adaptarlo al espacio útil que tengamos a nuestra disposición.

Lo único que no se puede hacer con el mandato de la calle es seguirlo. Si somos más precisos deberemos reconocer que la calle no mandata a nadie, no da mandato válido alguno. Podían ser 600.000 como dijo la delegación del Gobierno o un millón y medio, dos millones incluso, como exigían los organizadores. Sus motivaciones podían ser muy variadas bajo un rótulo unánime como el de la independencia: no hay duda que si algunos, pocos, querían y soñaban en la separación unilateral e inmediata de España; otros más, muchos, quieren un mejor trato fiscal y una situación financiera más holgada para su Gobierno. ¿Cuál es el mandato? ¿Qué apoyos tiene? Difícil de precisar y concretar.

La calle puede dar mandatos, es cierto. Lo hemos visto muy recientemente en Túnez o en Egipto. Pero en el caso catalán no estamos hablando de esta calle. Nadie parece dispuesto a olvidarse de todo, trabajo, estudios, familia, para dedicarse exclusivamente a exigir una ruptura política en manifestaciones callejeras que no cesarán hasta que se produzca el cambio. Así es como da mandatos la calle, a costa de enormes e inacabables sacrificios, con el riesgo de la represión violenta y normalmente frente a dictaduras, sin descartar, como en Siria, el deslizamiento hasta la guerra civil y sectaria.

No es el caso. Para nada. Aquí, por más empeño retórico que pongan algunos, no hay un pueblo oprimido ni una dictadura. Al contrario, hay un Gobierno autonómico, que cuenta con medios de comunicación y con policía; hay unos ayuntamientos con gobiernos locales independentistas; hay incluso organizaciones sociales, empresas y prensa privada, que se movilizan con toda legitimidad y derecho para sacar a la calle a cuanta más gente mejor y conseguir así la escenificación del apoyo político a las propuestas del presidente detectado ya por las encuestas.

Todo muy bien y muy correcto, pero nada de mandato. Al menos de momento. Lo único que nos dice la calle es que algo ha cambiado ?-antes era el autonomismo y ahora es el independentismo el conductor del vehículo catalanista-- y que ha llegado la hora de contarse puesto que son tantos los que han decidido expresarlo de forma pacífica.

Contémonos pues. Que funcione el principio democrático. Elecciones anticipadas, ya. Un plebiscito constituyente, reclaman los más apresurados. ¡Cuidado! Hasta ahora hemos conseguido marchar por los caminos civilizados, europeos y liberales. Recordemos solo por un momento que Europa se construye con las leyes. Somos hijos del derecho romano y nada de lo que hagamos debe romper las reglas de juego. Europa no nos lo perdonaría ni permitiría.

Nada de plebiscitos ni empujones. Al contrario. Los ciudadanos catalanes deben tener ante sí un abanico de opciones, como corresponde a unas elecciones. Elegir entre Cataluña y España, independencia sí o no, es peor que un error. El plebiscito personal, aprobar o rechazar la propuesta de un presidente y por tanto al presidente mismo, es penetrar en el territorio hosco y oscuro del caudillismo.

Hay una propuesta independentista que probablemente tendrá dos formulaciones: una radical, correspondiente a una independencia exprés, unilateral, fruto de una decisión incluso del parlamento catalán; y otra moderada y todavía gradualista, que pedirá elementos del Estado propio ya, como la agencia tributaria catalana y el pacto fiscal. También habrá una propuesta unitarista, que puede o no tener como mínimo dos fórmulas políticas --el retroceso autonómico que pide una parte del PP en el conjunto de España, o el statu quo estricto que dicen apoyar otros--, pero las tendrá sin duda en cuanto a carteles electorales: el PP i Ciutadans. Y hace falta, es urgente, no se puede ir a unas elecciones sin que aparezca una alternativa clara, contundente y creíble de ese Estado catalán federado al Reino de España que Pasqual Maragall encuadró en su federalismo asimétrico, que Pere Navarro ha defendido ahora y que Rubalcaba todavía no se ve capaz de adoptar.

