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Escrito por

Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vigencias

Se producen en este instante cientos de miles de nuevas entradas en medios de internet que se ven decepcionadas por el nulo caso que les hace la red. Para aplacar la frustración, vuelven a la carga. Y estando cada cual sumido en esa ocupación absorbente, no oye el ruido incontable del resto de público reticulado. 
Siempre sorprende Le devin du village, la ópera de Rousseau. Más que nada, porque siempre se olvida que fue mucho mejor músico que escritor.
Observación de un fraile de hace mil años. Escribía Bernardo de Claraval en ‘De Consideratione’
Ubi omnes sordent unius fetor minime sentitur
Donde todos están sucios, difícilmente se percibe el hedor de uno.
Valdría para muchas cosas, pero él se refería al barullo de jueces, procuradores y abogados que se pisan la toga, espectáculo de vigencia sempiterna.
Flaubert en una carta:
Ser estúpido, egoísta y tener buena salud, he ahí las tres condiciones requeridas para ser feliz. Pero si falta la primera, nada que hacer.


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25 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuestión de libertad y cultura

El otro día tuvo una reencarnación esperanzada el viejo brindis de catalanizar España y viva Cartagena. Hasta donde tengo apuntado, el primero que lo entonó fue Unamuno, en el artículo La crisis actual del patriotismo español, publicado en la revista “Nuestro Tiempo” de Madrid, en diciembre de 1905, justo un mes después del avance electoral de los concejales de la Lliga. Decía Unamuno:
Aquí entra el examinar lo que, tanto el catalanismo, como el bizkaitarrismo, tienen de censurable.
Lo malo de ellos es su caracter de egoísmo y de cobardía. En vez de ser defensivos debían hacerse ofensivos.
“España se hunde —me decía un catalán catalanista— y nosotros no queremos hundirnos con ella, y como no queremos hundirnos, hemos de vernos precisados a cortar la amarra.” Y le contesté: “No; el deber es tirar de ella y salvar a España, quiera o no ser salvada. El deber patriótico de los catalanes, como españoles, consiste en catalanizar a España, en imponer a los demás españoles su concepto y su sentimiento de la patria común y de lo que debe ser ésta; su deber consiste en luchar sin tregua ni descanso contra todo aquello que, siendo debido a la influencia de otra casta, impide, a su convicción, el que Españaentre de lleno en la vida de la civilización y la cultura.”
Entre Castilla y Cataluña ha habido un lamentabilísimo y vergonzoso pacto tácito. La primera ha sido tributaria económica de la segunda, a cambio de que ésta sea tributaria política de ella, y siempre que los Gobiernos radicantes en Castilla e influidos por el ambiente castellano, han cedido a las exigencias económicas de Cataluña, o más bien de Barcelona, los catalanes, distraídos en su negocio, no se han cuidado de imponer en otros órdenes de la vida su manera de sentir ésta. Han vendido su alma por un Arancel.
Cada hermano tiene el deber fraternal de imponerse a sus hermanos, y, cuando se siente superior a ellos, no debe decir: ‘¡ea! Yo no puedo vivir con vosotros y me voy de casa’, sino que debe decir: ‘¡se acabó! Aquí voy a mandar yo”, y tratar de imponer su autoridad, aunque por tratar de imponerla le echen de casa. Cada una de las castas que forman la nación española debe esforzarse porque predomine en ésta y le dé tono, carácter y dirección el espíritu específico que le anima, y sólo así, del esfuerzo de imposicion mutua, puede brotar la conciencia colectiva nacional.
Pero cuando, en mayo de 1906, fue Unamuno a Barcelona a brindar in situ por la catalanización española, no le debieron de hacer caso y volvió disgustado al yermo salmantino. A su fiel discípulo Zulueta le escribió mencionando la “jactancia insultante y provocativa” de los catalanes y le explicó: “Mi viaje a Barcelona ha contribuido a entristecerme. Me ha arrebatado una última ilusión. Hoy creo en Barcelona menos que en Madrid, y cada día que pasa, menos. Aquello no es serio. Y luego no toleran la contradicción, y al que no les dice lo que querían que se les dijese lo declaran memo o poco menos.”
El 19 de marzo de 1910, Baroja probó a lanzar el brindis en los discursos de un banquete-homenaje a Lerroux que se celebró en un tinglado del muelle, al lado de Sota Muralla. Baroja se presentó como embajador de los radicales madrileños, llegado en adhesión y pleitesía a Lerroux, su señor natural. Elogió Barcelona como urbe del porvenir y la voz de Cataluña como la más autorizada para guiar las esperanzas españolas, siempre y cuando no cantase ideales de exclusivismo ruin sino, como lo hizo en el tiempo de Prim y Pi y Margall, de expansión generosa. Era una paráfrasis mitinera de la idea redentora de catalanizar España que Unamuno expresó cuatro años antes. 
 
