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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dos cantantes, dos Españas

Estoy En Jaén, hablaremos de Machado. Durante años fue profesor del Instituto de Baeza. Sobre esos años, de poeta solo, triste, viudo y aislado acaba de escribir un hermoso libro Fanny Rubio. Estamos con la autora recordando la importancia que Machado tuvo para nosotros, la importancia para la memoria ética de lo mejor de España. El poeta, el hombre bueno, fue también un símbolo de una España. La que pierde, la que se tiene que marchar al exilio. Sigue enterrado en Colliure, el domingo hace ya setenta años.

Y con nosotros está Paco Ibáñez. Otro hijo del exilio. El cantante que más nos ha emocionado cantando a los poetas españoles. A los poetas tan cercanos de todas las épocas. A Góngora y Quevedo, a Jorge Manrique, Lorca, Machado, Celaya, Goytisolo, Hernández, Alberti Gil de Biedma. Con sus canciones, con su voz, llegamos a muchos poetas que siempre nos han acompañado. Cuando fuimos jóvenes buscábamos sus discos grabados en París. Después le seguimos, le conocimos. Y hoy- acaba de grabar de nuevo sus poetas andaluces- nos sigue emocionando. Es nuestro George Brassens, nuestro Bob Dylan. Es de la España que duele, que se critica, que ría y se levanta.

Cerca está otro cantante que escuchamos también de muy jóvenes. Del que también nos aprendimos sus canciones. Un buen cantante, exagerado, teatral, que no es capaz de emocionarnos. Se llama Raphael, y es- no sé si a su pesar- lo contrario que Paco Ibáñez. Es de la otra España, de la que cantaba alegre en el franquismo. "Niño" mimado por el régimen. En la cena está una amiga de algo más de treinta años. Una brillante profesional, viajera por el mundo., inquieta, buena conocedora de nuestra historia. No tiene ni idea de quién es Paco Ibáñez. Y por supuesto conoce perfectamente a Raphael y algunas de sus canciones.  Es verdad que hay dos Españas. Al menos las hubo y su influencia, su capacidad de borrar o afirmar historias, memorias, músicas, estéticas o éticas se sigue notando. Prometo hacer proselitismo, propaganda o lo que haga falta para que la verdad de un cantante llamado Paco Ibáñez no sea borrada.



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20 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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'Ínsula' y Machado

Una revista que sigue siendo una rara "ínsula" desde hace décadas, muchas veces dada por hundida y sin embargo flotando, renaciendo y a veces tan viva, tan necesaria como en éste último número de recuerdo y homenaje a Machado. Dentro de unos días, el 22 de Febrero, recordaremos su muerte tan simbólica, tan digna, triste y emocionante en Colliure, en Francia, al lado de miles de refugiados republicanos que supervivían en los tristemente famosos "campos".

El número de la revista se llama Colliure, 1959. Una fecha que tiene una importancia esencial para la poesía española. Hacía veinte años de la muerte del poeta y hasta su último pueblo, hasta aquellos "días azules y este sol de la infancia" cómo escribió el poeta, se escaparon de una España áspera y amarga, algunos de los "jóvenes" poetas que allí decidieron andar muchos caminos juntos. Un grupo que desde su personalidad individual, sus formas y modos diferentes, estuvieron unidos en el reconocimiento de una ética y una estética machadiana. Allí se creó una mítica colección poética, "Colliure", y allí se confirmaron amistades personales y literarias que conocerían muchos encuentros, muchas noches, bastantes libros y muchas bebidas.

Hay una foto, una de las fotos "míticas" de nuestra poesía. Abre el número de Ínsula y en ella están Blas de Otero, J.A. Goytisolo, Ángel González, J.A. Valente, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald. La foto la hizo José María Castellet, el "mestre" como dice Carmen Riera. Y con Caballero Bonald- tan vivo, tan querido- el último superviviente de ese tiempo, de ese país.

La revista no tiene desperdicio. Los artículos de Araceli Iravedra, Gonzalo Soberano, Laura Scararo, Álvaro Salvador, Caballero Bonald o García Montero, entre otros, hacen que sean un número que hay que conservar. Al menos si os interesa la poesía, Machado, la historia y la intrahistoria de cuando entonces. De hace setenta años, cincuenta años, veinte años, y de ayer, sin más lejos. También recomendable para los seguidores de Sabina. O para los que pasan de él.

