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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un español que no quiere serlo, único ?global thinker? de 2012

Artur Mas es el único ciudadano español que aparece en la lista de los 100 ?global thinkers? de 2012 que elabora desde 2009 el think tank italiano ?Lo Spazio della Politica? (LSDP). Figura en puesto muy relevante, en la séptima plaza, ex aequo con otros dos políticos europeos, el flamenco Bart de Weaver y el escocés Alex Salmond, y por méritos idénticos: ?subrayan un rasgo importante que emerge en 2012, como es la probable disolución del Estado nacional en algunas regiones de Europa?.

Los tres primeros puestos en la clasificación son para el patrono de Volkswagen, Ferdinand Karl Piech, para el presidente del Banco central, Mario Draghi, y para el presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos, John Roberts. Aunque los tres líderes europeos nacionalistas están en séptimo lugar, en realidad solo tienen delante a una cuenta de twitter (@drones), a un estado americano, que es Ohio, y a la bloguera paquistaní Malala Yousafzai. Mohamed Morsi, el presidente de Egipto, ocupa la plaza 27; la primera ministra australiana, Julia Gillard, el 38; y la brasileña Dilma Rousseff, el 56, en una lista con muy pocos políticos en ejercicio.

LSDP reconoce que los tres europeos situados en el séptimo lugar son muy heterogéneos, si bien ?su éxito indica el riesgo político de disoluciones nacionales en Europa?. De hecho ocupan casi todo el espectro político: De Weaver en la derecha extrema, Mas en el centro derecha y Salmond en el centro izquierda. Aunque a ojos del think tank los tres sirven para la demolición del Estado nación, la realidad es que no hay buena sintonía ni tándem entre ellos a la hora de hacer avanzar sus programas, ni piensan ayudarse unos a otros. No hay internacionalismo alguno entre los nacionalistas. Salmond no quiere enemistarse con el Gobierno español por si necesitara su voto a la hora de mantenerse dentro de la UE. El flamenco ni siquiera se plantea un referéndum. Y solo el catalán busca desesperadamente unas alianzas y ayudas internacionales que de momento nadie le ofrece.

Por cierto, no seré yo quien entre a discutir aquí qué es un global thinker y si los elegidos por el think tank, incluido Artur Mas, merecen tal denominación.



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23 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Novedades de Oriente

No es la historia de siempre que se repite una y otra vez como en el Día de la Marmota. No estamos ante la reproducción por enésima vez de la misma jugada sangrienta entre israelíes y palestinos. La rutina de la muerte que todo lo cubre con su manto de dolor oculta esta vez múltiples novedades, a pesar del escepticismo de costumbre con que la opinión pública internacional acoge las noticias que llegan de Oriente.

Si se llegara a producir la invasión terrestre de Gaza, perfectamente preparada mientras se negociaba la tregua, no sería una mera réplica de la Operación Plomo Fundido de 2008, con destrucción de las infraestructuras militares de Hamás, liquidación de los cuadros de la organización y una rápida retirada, una vez coronados todos los objetivos fijados por Netanyahu. No hay guerra buena, pero esta puede ser peor, en la realización, en las consecuencias y en el alcance geográfico. Todo ha cambiado en los dos últimos años en la región. Ya hay una guerra civil muy cerca, en Siria, en la que no se juega tan solo el futuro del régimen de El Assad, sino que se libra una contienda por procuración entre el frente chií, formado por Irán, el libanés Hezbolá y el Gobierno iraquí de Nuri al Maliki y el auxilio implícito de Rusia y China, y el frente suní en el que coinciden Turquía, Arabia Saudí y Catar, y al que dan aval Estados Unidos y los países occidentales en general.

Líbano se halla en un equilibrio inestable, debido a la contaminación de la guerra civil siria. Jordania también ha entrado en zona de turbulencias, con un rebrote de la primavera árabe en contra de su monarca, Abdalá, el único aliado regional de Israel que había quedado a salvo de la oleada antiautoritaria. Hamás, el partido palestino que gobierna la franja de Gaza, marginado tradicionalmente por la comunidad internacional, cuenta con el mayor amparo diplomático de la historia, después de tomar distancias con Irán como resultado de la guerra siria. Su presidente, Jaled Meshal, apoya ahora a la oposición al régimen de El Assad, que le había protegido durante años, hasta el punto de que ha abandonado Damasco y ha trasladado su oficina a Doha (Catar).