¿Constituyente? Se verá. Quizás sí. Primero habrá que ver los resultados y qué parlamento catalán sale en la nueva situación. No hay que precipitarse. No olvidemos la crisis en la que estamos metidos, la falta de liquidez que sufre este gobierno tan audaz y lanzado. No perdamos la perspectiva, porque todo esto, tan doméstico, es de un interés europeo fundamental y nada se podrá hacer si no se hace bien y pensando en Europa, en la Europa de la ley y el derecho y en la Europa federal que tenemos que construir a partir de unos Estados en pérdida de soberanía constante.

La maniobra es muy difícil. El momento particularmente delicado. Nadie puede actuar solo y por su cuenta. No hay salidas unilaterales de la crisis. No hay unilateralismo en Europa. Saldremos juntos, catalanes, españoles, europeos, o no saldremos.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
19 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Convocatoria a los héroes

Lo difícil no es dejarse llevar. Nada requiere menos esfuerzo e inteligencia. El mérito consiste en frenar y cambiar de rumbo, en contra de las fuerzas que han trabajado en favor de esta inercia. Para dar el quiebro se necesita al menos a un héroe de la retirada, y mejor dos. ¿Recuerdan?

Hans Magnus Enzensberger acuñó el término en un artículo seminal así titulado, que tenía a Mijail Gorbachev en el centro del foco. Servía también para otros personajes, como Adolfo Suárez. Muchos años después Javier Cercas convirtió a tres de estos héroes, Carrillo, Gutiérrez Mellado y el propio Suárez en el reparto central de su Anatomía del Instante.

Hubo más héroes de este fuste en nuestra historia reciente. Jordi Pujol fue uno de ellos. Y Feliupe González. Son los generales que demuestran su inteligencia y su fuste moral en el momento decisivo de la batalla, es decir, cuando hay que agrupar las propias tropas para obligarlas a renunciar al combate. Ahora estamos de nuevo en los preparativos de una batalla de dimensiones desconocidas, sin que se atisbe entre los generales a nadie dispuesto a la más sublime de las maniobras, la única que puede permitir la victoria de todos. Algunos vitorean ya a Artur Mas, propulsado hacia arriba por la corriente: por su frialdad en el momento en que otros sentirían un vértigo paralizante y por su buena disposición a ponerse al mando, dejándose llevar por la fuerza del cambio en la opinión catalana. Se equivocan: no es heroicidad. Al menos todavía. Otros más habrá que jalearán a Mariano Rajoy cuando mantenga la apuesta sin mover una pestaña en nombre del programa que le ha catapultado con una mayoría tan amplia y sin ceder ni una pulgada ante las exigencias de un pacto fiscal de los catalanes, ni asustarse ante una marcha que se anuncia decidida hacia la independencia.

Se equivocarán gravemente unos y otros y contribuirán cada uno en su propia medida y proporción a la colisión final. La pérdida de Cataluña sería para España un 98 de dimensiones colosales, sentida como una amputación de un miembro vital. La Cataluña surgida de tal colisión histórica sería una incógnita en cuanto a peso, tamaño efectivo, energías e incluso personalidad, a pesar de las ideas arcangélicas con que se adorna la independencia. El divorcio sin traumas y con facturas ligeras es una quimera y un engaño. Es probable que sufriera y mucho la catalanidad lingüística y cultural, que actualmente desborda ampliamente las fronteras del Principado. Dividir la deuda, las pensiones y otros bienes gananciales sería un ejercicio traumático que dejaría heridas perennes. Estas dos partes separadas sumarían en la UE y en el mundo global mucho menos de lo que pesan ahora juntas.