Hace años, bastantes años, y en amable compañía, estuve ante la tumba de Machado. Nunca lo olvidaré. Hay emociones que te acompañan una vida. Ya había visitado su modesto hotel, recorrido las playas y los caminos dónde se refugiaron los perdedores, los tan queridos, tan cercanos, tan nuestros exiliados de aquella miseria moral de los vencedores, pero al llegar a aquél cementerio, a esa pequeña, humilde tumba, sentí que lo mejor de esa tierra tan rara, tan nuestra, que llamamos España estaba allí enterrado.

Mañana me voy a Baeza, uno de sus pueblos. Seguiré con Machado, espero.



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19 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Panero escupe de nuevo

Yo vi escupir al joven Leopoldo María Panero. No era ya tan joven, siempre fue algo mayor, casi un lustro, de alguien tan mayor cómo yo. Y además tenía una cara que anunciaba que con el tiempo se podría ir pareciendo a Antonin Artaud. Siempre me impresionó. Cuando era un veinteañero, ya era uno de "los novísimos", y era el autor de esa entrada de la modernidad en nuestra poesía que se llamó "Así se fundó Carnaby Street". Queríamos ser ingleses y pop. También queríamos ser parisinos y descreídos ácratas del Barrio Latino después de las juergas del 68. Y, por supuesto, queríamos ser de Nueva York, llevar chicas al hotel Chelsea y fumar algo con Nico. Pongamos que nos quedamos en Madrid, sin que nadie nos pueda quitar nuestras escapadas.

Leopoldo, salvo aquellas juveniles fugas londinenses y los paseos parisinos- algunos vimos en directo- siguió escribiendo, sufriendo, viviendo, bebiendo y recorriendo España de manicomio en manicomio. Hasta la lucidez final.

Nunca le han abandonado las iluminaciones, a pesar de su adicción a la coca-cola y otras adicciones, ha seguido siendo el poeta lleno de rabia y luz. Un poeta que escribe sobre su padre, sus dioses, sus demonios, sus ruinas y sus patrias malqueridas. Un español a su pesar que acaba de publicar su último libro. Gracias a Calambur- y gracias por José Luis Puerto, Pilar Paz Pasamar y ese poeta del que hablaremos llamado Juan Carlos Mestre- por atreverse con "Escribir como escupir" de Leopoldo María Panero.

Y escupir, escribir poemas como éste:

"La vida es solo una estupidez y dichos de un idiota.
De un idiota que solo sabe rezar
Y de un mar sin cabeza
Hecho solo para caer como el viento
Sobre el rito de la página,
De la página en blanco,
De la página"



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18 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Historias de cronopios y famas

Ya no nieva como entonces, como hace una semana. Ahora, del cielo te caen los clavos. Hemos pasado de una postal simbolista a un bolero social. Nunca seremos Suiza. Nunca escribiremos como Ramuz. Aún diría más, nunca seremos Cortázar. Como nieva menos, nos conformaremos con ser cronopios de ninguna parte, un cruce de madrileños y barceloneses, porteños y parisinos, un suponer. Las mejores ciudades son ciudades de libro. Ciudades que existen porque alguien ha sabido imaginarlas. Borges se inventó ciudades, mundos y nació en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires. Lo conocí en Madrid, bajo la cúpula del hotel Palace y rodeado de escritores; entre otros, Cortázar. Borges parecía el abuelito cronopio. Ahora le vuelvo a ver en esa ciudad, en ese lugar que ya parece mitológico por recuerdos de tantos cronopios que allí bebieron. ¿Dalí sería cronopio o fama? Cronopios o famas han vuelto al bar del Palace fotografiados por Jordi Socías, cronopiazo barcelonés, segoviano y madrileño.

Nunca seremos Suiza. Como nieva menos, nos conformaremos con ser cronopios de ninguna parte, cruce de ciudades

No fue mi único cronopio barcelonés/madrileño de la semana, me tocó pasear la noche madrileña y comprobar que mantiene las distancias con las famas, incluso con las esperanzas. Lejos del "don apacible", lejos del cielo de Terenci y Vázquez Montalbán, lejos de su Barrio Chino, en el centro más diabólico de Madrid, la escritora y periodista llamada Maruja Torres nos demostró que está más preparada para la ironía que para la seriedad de los velorios. Confundió una cena de altos cargos del Partido Popular con un velatorio castellano. Se asustó y regresó a su ciudad.

