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Escrito por

Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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Margaret Atwood, premio Príncipe de Asturias

Los escritores canadienses más conocidos se relacionan de manera diferente con el tiempo en que transcurren sus ficciones. En un extremo, se encuentra Alice Munro, que suele ambientar sus cuentos en el presente, aunque últimamente con incursiones en el pasado, hasta el siglo XIX; en el otro extremo se halla William Gibson, que comenzó como un escritor de ciencia ficción, anclado en el futuro, pero que en sus últimas dos novelas ha decidido instalarse en un presente teñido de tendencias futuristas. Entre Munro y Gibson está Margaret Atwood, que desde un principio decidió moverse libremente en el tiempo, reescribir mitos griegos (La Penelopeada) pero también incursionar en la ciencia ficción en un par de novelas (El cuento de la criada, Oryx y Crake), y mostrarse muy adepta a la ficción histórica (Alias Grace está situada en el Canadá de mediados del siglo XIX; El asesino ciego, en la Canadá de los años previos a la segunda guerra mundial).

Quizás la ciencia ficción de Atwood -o "ficción especulativa", como ella prefiere llamarla- sea la parte más débil de su impresionante obra. Oryx y Crake se maneja con códigos de la literatura post-apocalíptica y es notable su incursión en los peligros de la ingeniería genética; lo lamentable, sin embargo, es que la fuerza moral que impregna la obra de la escritora canadiense se convierte aquí en una fácil requisitoria contra la humanidad, con claras intenciones didácticas. De hecho, uno de los epígrafes de la novela, de Swift en Gulliver, muestra a una Atwood solemne, una suerte de conciencia moral de la humanidad, capaz de advertirnos de la llegada del fin del mundo: "mi intención es informarte, no entretenerte". Por suerte, en sus otras novelas Atwood no hace caso a esa frase, y es una escritora tan completa como compleja.  

(La Tercera, 26 de junio 2008)

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26 de junio de 2008
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Un cuento inspirado por el museo Caixaforum

A principios de año recibí un pedido de Abitare, una revista italiana de arquitectura y diseño. Querían que visitara el museo CaixaForum en Madrid y escribiera un cuento que transcurriera en el edificio. El desafío me entusiasmó. El cuento, publicado en la edición de abril, se titula "El portero de la fábrica de luz", y está basado en la transformación que los arquitectos de la firma suiza Herzog & De Meuron llevaron a cabo: una vieja fábrica es hoy un museo vanguardista.

La revista publica el cuento en inglés e italiano. Aquí está la versión en español: 

