
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Es conocido que Keynes oscureció deliberadamente su famosa obra -mítica estos días- Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero para que sus colegas y la anciana institución académica, en general, le reconocieran autoridad intelectual y apropiado nivel científico.
A este propósito, escribe Noam Chomsky en Sobre el anarquismo estas consideraciones que han de espantar tanto al público alfabetizado como al radiante estilo de nuestro mundo. Dice Chomsky: "Es muy natural que los intelectuales intenten que las cosas sencillas parezcan difíciles. Es como cuando la iglesia medieval creaba misterios para preservar su importancia. Lea El gran inquisidor, de Dostovyeski, que lo cuenta de manera muy hermosa. El gran inquisidor explica que es necesario crear misterios, pues, de lo contrario, la gente corriente podría entender las cosas. Hay que mantenerla en un estado de sumisión, para lo cual se precisa que las cosas parezcan misteriosas y complicadas. Ésta es la prueba del intelectual. Además se trata de algo bueno para esta clase de personas: el intelectual es alguien importante que habla con palabras rimbombantes que nadie comprende. A veces, la situación se vuelve cómica, por ejemplo en el discurso posmoderno. En el ambiente parisino, en especial, la situación es de tebeo; quiero decir, que todo es un galimatías. Pero se hincha por demás, con muchas cámaras de televisión y mucha pose. Esa gente se esfuerza por descodificar y ver cuál es el sentido real detrás de ciertas cosas que se podrían explicar a un niño de ocho años. Todo se reduce a una vaciedad. Pero es la manera que tienen los intelectuales contemporáneos, incluidos los de izquierdas, de crearse grandes carreras, conseguir poder, excluir a la gente, intimidarla, etc. En Estados Unidos, por ejemplo, y desde luego, en una gran parte del Tercer Mundo, numerosos activistas radicales se sienten, sencillamente intimidados por el incomprensible galimatías generado por movimientos intelectuales de izquierdas".