La solidaridad con Hamás suscita rivalidades entre las potencias regionales. Gaza recibió la visita del emir de Catar antes de que empezaran los bombardeos y, ya bajo las bombas, la de miembros de los Gobiernos de Túnez y Egipto. Es notorio el protagonismo de Irán, que a pesar de su creciente aislamiento también participa en la competición para ver quien es más solidario con los palestinos. Iraníes son los misiles de medio alcance que llegan a Tel Aviv y Jerusalén desde Gaza y puede que incluso fuera iraní el primer impulso o provocación contra Israel a través de una de las facciones terroristas que lanzan sus misiles desde la Franja.

Nótese la ausencia de la Unión Europea, que fue antaño actor de primer plano. También el cambio de planes de Hillary Clinton, que ha abandonado precipitadamente el periplo asiático en el que acompañaba al presidente Obama, para entrar en el carrusel de visitas internacionales a Jerusalén. Mientras Washington intentaba inaugurar el segundo mandato de Obama con una exhibición del giro asiático, escenificación de un nuevo ciclo en las relaciones internacionales que pivotan ahora en el área del Pacífico, la cruda realidad obliga a regresar al centro conflictivo del que depende la estabilidad y la paz mundiales.

Pero la novedad más sustancial es la llegada al poder de Mohamed Morsi en El Cairo y la de fuerzas islamistas muy parecidas a la suya en casi todo el mundo árabe. El actual intercambio de misiles y la amenaza de una guerra terrestre de alcance difícil de atisbar no se explica sin la desaparición de las dictaduras prooccidentales que garantizaban la estabilidad y su sustitución por democracias islamistas poco dispuestas a doblegarse a la presión de Washington.

El islamismo político, que será el interlocutor de Israel en los próximos años, se ve sometido en Gaza a su primera confrontación directa con Israel a través de Hamás. Egipto, pieza central del giro islamista, está sometido a una doble tensión, entre la solidaridad islamista, que le conduce a resucitar la reivindicación palestina, y su alianza militar con Estados Unidos, que le proporciona 1.300 millones de dólares al año y le obliga a mantener la paz fría con Israel.

No son por tanto razones coyunturales las que han desencadenado la crisis, aunque tienen su peso en la resolución con que Netanyahu prepara la ofensiva terrestre. Todas las elecciones israelíes estimulan el ardor guerrero de quienes tienen y quieren retener el Gobierno. No hay mejor cortafuegos contra la ofensiva diplomática de la debilitada Autoridad Palestina para obtener el reconocimiento internacional que otra ofensiva, esta directamente bélica, destinada a liquidar militarmente a Hamás y a reforzarle políticamente, como ya sucedió en 2008.

La derecha israelí quiere proseguir su política de asentamientos en Cisjordania, eludir la negociación del Estado palestino y, naturalmente, como es la obligación de cualquier fuerza gobernante, garantizar la seguridad de su población. Para los tres objetivos es buena una guerra en Gaza y lo es también una paz con Hamás que debilite a la Autoridad Palestina.



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21 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Y la república policial

El caso Petraeus levanta la alfombra de la república pretoriana, pero si sucede es gracias a que antes hemos levantado una alfombra igualmente inquietante como es la de la república policial. ¿Qué hace el FBI husmeando en las camas de las más altas jerarquías del ejército? ¿Dónde está la privacidad de las comunicaciones? ¿Hasta dónde debe llegar la transparencia sobre la vida privada de los políticos y de los altos responsables del estado? ¿Tienen derecho los polizontes a actuar por su cuenta y riesgo sin control judicial ni parlamentario?

El alcance de la república policial importa en todos los países. Aquí mismo acabamos de tener una muestra más con la filtración al diario El Mundo de un borrador de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal que recoge meras conjeturas sobre supuestos delitos cometidos por el presidente catalán Artur Mas, la familia Pujol y el consejero de Interior, Felip Puig. No sabemos todavía qué hay detrás del caso Petraeus, pero es mucho más fácil imaginar que hay detrás de la filtración del diario de Pedro Jota.