Los camiones y las gruas llegaron por la madrugada. Hombres en overoles azules y cascos amarillos comenzaron a descargar máquinas relucientes que jamás había visto en mi vida. Los dirigían señores de vaqueros, zapatillas deportivas y rostros relajados. Uno de ellos se me acercó; quería que les diera paso para entrar al edificio. Le pregunté por sus papeles; todo estaba en regla. Dejé que entraran mientras el edificio se desperezaba y los empleados de la central eléctrica del Mediodía, mi fábrica de luz, ingresaban al trabajo. Le dí un apretón de manos a Dámaso, que sufría porque su esposa estaba enferma; conversé con Marcelino, que ahorraba para irse de ese barrio contaminado en el que vivía en las afueras de Madrid; saludé a Íñigo, uno de los más viejos, alguien que ya estaba aquí antes de que se inaugurara la central, cuando el edificio era la fábrica de bujías La Estrella. Conocía a todos los hombres de la Central; eran mi familia extendida.
    Le pregunté a Íñigo si sabía algo de toda esa gente nueva que acababa de llegar. Se encogió de hombros.
    --Los jefes querrán hacer una remodelaciones.
    --Igual -dije--. Me parece extraño. Si es un par de personas, vaya y pase, pero es mucha gente, parece un proyecto grande. Era algo que debían haberme advertido.   
    --Sabes cómo son.
    Yo sabía que, como el edificio había sido la primera central eléctrica de Madrid, no se podía tocar la envolvente de ladrillo. ¿Cómo renovar el edificio industrial sin tocar las fachadas? No ayudaba el hecho de que los que habían llegado nos ignoraban; hacían sus cosas rehuyendo la mirada, sin dirigirnos la palabra, como si no existiéramos.
    Apenas pude, a media mañana, hablé con uno de los gerentes de la Central y le conté mis resquemores.
    --Si los papeles están en orden, no hay nada que hacer -dijo--. Deben ser órdenes de arriba. Y esas órdenes, tú sabes, no se discuten.
    Me resigné al trajín de los hombres de overol y cascos y de los que dirigían la obra. Al llegar a casa se lo conté a mi mujer, que se mostró entusiasmada: era un edificio viejo, incómodo, arrinconado en una esquina entre otros edificios; quizás era hora de hacer cambios que permitieran que ingresara más luz a la fábrica de luz.
    Acepté lo inevitable. No fui el único: todos los obreros de la Central, los Dámaso y Marcelino e Ínigo, también lo hicieron. Ambos mundos convivían en ese espacio de la fábrica industrial y hacían todo lo posible por no tocarse, como si esa fuera la mejor manera de que siguiera discurriendo el orden en el mundo. Cada uno dedicado a lo suyo, a su trabajo.
    Así, primero con alarma, luego con asombro, fui testigo de cómo, con el transcurrir de las semanas, de los meses, de los años, se iba transformando el edificio. Las viejas ventanas que daban al exterior fueron cerradas con ladrillo de recuperación, dejando el ornamento visto, con el predominio de los colores ocres y naranjas de siempre. En la entrada, se instaló una boca de acero colado que parecía querer devorar a quienes osaban entrar a la Central. Se construyó una escalera de cemento blanco, y en lugares estratégicos se dispuso de madera para suavizar la dureza del espacio. En el techo, se pusieron chapas con soldaduras vistas, un tejado de acero envejecido. En la parte superior del edificio, se añadió acero de fundición. Se mantuvo el zócalo de granito en la base, pero luego se instalaron tres pilares que dieron como resultado la imagen de maravilla de un edificio que levitaba. Se instalaron diversos tipos de iluminación --ahora sí, se trataba de una verdadera fábrica de luz--, con la transparencia de las ventanas recogida hacia el interior: los empleados podíamos ver desde la fábrica hacia el exterior, pero nadie que estuviera afuera del edificio podía ver a través de las ventanas lo que ocurría dentro de la Central. Los dos pisos originales dieron paso a siete niveles. En el subsuelo, se abrió una gran caverna, las paredes tapizadas con una malla metálica deformada, tratada con pintura de cobre.
    Los renovadores de la Central parecían no quedarse tranquilos con lo que iban logrando. De remate, decidieron abrir una plaza publica en el solar frente al edificio, e instalar allí, locura de locuras, un jardín vertical en la pared de un edificio colindante. Trajeron plantas de todas partes, crearon una suerte de pared verde muy viva. Si estaban dispuestos a desafiar las leyes de la gravedad, imaginé que no se detendrían ante nada. Era hora de renunciar.
    Fue en ese momento que los trabajadores de ese mundo nuevo se detuvieron y, de la noche a la mañana, desaparecieron. Una madrugada, al llegar al trabajo, ví ese edificio flotante recortado con las primeras luces del día, y me dí cuenta que no era verdad que, durante esos dos años, los trabajadores de ambos espacios hubieran vivido como si los otros no existieran. Al desmontar la antigua estructura, lo que habían hecho esos trabajadores del mundo nuevo había sido alterar el espacio, el ambiente en el que discurríamos. El edificio industrial se había convertido en una reliquia viviente, en la memoria de un edificio industrial. Si cambiaba nuestro espacio, cambiábamos nosotros: nos habíamos transformado en memoria, en fantasmas.
    Esa mañana esperé la llegada a Íñigo y lo sorprendí con un abrazo efusivo. Ahora entendía por qué existía él: él era la memoria de la fabríca de bujías La Estrella. Algún día, yo sería la memoria de la Central eléctrica. Entraría la gente por la nueva boca de acero del edificio, discurriría por esa nueva escalera con la forma de un caracol orgánico, se asomaría a ver lo que se iba instalando en las paredes y en el suelo de las instalaciones, observaría desde adentro el discurrir del mundo de afuera. Ese gente pasaría a mi lado sin mirarme, una y mil veces. No se daría cuenta que sería yo quien les dijera cómo llegar al subsuelo, cómo desplazarse de un piso a otro.
    No debía quejarme. Había tenido la suerte vedada a otros empleados de la Central: había sido capaz de ver a Íñigo. Quién sabía, quizás en ese mundo futuro que se iba haciendo cada vez más presente, hubiera alguien capaz de verme y así permitir que el viejo portero de la fábrica de luz siguiera viviendo por los siglos de los siglos.

