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Escrito por

Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Quién era Longino?

De las tres obras que el canon clásico ha retenido como referenciales de la preceptiva literaria, la Poética de Aristóteles, la epístola Ad Pisones de Horacio, y el tratado De lo sublime de Longino, esta última es la que más interés ha suscitado en la modernidad, primero por la rara excelencia y audacia de su texto, y luego por la controversia sobre su época y autoría. 
Este año se celebra el 340º aniversario de la venerable traducción de Boileau, que recuperó De lo sublime para la historia de la crítica literaria. Con tan fausto motivo, Acantilado publica este mes una nueva traducción, que será por lo menos la décima española desde 1770. Es el momento adecuado para volver a preguntarse quién era Longino.
¿Cuándo se escribió De lo sublime?
El primer paso en busca del autor sería determinar la fecha de su texto. No hay muchos elementos que ayuden a determinar cuándo se compuso De lo sublime, pero todos los disponibles apuntan a la época del emperador Augusto. 
Los autores  que Longino cita como contemporáneos, Teodoro de Gadara y Cecilio de Calacta, son de época augustana.
El autor que muestra la más notable influencia de De lo sublime en sus textos es Séneca. En De tranquilitate animi se pueden leer consideraciones sobre el riesgo de la grandeza literaria y otros temas típicos del tratado. Por su parte, en De brevitate vitae, escrito en el año 49, ofrece un importante indicio de datación de De lo sublime cuando dice que la moda de estudiar letras y diseccionar la Ilíada y la Odisea fue algo que ocurrió en el pasado: “Graecorum iste morbus fuit”  [fue una manía de los griegos]. Lo que hace pensar que se refiera como mínimo a la generación de su padre. 
En un pasaje de las epístolas a Lucilio (95, 23) menciona Séneca las aulas vacías de los maestros de artes liberales y de preceptiva literaria, ya no se estudia, los jóvenes se han vuelto tabernarios. 
¿Cómo se llamaba?
Han pasado de moda denominaciones como Pseudo-Longino o Anónimo. La primera procede de una atribución errónea, ¿por qué cargar al autor con la equivocación? Respecto a la segunda, el tratado ha sido transmitido con un nombre, que ese nombre haya podido ser juzgado por algunos incompleto o dudoso, es un motivo menos que endeble para declararlo anónimo.
El manuscrito conservado dice que el autor es “Dionisio o Longino”. Esto se ha leído siempre como si el copista expresara una duda, o sea, no se sabe si fue el uno o el otro. Pero la disyuntiva ἤ también admite ser leída como “alias”. Es decir Dionisio el Longino, siendo la segunda parte un sobrenombre o nombre de pluma, como Azorín o Molière.
En todo caso, lo más llamativo de Longinus, sea nombre o sobrenombre, es que no es griego, sino romano, mientras el autor de De lo sublime deja bien claro que él es griego y extranjero en Roma. Entonces, ¿cómo es que se llamaba así?
Longinus fue el apellido de la Gens Cassia, reputada como una de las estirpes más nobles y antiguas de Roma. Así se apellidaron sus miembros durante la República, de modo que todo Longinus tenía alguna relación parental, clientelar o de homenaje con la Gens Cassia.
En la Gens Cassia regía la tradición del estudio de la lengua griega. Gaius Cassius Longinus, el tercero de los conjurados que apuñalaron a Julio César, estudió filosofía en Rodas, la capital de los estudios estoicos, y hablaba y escribía griego perfectamente. Dos de sus descendientes eran jóvenes estudiantes en  la época augustana:
Gaius Cassius Longinus, jurista y autor de varios volúmenes sobre su especialidad, procónsul de la provincia de Asia, y gobernador de Siria durante los reinados de Calígula y Nerón. Se casó con una nieta de Augusto y tenía en su mansión una estatua de su abuelo Gaius Cassius Longinus, el helenista estoico mencionado arriba que se clasificó en tercer lugar en el apuñalamiento de Julio César. Nerón desterró al nieto por ese motivo a Cerdeña en el año 65. Tácito recuerda que para entonces se había quedado ciego y que en el año 61 intervino en el foro para que todos los esclavos de un senador asesinado fueran ejecutados en estricto cumplimiento de la ley.
Lucius Cassius Longinus, hermano mayor del anterior, fue también cónsul y cuñado de Calígula, que lo mató en 41, porque un oráculo le advirtió que un Longinus lo asesinaría. 
Estos Longinus pudieron ser discípulos del autor de De lo sublime, que a su vez habría adoptado el sobrenombre familiar de sus patronos. Cecilio de Calacta, autor de otro tratado hoy perdido sobre lo sublime y que sirvió a Longino como pretexto competitivo para escribir el suyo, también dejó su nombre original y se hizo llamar así en honor de sus patrones, los Metelli.
  El dedicatario
De lo sublime está dedicado a Postumius Terentianus, a quien Longino se dirige con el epíteto kratistos, que según la preceptiva corresponde a una persona de alto rango, como hace Plutarco al referirse a su protector el senador Fundanus. Pero ese discípulo de Longino no ha sido identificado.
¿Era judío?
Una de las particularidades del texto es que denota un familiaridad extraordinaria con la versión bíblica Septuaginta. Hay palabras y fraseos que sólo se leen en la Septuaginta y en De lo sublime. Además Longino menciona la impiedad del poeta de la Ilíada al tratar a los dioses, e insinúa que ve mayor grandeza literaria en la descripción de la potencia divina por parte del legislador de los judíos. Pero su confidencia más reveladora es cuando, en su defensa de la pasión,  asegura al final del capítulo VIII que, para su gusto personal, “nada hay más grande que una pasión noble en su momento justo, cuando por obra de la inspiración se inflama en ráfagas entusiastas que dan a sus palabras tintes proféticos”. Esa defensa del entusiasmo profético anuncia el pasaje en el capítulo XLIV donde Longino compone efectivamente un vehemente discurso inspirado en el Oráculo contra Babilonia, uno de los grandes poemas del profeta Isaías.
La grandeza de los juegos universales
Para Longino, la literatura, como la vida, es una competición de magnanimidad, ingenio y pasión, unos juegos universales donde hay que ser ambicioso, arriesgarse y aspirar a lo más alto. Es el motivo medular que le lleva a repasar los modos, medios y antecedentes de la grandeza y el tono elevado. No es el menor de sus méritos que, gracias a él, se haya conservado uno de los poemas más importantes de Safo.