Para una primera aproximación suele ser válida la búsqueda del beneficiario. Queda en principio descartado el partido republicano, a través de su líder en el Congreso, Eric Cantor, que no hizo nada para utilizar el escándalo durante la campaña electoral. El caso contrario es el del supuesto escándalo catalán: nada le va mejor al Partido Popular que un Artur Mas envuelto en la bandera y elevado al martirio, en una reacción patriótica y de cierre de filas alrededor del presidente, el partido y la nación agredidos por el enemigo exterior. Los que querían introducir la agenda social, evitar la polarización entre catalanismo y españolismo o deshinchar el protagonismo de Mas son los más perjudicados. ¿Quiénes son esos? El lector juzgará. A CiU le puede salir bien la jugada, pero al PP también.

La república policial tiene una larga y siniestra tradición. En el caso de Estados Unidos se halla en los cimientos del FBI, institución marcada por su fundador en 1935 y director hasta 1972, John Edgar Hoover, y sus prácticas de intromisión en la vida privada de todos, presidente incluido. En España este tipo de prácticas no es tanto el resultado de una fuerte tradición de intromisión en la vida privada de una institución como la falta de tradición de otras, la justicia, el parlamento y la prensa, que son las que tienen la obligación de garantizar el buen funcionamiento del Estado de derecho e impedir los abusos de la policía.



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19 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La república pretoriana

La guerra modela a quienes la dirigen de forma muy similar en todas las épocas y regímenes. Hay muchas similitudes entre un general victorioso del imperio romano y otro de los imperios de nuestros días. Hay que tener una personalidad muy especial para manejar un poder directo que cambia fronteras, destruye naciones y ciudades y arrebata vidas, salud y haciendas a millares de personas por una mera orden ejecutiva. Y esta personalidad pretoriana suele proyectarse de forma similar en todas las situaciones y contextos.

Ni siquiera la democracia liberal y los Estados más evolucionados consiguen un perfecto sometimiento del poder militar al civil cuando hay generales victoriosos de por medio, envanecidos por sus victorias y vitoreados por los ciudadanos y, en nuestra época, por los medios de comunicación. Así es como se reproduce la tendencia que hemos visto proliferar en regímenes autoritarios a la creación de un mundo aparte, mimado por los presupuestos del Estado, lleno de prebendas y privilegios e intoxicado por una endogamia que se niega a someterse a las normas, al escrutinio y, en época de vacas flacas, a la dieta de adelgazamiento que afecta a todos. La república pretoriana, cuando se consolida como un mundo aparte, funciona con reglas distintas e incluso contrapuestas a las del resto de la sociedad: es socialista en sistemas liberales o liberal en sistemas socialistas. Lo vimos en la desaparecida Unión Soviética, en la que la única economía que funcionó con eficacia hasta el último día fue la militar. Lo hemos visto en Egipto, donde un 30 por ciento de la economía del país está en manos de los militares, que hasta la llegada de Morsi a la presidencia pugnaban todavía con los Hermanos Musulmanes por conservar el derecho a inmiscuirse e incluso vetar las decisiones políticas del Gobierno.

También funciona como un mundo aparte en Estados Unidos, tal como nos va revelando poco a poco el caso Petraeus, que ya es también el caso Allen, donde lo menos interesante no son los devaneos sexuales o sentimentales de los generales sino el tren de vida y los privilegios que gozan estos personajes, idolatrados por la sociedad, temidos y respetados por los políticos, adulados por los periodistas y dispuestos a imponer sus puntos de vista y sus decisiones al propio Gobierno y al presidente.

Lo que importa en todo este escándalo no es conocer el tráfico erótico por los catres castrenses sino lo que refleja el impresionante tren de vida y la parafernalia que rodea a estos militares, reflejo de un poder inmenso capaz de imponer sus criterios sobre los poderes civiles, Gobierno y Congreso, en las decisiones sobre la guerra. Poco se ha hablado de esta cuestión preocupante, pero el culebrón alrededor de Petraeus, el general mimado, algo obligará a cambiar en la relación entre militares y civiles en Estados Unidos después de dos guerras que han alimentado hasta límites excesivos el poder de los primeros.



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18 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La soledad de Artur Mas

El primer asalto lo ganó Artur Mas. Por goleada. La improvisación y el entusiasmo pillaron desprevenido al Gobierno de Rajoy, que recibió una cesta de goles en forma de artículos y comentarios de la prensa internacional. La independencia de Cataluña estaba ya en el mapa.