 

     
 

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24 de junio de 2008
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De fantasmas y maleficios

En su despedida como columnista de El País, Eduardo Mendoza escribió que una de las cosas de las que más se enorgullecía era que no había utilizado el fútbol como metáfora de nada. Seguir el consejo de Mendoza no es fácil. Leo la prensa española este lunes por la mañana, con la resaca de la euforia, y me topo con titulares grandiluentes acerca de que "cambia la historia" para España, o de que se acaba el maleficio y se sacuden los fantasmas. Un despilfarro de metáforas. No he leído todos los editoriales, pero seguro alguno hablará de que el triunfo contra Italia muestra un cambio de actitud en la nueva España, una mentalidad ganadora, una...

Vi el partido anoche en un bar irlandés en Malasaña. Estaba rodeado de peruanos e italianos. Hubo algún cruce de insultos entre ambos grupos, pero sobre todo primó la buena onda. Un peruano me dijo que había gritado más con la victoria española más que con las del Perú (hace tanto que el Perú no gana que esto no era una proeza). Y pensé en la capacidad del fútbol para hermanar a... Me detengo: el detector de metáforas acaba de agarrar una al vuelo.

¿Cómo se superan los traumas? A penales. Y punto.

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23 de junio de 2008
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Vargas Llosa y Roger Casement

Vargas llosa está feliz, exultante. A la hora de la comida en el parador de Gil Blas (Santillana del Mar), nos cuenta detalles del ambicioso proyecto novelístico en el que se ha embarcado. Habla con pasión de Roger Casement, el irlandés de quien tuvo noticia por primera vez al leer una biografía de Conrad: él fue quien acompañó al autor de Corazón de las tinieblas en su viaje al Congo. Casement, nacido en Irlanda en1864, era un típico colonialista europeo, hasta que los abusos de los belgas en el Congo lo hicieron cambiar de opinión y se convirtió en un antiimperialista. Recibió los honores más importantes de la Corona británica, al mismo tiempo que contrabandeaba armas para los nacionalistas irlandeses (Efraín Kristal me susurra: "Esto parece una versión de ‘Tema del traidor y del héroe'"). La Corona británica lo llevó a juicio; cuando las voces más destacadas de la intelectualidad inglesa -Chesterton, Conrad, Conan Doyle- salieron en su defensa, la Corona mostró unos diarios que decía haber hallado en poder de Casement y que no dejaban lugar a dudas en cuanto a su homosexualidad (y su predilección por los adolescentes). Cuando Casement, interrogado sobre si los diarios los había escrito él, no dijo nada en su defensa (tampoco aceptó haberlos escrito), Conrad y otros le quitaron el apoyo. Casement fue encontrado culpable y colgado en 1916.

