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Por qué es tan importante esta botellita

Por 12 de septiembre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

Porque una letra de su inscripción conlleva un giro copernicano en la lectura establecida de la épica griega.
 
Hay testimonios antiguos, como el de Dionisio de Halicarnaso y el del escoliasta de Dionisio Tracio, que refieren el hecho de que Helena se escribió con digamma inicial. Estudiosos modernos, cuyos nombres pasaremos piadosamente por alto, han ninguneado y menospreciado la valiosa observación por “tardía y literaria”. Como si pudiera haber algo más tardío y literario que un estudioso moderno. En todo caso, nos tranquiliza la severidad insobornable de los especialistas que sólo tendrían en cuenta un testimonio sobre la digamma, si procediese de un analfabeto lo bastante antiguo.
 
Otro indicio patente y saltón de que Helena se escribió y pronunció con digamma inicial se lee en el hexámetro 329 del canto III de la Ilíada. Ahí, la última sílaba de Alejandro antecede a Helena y, para que el hexámetro se escanda como es debido, presenta un alargamiento sólo explicable por el hecho de que el poeta cante el nombre de la divina con digamma inicial. Los especialistas modernos tampoco se han dejado impresionar por el dichoso poeta, unos porque lo tienen por inexistente, y otros por analfabeto, y los restantes porque dicen que un alargamiento ante la cesura es una vulgaridad indigna de su atención.
 
El sonido que representaba la digamma en griego correspondería aproximadamente a un híbrido entre la /w/ inglesa y la alemana, una suerte de /u/ consonántica, que para abreviar reproduciré como /v/.
 
El frasquito —en griego, aryballos— cuyo croquis se ve arriba es importante porque tiene inscrita la dedicatoria agradecida de un señor espartano llamado Deinis a la divina Helena. Memoremos aquí la relevante circunstancia de que, alrededor del 650-600 a. C., que es la datación del artefacto, la espartana era una sociedad que veneraba la guerra. 
 
En el original broncíneo, la inscripción no se lee con la claridad que se ve en ese dibujo debido a Anne Jeffery, que estudió la pieza bajo el microscopio y estableció su texto. Lo más importante es que dejó sentado que el nombre de Helena se escribió en efecto con digamma inicial. (Para aficionados: hay que empezar a leer desde la derecha y de arriba abajo "Deini…". La digamma está a la izquierda del círculo central, pegante y casi confundida con la épsilon que le sigue. Hay otra digamma en el cuello del aryballos, la segunda letra contando de arriba abajo.)
 
Ahora, ¿por qué es tan importante la prueba de convicción de la antigua presencia de esa letra en el nombre de Helena? Porque nos permite revestir a la diosa Helena, ahora Velena, con el atuendo que muestra cuantísimo se parece, como es natural, a sus primas hermanas, las diosas indoeuropeas de la guerra. En efecto, escrita Velena, es clavadita a Velinas y Vellaunos, diosas de la guerra en lituano y galo, respectivamente. Y el vivo retrato de su prima Dvelona, diosa de la guerra en latín arcaico, que luego, así como Velena pasó a ser Helena, derivó a Bellona. Por cierto esta diosa Dvelona es melliza de Dvelum, que en latín posterior fue Bellum ("guerra"). Y de Dvelum proceden “duelo”, “doler” y “dolor”, los viejos conocidos… Otra prima hermana de la griega Velena era la hitita Valis, también detentadora del importante cargo de diosa de la guerra, que muestra su semejanza y parentesco inconfundible con wæl (“matar”, en inglés arcaico) y vulnus ("herida", en latín). Y otra prima más era Varuna, diosa védica de la guerra. Ésta tiene su interés porque muestra la conocida deriva fonética de /l/ a /r/, o sea, de lateral sonora a vibrante también sonora, que se evidencia en Wærra ("guerra" en gótico arcaico) de donde proceden el inglés war, el castellano guerra, y el francés guerre. No olvidemos el alemán Weh ("dolor"), el inglés woe, y el latín vae (sí, el de vae victis!) miembros señalados de la saga.
 
Total, que la digamma inicial permite concluir de manera incontestable que Helena era la diosa de la guerra en la épica griega. Y así, no sólo podemos entender como pasaje irónico de suma genialidad aquél de la Ilíada, canto III,  125 y ss., donde Helena “Tejía un esplendente y purpúreo paño doble, y estampaba en él las incontables batallas que los troyanos domadores de caballos y los aqueos de corazas broncíneas padecían por su causa”, sino que además la diosa de la guerra aparece como la diosa de la épica y del oficio de escribir, porque componer poesía es tejer estampados de palabras. Recordemos aquí la antiquísima evidencia: texto significa tejido, metáfora que data como mínimo de la Ilíada.
 
Así que, cuando Helena teje el tapiz que es la guerra, compone en un arte que simboliza la épica escrita, y crea una pieza cuya dimensión desborda la Ilíada e incluye al poeta (tejedor oculto) y a ti lector, para cuyo recreo se teje el tapiz.  Y ahora es cuando mejor se ve que Helena, diosa de la guerra, tiene conciencia de ser, a la vez, eterna diosa del canto y la poesía: “seremos cantibili para los hombres venideros”, le dice a Héctor poco después, en la misma Ilíada, VI, 358.
 
Por eso es tan importante el frasquito broncíneo, porque tiene una inscripción probatoria de que en la épica griega antigua, la diosa de la guerra y la del canto son la misma diosa: la divina Helena. Alegoría admirable e irónica que lleva veintiséis siglos sin ser entendida. Un respeto a los poetas.
 
P. D.  
Todo se ha perfeccionado de Homero a esta parte, salvo la poesía.
Leopardi 

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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