Después, Baroja se sintió retado por la las reseñas que hizo del acto la prensa catalanista, en especial por el artículo Demanda de Màrius Aguilar, que apareció el 23 de marzo, en "El Poble Català", donde se hacía alusión al artículo de Baroja El problema catalán. La influencia judía, publicado en "El Mundo" el 15 de noviembre de 1907, que culminaba:
El catalanismo es un problema de sentimiento más que un problema político. Tiene el carácter judaico que se encuentra actualmente en la política de casi todos los países por el triunfo de la raza israelita, que ha salido de todas las prenderías, traperías y casas de préstamos a conquistar el mundo. 
 
 Aguilar se refería a ese artículo al decir:
En Baroja, com no s'assembla a ningú literariament, també es distint en els seus atacs a Catalunya. No cerca una esquerda ont clavar la ploma, no garbella virtuts y defectes. Ens nega en bloc. Som jueus. No servim més que pera vegetar darrera els taulells, despatxant a la menuda. Si fem art o política o ciencia, són com els dels jueus un art, una política, una ciencia hàbils, molles, lucratives. En Baroja, agfant el mall preconisat per en Nietzsche, copeja sobre Catalunya y la troba buida. Un esperit així, puntxant, negre, negre mate, malabarista, d'un "je m'en fichisme" agresiu, pot trencar la nostra quietut espiritual, encara que no sigui m'es que durant una setmana. Ell, desde'l lloc de les definicions catalanistes, que'ns negui, que'ns maltracti, que'ns burxi en l'ànima. ¿Massoquisme intelectual, dieu? No, no, res d'artificialitats snobistes. En Baroja hi posaria verí en la seva paraula. Jo li demano que n'hi posi. Perqué estem mancats de passió, de verí. Y es el verí lo que fa marxar a la vida.
 
Baroja se negó a conferenciar en el Ateneo, conforme le invitaron el propio Aguilar y Oriol Martorell, porque creyó que allá le prepararían una encerrona, y escogió para su respuesta la Casa del Pueblo —"siendo yo radical, es más lógico que estas cuartillas se lean en la casa del partido, en la Casa del Pueblo"—, donde en efecto una semana después del mitin, el 25 de marzo de 1910, Baroja leyó sus Divagaciones acerca de Barcelona:
Yo dije que en Cataluña había espíritu judío, y es verdad, yo lo sigo creyendo; este espíritu judío está en muchos comerciantes ricos catalanes, está en muchos hombres que han empujado a España a una guerra imbécil en Melilla; está en los que, después de explotar a rincones desgraciados de nuestro país, han tenido la estupidez de desear que España desaparezca y de gritar muera España, como si se pudiera desear la muerte de un país noble y desgraciado […]
Yo veo aquí una porción de mentiras acumuladas con intenciones más o menos piadosas, acerca de Cataluña en sí misma, y de Cataluña con relación al resto de España.
Yo no veo aquí la acomodación espiritual entre lo que es Cataluña en sí y lo que es Cataluña representada por su docena y media de escritores y periodistas.
A mí, Cataluña me da una impresión de ser casi más española que las demás regiones españolas.
[…] Es muy posible que no haya problema y que todo el problema catalán sea como el problema español: una cuestión solamente de libertad y de cultura.


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22 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Con sabios así, quién necesita necios

Un rasgo común de Riquer y García Calvo, los sabios recién finados, era su medular incomprensión de la poesía. Para ellos, se trataba de un arrumbe más o menos afortunado de sonsonetes. Carecían de la intuición oligoelemental de que la poesía es el arte del lenguaje elevado a su máxima ambición de satisfacer las necesidades morales e intelectuales: la palabra investida de todo su prestigio y armada de todo su poder para que la imaginación fecunde el pensamiento.
 
La poesía sólo existe desde que la humanidad dispuso de la escritura. Antes existía el canto, que en esencia es lo mismo, sí, pero no es igual. También existían el monumento funerario y la esencia del signo poético, pero la humanidad sin escritura no podía pasar de una satisfacción póetica alzheimeriana, que si nos ponemos radicales, es lo mismo, sí, pero no es igual. Era, a lo sumo, aquella imaginación tout à fait Anacreontique que Montaigne percibía en los cantos de los caníbales.
 