Vargas Llosa nos cuenta que en poco tiempo viajará al Congo, y que el próximo año planea pasar seis meses en Irlanda. Alguien en la mesa sugiere que el nacionalismo de Casement va a contrapelo de las ideas de Vargas Llosa, que ha escrito con mucha lucidez acerca de los peligros del fanatismo nacionalista. Vargas Llosa acepta la contradicción, lo cual no es nada nuevo en su trayectoria: muchas veces, el novelista le ha llevado la contraria al intelectual.
   
Casement parece en principio un personaje salido de La guerra del fin del mundo. Un personaje complejo para una novela épica. La pregunta: ¿cómo se conjuga esta típico proyecto vargasllosiano con las preocupaciones más recientes del escritor hipano-peruano? Vargas Llosa dice que hasta el momento hay dudas acerca de la autenticidad de los diarios de Casement, y él tiene su propia teoría acerca del silencio del irlandés al respecto: cree que Casement escribió los diarios, pero que lo que se cuenta en ellos no ocurrió de verdad. "Los diarios eran más bien sus fantasías", sentencia. Recuerdo, entonces, el prólogo a Al pie del Támesis, la nueva obra teatral de Vargas Llosa, en el que escribe que sus preocupaciones hoy tienen que ver con "la ficción y la vida, el papel que aquélla juega en ésta, la manera cómo una y otra se alimentan, confunden, rechazan y complementan en cada destino individual...". Así, Casement se convierte en un personaje más cercano al Somocurcio de Travesuras de la niña mala que a cualquiera salido de sus grandes novelas épicas anteriores, y el nuevo proyecto, en una condensación y actualización de las temáticas, la poética y la estética presentes en toda su obra.
 

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19 de junio de 2008
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Lecciones y maestros: Pérez-Reverte

Último día en Santillana del Mar, dedicado a la obra de Pérez-Reverte. En la presentación, el crítico del ABC José María Pozuelo Yvancos señala que Pérez-Reverte trae a la modernidad las viejas historias de los héroes. Importa, además, la creciente indagación en el lenguaje -la cuidada forma de reproducir los registros del habla de una región, una época, una profesión--, y su relación con la historia: el deseo de "devolver la vida", el movimiento, el sentido, a lo que fue. Sigue Pérez-Reverte, con su corte militar, y se nota que escribe novelas de gente en guerra, porque lo suyo es una defensa encendida de la "novela asquerosamente clásica", la que cuenta historias -la literatura "difícil" no es la única que vale la pena, pienso, recordando mi pasión adolescente por Salgari y Agatha Christie--, y un ataque sin cuartel a esos "cretinos" de los críticos, que no lo toman en serio porque vende muchos libros, porque es políticamente incorrecto, porque es apenas un novelista y no un escritor. Y Pérez-Reverte dice, con orgullo, que él sólo quiere ser novelista, no escritor.

De las mesas que siguen, me quedo con las presentaciones de los editores de Pérez-Reverte en Francia e Italia. Marco Tropea recuerda que El pintor de batallas ganó hace muy poco el premio von Rezzori que se da en Italia a la novela extranjera más importante del año. Annie Morvan, de Seuil Editions, menciona que la aparición en Francia, hace algunas semanas, de la traducción de Corsario de Levante, ha merecido la tapa y dos páginas interioes del suplemento literario de Le Figaro. Y señala que el éxito de Pérez-Reverte ha hecho que hoy, en Francia, España no sea tanto Carmen -ese mito que ya dura un siglo y medio-- sino Diego Alatriste. En cuanto al éxito de Alatriste en Francia, especula que quizás se deba a que hay un paralelismo entre la España decadente de Felipe IV y la Francia de hoy, que ha perdido poder y se ha vuelto intolerante.