El segundo asalto previo a la jornada electoral es de signo contrario. La cesta de goles la está recibiendo el Gobierno de CiU. La idea de que Cataluña sea directamente un Estado miembro de la UE no cuaja ni encuentra apoyos, ni en Bruselas ni entre los Veintisiete. Más bien al contrario. Todo son reticencias e inconvenientes. O, en el mejor de los casos, la cortesía del silencio.

La internacionalización ha funcionado con la prensa, pero no ha ido más allá. La acogida de Artur Mas en su viaje a Bruselas fue glacial. Nadie se quiere fotografiar con él. Proliferan los informes económicos que dicen bien alto lo que los empresarios no osan decir ni en voz baja. Desde las agencias de calificación y los grandes bancos hasta los consultores privados, por todos lados van cayendo proyecciones preocupantes. El aparato del Estado ya está en marcha, es cierto, pero había que contar con ello. En cualquier cambio político de envergadura hay que tejer acuerdos y alianzas, construir redes de amigos, contar con estrategias de persuasión y planes de contingencia. Da la impresión de que desde la plaza de Sant Jaume se está improvisando. Que lo único que preocupa y ocupa son las elecciones.

Es lógico, porque solo un muy buen resultado electoral puede dar pie a un tercer asalto en la internacionalización, esta vez alrededor de la consulta sobre la relación entre Cataluña y España. Pero, a la vez, la sensación de inconcreción que rodea al proyecto de Mas no es precisamente un estímulo a votarle. Se entiende que sus muy altas expectativas electorales se estén deslizando. Las vaguedades del federalismo que ofrecen los socialistas rivalizan de pronto con la precariedad de las ideas sobre el Estado propio que propugna Mas.

Artur Mas no es el único que encuentra este tipo de problemas. También Alex Salmond ha tropezado con Bruselas. El mayor error que ha cometido este brillante político escocés es asegurar que tenía informes jurídicos que avalaban su permanencia directa en la UE. Salmond, a diferencia de Mas, no tiene el coro de una opinión pública tan bien conjuntada ni tantos clubes de fans en el campo nacionalista. Pero cuenta con la ventaja de que ha pactado con Londres como primer paso para avanzar hacia su objetivo. Mas ha optado por lo contrario: romper con Madrid a la espera del auxilio de Bruselas. De momento exhibe una clamorosa ausencia de aliados en uno y otro lado. Y nunca es aconsejable la fría soledad en momentos tan difíciles, aunque sea muy intenso y acogedor el calor del hogar y de la familia, que, eso sí, nunca le faltará.



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17 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Comandante en jefe

Xi Jinping ya es secretario general del Partido Comunista y presidente de la Comisión Militar Central. Solo le falta convertirse en Presidente de la República Popular China, cosa que ocurrirá el año próximo cuando se reúna el Congreso Nacional del Pueblo, para coronarse con la palma suprema del poder imperial.

Todo esto sucedió ayer por la mañana, en la reunión del Comité Central del partido, el órgano formado por 205 personas y 171 miembros suplentes que dirige el partido entre congresos. Y se hizo siguiendo un guion conocido casi en su integridad, que incluye la elección primero de los 25 miembros del Politburó y dentro de este el comité permanente, que es el órgano auténtico de la soberanía donde se concentra el poder y se toman todas las decisiones de Estado, bajo la presidencia del número uno.

De hecho solo quedaban dos grandes incógnitas. Una eran los nombres definitivos de los siete hombres más poderosos de China que conforman el Comité Permanente del Politburó y la otra saber si Hu Jintao, secretario general hasta el miércoles, abandonaba la presidencia de la Comisión Militar y le pasaba directamente el testigo a Xi Jinping o se mantenía durante dos años más en el cargo como ya hizo Jiang Zemin cuando la anterior ocasión sucesoria, en el 16 Congreso celebrado en 2002.

Ambas incógnitas se han resuelto según decían las quinielas más acreditadas, que daban por hecha una victoria en toda regla de la tendencia dinástica y más liberal de Jiang Zemin sobre la tendencia funcionarial y más estatalista de Hu Jintao. Xi Jinping pertenece a la primera, mientras que Li Keqiang, el número dos pertenece a la segunda.