Sólo con la escritura pudo el poeta crear. Sólo con el cincel pudo el escultor hacerlo, porque las manos, sí, podían modelar esencialmente, ahora, ¿qué materia y con qué pretensión de transcendencia? Sólo con pigmentos duraderos y en paredes abrigadas pudo el pintor crear, porque con el dedo en la arena de la playa también se podía hacer, pero… Quien no entienda esto, está perfectamente preparado para creer en la poesía oral.
 
Los dos mencionados sabios, a quienes se suponía especialistas en letras, creían en la poesía oral. El primero negaba la esencia literaria al poema del Mío Cid, el segundo, a los poemas homéricos. Hagamos constar el agravante de que García Calvo pregonaba la buena nueva pretendiendo hacer creer a la parroquia que él había descubierto la tontería. No pasemos por alto la noble motivación gregaria. Nuestros sabios se inscribían en una moda. La esencia de poesía oral de los poemas homéricos es una superstición venerada en universidades selectas por gente verdaderamente culta y refinada. También hubo ingenios preclaros que creyeron en la Trinidad, dernier cri y tendencia rompedora en su momento, y le dedicaron renglones laboriosos, no por ello exentos de mérito.
 
La idealización al revés del poeta antiguo, al que se tiene por tosco, ingenuo e incapaz de las sutilezas del literato moderno, procede de la Ilustración, época efectivamente fecunda en muchas cosas, salvo en literatura, donde predominó el cartón piedra.
 
Hay una ironía suprema en el hecho de que, con las nobles miras de negar al poeta antiguo la capacidad literaria de fingir, ficcionar y arcaizar, los estudiosos caigan en la ingenuidad desaforada de suponer en los analfabetos prehistóricos cualidades sobrehumanas, de las que carecen los mayores genios conocidos de la humanidad. Si una manada sucesiva de analfabetos ambulantes creó la Ilíada a base de cantinelas improvisadas que andaban por ahí, sin duda se trató de mentes con inteligencia sobrehumana, debían de ser extraterrestres, porque dos mil años de escribir, reescribir y vuelta a corregir por parte de una incontable turbamulta de poetas, no han llegado ni de lejos a crear algo que barrunte una partícula de la calidad de ese poema que, según los sabios, no es poema, sino collage de ocurrencias.
 
Por lo mismo, se ha caído en el error opuesto: la aparición, a partir de la nada, del poeta que escribe. No hubo un primer poeta que escribió, del mismo modo que no hubo un primer hablante, ni una lengua primera. Martin West, hombre cabal por lo demás, viene a creer que el poeta de la Ilíada se puso a escribir así por las buenas, corcusiendo poemas orales que andaban por ahí revoloteando. El poeta de la Ilíada, con todo lo genial que era, no sólo está inscrito, nunca mejor dicho, en una tradición de poetas que escribieron antes de él, sino que los alude a las claras, recrea sus tramas, perfila sus personajes y redondea sus creaciones.
 
La ingenua creencia en que el poeta de la Ilíada hubo de ser el primero velis nolis lleva a West a situar a la Cipríada —un poema anterior a la Ilíada, como se evidencia de las dos pruebas disponibles para su datación: su sinopsis por el crestomatista Proclo y la multitud de alusiones iliádicas a su argumento— en un época posterior a la Ilíada y la Odisea. Que es como creer que el Carmen Campodictoris y otros panegíricos y cantares de gesta donde el Cid tenía un papel importante, fueron posteriores al poema de Mío Cid, cuando son parte esencial de su inspiración y no solo están claramente aludidos, sino que el poeta cidiano, a semejanza del iliádico, da por sabida y archiconocida la biografía de su héroe, y escoge la parte final de su vida, en un destacado paralelismo con la épica homérica y en especial con la propia Ilíada —que hubo de leer en la versión conocida como Ilias Latina—, iniciando su poema, como admiraba Horacio, justo in medias res, o sea, en medio del asunto y haciendo una estudiada elipsis. Quizá demasiado refinado para como está el patio.


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21 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Por qué es tan importante esta botellita

Porque una letra de su inscripción conlleva un giro copernicano en la lectura establecida de la épica griega.
 
Hay testimonios antiguos, como el de Dionisio de Halicarnaso y el del escoliasta de Dionisio Tracio, que refieren el hecho de que Helena se escribió con digamma inicial. Estudiosos modernos, cuyos nombres pasaremos piadosamente por alto, han ninguneado y menospreciado la valiosa observación por “tardía y literaria”. Como si pudiera haber algo más tardío y literario que un estudioso moderno. En todo caso, nos tranquiliza la severidad insobornable de los especialistas que sólo tendrían en cuenta un testimonio sobre la digamma, si procediese de un analfabeto lo bastante antiguo.
 