De Pérez-Reverte sólo he leído La tabla de Flandes, a principios de los noventa. Recuerdo que la pasé muy bien. Me pregunto si en España pasará con Pérez-Reverte lo que en Estados Unidos pasó con Philip Dick y Lovecraft, escritores de géneros populares recientemente canonizados por The Library of America, y está comenzando a pasar con Stephen King, un escritor cuyos cuentos se publican ahora en una revista tan prestigiosa como The New Yorker. Si Pérez-Reverte ya fue admitido a la Real Academia de la Lengua hace cinco años, entonces tan mal no está. Pero lo cierto es que la crítica todavía es reacia a reconocer sus méritos. Quizás este encuentro sea el principio de la revalorización de su obra. A mí, por lo pronto, me ha despertado la curiosidad, y planeo leerme un par de sus novelas este verano.

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18 de junio de 2008
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Lecciones y maestros: Javier Marías

Segunda jornada, dedicada a Javier Marías. El sistema de presentaciones ha cambiado, se ha hecho más dinámico: todos los panelistas tienen cinco minutos para hablar, lo que obliga a eliminar ripios, a quedarse con una idea central, y permite tiempo para el debate. La presentación de Elide Pittarello señala que el eje de la poética y estética de Marías es la relación conflictiva entre el decir y el hacer; si el decir es el núcleo de la convivencia humana, en Marías más bien lleva a cometer actos atroces, al crimen y a la muerte.

La presentación de Marías es, de verdad, la lección de un maestro. Habla de su rechazo ante aquellas obras que para justificarse dicen que "están basadas en hechos reales". Si, los hechos reales son importantes, pero no un justificativo, pues una de las mejores maneras de contar el mundo es yendo "contra las groseras imposiciones de la realidad". Una paradoja se desprende de su presentación: cómo la gente dice "esto pasó así", para luego contarlo con los elementos de la ficción narrativa. Marías rememora a sus tías abuelas, habla de maldiciones familiares a sus antepasados cubanos, para concluir que el territorio de la literatura "es aquel en que la procedencia del material es indiferente".

Diez presentaciones diez: lo que queda, de manera contundente, es la cada vez mayor importancia de una obra como Negra espalda del tiempo, incomprendida cuando fue publicada, algo rechazada por la crítica y los lectores. Para Rodríguez Rivero, es la novela más "arriesgada" de Marías; para Alexis Grohmann, ha abierto una vía importante en la narrativa española contemporánea, que luego seguirán Molina Foix, Montero, Cercas (Grohman llega a afirmar que "Cercas no existiría sin Marías"; en otro congreso he escuchado también decir algo así como "Cercas no existiría sin Bolaño"; ambas frases, por supuesto, son injustas: habrá que darle tiempo a la crítica para que reconozca los méritos propios de la obra de Javier).

Por mi parte, lo único que digo es que, ante esas afirmaciones que señalan que Marías es un escritor solipsista e hiperintelectual, Tu rostro mañana es una de las mejores novelas sobre nuestro presente, sobre la sociedad de la imagen y de la vigilancia en la que poco a poco nos hemos ido acostumbrando a vivir. El diálogo de Marías con el presente puede verse en la cada vez más creciente papel del Estado en su obra (Jacobo Deza, después de todo, acepta trabajar para un servicio secreto inglés, encargado de vigilar a los ciudadanos), y la presencia ubicua de la tecnología en Veneno y sombra y adiós: en la batalla entre la presciencia y la ciencia como formas de conocer a las personas, parece que la ciencia gana la partida: Deza está armado de su presciencia --la capacidad intuitiva para conocer lo que harán los demás--, pero ésta puede equivocarse y al final uno nunca sabe cuál será el rostro de los otros mañana; la que no se equivoca es la cámara, que nos muestra a la gente cometiendo todo tipo de actos infames.