Los cronopios, ya se sabe, son muy despistados. Tanto como para perder una escultura de Serra. ¿O el ladrón no fue un cronopio? Yo, por si atacan de nuevo, antes del viaje al país Arco, quise tocar las toneladas de hierro en el Museo Reina Sofía. ¡Menos mal que la escultura sí le gusta al nuevo y peleón director del Reina Sofía! Pronto la gran exposición de otro cronopio a la madrileña, a la cosmopolita, que se llamó Juan Muñoz. Llegará con la primavera, en plena crisis y lejos de las ferias. La cosa está tozuda, aunque irreal; también los artistas, galeristas y demás aristas del negocio del arte se niegan a reconocer la crisis. No bajan precios. Arrieritos somos, el lunes de cierre y balance nos veremos.

Veinticinco años sin Cortázar, sesenta años con Sabina y seguimos buscando el destino de las explicaciones. Ésas que se amontonan en algún basural madrileño. Algún día también habrá que explicar el basural. Todavía conozco cronopios que siguen creyendo que un periódico es mucho más que unas hojas impresas que sirven para empaquetar medio kilo de acelgas. Yo también. Y sigo dando vuelta al día en ochenta mundos, con la melancolía de las maletas y el recuerdo de otro cronopio llamado Darwin.



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16 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Audrey Hepburn y las demás

A los ingleses- y a casi todos, la verdad- les gusta hacer listas de lo mejor, lo peor, lo más elegante o lo más guapo. Ahora han publicado una encuesta entre cinéfilos de todas las edades. La pregunta era: ¿quién es la actriz más guapa de la historia?

Ha ganado Audrey Hepburn. Yo también la hubiera votado. Lo mismo que ganó otra pregunta aún más absurda: Si Dios fuera mujer, ¿qué rostro tendría? También ganó la segunda Hepburn. Si hubieran preguntado por la más elegante, seguro que hubieran competido las dos Hepburn.

Audrey Hepburn, de la que estuvimos enamorados y con la que seguimos entregados cada vez que su cara, su imagen la vemos reproducida en toda clase de objetos, se ha convertido en un icono de la belleza contemporánea. El modelo es delgado. Las mujeres con muchas curvas, con mucho erotismo, no han desaparecido de la admiración de muchos, pero ante la cercana elegancia, la dulzura, la sensualidad, la sonrisa y otras cualidades de Audrey Hepburn, las otras parecen más vulgares.

En la lista la siguen Angelina Jolie, Grace Kelly, Marilyn Monroe, Sofía Loren y Julia Roberts. Esas son las seis primeras.

¿Y Ava Gadner, Katherine Hepburn, Louise Brooks, Silvana Mangano, Gene Tirney o Catherine Deneuve? Está claro que todas las listas tienen un lado tonto. Estas de mitomanías, de hermosas de la historia del cine, nos hacen elegir entre mujeres que nunca conoceremos. Yo prefiero las cercanas. Por ejemplo, españolas. ¿Quién sería la primera? Yo me lo sé, al menos tengo claro la "mía". Se llama Charo López. Y desde que era una estudiante en Salamanca a nuestros días- han pasado décadas- es una mujer hermosa. Lo fantástico en Charo, a la que tengo la suerte de conocer, es que también es hermosa por dentro. Estoy convencido que Audrey, también. Me voy a pasar el fin de semana con sueños de cine. ¿Me subirá la fiebre?

 

 



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13 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Recordando a Cortázar

Volveré con él. Hoy, 25 años después de que el hombre que no envejecía, el joven Cortázar, el amigo que llegó de sus invenciones, el que nos hizo querer más el jazz y a algunas mujeres, el que nos incitó a pintar las paredes de los metros con historias de cronopios, tiene que estar en este lugar refugio de cronopios y espanto de famas. O mejor, no, que no se vayan ni ellos, ni las esperanzas. La casa es mejor que sea tomada por gentes distintas y la vida tiene que ser plural y abierta, tiene que continuar misteriosa en los parques y en las habitaciones. Muchas veces las invenciones son verídicas. Cuentan cosas que nos han pasado aquí Cortázar cuenta algo que me terminó por pasar. Ese señor del relato era yo.

 

"Historia verídica

 A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido horrible al chocar las baldosas. El señor se agacha afiligidísimo porque los cristales de los anteojos cuestas muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.

Ahora el señor se siente profundamente agradecido y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora."



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12 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nombres de escritores

El feliz azar ha permitido que esté leyendo dos libros de dos escritores que me gustaban por sus nombres. No los había leído y ya me gustaban porque me parecía que tenían dos nombres adecuados `para ser poeta o novelista. Además los dos nombres se repiten como si se reflejaran en un espejo.

Uno es uno de los grandes de la novela inglesa, Ford Madox Ford. Ya conocíamos su novela El buen soldado. Y ahora se acaba de traducir, por primera vez, otra obra maestra: El final del desfile, apasionante novelón de guerras y amores, de traiciones, deseos, frivolidades y amistad. Una novela que requiere descansar de vez en cuando.