Otro indicio patente y saltón de que Helena se escribió y pronunció con digamma inicial se lee en el hexámetro 329 del canto III de la Ilíada. Ahí, la última sílaba de Alejandro antecede a Helena y, para que el hexámetro se escanda como es debido, presenta un alargamiento sólo explicable por el hecho de que el poeta cante el nombre de la divina con digamma inicial. Los especialistas modernos tampoco se han dejado impresionar por el dichoso poeta, unos porque lo tienen por inexistente, y otros por analfabeto, y los restantes porque dicen que un alargamiento ante la cesura es una vulgaridad indigna de su atención.
 
El sonido que representaba la digamma en griego correspondería aproximadamente a un híbrido entre la /w/ inglesa y la alemana, una suerte de /u/ consonántica, que para abreviar reproduciré como /v/.
 
El frasquito —en griego, aryballos— cuyo croquis se ve arriba es importante porque tiene inscrita la dedicatoria agradecida de un señor espartano llamado Deinis a la divina Helena. Memoremos aquí la relevante circunstancia de que, alrededor del 650-600 a. C., que es la datación del artefacto, la espartana era una sociedad que veneraba la guerra. 
 
En el original broncíneo, la inscripción no se lee con la claridad que se ve en ese dibujo debido a Anne Jeffery, que estudió la pieza bajo el microscopio y estableció su texto. Lo más importante es que dejó sentado que el nombre de Helena se escribió en efecto con digamma inicial. (Para aficionados: hay que empezar a leer desde la derecha y de arriba abajo "Deini…". La digamma está a la izquierda del círculo central, pegante y casi confundida con la épsilon que le sigue. Hay otra digamma en el cuello del aryballos, la segunda letra contando de arriba abajo.)
 
Ahora, ¿por qué es tan importante la prueba de convicción de la antigua presencia de esa letra en el nombre de Helena? Porque nos permite revestir a la diosa Helena, ahora Velena, con el atuendo que muestra cuantísimo se parece, como es natural, a sus primas hermanas, las diosas indoeuropeas de la guerra. En efecto, escrita Velena, es clavadita a Velinas y Vellaunos, diosas de la guerra en lituano y galo, respectivamente. Y el vivo retrato de su prima Dvelona, diosa de la guerra en latín arcaico, que luego, así como Velena pasó a ser Helena, derivó a Bellona. Por cierto esta diosa Dvelona es melliza de Dvelum, que en latín posterior fue Bellum ("guerra"). Y de Dvelum proceden “duelo”, “doler” y “dolor”, los viejos conocidos… Otra prima hermana de la griega Velena era la hitita Valis, también detentadora del importante cargo de diosa de la guerra, que muestra su semejanza y parentesco inconfundible con wæl (“matar”, en inglés arcaico) y vulnus ("herida", en latín). Y otra prima más era Varuna, diosa védica de la guerra. Ésta tiene su interés porque muestra la conocida deriva fonética de /l/ a /r/, o sea, de lateral sonora a vibrante también sonora, que se evidencia en Wærra ("guerra" en gótico arcaico) de donde proceden el inglés war, el castellano guerra, y el francés guerre. No olvidemos el alemán Weh ("dolor"), el inglés woe, y el latín vae (sí, el de vae victis!) miembros señalados de la saga.
 
Total, que la digamma inicial permite concluir de manera incontestable que Helena era la diosa de la guerra en la épica griega. Y así, no sólo podemos entender como pasaje irónico de suma genialidad aquél de la Ilíada, canto III,  125 y ss., donde Helena “Tejía un esplendente y purpúreo paño doble, y estampaba en él las incontables batallas que los troyanos domadores de caballos y los aqueos de corazas broncíneas padecían por su causa”, sino que además la diosa de la guerra aparece como la diosa de la épica y del oficio de escribir, porque componer poesía es tejer estampados de palabras. Recordemos aquí la antiquísima evidencia: texto significa tejido, metáfora que data como mínimo de la Ilíada.
 
Así que, cuando Helena teje el tapiz que es la guerra, compone en un arte que simboliza la épica escrita, y crea una pieza cuya dimensión desborda la Ilíada e incluye al poeta (tejedor oculto) y a ti lector, para cuyo recreo se teje el tapiz.  Y ahora es cuando mejor se ve que Helena, diosa de la guerra, tiene conciencia de ser, a la vez, eterna diosa del canto y la poesía: “seremos cantibili para los hombres venideros”, le dice a Héctor poco después, en la misma Ilíada, VI, 358.
 
