Javier Rioyo
A los ingleses- y a casi todos, la verdad- les gusta hacer listas de lo mejor, lo peor, lo más elegante o lo más guapo. Ahora han publicado una encuesta entre cinéfilos de todas las edades. La pregunta era: ¿quién es la actriz más guapa de la historia?
Ha ganado Audrey Hepburn. Yo también la hubiera votado. Lo mismo que ganó otra pregunta aún más absurda: Si Dios fuera mujer, ¿qué rostro tendría? También ganó la segunda Hepburn. Si hubieran preguntado por la más elegante, seguro que hubieran competido las dos Hepburn.
Audrey Hepburn, de la que estuvimos enamorados y con la que seguimos entregados cada vez que su cara, su imagen la vemos reproducida en toda clase de objetos, se ha convertido en un icono de la belleza contemporánea. El modelo es delgado. Las mujeres con muchas curvas, con mucho erotismo, no han desaparecido de la admiración de muchos, pero ante la cercana elegancia, la dulzura, la sensualidad, la sonrisa y otras cualidades de Audrey Hepburn, las otras parecen más vulgares.
En la lista la siguen Angelina Jolie, Grace Kelly, Marilyn Monroe, Sofía Loren y Julia Roberts. Esas son las seis primeras.
¿Y Ava Gadner, Katherine Hepburn, Louise Brooks, Silvana Mangano, Gene Tirney o Catherine Deneuve? Está claro que todas las listas tienen un lado tonto. Estas de mitomanías, de hermosas de la historia del cine, nos hacen elegir entre mujeres que nunca conoceremos. Yo prefiero las cercanas. Por ejemplo, españolas. ¿Quién sería la primera? Yo me lo sé, al menos tengo claro la "mía". Se llama Charo López. Y desde que era una estudiante en Salamanca a nuestros días- han pasado décadas- es una mujer hermosa. Lo fantástico en Charo, a la que tengo la suerte de conocer, es que también es hermosa por dentro. Estoy convencido que Audrey, también. Me voy a pasar el fin de semana con sueños de cine. ¿Me subirá la fiebre?