China tiene sus 400 familias, como casi todos los países, pero en su caso se trata de los descendientes de los compañeros de Mao Zedong, los revolucionarios que fundaron la República Popular, hombres y mujeres perfectamente preparados, con estudios en Estados Unidos y en Europa, experiencia profesional y empresarial en multinacionales, que se han enriquecido hasta límites increíbles gracias a sus numerosas palancas políticas y han empezado a adoptar también hábitos y costumbres de las familias más ricas del planeta.

Estos son los vencedores del 18 Congreso, tras lo que algunos consideran los diez años perdidos de Hu Jintao, sin suficientes reformas y con acumulación de conflictos y problemas en todos los niveles de la sociedad. Tienen una amplia mayoría en el Comité Permanente, cinco de siete, y colocan a su máximo representante en la cúpula del partido y del Estado. Y, sobre todo, su líder Xi Jinping es desde ahora mismo el comandante en jefe que tratará de tu a tú al otro comandante en jefe del otro lado del Pacífico.

La clave última del poder es la Comisión Militar. Deng Xiaoping, que nunca fue secretario general ni presidente, pero fue el líder máximo y efectivo, presidía la Comisión Militar. Jiang Zemin, que le sucedió, no quiso soltar esta presidencia durante dos años después de la sucesión en la cúpula del partido y ya se ha visto ahora que sigue siendo el hombre fuerte en la sombra. Por eso Xi Jinping, que tiene su confianza y la de los ancianos y sus familias, ha tomado ya directamente las riendas del poder duro de un ejército que es, con sus 2?2 millones de soldados en activo, el más grande del mundo.



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16 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Catexit

Primero fue Grexit: los griegos se salen del euro y regresan al dracma. Y abandonan también la Unión Europea, deducen algunos. Fue una hipótesis muy seria, sostenida y al principio sugerida por los alemanes, que luego la han descartado. Al menos, momentáneamente.

Luego aparece Brexit, la idea de que sea el Reino Unido de la Gran Bretaña el que salga de la Unión Europea, ya que no de un euro del que no forma parte ni tiene intención de adoptar. Momento crucial para la idea fue la cumbre europea de diciembre pasado, cuando su primer ministro David Cameron decidió rechazar el fiscal compact, el pacto fiscal europeo propuesto por Merkel para salvar al euro.

Brexit cuenta con un partido que la defiende y tiene cada vez más predicamento en la opinión británica. Se llama, cosa curiosa, Partido de la Independencia, que habla y actúa como si Reino Unido hubiera entrado a la fuerza en la UE y obliga a los conservadores a la radicalizarse. En la medida en que la Unión Europea vaya avanzando hacia la unión bancaria, fiscal y presupuestaria, tomará cuerpo la salida británica de la UE y la celebración de un referéndum para decidirla.

A mitad de todo esto aparece Catexit, la idea de una salida de Cataluña de la Unión Europea, como resultado de su salida de España. Dos salidas en una y muy distinta de las dos anteriores. De entrada, el soberanismo la ha descartado, incluso en su consigna de un Estado propio dentro de la Unión Europea: Catexit debe limitarse a salir de España.

Cuando se ha visto que no era tan fácil hacer una cosa sin hacer la otra y que no funciona la idea de una ampliación interna de la UE que permita a Cataluña salir de España y convertirse a la vez en miembro de pleno derecho, ha empezado la especulación con un estatuto especial como país usuario del euro sin ser miembro de la UE: Catexit, a diferencia de Grexit, no es salir del euro y, a diferencia de Brexit, no es salir de la UE.

Catexit no tiene por el momento partidarios radicales, es decir, quienes propugnan directamente la salida de la UE y a la vez de España, y más bien sucede lo contrario, a medida que se hace más difícil pensar en la salida de la UE se pone cuesta arriba la salida de España. Esto sucede también en las encuestas. Los partidarios de la independencia descienden súbitamente si implica la salida de la UE.

El propio Artur Mas, cuando tuvo que abordar el tema europeo este lunes pasado con los miembros del Instituto de la Empresa Familiar, habló de España refiriéndose a ?nuestro país?. No habrá Catexit. De ninguna manera. Nadie lo quiere respecto a la UE. Y para obtener un Estado propio dentro de la UE o algo que se le parezca, Mas no tendrá que buscar aliados, amigos y comprensiones en Bruselas, sino precisamente en Madrid, de donde salen precisamente todas las rupturas, enemistades e incomprensiones que explican la demanda de ese Estado propio.



