Entre la fábula y el aforismo muchos cuentos breves son el resumen condensado de pensamientos mayores. Los mejores cuentos breves están llenos de humor muy serio, a veces de tristeza, muchas de ironía y con no pocas dosis de pesimismo. También los hay cínicos y realistas.
Acaba de aparecer, en la editorial Páginas de espuma, una selección de algunos de los mejores, cuentos desde Esopo a Kafka, Los cuentos más breves del mundo. Como en toda selección muchos no están, pero la mayoría de los que están merecen la pena. Espero que no se molesten si trascribo dos o tres de mis preferidos.
De Nicolas de Chamfort, uno de los maestros del aforismo, uno llamado Las tardes:
"Cierto hombre pasaba, desde hacía treinta años, todas las tardes en casa de la señora X. Un día, la esposa de este hombre falleció. Todos creyeron que se casaría con la otra y hasta lo alentaron a hacerlo.
Él se negó.
-No sabría dónde pasar mis tardes-dijo."
Del diabólico, genial, mordaz Ambrose Bierce -buscar Arte de volar y otros trances que acaba de publicar en la editorial La tempestad- me gusta uno que llama mala suerte:
"Dos ranas que se hallaban en la barriga de una serpiente analizaban su difícil situación.
-Qué mala suerte - dijo una.
-No saques conclusiones apresuradas -contestó la otra; estamos a resguardo de la lluvia, con comida y alojamiento.
-Con alojamiento, sin duda -dijo la primera rana-; pero no veo la comida.
-Nosotras somos la comida -explicó la otra."
Y mi preferido, una pequeña fábula del gran Franz Kafka. En unas líneas también está todo Kafka:
"Ah -dijo el ratón-, el mundo es cada día más pequeño. Primero era tan vasto que me daba miedo, entonces seguí corriendo, y era feliz porque al final, en la distancia vi muros a derecha e izquierda; sin embargo esos largos muros se acercaban velozmente unos a otros que enseguida me encuentro en la última sala, y allá en el rincón me espera la trampa en la que voy a caer.
-Tienes que cambiar el sentido de tu carrera -dijo el gato, y lo devoró."
Ya lo decía Monterroso, los animales se parecen tanto a los humanos que no siempre es fácil diferenciarlos.

Manuel Rivas, escritor y periodista indie y colaborador de este diario, acaba de recopilar escritos periodísticos que tratan de tribus, de jefes, de sometidos y de algunos rebeldes que se empeñan en luchar contra la "amnesia retrógrada". Lo presentó en compañía del juez, también indie, más famoso y solitario de toda su tribu, Baltasar Garzón. El juez con prudencia gallega -todo se pega, hasta los tópicos- habló claro, aunque bajito, como en un rumor, y valiéndose de citas del libro de Rivas, dijo estar en desacuerdo con su tribu. Y con la tribu que defiende los tótemes. Y con las que callan, disimulan, miran para otro lado y no quieren que la historia se desentierre.
Acabo de leer una excelente novela de un escritor nacido en India y, como otros de sus conciudadanos de castas superiores, educado entre la universidad de Oxford y la de Columbia. Se llama Aravind Adiga, era un perfecto desconocido y acaba de ganar el Broker Man Prize 2008. Su novela, "Tigre blanco", ya está traducida y publicada por la nueva colección "Miscelánea" de Roca Editorial.
aunque a veces confesara que "tengo un dolor aquí / del lado de la patria". Ahora acaba de ganar un importante premio de poesía, el mejor dotado de los no oficiales. La primera mujer que gana un Premio Loewe, después de veinte años. Publica con facilidad, tiene eco, trabajo, libros, colaboraciones, pero hubo un tiempo que todo era distinto. Se salvó por la escritura. Por saber hacer de sus penas, poemas.
Secuestrados, entregados a otras familias, "reeducados" en organizaciones falsamente caritativas o "camuflados" con otros nombres, en otras familias.
No es de Suárez, es del libertino Lichtenberg, el aforista que no está en el apéndice de extravagantes que cierra Ginebra, el primer libro de Rosa Regàs, ahora oportunamente reeditado, porque era de Gotinga. Bien merecía haber estado al lado de esa galería de artistas, beatos y descreídos que poblaron la puritana, ordenada, insólita y contradictoria ciudad de Ginebra.
Ahora se publica el último de sus diarios -y el primero que se traduce al español- el que va desde el año 1984 hasta el momento final de su vida. De una vida que terminó con 89 años y por su propio deseo. Un diario de los años finales hasta el día de su suicidio. Impresionante y nada complaciente lectura, anotaciones inteligentes de un hombre que está terminando su vida, que, además, está queriendo terminarla. Se ha muerto su mujer de toda una vida, llegan las enfermedades, se siente solo y además le gusta la soledad. Sigue escribiendo con sinceridad y libertad lo que piensa cada día, hasta el día final.