Y descanso buceando por los poemas de un poeta americano, de parecida época a Ford, finales del XIX y llegar hasta la mitad del siglo XX, más William Carlos Williams, que a él me refiero, pues murió en los años sesenta, cuando Ford llevaba muerto más de veinte años. No creo que se conocieran. No hubiera sido tan difícil, tuvieron amigos comunes, pero no tengo ninguna noticia que ellos se conocieran. Aunque seguramente se leyeron.

Digo que descanso con los poemas de Williams, esos poemas de amor que son los que uno hubiera querido escribir a la amada. Viaje al amor es el libro y dentro hay muchos hermosos poemas. Incluido el que muchos consideran el "mejor poema conyugal", se llama "Asfódelo" y es el homenaje a su mujer por compartir una vida. William Carlos Williams, nos dejó escrito que la esencia de la poesía es "sobre todo saber escuchar al ruiseñor y a los tontos".

Envidio esa capacidad, pero también envidio sus nombres.

¿Se puede ser buen escritor llamándose, por ejemplo, José María Pérez Álvarez? ¡Pues sí, se puede! Además así se llama uno de los más desconocidos y excelentes escritores españoles, vivo, contemporáneo y demasiado refugiado en su pequeña ciudad. Otro día hablaremos de él.

Y de ser buen escritor sin tener nombre de escritor.

Y sí, yo también soy de la opinión de que hay que poner más foco sobre Ramiro Pinilla. Ya hemos hablado de algunas de sus novelas. Y estamos deseando leer esa incursión por el género negro.

Y antes de seguir con Madox Ford y con Carlos Williams, recordar a mi querida Ellis que la novela de Jake Arnott en español se llama Delitos a largo plazo y en inglés The Long Firm.



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10 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Burdeles, bares y secretos de artistas

Algunos de los grandes artistas del pasado fueron frecuentadores de burdeles, esos escenarios de chicas alegres y carnes tristes. Espacios de otros tiempos donde los burgueses dejaban el sombrero a la entrada y los obreros el dinero. El mejor pintor de la carne de burdel fue Picasso. Cliente infiel, amigo y pintor de putas. "Rey de los burdeles", dice Fernando Castro y republicano director del Museo del Prado. Al lado de la madrileña plaza de Tirso de Molina vivió su tiempo de bohemia madrileña. Después del Prado, los cafés y los burdeles, se cruzaba en su portal con un vecino, un joven de su estatura, llamado Pepe Isbert. No sabemos si Isbert frecuentó algún burdel. Era muy catolicón -lo que nada quiere decir- y nada desparramado en su pulsión erótica. Se cuenta que se pasó años guardando el último polvo para su legítima. Así se lo hizo saber a una señorita que le pretendía: "No puedo, lo tengo prometido a mi mujer". Años sin viagra. ¿Cómo habría sido la vida sexual de Picasso con viagra?

El mejor pintor de la carne de burdel era Picasso. Años sin viagra. ¿Cómo habría sido su vida sexual ahora?

Después de ver a Francis Bacon en el Prado pensé en Picasso. Al museo le sientan bien sus cuadros, sus montañas de carnes, sus hombres que aman, se degradan o gritan. Se les nota bien rodeados en esas salas con unos vecinos, esos tan queridos monstruos. Nuestros semejantes, nuestros hermanos. Abierta la puerta para Bacon habrá que hacer sitio a Picasso. Dos monstruos.

Madrid es un bar abierto donde conviven algunos genios que han sabido extraer arte de los horrores. Capital de monstruos, bares y burdeles. Ciudad donde Buñuel pateó bares y burdeles: "Los mejores del mundo, sin duda". El cineasta que fue otra de las claras influencias españolas de Bacon.

En las ya poco secretas maletas y papeles del pintor- Elena Ochoa de Foster y otros cazadores de buenas piezas han puesto público precio a sus objetos privados- se encuentran las películas de Buñuel, La edad de oro y Un perro andaluz. Lya Lys chupa eróticamente el dedo gordo de la estatua de Diana. Y una navaja corta un ojo en primer plano. Imágenes que conviven con Velázquez , Goya, Eisenstein, Fritz Lang o Abel Gance. Nombres que unen las obsesiones de Buñuel y Bacon.A Bacon también le gustaban los bares. En sus últimos años algunos de nosotros fuimos compañeros de barra y nocturnidad en un bar que había frecuentado Buñuel, El Cock. En los años treinta fue discreto refugio trasero del moderno, elegante y prostibulario Chicote. El mismo bar que, antes de su tranquila muerte madrileña, frecuentó el pintor con sus amigos. Así, rodeado de carne, perdido y encontrado en Madrid, después de su paseo por el Prado, el noctámbulo artista, disimulando su edad, con su peinado de rockero años cincuenta y con su chupa de cuero, nos pintaba su leyenda de poco santo y bebedor.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Descubrimiento negro