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14 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ahora, papeles para todos

Toda derrota escuece. Pero escuece más todavía cuando obliga a quien la sufre a cambiar su programa y adoptar el del adversario. Consuélense los republicanos: les ha sucedido a muchos antes. Y les ha sucedido sobre todo a sus más odiados enemigos, la izquierda antaño comunista y socialista, luego socialdemócrata y social liberal, finalmente solo liberal y demócrata: de cucharadita en cucharadita se tragó todo la botella de acierte de ricino capitalista.

En el caso de la derecha estadounidense, referencia conservadora mundial en ideas, programas e incluso en medios de financiación a su alcance, todavía ha sido peor. La derrota de hace una semana es fruto, precisamente, de su galopada hacia el extremo, que llevó al partido republicano a presentarse como enemigo de las mujeres, los inmigrantes, los pobres, los gays y lesbianas, e incluso de las clases medias en frente de ese uno por ciento de multibillonarios a los que había que preservar de cualquier incremento de impuestos. De ahí que en su caso la derrota escuece más porque deberán beber a trago de la botella de aceite de ricino. El cambio al que están abocados los republicanos les obligará a hacer lo contrario de lo que han venido predicando con intensidad creciente. Hay voces que ya se apuntan a la idea de la amnistía para los 13 millones de inmigrantes ilegales que puede haber en el país: después de haberse mofado y criticado airadamente la supuesta consigna de ?papeles para todos? del buenismo izquierdista, ahora son ellos quienes se apuntan a ella. Voces hay también que no ven mal alguno en que los más ricos aporten algo más que los otros: proponen romper su juramento contra toda subida de impuestos. Otros más aseguran que es el programa económico y no la moralidad familiar lo que debe estructura un programa republicano. E incluso aparecen otras que reniegan del dogma del Estado mínimo y quieren un Gobierno que gobierne e intervenga en la buena dirección, como un socialdemócrata cualquiera.

Muchas de estas ideas son exageraciones producidas por el dolor de la derrota, que nos hablan muy a las claras del tremendo debate de ideas que se abrirá ahora en las filas conservadoras. Pero no hay duda de que algo saldrá de esta destilación y que por primera vez en muchos años los cambios se dirigirán en sentido contrario a lo acostumbrado, es decir, hacia el centro. Y eso sucederá no porque los demócratas hayan ocupado el centro, sino porque la sociedad estadounidense ha cambiado, demográficamente sobre todo, y se aleja del partido republicano blanco, protestante y masculino, más propio de los Estados Unidos de la guerra fría que de la superpotencia multicultural y multirracial del siglo XXI.



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13 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nuestro abismo

No sé por qué le damos tantas vueltas al abismo fiscal que se abrirá bajo los pies de los ciudadanos de Estados Unidos el 1 de enero de 2013 cuando nosotros ya tenemos uno propio, el nuestro es probablemente mucho más profundo y nos hemos caído con todo el equipo en sus profundidades desde hace ya al menos dos años. El fiscal cliff es la expresión que sirve para designar el momento en que se desencadenan dos mecanismos simultáneos: una subida automática de impuestos y un recorte lineal del gasto público. También podríamos traducir cliff por acantilado, precipicio o barranco, una forma de señalar que jugamos a la gallina o al cobarde: dos autos que compiten a ver quien frena más tarde en una carrera hacia el vacío. Es lo que va a suceder dentro de 50 días si la victoria de Obama sobre Romney no hace cambiar de posición a los congresistas republicanos, permanentes objetores de conciencia a cualquier aumento de impuestos que afecte, sobre todo, a los más ricos.