Por eso es tan importante el frasquito broncíneo, porque tiene una inscripción probatoria de que en la épica griega antigua, la diosa de la guerra y la del canto son la misma diosa: la divina Helena. Alegoría admirable e irónica que lleva veintiséis siglos sin ser entendida. Un respeto a los poetas.
 
P. D.  
Todo se ha perfeccionado de Homero a esta parte, salvo la poesía.
Leopardi 


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12 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Siria sitiada por dentro y por fuera

 

 

Ayer traía el Frankfurter Zeitung una entrevista al poeta sirio Adonis, que tiene un nombre la mar de mesopotámico y vive en París, como es natural. Se expresa este hombre de 83 años con claridad poco frecuente en su oficio sobre el follón arábigo, y era muy crítico con todo el mundo. Ya cuando empezó el bombardeo bondadoso de la primavera árabe dijo que él no podía participar en una revolución que se inicia en una mezquita porque, ya de entrada, eso no tiene nada que ver con libertad y democracia. Toda sociedad que se basa en legislación religiosa es una dictadura, asevera. Y es  incluso peor que una dictadura militar, que aspira acontrolar las cabezas e ideas políticas, mientras las bondades islámicas quieren gobernar además el corazón, el alma y el cuerpo de todos.

 

Adonis está persuadido de que hoy por hoy la sociedad árabe no es compatible con el laicismo y sostiene que los árabes llevan mil quinientos años sin salir del círculo vicioso de aspirar al poder sin dar un paso que impulse cambios sociales en dirección al progreso.

 

Respecto a los revolucionarios sirios, los considera apoyados por Estados que no tienen ningún interés en terminar con la violencia en Siria, y que pretenden debilitar el país. En concreto, cree que Arabia Saudita, Qatar y Turquía aspiran, con la excusa de un islam moderado, al sometimiento de todos los países, desde Marruecos hasta Paquistán, a un suprapoder sunita. Y está persuadido de que una intervención militar en Siria hará caer al país en manos de los yihadistas.

 

Aparte de la clarividencia política de este poeta, la verdad es que la proclama de hipocrituelos mediocres como Obama y Cameron de castigar al régimen sirio por matar con artes prohibidas, como si se tratara de una multa del guarderío de caza y pesca, no sugiere nada parecido a la existencia de un Occidente democrático con ideas ni decisiones claras.



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30 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Patria ingrata

 

El primer exigidor de una plaza de funcionario conforme a su perfil de sabio fue probablemente Heródoto, que leyó su Historia en el estadio olímpico, durante la celebración de los juegos, una especie de Cordobés espontáneo de la letra vulneraria asaltando los oídos curiosos de los atenienses y exigiendo pasta gansa. Y tuvo éxito, porque le adjudicaron una porción dracmática de los fondos de la ciudad.

 

Sólo tengo noticia de dos casos españoles de creación de cátedra ad sapientem, que quizá fuera el desiderátum de la universidad, que lo digan los entendidos, si bien cualquiera entiende —lo de ‘cualquiera’ es una exageración cortés y anticuada en estos tiempos de demagogia reticulada— ha de ser rarísimo.

 

Uno fue Ruiz-Giménez, que cuando fue ministro de Educación promovió la cátedra de sumerio en la Universidad Central de Madrid a medida de Juan Errandonea, al que conoció en Roma, cuando era embajador ante la Santa Sede, y vio que aquel receptáculo de conocimientos mesopotámicos iba a suceder por las buenas y sin papeleo al asiriólogo alemán Deimel en su cátedra romana. Errandonea solía tener luego en Madrid entre dos y cinco alumnos, por cierto, todos americanos y no sé si algún filipino. Y otro fue Tovar, que promovió la cátedra de indoeuropeo en Salamanca a medida de Luis Michelena, que se hizo a sí mismo estudiando en el talego. Los aficionados quizá memoren el ejemplo extranjero y extemporáneo de Nietzsche al que regalaron la cátedra de griego en Basilea, sin haberse doctorado ni nada, todo porque era Nietzsche.

 

Retumban ahora brindis al sol, oh patria ingrata no poseerás mis huesos, de pretensos decepcionados por la falta de cátedra mía a mi medida en mi barrio no se traumen mis vástagos. Es intolerable que una universidad guardería tarde tanto en proveer de tierna plaza quinqueniada a sus criaturas.