Se llama Jake Arnott, escribe novela negra, es de Londres. Y ha creado uno de los grandes personajes de la novela negra de los últimos años. En su introducción a la novela que leo de Arnott, buscaré las otras, un experto y apasionado Rodrigo Fresán compara a Arnott con Amis, Banville, Barnes, McEwan y otros grandes contemporáneos que llegaron de la capital británica. Sin duda que con voces, humores, seriedades, estilos y referencias muy distintas, han sido capaces ese grupo- que tiene bastantes nombres más- con lo más vigoroso de nuestra literatura contemporánea.

Un placer en ésta semana tan negra encontrarme con esta novela que nos lleva por los caminos oscuros de los muy coloridos años sesenta en Londres. La misma ciudad desde la que nos llegaron los Beatles. También la que antes nos había regalado a tipos como Jack el Destripador o a Jeckil y mister Hyde. Una buena ciudad para recordarnos que siempre hay motivos para la literatura negra. Sobre todo cuando es tan buena cómo ésta.

Hay una conocida cita de Bertold Brecht de La ópera de los tres centavos que siempre parece actual. Como el mal. Como los malos.:

"¿Qué es una ganzúa comparada con un título de Bolsa?

¿Qué es robar un banco comparado con fundar uno?"

La vida dura, injusta está muy viva. Los ganadores se esconden. Los perdedores se comen la crisis. La novela negra está llena de futuro.



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5 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Volver a la novela social

Me han llegado las ediciones críticas que Castalia hace de Los Bravos de Jesús Fernández Santos. Una excelente colección de clásicos y en este caso contemporáneo. Hace más de veinte años murió este escritor que leímos de adolescentes y que ahora nos hace regresar a aquellas lecturas. Hay que elegir muy bien las relecturas, ¡queda tanto por leer!, es decir tan bien como las lecturas. Ante tantas novedades, muchas veces muy seductoras, volver a una lectura del pasado es cómo volver a una región conocida aunque bastante olvidada.

Debía tener catorce o quince años cuando leí Los Bravos, nunca olvidé el clima de la novela aunque el argumento se me fuera borrando con el tiempo. Pero aquél ambiente cerrado, desconfiado, sometido de los habitantes de un pueblo perdido en años de posguerra. Un pueblo de montaña al que llegan dos forasteros que todo lo trastocan, el médico y un viajante que no era lo que parecía. Algo de aquél realismo, de aquél ambiente de vida cerrada, de vida difícil, de mundo aislado se quedó en mi memoria lectora. Han pasado cuarenta años, han pasado muchos libros, muchos olvidos, pero vuelvo a éste libro del realismo en español. Un mundo que tuvo otros escritores a los que seguimos, alguno vivo y tan diferente en sus temas y su estilo, como Sánchez Ferlosio. Otros nunca olvidados como Juan Benet. Y dos tan vivos y necesarios como Juan Marsé o Juan Goytisolo. Hay muchos más nombres, Aldecoa, Ferres, García Hortelano, Caballero Bonald, Luis Goytisolo, Sueiro, Matute, Martín Gaite y otros cuantos narradores que nos contaron el pasado desde la escritura de los niños de la guerra. De aquellos que conocieron la barbarie de una época y lo peor de lo que vino después. Eso por hablar sólo de los narradores, aunque Caballero Bonald haya mantenido su doble vida, triple, de poeta y memorialista. Fueron las lecturas de nuestra juventud. Una lectura que nos llevó a los americanos, Faulkner, Hemingway, Capote, Dos Passos.

Escritores españoles que también nos llevaron a los italianos, a los franceses a otros que nos llegaron sin haber leído el Ulises y sin haber leído a Kafka. Después de ellos, de Joyce y Kafka, todo fue diferente. El realismo fue relegado. Volvimos a él por el realismo sucio, por la novela negra. Hasta que regresamos a Faulkner, a él nunca se le deja.

Hoy, volviendo a Los Bravos, he vuelto a las primeras lecturas "serias". Hoy creo que no hay que ser tan serio. Ni tan frívolo. 



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3 de febrero de 2009
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