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2 de junio de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gente delicada en buena hora

Como saben los aficionados, Ariel es un nombre archihebreo, tanto que la multitud de expertos que lo han visitado han evacuado otras tantas hipótesis sobre su significado, que van desde “león de Dios”, explicacion ingeniosa aunque disparatada, hasta “fogón del sacrificio”, nombre antiguo de Jerusalén, o nombre de persona o estirpe. Y en ésas estábamos, cuando la vieja marca de detergentes no ha tenido mejor idea que celebrar el mundial futbolero con un paquete especial de 88 dosis y un remedo de la camiseta de la selección alemana. Intolerable, claro. Primero que, según juran, ariel le suena a “arier” a todo alemán como es debido, lo cual le causa honda aflicción, aunque él no sabía nada. Luego, que 88, como nadie ignora, viene a ser HH, ¿por qué? a ver, ¿cuál es la octava letra del asnalfabeto ostrogodo? la H, ergo dos ochos será… HH ¿Helenio Herrera? ¡No! Heil Hitler, hombre de Dios! ¡Qué horror! ¡Y qué malicos se han puesto los tuiteros alemanes de buena voluntad! Se han escandalizado e indignado tanto que el fabricante ha mandado recoger todos los paquetes de detergentes racistas, innombrables, genocidas, holocáusticos y causantes de gran sufrimiento a la población de buena voluntad aunque nunca supo nada. Y lo peor es que, además, los paquetes tenían letras de colorines que, aquí recojan a la infancia y presérvenla del horrísono concepto, ¡hablaban de limpieza! Qué espanto, aunque nosotros no sabíamos nada. En fin, la vocera de la empresa fabricante ha pedido perdón y jurado por la puerta de Brandenburgo que ha sido un lapsus inexplicable, que serán buenos y que no harán holocaustos nunca más.