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22 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Glamour en vacaciones

La etimología suele ser una ciencia muy edificante e ilustrativa de las historietas humanas, siempre que se practique con un mínimo rigor científico, porque tradicionalmente se ha empleado con alegría hortelana, ya no solo entre los vascos, donde ha servido para aliñar incontables gansadas racistas, oteizianas y sabinianas, sino en general y desde la antigüedad, porque no hay más que fijarse en la Biblia, cuyo  texto rebosa etimologías populares, que ninguna resiste un examen serio, o en la Odisea, donde el poeta hace muchas veces juegos de palabras con sonsonetes seudoetimológicos, como cuando dispone que Laertes dé una explicación populachera del origen del nombre de Ulises.
Una etimología curiosa es la de glamour, que está reputado como galicismo, cuando viene del inglés. Algunos entendidos proponen que proceda del antiguo germánico glaem (brillo) que da el inglés gleam y el alemán glanz. Mas no hay tal, crean al experto, porque todos los indicios apuntan a que glamour provenga de grammar que, pronunciado a la escocesa, derivó hasta su son actual.  Como los más avezados quizá supongan, grammar no es sino ‘grammatica’ prestado por vía latina. Pero en origen, o sea, en griego, gramática viene a ser ‘la ciencia de las letras’. Glamour significó originalmente encantamiento o conjuro mágico, en virtud de un poder atribuido secretamente a las letras,  las guardianas del encanto, quién lo iba a pensar, compañeros poetas.
Otra etimología con trastienda es la de gopor (cuenco de madera, en vasco), que viene de caupolus (en latín, bote, pequeña barca, y por extensión, pieza de madera ahuecada en forma de bote o barquichuela). Aquí tendré que explicarme un poco más, porque ha de comparecer sin falta el filólogo vasco de guardia (es para alucinar y no creer la mara de licenciados en filología vasca por cáspita de que disfrutamos en estos pagos, me aseguran que los filólogos catalanes también asuelan la comarca en legión vifrédica y pilosa, pero lo verdaderamente increíble es la ignorancia con incontestable derecho a decidir que tienen en las nociones más elementales de su ciencia) y denunciará con la severidad propia de su sacerdocio que gopor no puede venir de caupolus, primero porque no se parecen en nada, ni hay noticia de que Mitxelena dejara instrucciones al respecto, y segundo, porque es imposible metafísico que nuestro puro neolítico venga de un extranjero represor.
Vaya ahí un curso portátil y comprimido de la materia en dos parrafadas: la mayor parte del vocabulario actual del vasco, un bien holgado ochenta por ciento, procede del latín y los romances, y se deben igualmente al latín la conjugación perifrástica y el participio pasivo, así como la parte más medular de la fonética, la morfología y la sintaxis de la lengua vasca actual. Hay además una parte fundamental en el vocabulario vasco que es de origen celta y otra, todavía más antigua, de procedencia lusitánica. Estos últimos préstamos se naturalizaron ya en aquitano, porque el vasco en sí no se formó hasta que el aglomerado de aquitano, celta y antiguo lusitánico, se topó y convivió con el latín. Por fin, la parte más antigua del vasco deriva del mencionado aquitano pero, como es natural, transformado y erosionado.
Cuando el vasco naturalizaba un préstamo, regía la ley de sonorizar las sordas iniciales, eso quiere decir que P-T-K se vasquizaba como B-D-G. Otra ley más antigua, regente ya en aquitano, es que enmudecía la

inicial de los préstamos. En esto, el vasco se ha conducido como el árabe y el ibérico. De ahí que el término indoeuropeo pilis (‘fortaleza’, emparentado con el griego polis) haya dado en aquitano e ibérico ‘ili’, y más tarde en vasco ‘iri’, y haya servido para elucubrar muchas fantasmadas sobre el vascoiberismo. También es preciso tener en cuenta que el aquitano no presentaba inicial en su vocabulario, lo cual suele servir como indicio para detectar préstamos casi siempre célticos y latinos en vasco, como es el caso del río Deba en Guipúzcoa y el monte Deio en Navarra, que son topónimos celtas. De modo que, por liquidar el excurso, el cau- latino daba gau- en vasco (por ejemplo, causa dio gauza) cuando se tomaba del latín más antiguo, y go- cuando era del latín más decadente, como es el caso de gopor derivado de caupolus > gopolus.

