No diré lo que pienso. Pero intentaré pensar lo que digo. ¿Hay que ser honorable para ser poeta? ¿Se puede ser poeta viviendo con deshonor?
¿Hay que ser bueno machadianamente, angelgonzalezmente para ser poeta? Para ser llamado poeta no. Incluso para ser premiado, alzado a los altares de un gobierno que anda en compañía de la poesía secreta. Yo creo, sigo queriendo creer que se puede ser poeta y buena persona. Incluso otras cosas, otros cargos. De vez en cuando lo dudo. Pero es ponerme prosaico.
Hay poetas y otras cosas. Hay premiados y poetas. Hay clases también en los poetas. Y hay poetas con clase. Hay poetas tapados, silenciosos y fríos que quizá así han estado porque era su condición de oscuros poetas. Como la negra provincia. Como la patria oscura. Hay poetas sentidos y poetas resentidos. Hay poetas que no soportan su premio. Que no soportan la falta de lectores. Hay poetas que presumieron de todo lo que después negaron con los laureles de los amigos. Hay poetas leídos y poetas galardonados. Hay poetas para el abrigo y poetas para los desnudos. Hay poetas que no perdonan la muerte. Hay que no perdonan la vida. Hay mezquindades disfrazadas de falsas bondades. Hay sufrimientos inventados, incapacidad para la alegría.
Acabo de recibir el regalo de las navidades del editor Chus Visor, con perdón.
El libro, el "visorín", es un texto del poeta que más quería mi querido Luis Buñuel, Benjamín Peret. Un texto que escribió en México en los momentos finales de la Guerra Mundial. Se llama El deshonor de los poetas, dice cosas, hermosas, inteligentes y de hombre bueno, verdadero y honorable. Si pudiera se lo mandaría a algún poeta laureado..."pero el poeta no está para mantener en el prójimo una ilusoria esperanza humana o celestial, ni para desarmar a los espíritus insuflándoles una confianza sin límites en un padre o en un jefe contra el cual toda crítica se vuelve sacrilegio. Por el contrario le corresponde pronunciar palabras siempre sacrílegas y blasfemias permanentes"
Como no soy poeta callaré mis blasfemias, contendré mis sacrilegios y no señalaré a los poetas hincases de voces sacrílegas ni blasfemas. El silencio les vendrá a visitar algún día, de noche.

En los cuadernos de Blas Coll se encuentran muchas reflexiones metafísicas,
Volví a sus diarios -me gusta mucho leer diarios, aunque nada escribirlos- porque la muerte de su amigo Gracg me lo hizo recordar. Acaban de aparecer en Tusquets, son los recuerdos de un vigoroso viajero, lector y escritor que se acerca a los ochenta años. Sus recuerdos de la década de los ochenta del siglo XX.
También me alegran las elecciones en literatura. Reconforta que el libro de poemas más valorado haya sido el de Juan Antonio González Iglesias, "Eros es más". Y que cerca caminen "La familia nórdica", de José Luis Rey, "Casa de misericordia" de Joan Margarit o "Dinero" de Pablo García Casado. Ignoro si venden mucho, no lo creo, pero sí que sus lectores se van ampliando, que también dentro de años podremos volver a ellos y sentir emociones.
Me extraña que Sarkozy, con sus prisas y sus risas, con sus fotos, sus mujeres y sus encuentros en todas las fases, haya tenido alguna vez el tiempo rescatado para acudir a los expresivos mundos secretos como hermosos bosques de Julen Gracg. Es posible que lo haya leído, incluso que haya apreciado su poética prosa. ¿No es Carla Bruni una buena lectora de poesía? Seguramente. Pero no puedo evitar mis prejuicios, ahora que están en las primeras páginas, aún me los creo menos. Quiero decir a ella. A él nunca le tuve mucha fe.