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17 de junio de 2008
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Lecciones y maestros: Vargas Llosa

Cita Internacional de la Literatura en Santillana del Mar, dedicada esta vez a estudiar la obra de Vargas Llosa, Javier Marías y Pérez Reverte. El domingo, llegamos a Santander y nos llevan en un bus a Santillana del Mar. Me quedo en la Casona del Revolgo, junto a Juan Gabriel Vásquez, Gonzalo Garcés, Irene Zoe Alameda. Por la noche, en la recepción, conversaciones fugaces con Efraín Kristal -uno de los expertos en la obra de Vargas Llosa--, una editora francesa, mis editores en Alfaguara. Se habla de literatura con pasión, pero también de lo extraliterario: por ahí se escucha que ya es oficial, Andrew Wylie es el nuevo representante de la obra de Roberto Bolaño. Especulaciones: ¿una ofensiva de Wylie en el mundo hispano? Lo cierto es que en Babelia del pasado sábado --en la columna de Rodríguez Rivero-- también se confirmó que Antonio Muñoz Molina será representado por Wylie de ahora en adelante.

El lunes por la mañana está dedicado a la obra de Vargas Llosa. Me siento muy atrás, admiro y envidio un ejemplar de la primera edición de La casa verde, que Juan Gabriel ha conseguido gracias a un librero en Bogotá. En la presentación de la obra de Vargas Llosa, Víctor García de la Concha habla entre otras cosas de la importancia de la poesía en la obra del escritor peruano (Neruda, Darío, Rimbaud, Baudelaire). Luego es el turno de Vargas Llosa, que discurre sobre la importancia de la "técnica", esencial para "contar una historia bien contada" (algo muy fácil de decir, pero muy complejo, pues se basa en el poder de persuasión interno del texto y tiene como objetivo eliminar la actitud crítica del lector).

Para Vargas Llosa, las preocupaciones formales estaban ausentes de la narrativa latinoamericana de los años cincuenta (no es tanto así, pero es cierto que la técnica no era central en la gran mayoría). El personaje capital de cualquier relato debía ser el narrador; la forma de organizar el tiempo en el relato era el otro gran ingrediente de las novelas que admiraba. Así, los escritores que en esos años se convirtieron en el eje de la narrativa vargasllosiana fueron Flaubert y Faulkner. Lo que le cambia la vida a Varguitas no es sólo Madame Bovary, sino las cartas de Flaubert a Louise Colet, que dan cuenta de "la lucha con el ángel", esos cinco años dedicados a la escritura de la novela, en los que el talento se construye en base a perseverancia.

Vargas Llosa termina señalando que la literatura es una gran requisitoria contra nuestras sociedades, incapaces de satisfacer los anhelos más profundos del ser humano. Después, dos mesas analizan diferentes aspectos de su obra. De todo lo escuchado, me quedo con algunos apuntes: J.J. Armas Marcelo señala que la obra de Vargas Llosa es "una marca en el rostro de nuestro tiempo", y que el tema de la próxima novela, y el lugar en que discurre buena parte de la acción (el Congo belga), muestran que una de las influencias centrales de Vargas Llosa es Conrad, presente al menos desde La casa verde; Efraín Kristal menciona que en las dos últimas obras, Travesuras de la niña mala y Al pie del Támesis, se gesta un nuevo cambio en la obra: si antes había una línea que separaba la realidad de la imaginación, ahora, como dice el narrador de Travesuras, "el mundo en que vivía" no se diferencia de "aquel en que decía vivir". Sí, la literatura es una suerte de compensación, un subterfugio para proteger del mundo a un ser dañado (¿quién no lo es?).

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16 de junio de 2008
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Grandes Hits

Me traje de México Grandes Hits, volumen uno, una antología de nuevos narradores méxicanos (nacidos en los setenta) editada por Tryno Maldonado y publicada por Almadía. La comencé a leer en el avión de regreso a Madrid y la terminé en el aeropuerto de Amsterdam después de visitar la galería que el Rijksmuseum tiene allí mismo (¡vi ocho Van Goghs en un aeropuerto! ¿Se acuerdan de cuando los aeropuertos sólo servían para la llegada y el despegue de aviones? Al lado del museo también había un casino...)

