Vicente Verdú
De modo casi mágico,
tras la tercera sesión de quimioterapia
el tumor manzano
se ha convertido
en un garbanzo
y, también,
las metástasis óseas han
regresado como ciegas carcomas
a sus escondrijos.
Otras han concluido, además,
sin dejar rastros vivos.
En su lugar,
una blanca sensación
de cura primogénita
sopla desde ayer
como una brisa sencilla
sobre la superficie
o incluso la hondura
infame e ilocalizable
de este cuerpo tan propenso
a reaccionar sufrir
sin terminar aún.
Cantones y revueltas
de una blanda arquitectura
tan propensa a la confusión
parecen ahora conmoverse
benefactoramente
ante la llegada del veneno
tan siniestro como diabólicamente
salvador.
Una melodía medicinal
acompaña
su paso
y ya se escucha
en sus guaridas,
cada vez más desgastadas
el débil sonido de un perfume
proverbial.
Tiempo adicional
sobre reductos
aun más atemorizados,
ante la guerra química
que, en este caso,
se administra
en una sala de juego hospitalario
donde otros calvos y calvas, reciben
semejante colación,
insulsa, incolora, inconsecuente.
diga lo que diga
la nueva medicina de colores.
Puesto que esta afección
proviene de
sentinas sin luz,
acaso pecadoras natas,
y tan oscuras ofuscadas
que, ni ellas mismas,
inermes,
trasmiten la razón de su
quehacer.
Todo embozado, acorazado,
insensato.
Enfermedad medieval
sin crónica ni catalogación.
Una invasión de
menudos alicientes vermiculares,
virus o bacterias,
que se evaden,
juntan o tropiezan
entre torpes
maniobras
de animales y sus deyecciones
plantas y su fatal putrefacción.
Suma de bendiciones
o maldiciones sin nombre
que derivan en
en el indolente sueño
por goteo, por insonora perversión.
La suerte las divide y nos divide
por la divina arbitrariedad de conceder
bien y mal, vida y muerte en
actos de indiferencia absoluta.
Mentira, ignorancia, verdad.
Ni la mendacidad ni la veracidad
ni la venalidad ni el crimen
cuentan.
El destino obra sin tino.
Mediante pocas palabras
(Des-tino. Desa-tino)
y pese a la creencia
universal
A pesar de ese confiar
En la capacidad de su mente
y en su sagrada o
tan reescrita
longitud de miras.