 
Hasta el siglo pasado, sin ir más lejos, existía en vasco la locución (g)opor egin, que literalmente era hacer cuenco, o sea, hacer hueco, con el significado lato de fallar, faltar al trabajo, a la carlistada, o en general allá donde se esperaba el esforzado concurso del vasco cumplidor de su palabra, y era por aquello de que se dejaba un hueco en las prietas filas. Cuando la superioridad que vela por la pureza idiomática tuvo noticia de dicha locución popular, decidió decretar que oporrak significara vacaciones. Esa forma de legislar el léxico, sin miramiento por la desmedrada tradición literaria ni por los hablantes naturales, tiene la ventaja de ser obedecida en el acto por la gran tropa de fieles acorazados por la ignorancia voluntariosa. Porque cuencos de madera no necesitamos, pero sí un término para decir vacaciones, que no sea un préstamo y parezca muy vasco, porque el enemigo no ceja en su empeño represor de poner en duda nuestra pureza neolítica. 
 
Pues bien, érase una vez, allá por los años 50-60 del siglo pasado, una maestra de Narbarte destinada a la villa de Eibar, donde tuvo entre sus alumnos a un niño de acendrada raigambre rural, que se llamaba Andoni y apenas hablaba castellano, ni casi nada. En aquellos tiempos franquistas, en la escuela nacional primaria de Eibar, contra lo sostenido y trompeteado por el tópico, también se daban clases de vasco y se enseñaba a escribirlo y traducirlo al castellano a chavales como Andoni. Y la maestra de Narbarte tenía debilidad por su Andoni, que era más bien llorón, y balbuceaba un vascuence encogido. Un día surtió un examen de vasco para la plebe parvularia y en el trance había que traducir determinadas expresiones al castellano. Estaba la maestra de Narbarte vigilando las prietas filas de infantes eibarreses haciendo el examen, y vio que Andoni no sabía qué era ‘oporretan’ y hacía pucheros. Entonces decidió ayudar a su enchufado, y le chivó muy bajito ‘en los cuencos’.
 
Andoni obtuvo un suspenso cum pitorreo, porque en la nueva normativa vigorosa ‘oporretan’ era ‘en vacaciones’, para asombro de la maestra de Narbarte, que sabía verdaderamente vasco, a diferencia de las demás maestras, que sostenían la nueva acepción dictada por la superioridad con la fe que solo podía prestarles su ignorancia indiscutible. Muchos años después, la maestra  jubilada se reía cuando nos contaba las conversaciones surrealistas que tenía con aquellas docentes patrioteras.


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8 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Elegía de Duino

Convertirse en dios al morir, esa creencia poética tan antigua, no quiere decir más que convertirse en envidioso ubicuo, deseo tiernamente humano. Los griegos creían que el mayor peligro de los dioses es que tienen envidia de los hombres. También en la mitología védica y en el Génesis, los dioses aparecen descritos como mirones que tienen celos del hombre.
 
Un sabio alambicado como Proust describe los celos como posesión que arrebata una presencia a los demás, y dice que es sólo un apaciguamiento, o sea, una magnitud negativa, lo real es lo otro, los celos. Un pastor me contaba que un carnero sólo cubre cuando ve competencia, y que no hay oveja tan pelma en su celo que sea tan efectiva y afrodisíaca para un carnero como la presencia de otro carnero. Igualmente me decía que el caballo no quiere cubrir a la misma yegua, quiere otra, porque, si no, es como si supiera que no tiene competencia, y sólo le pone en función la presencia o el barrunto de otro caballo. También es revelador, en los dementes, que la envidia no es afectada por la locura, porque es de esas funciones, hondas y verdaderamente orgánicas, que siguen andando aparte de ideas, educaciones, reflexiones y demás aparatos persuasivos.
 
Es uno de los motivos de que la elocuencia persuasiva sea tan difícil de pintar, de hecho, en literatura no se describen sino sus resultados. En la épica se ve que, por ejemplo, la elocuencia persuasiva de Ulises es un elemento semejante a esos personajes del teatro medieval que salían de azul o rojo, o de la derecha o la izquierda, y con eso eran declarados buenos o malos, o no había más que hablar. En efecto, todos los personajes épicos hablan igual, o muy parecido, la diferencia es que llevan una suerte de signo fatal, un cartel avisador que les cuelga del pecho y dice “palabras sin efecto” o “palabras persuasivas”, no importa qué digan, como tampoco importa el tino y la fuerza de una lanza o flecha que se tira, porque los dioses pueden desviarlas. Esa fatalidad arbitraria es, bien mirada, más real que la literatura que se pretende realista y se figura palabras y flechas atinadas “en sí”. Shakespeare pinta a Ricardo III como pérfidamente persuasivo, pero es porque nos lo asegura el poeta, porque en la escena donde persuade a Ana, solo vemos que Ana debía querer ser persuadida.
 