En una muy lúcida introducción, Tryno -me encanta escribir este nombre- Maldonado sitúa a los escritores de esta nueva generación (algunos de los cuales ya son conocidos fuera de México: Nettel, Ortuño, Solares): son huérfanos y dispersos, lo cual no es nuevo en la narrativa latinoamericana del último cuarto de siglo (eso mismo se dijo de los autores chilenos de los noventa: El abordaje de los huérfanos, se titula el libro de Rodrigo Canovas, clave para entender a la generación de Fuguet y compañía); están desencantados y lo aceptan, "pero por dentro se mueren de angustia"; no se toman muy en serio, pero tampoco son rebeldes o contestatarios; de hecho, "han optado por resguardarse en las formas tradicionales"; aunque radicalizan la propuesta del Crack y México no es ni tema ni factor de discusión, se trata de lo que "promete ser una generación conservadora". Está bien que así sea, me digo: en literatura, no es necesario inventar la pólvora todos los días.

Si en la narrativa mexicana nueva no hay la renovación formal que experimenta hoy la española o la argentina, sí hay, en cambio, un ávido deseo de nuevos paisajes y temáticas. Aquí, los padres tutelares no son ni Rulfo ni Fuentes, sino Philip Dick, Ballard, William Gibson. De hecho, sorprende la presencia central de elementos de la ciencia ficción en muchos de estos relatos: "Next (mex) world", de Heriberto Yepez; "El planeta Clorálex", de Martín Solares; "BalSac versión 1.0", de Jorge Harmodio; "Bajo un cielo ajeno", de Bernardo Fernández. Todos estos cuentos son dignos de destacar, pero, para mí gusto, el de Fernández es un clásico instantáneo. La historia de unos inmigrantes oaxaqueños en Marte recuerda a un cuento de Cory Doctorow en la forma en que se muestra cómo, incluso en la colonización de otros planetas, aparecen las desigualdades, las relaciones asimétricas de fuerza: a Marte llegan primero los gringos, luego más europeos y asiáticos, al final "los habitantes del tercer mundo... a limpiar el mugrero de todos los demás y hacer las tareas que ni los robots aceptaban". El cuento funciona no sólo por la irónica crítica social, sino por el cúmulo de nostalgia que cargan estos inmigrantes. Parece que cuando lleguemos a Marte seguiremos siendo los mismos: gente que extraña mucho su hogar.

Hay otros cuentos muy buenos (Nettel, Raphael) y uno sobresaliente: "Ameising", de Alain-Paul Mallard. Mallard no sucumbe a la tentación de las nuevas influencias, y deja que su relato dialogue con Borges y con el Joyce de Borges. Una generación capaz de producir a un prosista como Mallard puede darse por tranquila; ya está más que justificada.

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13 de junio de 2008
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Lecturas en el avión

Una de las decisiones más importantes y complejas que tomo antes de embarcarme en un largo viaje tiene que ver con el material de lectura. Me puedo pasar un par de horas escogiendo qué debo leer durante un par de horas. Trato de asegurarme de que la cantidad sea la correcta, aunque prefiero excederme, pues más vale que sobre a que falte: quedarme sin lectura encerrado en un avión, en medio de un vuelo transatlántico, es una invitación a la claustrofobia. Intento que no haya ripio, que lo que me acompañe sea de primer nivel: nada de lectura de aeropuerto (he leído a Vila-Matas en un Madrid-Filadelfia, a Benavides en un Barcelona-San Pablo). Trato de diversificar el material, de que haya textos cortos y largos: novelas, revistas, periódicos.

