
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
Si me dieran a elegir entre un Time o un Vogue, no dudaría un momento. Mientras el primero trata de ser una fotocopia de la actualidad el segundo es la actualidad. Una parte de la actualidad, efectivamente, pero incomparablemente más vivaz y prometedora. Si se trata de elegir un mundo, son las revistas femeninas quienes están trabajando para componer el mejor. Tan divertidamente como atractivamente.
Hace años Juan Cueto me decía que para entender bien nuestra sociedad de los ochenta era mejor leer los anuncios que las informaciones, los faldones de las páginas que los editoriales que las presidían.
Y desde ya tiempo puede decirse lo mismo de las mejores revistas femeninas (y ahora masculinas también, desde Monocle a Gentleman o Esquire). Con las revistas femeninas de calidad ha ocurrido cada vez más que sus análisis de tendencias no son únicamente informaciones de moda textil o cosmética sino la manifestación de corrientes que traspasan o ensartan todo el corpus de la contemporaneidad.
Esta cultura de la revista femenina ha sido tan poco atendida por la intelectualidad, autodenominada culta, considerando que sus contenidos pertenecían a los flecos más triviales, insignificantes y caprichosos. Y, encima, de las mujeres.
Desde la sociedad de consumo ahora casi asesinada por la ética de la austeridad, tanto la publicidad y el marketing como la moda en todos sus aspectos han ocupado un lugar central, no marginal, en la plasmación del sentir, producir y valorar de su época. Ofrecían y ofrecen informaciones vertiginosas, efímeras o veleidosas pero ¿qué otra cosa fue el delirio de la especulación y sus derivados?
Hoy parece que tal y como están las cosas por el sur de Europa especialmente no hay otro vestido que el luto ni otro maquillaje que el terror. Ante tanto crimen de política económica ¿cómo pensar en bailar? Sin embargo, aún ahora que no parece recomendable otra cosa que rezar rosarios, ver películas de Dreyer y palidecer, las revistas femeninas procuran los datos más elocuentes de los intersticios sociales, prometedores o no. Pero, en todo caso ¿no son sino cosas de chicas?
Pues no. No son una cosa chica sino muy grande el conjunto dinámico que dan a entender. Lo es tanto que pronto todas las publicaciones que queden flotando dentro y fuera de la red dejarán aparte sus sermones extremos sobre el fin del mundo y abrazarán el estilo, a menudo tan estimulante como curativo, del papel couché.
Obra pictórica: www.vicenteverdu.net