Muchos a un lado y otro objetarán con razones de peso y argumentarán en contra de tanto inconveniente y en favor de que siga la inercia con su curso ineluctable, que es el que nos ha llevado hasta aquí. No hay que hacerles caso. Nada es inevitable si alguien se propone que no lo sea. Y de poco valen ciertos argumentos sobre la inamovilidad de las posiciones. No se puede objetar a la otra parte que no se respetan las reglas de juego porque las reglas de juego pueden cambiarse mediante pactos y porque quienes plantean tal objeción no destacan precisamente por su respeto de las reglas. No cabe tampoco apelar a las insólitas miserias actuales cuando acabamos de vivir y podemos repetir 30 años de prosperidad y progreso; por cierto, los mejores de la historia, tanto de Cataluña como de España.

Lo primero que conviene es que en ambas partes haya alguien que entienda el valor superior de cualquier solución consensuada que frene de una vez este dejarse llevar que lleva al despeñadero. Lo segundo es que den un paso al frente los héroes de la retirada, el héroe español que obligue a la derecha nacional y centralizadora a ceder ante los catalanes y el héroe catalán que obligue al independentismo a ceder ante la propuesta de pacto con España. Sabemos quienes son y solo necesitan hacerlo, como hizo Suárez en su día. O no: quizás son otros. No les aplaudamos ni les jaleemos todavía porque no se lo merecen. 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
16 de septiembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Yo ya lo decía

Eso va a terminar mal. El mundo es un lugar peligroso y el mundo multipolar en que vivimos todavía más. Las promesas de la Primavera Árabe se han trocado en guerra civil en Siria, asaltos mortíferos a las Embajadas de Estados Unidos y un desencuentro creciente entre el Egipto de los Hermanos Musulmanes y Washington. De Israel y la derecha estadounidense surgieron las casandras desde el primer momento. Un tópico supremacista iba en su auxilio: la ineptitud innata de determinados pueblos para la democracia.

Quien más se equivocó según esta forma de ver las cosas es Christopher Stevens, asesinado en Bengasi el 11 de septiembre, pues apostó por la democracia en Libia desde el primer momento y militó activamente en contra del excepcionalismo antiárabe. Es el primer embajador de EE UU que muere en acto de servicio desde 1979, cuando Adolph Dubs, destacado al frente de la Embajada de Kabul, fue secuestrado por una guerrilla antisoviética y cayó en un intercambio de disparos entre los secuestradores y las tropas de Moscú que se suponía iban a liberarlo.

Quien también se equivocó y el que más, siempre según esta versión neoconservadora, fue Barack Obama, que tendió la mano a los árabes y a los musulmanes, permitió el derrocamiento de los dictadores que aseguraban su sistema de alianzas, dejó crecer la bomba de los ayatolás y no ha podido frenar la escalada de una guerra sectaria en Siria, una deflagración que amenaza con arrastrar a la región entera hacia un enfrentamiento bélico de dimensiones pavorosas.

Ellos ya lo habían dicho y no se les escuchó a tiempo. Exhiben su superioridad racista junto a la inelegancia de quien siempre muestra colgada del brazo a la razón que les acompaña como pareja fiel. Estos críticos se han visto en buena parte castigados por la impericia del candidato republicano Mitt Romney, que no ha sabido cerrar filas como es de rigor y se vio en el 11-S de 2001 ante los actuales ataques terroristas planificados contra EE UU. Buscan de nuevo la identificación descalificadora con Jimmy Carter, que además de perder al embajador en Kabul perdió la presidencia ante Reagan en 1980 después del secuestro de 55 estadounidenses en la Embajada de Teherán y su frustrado rescate aerotransportado. El mundo es más peligroso porque es más multipolar y menos americano. Los de yo ya lo decía han hecho una contribución mayor a esta deriva con los resultados catastróficos que cosecharon sus pretensiones de dominación por la fuerza que aplicaron sobre Oriente Próximo. Obama también ha contribuido, aunque de forma limitada, por su escasa capacidad para enderezar las cosas. Uno de los grandes trucos de la demagogia política es confundir los efectos, es decir, la debilidad de Obama, con las causas: el desplazamiento de poder en el mundo multipolar. Pero ni siquiera así Romney sabe sacar rendimientos electorales.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
15 de septiembre de 2012
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.