
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
El empecinamiento en la política de austeridad que recorta no sólo los presupuestos sino la vida de millones de personas ha dejado hace tiempo de ser un asunto de política económica para hacerse una patología del pensamiento en el poder. Sólo la obcecación asesina que a veces se atribuye a los radicales islámicos o a la Historia general de las inquisiciones religiosas puede compararse a esta sinrazón que sorteando a los seres humanos impone la fe en una Sagrada figura del equilibrio presupuestario y a costa de no importa la sangre derramada. Exactamente contra la falta de liquidez monetaria desecada por el sistema, corrupto y asesino, se exige la entrega de interminables fuentes de sangre humana. Con el agregado que si esa exigencia no se cumple a su satisfacción la sanción consiste en una multa que incrementa el desequilibrio y con ello la confiscación.
No hay razón económica contemporánea que procure sentido a esta masacre inhumana. Y si no se habla de una Tercera Guerra Mundial será acaso porque no se han visto aún la explosión de bombas que además de abatir a los habitantes termine con los edificios y extermine, como viene ocurriendo, todo resto de valor.
¿No habrá sin embargo explosión atómica alguna? Un Sanedrín de la peor ralea ahoga a media Europa y como Marx decía, si ellos son tan pocos y los desamparados tantos ¿qué esperamos para tomar los resortes del poder?