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Textos destartalados

Por 17 de enero de 2014 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Vicente Verdú

Ni los mails, ni los tuits, los whatsapps o los SMS son respetuosos con la escritura. Se trata de ser veloces y no de ir bien vestidos. El mensaje llega y se entiende pero en su composición se han sumado tantas faltas de ortografía y mecanografía que se recibe menos como un paquete estructurado que como una suerte de broza destinada a cumplir fogosamente su finalidad.

No sucede esto una o mil veces sino de manera absoluta y permanente. Y no ocurre esto como revolución sino como dejación. La escritura ha perdido el santo valor que le concedíamos y se ha transustanciado pasivamente, a imagen y semejanza de los artefactos electrónicos. Se escribe mal y desgreñadamente porque los filamentos importan menos que el impulso final.

De este modo existen ya dos escrituras incomunicadas como nunca antes se conocía. Efectivamente han existido escrituras notariales y poéticas, sagradas escrituras y escrituras porno, textos judiciales y textos literarios. Estos pares, sin embargo, representan una oposición de mucha menor importancia que la fundada hoy entre la escritura literaria, cuidada y revisada, y la escritura electrónica emitida desaliñadamente hacia el destinatario. ¿Una falta de atención al receptor? Nada de eso, a estas alturas. Se trata de un desdén por la imagen, el estilo o la elegancia del texto. Un desdén que coincide con el desdén hacia las obras de arte bien hechas.

Porque si el arte también se ha descompuesto y cubierto de excrementos, el medio escrito ha ingresado en el mundo del detritus. La escritura viaja de un lugar a otro como las pelusas que aparecen en las casas sin la debida limpieza. Los textos imperfectos se mueven como abrojos de aquí para allá y no hay cuarentena que detenga el contagio. Los más jóvenes son los que menos perciben este merequeté porque en suma la escritura no ocupó un lugar central en sus aprendizajes. Los errores se pasan por alto o no se registran. El mensaje cumple su papel de comunicaciones breves y secas y ahí acaba su historia. ¿Se entienden como los indios, como los niños, como los torpes aprendices del idioma? Como las tres cosas a la vez. Se entienden mediante una simplificación destartalada y poco puede hacerse por repararla. Es ya, día a día, un nuevo lenguaje. Un lenguaje de signos que discurre en paralelo al idioma escrito y que posee su identidad. Fin pues allí de la escritura bien escrita. Desarreglo de todas las reglas. El mundo se ha desatado el cinturón que permitía medir su perímetro y se desenvuelve con una mórbida obesidad poblada de peritoneos. El cuerpo de la escritura llega así a unos dominios orgánicos en los que decir con precisión es un imposible y redactar con amor una quimera.

Privada pues de amor, estrujada y desgajada, sucia y maltratada, la gran masa de escritos que se cruzan a cada instante va componiendo una pila de garabatos que tras cumplir como mensajeros van inmediatamente al vertedero.

Época de las basuras, es ésta. Época en que cada planta de reciclaje constituye una catedral ecológica y cada lata por el suelo un sacrilegio. La escritura funcional de estos días, la que cunde entre los jóvenes, sigue rigurosamente esta ruta. Se hace con basuras de expresión y se acumula como una pirámide excrementicia que seguramente mañana será sustituida por otra, por un fuego al galope o por el entusiasmo de la inmediatez.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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