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9 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El cielo de bronce

En su serie de poemas Spleen et idéal, Baudelaire compara el cielo con una tapadera pesada que cierra el círculo del horizonte,
Quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle […]
[…] de l’horizon embrassant tout le cercle,
y recrea la descripción celestial más antigua de todos los tiempos. Aristófanes ya se había burlado de ella en Nubes 95-97: "Cuando hablan del cielo quieren convencernos de que es una tapadera de barbacoa, y de que nosotros somos los carbones".
 
Uno de los motivos de la fortuna del poema de Baudelaire es su genialidad de contextuar la izada de la bandera negra del desespero bajo la tapadera del cielo, la imagen prehistórica que yace en el fondo de armario de la humanidad poética y data de la Edad de Bronce, como es natural. 
 
En las lenguas indoeuropeas se refleja una antiquísima relación conceptual entre el bronce, el aire y el cielo, que aún está por estudiar. En latín, por ejemplo, es muy llamativa la estrecha semejanza entre aes-aeris (bronce) y aer-aeris (aire); la semejanza se extiende a todos sus derivados, que  muchas veces comparten series enteras de declinación, como el caso de aereus (de bronce) y aerius (de aire). En griego y latín, aer es la parte más densa y baja de la atmósfera, mientras la parte superior es aither — de aithé “luminoso” + aer— que es un aire más puro y brillante. Notemos la semejanza de aer con los términos que significan metal o bronce otras lenguas indoeuropeas: anglosajón aeren, nórdico eir, alto alemán er. ¿Nombraban los indoeuropeos de hace cinco mil años con la misma palabra al cielo y al bronce?
 
En la Ilíada I, 426, el palacio de Zeus está erigido sobre el bronce de la bóveda celeste. Un poco más delante, en V, 504, se habla del cielo rico en bronce, y en XVII, 425, del cielo de bronce.
 
La misma raíz indoeuropea con significado broncíneo que produjo aes y aer en latín, aruz en antiguo altoalemán, iarn en irlandés, ora en inglés antiguo y houarn en bretón, dio ouranos, que es el nombre del cielo en griego. Pero en la época homérica su original significado relacionado con el bronce se ha olvidado, y ya sólo es un arcaísmo refugiado en el cielo. Sin embargo, el poeta lo adjetiva “rico en bronce” o “de bronce” y, aunque no sea consciente de que construye un pleonasmo diacrónico, es evidente que sí lo es de la relación esencial entre el cielo y el bronce.
 
Otra particularidad curiosa del latín es que caelum es cielo y también cincel. La voz viene de una raíz indoeuropea kel- que significa cortar, romper, y también tapar o protegerse con un escudo o yelmo, y alude a las operaciones que pueden llevarse a cabo con una buena aleación de bronce provista de mango, asa o similar. Así, en lituano, kaltas es cincel, en griego, khalkós es bronce y klao significa romper, y en latín, gladium, quiere decir espada. Los ejemplos serían incontables, por resumir, digamos que el latín caelum tiene la misma procedencia que el galés celu, el irlandés celim y el inglés sky: el sentido propio y original es tapadera o escudo
 
Que el cielo era de bronce en la cosmovisión indoeuropea más antigua queda fuera de discusión si nos fijamos en que ese parentesco entre el cielo y el metal radica en el estrato más interiorizado y arcaico. Dese luego, una cosa es ser de bronce y otra ser el bronce. Y hay indicios de que en tiempos remotos, cuando el bronce causó verdaderamente sensación, se entendía que el cielo era el metal y desde él caía a la tierra por gracia divina: el significado original de ouranos sería “el que da bronce”. Hay leyendas para dar y tomar que lo ratificarían, por ejemplo, Hefestos arrojado del cielo con toda su ciencia metalúrgica, o la generación de gigantes de bronce que también cayeron del cielo y precedieron a los hombres. El término griego hierós (sagrado, poderoso, divino) deriva de la misma raíz broncínea y celestial.
El testimonio de Aristófanes da idea del momento en que ya la idea estaba periclitada. Baudelaire, en cambio, demuestra que radica en nuestra médula poética.