Para este Ciudad de México-Amsterdam, me llevé varios Gatopardos, un Nexos, muchos periódicos (Reforma, Financial Times, The International Herald Tribune), el manuscrito de un libro de cuentos de un escritor boliviano, y libros: una novela de Joseph O'Neill (Netherland), la primera de Lem (El hospital de la transfiguración), una antología de cuentos de la nueva narrativa mexicana (diré más sobre esto en otro post). Mi maletín pesaba.

Lo mejor de los periódicos: los editoriales del Herald Tribune sobre el inicio de la batalla Obama-McCain. Lo mejor de las revistas: una crónica de Leonardo Haberkorn el el Gatopardo de este mes, sobre la extraña saga de Lestat Claudius de Orleans y Alda Ribeiro, una pareja dispareja (él, norteamericano de veintitantos; ella, uruguaya de cuarentaitantos) que llegó a Bolivia a fines del 2005, y que en marzo del 2006 puso bombas a dos hoteles en La Paz, causando la muerte de dos personas. Lestat y Alda fueron arrestados, y en enero de este año condenados a treinta años de cárcel. Poco después, Lestat se suicidó.

Esta crónica fascinante fue una de mis oportunidades perdidas. Hace un par de años, cuando Daniel Alarcón preparaba el número especial del Virginia Quarterly Review y Etiqueta Negra sobre Sud América, el escritor peruano/norteamericano me sugirió que escribiera sobre Lestat. La idea me tentó, pero al final decidí pasar y escribí sobre Santa Cruz, "la otra Bolivia". Me alegro: lo mío hubiera palidecido ante el trabajo de sabueso de Haberkorn. Un dato que vale toda la crónica: Lestat quería cortar vínculos con su país y se negaba a utilizar el pasaporte de los Estados Unidos; tenía un pasaporte sin validez legal del World Service Authority, y trataba de entrar con él a los países. Por supuesto, era rechazado, y debía, a regañadientes, usar el pasaporte norteamericano. Sólo una vez se dio el gusto de ingresar a un país con el "pasaporte de un país imaginario llamado Autoridad Mundial de la Luz". ¿Adivinan dónde? Sí: en Bolivia. Rafael Puente, entonces viceministro de Régimen Interior de Bolivia, declaró: "el funcionario de Migración era un tipo tan inepto o tan corrupto -yo imagino que más bien inepto- que no se dio cuenta de que ese pasaporte era de un país inexistente".

Entre la ineptitud y la corrupción: ah, mi país, cómo duele algunas veces.

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11 de junio de 2008
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Titulares mexicanos

La primera vez que visité México, me impresionaron de entrada los titulares de los periódicos. Compruebo, en esta visita dieciocho años después, que eso no ha cambiado. No me refiero a lo sangriento de los tabloides, sino a la forma que toma la escritura, que me hace recuerdo a esas palabras magnéticas con las que uno puede escribir poemas en un refrigerador. Debe haber una profesión especial en el periodismo mexicano, destinada a ser escribidor de titulares; de otra forma, no se entiende que esa escritura sea tan diferente a la del resto del periódico. Sí, es cierto, hay algo de lógica en esa locura: se da prioridad a la acción, al verbo. Pero me temo que eso produce un desajuste en el resto de la frase, con lo cual, casi al azar, se van poniendo nombres y adjetivos. Una suerte de hipérbaton no intencionado.

Los dejo con algunos titulares del periódico Reforma, ediciones del lunes ocho y del martes nueve de junio:

Vive en emergencia Istmo por lluvias.

Recibe medalla Irma Morales en su despedida.

Exhibe exoneración impunidad en BCS.

Excluyen de planes estacionamientos.

Alistan vecinos demanda.

Debe ser el petróleo palanca: Carlos Slim.

Dedican autoridades culturales gasto a reparar fallas.

Destituyen a Creel de PAN en el Senado.

Desbloquean transportistas casetas.

Revive muerte de mujer encono con PGJE.

Tiran vientos dos árboles en la Florida.

 

 

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10 de junio de 2008
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