Aquí nos creemos distintos y mejores, pero con frecuencia no sabemos donde tenemos la mano derecha. Eso que los políticos estadounidenses amenazan con hacer los nuestros lo han hecho ya. Bajo las órdenes de Merkel y con la ayuda de los gobiernos de uno y otro color, además de la pacífica colaboración de los parlamentos, pero sobre todo con la activa participación de los gobiernos regionales y central. Primero con los niveles de endeudamiento conseguidos, en Washington gracias a la década de despilfarro bélico y en España a la década del ladrillo especulativo, la obra pública faraónica y el estímulo del famoso tres por ciento para la financiación de los partidos. Después con los recortes de impuestos a los más ricos: en Estados Unidos lo hizo Bush de forma temporal, mientras que aquí lo han hecho todos en distintas fases y maneras: con la tolerancia o escasa vigilancia en la lucha contra el fraude, los privilegios a las sicavs, la eliminación del impuesto de sucesiones y ahora la amnistía fiscal a los evasores. A continuación con el incremento de los impuestos que afectan sobre todo a las clases medias (IRPF) y a todos (IVA). Y finalmente, con los recortes sociales de nuestro reciente y apenas estrenado Estado de bienestar, que es donde hay más prisas y ganas. En Estados Unidos los ciudadanos han tenido la suerte de poder discutir sobre estos temas durante la campaña presidencial, incluyendo las primarias republicanas, en las que la apetencia por el estado mínimo y por la fiscalidad, a ser posible nula, se expresó de forma tan contundente como para que los electores tomaran nota. Esa es una de las explicaciones de la victoria de Obama, no la única: resulta que la mayoría de los electores no quiere un Estado mínimo y desentendido de la suerte de los ciudadanos. De ahí que la reacción del presidente elegido por segunda vez haya sido anunciar la subida de impuestos a los más ricos, esos que siempre consiguen escaparse de rositas en Europa, en España y en Cataluña: sí, saquemos de paso y como colofón la situación de la economía catalana ya que estamos en campaña electoral y, enorme paradoja, a la vez en nuestro abismo fiscal, intervenidos hasta las cejas, y a punto de la plenitud nacional según anuncia Ulises Mas en su marcha hacia la Ítaca del Estado independiente.



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12 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Solo queda Europa

Ya sabemos quiénes van a dirigir la salida de esta crisis desde Washington y Pekín. No sabemos en cambio quién va a hacerlo desde Bruselas, y en nuestro caso, el de los europeos, nuestra ignorancia es mayor porque no sabemos dos cosas más: si de verdad queremos y estamos dispuestos a hacer lo que conviene para salir de la crisis; y si queremos salir juntos. Aunque lo que contará al final es lo más simbólico, y es que no sabemos, a diferencia de estadounidenses y chinos, quién nos va a dirigir en este fenomenal viraje geopolítico en el que estamos metidos desde hace cuatro años al menos.

Las elecciones en EE UU resolvieron algunas incógnitas. Sabemos que hay un presidente con una gran ambición política, dispuesto a recuperar la agenda perdida de su primer mandato. También que las ideas de la fiscalidad mínima y del Estado ausente tan caras a los republicanos han fracasado en las urnas. Nos queda por saber si Obama sorteará el abismo fiscal anunciado para enero, cuando se producirá una subida automática de impuestos y un drástico recorte del gasto público de efectos recesivos inmediatos, a menos que republicanos y demócratas consigan un pacto presupuestario. Si el presidente reelegido fracasa, todo el planeta lo notará porque quien debiera tirar de la economía se convertirá en un lastre. Las elecciones opacas y secretas que se están celebrando en el 18º Congreso del Partido Comunista de China, con el nombre del nuevo presidente conocido de antemano, también serán trascendentales para todos nosotros, pero nos costará bastante tiempo y esfuerzo conocer la nueva correlación de fuerzas y los consensos sobre los que se armarán las nuevas políticas. Xi Jingping, el nuevo líder, pertenece a la tendencia más favorable al mercado, que va a relevar a Hu Jintao, menos liberal. Si su economía no se mantuviera en buenos y sostenibles niveles de crecimiento, todo el mundo lo notaría.

La única elección relevante que se espera en Europa, donde se ha instalado ahora el ojo huracanado de la crisis, es la que se celebrará el otoño próximo en Alemania. La quiniela dice que los socialdemócratas entrarán en una gran coalición para hacer de nuevo políticas de crecimiento, después del calvario rigorista impuesto por Merkel, nuestro abismo fiscal. Alemania manda, es cierto, pero nada funcionará en el futuro si solo es Alemania quien manda y si los europeos no somos capaces de dotarnos de estructuras de gobierno para el euro, banca, impuestos, presupuestos y quizá más cosas.

Mientras no lleguemos a tener estas estructuras, probablemente con un presidente europeo a la cabeza, no habrá más remedio que envidiar la capacidad de reinventarse de EE UU en cada elección y la previsible y pragmática estabilidad con que se fraguan los consensos ideológicos y se efectúan los relevos generacionales en la insondable cúpula del poder chino.



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11 de noviembre de 2012
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