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22 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué es lengua materna?

Hace mil años que corretea la criatura por todas las lenguas modernas y todavía nadie ha dado una explicación medio satisfactoria del significado ni el porqué de esa locución invocada por tantos para no decir nada. Muchos creen que la lengua materna es la que se aprende de la madre, cuando cualquiera en sus cabales podrá caer en la cuenta y hasta demostrar que del padre, del abuelo, e incluso de una tía segunda que vino un día de visita, también se aprende a hablar, o que las madres mudas paren vástagos parlanchines.
 
Otros  muchos creen que es la primera lengua que uno aprende, sea como sea, y hay diccionarios, como el de la RAE, que la definen como la que se habla en un país respecto a los naturales del mismo. Son todas muy buenas intenciones, pero nadie explica por qué ha de ser materna, y no fraterna o tierna, en adobo o en gelatina.
 
El único lingüista que ha intentado una explicación coherente es Einar Haugen, aunque su conclusión es tópica y decepcionante. Recuerda que en la época medieval sólo los hombres recibían educación, mientras las mujeres se dedicaban a la tarea considerada inferior de criar a los hijos. Pero lo cierto es que si uno nacía de una madre analfabeta que sólo hablaba el dialecto de la comarca, no  era muy probable que tuviera un padre avezado latinista y autor de versos en griego ático, sino un farfullante de la misma lengua rústica e iletrada. Entonces, a ver, ¿por qué materna?
 
Es notable que, pese al entrañable adjetivo, en los ejemplos más antiguos se perciba sin equívocos la intención peyorativa, en contraste con lengua escrita o cultivada. En el ejemplo más temprano con autor conocido, la autobiografía de Guibert de Nogent escrita entre 1114 y 1121, se dice que se debatía “non materno sermone, sed literis”, o sea, no en lengua materna, sino por escrito.  Queda más o menos claro que se refiere a la lengua hablada vulgar y vernacular en contraste con la letrada y científica, en su caso, el romance paisano por un lado, y el latín por otro. Pero por qué el habla vulgar tiene que ser maternal es algo que sigue sin entenderse. 
 
Podríamos preguntarnos cómo se denominaba esa dicotomía iletrada/letrada antes de la Edad Media. Contra la creencia de Haugen y muchos otros, el latín no era conocido como sermo patrius por antonomasia. Cuando Tácito narra el viaje  de Germánico a la Tebas egipcia, dice que pidió a un sacerdote “patrium sermomen interpretari” (II, 60), o sea que tradujera las inscripciones de la lengua del país, que no era el latín, sino el egipcio. Y cuando narra el asesinato de Lucio Pisón a manos de un natural del país en la Hispania Citerior, dice que el asesino puesto en el tormento “voce magna sermone patrio frustra se interrogari clamitavit” (IV, 45), o sea, gritó a voz en cuello en la lengua del país —que tampoco era latín, sino celtibérico en su variante bajosoriana meridional— que era inútil interrogarle. Así pues, sermo patrius significaba lengua del país, no necesariamente latín, y la dicotomía mística entre lingua materna y paterna no existía.
 
La primera vez que los gramáticos tuvieron la necesidad de distinguir entre el latín mal conjugado y declinado que usaba la plebe inculta, y el latín clásico que pretendían enseñar, fue hacia el siglo VI, cuando ya las dos lenguas, la defectuosa viva y la perfecta muerta, eran dos realidades definibles. Entonces, estudiosos como Casiodoro y Prisciano introdujeron el adjetivo  moderna, con el sentido de “actual”, en contraposición a paterna, con el sentido de “antigua” o “ancestral” (tal y como Horacio, por ejemplo, emplea paternus en la oda a Mecenas). Para un germanohablante latinizado in literis la dicotomía moderna/paterna tenía traza equívoca e inducente al malentendido que los traductores llaman de los falsos amigos. Los godos antiguos y los sajones llamaban modor a la madre, y los frisones, moder; materna, oh casualidad, se decía modren. No sabemos quién sería el primero, pero lo más probable es que algún germanohablante corrigiera el moderna, que le saltaría a los ojos como un germanismo zarrapastroso derivado de modren, sustituyéndolo por un materna, que eso sí que es latín del bueno. Así pudo nacer el materna/paterna, que parecía más lógico y correcto.
 
