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"Un continuo proceso de descomposición y recomposición"

Por 20 de mayo de 2016 Sin comentarios

Vicente Verdú

Con motivo de la exposición que se inaugura el próximo lunes, 23 de mayo, en la Galería Orfila (Madrid), el ensayista y poeta Ramón Andrés escribe sobre mi obra.

Aquí el texto:

 

La indagación del artista, para que lo sea en su total significado, y más en los tiempos de la modernidad, constituye de por sí un icono, una resistencia hacia aquello que es convención. Crear, pensar, es viajar al centro de la pregunta, comprender, por decirlo en términos heideggerianos, que la obra de arte no ocupa un espacio determinado, sino que ella misma obedece a una confluencia de direcciones, todas coincidentes en un punto, en un lugar. Cada vez más, las auténticas creaciones plásticas escapan al sentido tradicional de lo que, desde Kant y hasta no hace tantas décadas, se ha entendido por estética; huyen de la opresiva aspiración utópica que las ha acompañado durante siglos. Boris Groys se ha referido, en el momento de analizar un cuadro o una escultura, a la necesidad, sin duda perentoria, de afrontar lo que ha definido como una nueva «redistribución de lo sensible» y, sobre todo, de propiciar, o quizá mejor sería decir provocar, una forma distinta de mirar, tanto en quien ejecuta la obra como en aquel que la contempla.

La pintura de Vicente Verdú responde, y de manera nada tímida ni ambigua, a esa genealogía de obras que reflejan esta «redistribución» novedosa y que muestran, precisamente por ello, una diferente noción de orden no sólo espacial sino también mental. Su pintura es un rastrear posibilidades, un aparente pacto con el azar, un ampliar el lenguaje que nombra y pinta de otro modo las cosas, los términos del mundo; pide del espectador que abandone su discurso visual -y por qué no, también verbal- para adentrarse en un territorio donde el pensamiento es refractario a todo material que esté entregado a la lógica. Porque la suya es una pintura que anticipa o predice una lengua, y con ello dispone, a quien contempla o escruta las imágenes, otro escenario ajeno a toda subordinación estética, alejado de la politización a la que ha sido sometido el arte con el solo propósito de satisfacer a un público cada vez más autocomplaciente. Ante una propuesta como la de Vicente Verdú se debe abandonar los laberintos de la identidad, que es tanto como decir liberarse de la convención, zafarse del curso limitador de la Historia, tal como lo entendió Alexander Kojève. Únicamente así se es capaz de entender y asimilar cuanto no procede de un dogma. 

Este buscar «novedoso», esta incesante mudanza que ofrece provisionalidad a las formas, son enseñas en la pintura de Verdú, destinada, se diría, a un continuo proceso de descomposición y recomposición, cuyo fruto es la ágil movilidad de los elementos, un ir y venir de trazos y colores que genera espacios en la mente del espectador, armonías nada comunes, originadas no en la afinidad y coincidencia, sino, bien al contrario, como resultado de la tensión de los opuestos, al modo con que Heráclito formuló lo armónico. El decidido tratamiento del color, los espacios de silencio generados entre las formas, la repetición deliberada de motivos, proponen una apuesta, una agitación en nuestra visualidad tan acostumbrada a no cuestionar los cánones. Y lo hace sin renunciar a la enérgeia ni al vitalismo, ni a la alegría de la sensualidad cromática, en desacuerdo con la oleada nihilista que rompe en el ideario moderno. Bien podrían sonar en la pintura de Verdú los compases de Atmosphères, de György Ligeti, o aquellas líneas para violoncelo y piano que Morton Feldman tituló Patterns in a Chromatic Fields, donde una correlación de fuerzas, a veces imperceptible, hace posible, como lo es en esta pintura, el equilibrio de no se sabe qué mundo inaugural.

 

                                                                         Ramón Andrés, ensayista y poeta.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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