Se trata de una de las viejas clarividencias poéticas que recalcan aquel axioma de Gödel de que el lenguaje es menos que el pensamiento; y que verdad y pensamiento, aun sumados, siempre son menos que el mundo.
 
Boltzmann decía que no podemos comprender la naturaleza, sino solo modelos de la naturaleza. Lo cual es un axioma poético en su más alto grado. Es la propia médula y la razón de ser de la poesía. Y, como no podía ser menos, un poeta clarividente como Boltzmann sufrió el destino de Ayax, porque sus palabras fueron sin efecto o no persuasivas, sumado al destino de Casandra, porque predijo, con nulo crédito, cómo entenderíamos hoy el átomo, la entropía y la flecha del tiempo. Hasta en su suicidio, como víctima de su  espectacular poética, que casi parecía física atómica, fue más poeta que todos.
 
Hay que pensar que la escasez de adoración ha matado a los dioses y ha provocado los follones bíblicos y las matanzas de héroes programadas por Zeus y Temis (la Justicia). Si la escasez de adoración mata a los dioses, qué no hará sufrir a un poeta, aunque  fuera el mayor físico de su tiempo, y estuviera de vacaciones en Duino, cerca de Trieste.


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3 de agosto de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Épica de diario

Los periodistas alemanes llaman, para variar, “die Iberer” (los íberos) a los españoles, sobre todo, a los futbolistas. Y los periodistas íberos titulan “galos” a los franceses, cada dos por tres. Dicen el ministro galo, la policía gala, o los ciclistas galos, como si estuvieran en un cómic de Astérix. Los periodistas galos, por su parte, no menos que los íberos, nombran “teutones” a los alemanes, el portero teutón, la escuadra teutona,  como lo harían, qué sé yo, Tácito o Tito Livio. Y no olvidemos a los "transalpinos", que vienen a ser los italianos para los periodistas íberos, galos y teutones, como si hablaran desde el punto de vista de Aníbal.


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30 de julio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De inanitate

Nada muestra mejor la inanidad del farfullido de la actualidad que la llegada de agosto. El gobierno, los políticos y los opinadores con mando en plaza se van de vacaciones, desconectan, como dicen en su jerga de espectrodoméstico, y no pasa nada, todo sigue igual. ¿Qué mejor prueba de su inutilidad? Ese ritmo infantiloide, remedo del curso escolar, de la tropa de oficiantes del diario juego floral prueba su dedicación exclusiva a la nadería. El otro día hablaba Félix Ovejero de la porción de mañas pueriles que han adquirido sonsonete de axioma con el guitarrón del porquesí de aquella tuna del 68, el botellón de conbenditos que acabó porque llegaron las vacaciones escolares, gran momento de la humanidad. 
 
Todo lo que tiene rentrée, el porrompompero editorial y gubernamental, la opinión estacionada y los poetas vacacionales, no vale nada, ahora ni luego.
 
Quitando a los pobres, que se agostan todo el año y así no marcan tendencia ni llegan a nada, quienquiera que sea algo, desde el presidente de la nación de turno con casquería propia hasta su más fresco literatún subvencionado, desde el emérito que más se aburre hasta el cagulete que más promete, todos cesan en agosto, dejan el timón, y vemos que el artefacto era en efecto un timo grande, porque da lo mismo.
 
Andaba tecleando estas ocurrencias cuando han cortado la luz. Vaya hombre, tu quoque, oh miseras hominum mentes, iba a escribir, pero al back up le da igual Lucrecio y ha seguido chillando aparatoso. He tenido que grabar y abandonar, como si yo también fuera un prohombre que sale de vacaciones, siquiera al balcón. Y entonces he visto a los operarios que montan la gran torre del tendido eléctrico. Y ha roto la tormenta. Pero ellos han seguido trabajando igual. Levantar bajo la lluvia incensante una torre de acero y dotarla de su cableado, cerámicas, bucles y conexiones, es un trabajo que requiere concentración, agilidad, resistencia y sentido de equipo. La tensión estaba por las nubes. He visto los chispazos del temible poder.  Y ellos han seguido sujetos con arneses al monumento, pequeña torre eiffel de la pradera, veinte metros de altura sobre el suelo, siempre entre los visillos del aguacero y el retumbo del trueno. El hombre es aún capaz de mojarse. Me han quitado la velación y como he sido su único público, he ido a pegar hebra con los héroes subcontratados. Van al paro en agosto. No somos nada.


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28 de julio de 2013
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