Cuando los compañeros poetas empezaron a escandir sus obras en lenguas vernáculas, la distinción entre iletrada (materna) y letrada (latín) dejó de tener sentido, pero es que materna es un adjetivo tan bonito que fueron los mismos poetas los que quisieron verse como redentores de la lengua de sus  santas madres. El sentido peyorativo cambió de lado, pero la comparación perduró más o menos sobreentendida. El campo semántico de sermo patrius fue ocupado por sermo maternusDante, por ejemplo, dice escribir en parlar materno, que suena mejor que vulgar. Los traductores renacentistas insistieron en la misma flor, ellos eran los dignificadores de las lenguas maternas. Desde entonces, la mística quedó instalada en la planta noble de la filología y despacha sus alegrías , que si Muttersprache, que si modyr tonge, que si ama hizkuntza, todo maravillas, por no meternos con la bromatología lingüística que se ocupa de la gramática sorbida con la leche materna y otras mamonadas.
 
Las mistificaciones de raigambre chomskyana son las que más disfrutan en la guardería. La lengua materna ha de ser, dicen, una, y opera sus maravillas de tal edad a tal otra. Yo, sin meterme con las pobres madres que tanto sufren, invitaría un poco a la descreencia al respecto. Un niño de seis años que aprende el árabe en su casa, el vasco en la escuela, y el castellano de la televisión, ¿qué lengua materna tiene? ¿Y si continúa creciendo en Lyon o Kiel, donde tiene tíos?


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17 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El poeta y el dios que no quiere

Hacía tiempo que no jugaba a los oráculos. Hoy he abierto la Odisea y he caído en X, 573b-574:
A un dios que no quiere, ¿quién podrá verlo con los ojos, mientras anda de acá para allá?
Sólo el poeta y, si acaso, nosotros, vueltos más que dioses por su fuerza divina. Y a ti, que eres semejante a un dios que no quiere, también te ve.


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11 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Abracadabras para Julia

Ha aparecido maquillada y sin la trenza de los capítulos anteriores para decir que se presenta al campeonato presidencial. Sus críticos ya denunciaron su estudiada aparición sin maquillaje en la plaza Euromaidan. Parece que los votantes aún la quieren menos que al boxeador Klitschko, y andan los dos rondando el ocho por ciento de incondicionales. El rey del chocolate y la televisión, Proschenko, que financió el jolgorio naranja antaño y la madianía  hogaño, aún no se ha apuntado al concurso, pero ya tiene más partidarios que los dos tempraneros juntos. Quizá ni siquiera se apunte y se limite a dirigir el cotarro.
A Julia, muchos la ven como parte de la sempiterna oligarquía, y a Klitschko, como al típico actor que quiere hacer de presidente. De momento, ya ha anunciado que no va a pegarle un tiro a Putin, ni a quemar Rusia, como dice que hará Julia. Tampoco se volvió, dice, ucraniano de mayor, como Julia, que  fue el siglo pasado morena y monolingüe prorrusa y de las juventudes comunistas y lo que te rondaré. En fin, que parecen pasar muchas cosas, pero cualquiera sabe si  no serán todo el rato las mismas.


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28 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Inseguridad

Leo en el blog de Trapiello la lista de libros leídos y recomendados por Azorín. Me extraña que no salga Saavedra Fajardo, de cuya lectura le acusó Baroja. Se ve que lo dejó inseguro al hombre. Es notable que un autor pueda ser acusado por otro, públicamente y encima en el periódico, de leer con gusto y provecho determinada obra, y que con eso consiga hacerle comportarse como convicto de alguna bajeza. El mundículo de los escritores.


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27 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ahora que nos traigan a Machado

Machado escribió a Baroja una carta postrera tan triste, que a éste le hizo mal efecto, y la tiró. Así lo cuenta. Sin duda se sintió comprometido, afeado, esas cosas tan ingrávidas y sutiles de la susceptibilidad literata. Y el pobre Machado quizá convencido, allá en las últimas, de que legaba un documento conmovedor a la posteridad.
Ahora La Junta de Andalucía, inspirada y enardecida con el jolgorio fúnebre dispensado al cajón de Paco de Lucía, quiere montar una procesión de cultureta y jipío con los restos de Machado. Estará bonito, seguro. En España hay tradición de líos sepultureros y tumbales. Cuando el ayuntamiento de Madrid quisó trasladar los restos del músico Gaztambide al panteón de ilustres, el ayuntamiento de Tudela reclamó la fiambrera como propia y decidió levantarle un mausoleo en el cementerio. Llegó el cajón en tren, con gran séquito de diputados y altos cargos, lo pasearon en medio de un gentío hasta el cementerio, y lo dejaron allá, en un panteón prestado, mientras la comisión cultural pertinente se constituía, cosa que tardó treinta años. Cuando la comisión hizo abrir el cajón, se encontraron con metro y medio de señora mayor, bastante desmejorada, y ni rastro de Gaztambide. Se ve que, en el desbarajuste madrileño del desentierro se traspusieron los restos y se envió como Gaztambide a su suegra, o cualquiera sabe a quién. ¡Qué español es todo eso! Ahora ni cenotafio, ni mausoleo, ni panteón de ilustres, españolito que te vas del mundo, te guarde Dios, ninguna de las dos Españas te hará el panteón.


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9 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Geografía ibérica

 

 

Sostiene el pobre Jiménez que "del Ebro para abajo no se ve la realidad igual que como la vemos aquí”. ¿Para abajo? ¿Aguas abajo? ¿desde el Pilar de Zaragoza? ¿o será para abajo la margen derecha, o sea, Tudela, Cascante, Cintruénigo, Corella, Fitero, Monteagudo, Murchante, Ablitas, Barillas, Ribaforada, Buñuel, Fontellas, Tulebras, estos navarros alucinan y no ven la realidad, Jiménez? Los digo conforme me los imagino, que tampoco soy de aquí, pero sé que todas las fuentes antiguas, del Ebro para arriba y del Ebro para abajo, pobre Jiménez, definen al Ebro como dador de nombre a un pueblo, los íberos, o sea, lo definen como un dios creador, y eso es el padre Ebro, siempre descrito como eje de un país excelente, también para el melonar, donde ronda la pregunta ¿cómo no tiene el socialismo navarro alguien menos acomplejado que Jiménez?

El pobre Jiménez abunda, ya sabemos, en un lugar común del rancismo catalán que tiene a los de la margen derecha del Ebro como infracatalanes, y que a su vez es una melonada de raigambre en el rancismo vasco, pero es que Jiménez es aspirante a mandar  en Navarra en nombre del progreso sobre tierras y gentes que él no sabe, por lo visto, que son Navarra, y luego opinará de Ucrania.

 



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7 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El entrenado y el advenedizo

 
Los ancianos de la aldea recordamos un desaire parejo hecho al presidente Sarkozy y su réplica, ábrete chorralaire, le costó luego el presidenciato, porque quedó tan claudius cualquierus, tan como tú y como yo, que cayó mal. Aquí el jefe del Estado in pectore suo se ve que ha sido entrenado para el caso y reacciona tan más allá de como es debido que casi agrada sólo a los maleducados. Con todo mi desinterés por las jefaturas y a cuál de sus encarnaciones debamos adorar, reconozco la superior idoneidad del entrenado sobre el advenedizo. Otra cosa es si el protocolo para el caso del tonto del vot debe o no ser revisado.


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28 de febrero de 2014
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