Vicente Verdú
Creemos
que somos
nosotros
quienes exclusivamente
miramos al objeto.
Pero el objeto también mira
Nos mira,
nos seduce,
mediante
el exclusivo valor
de su mirada
insobornable.
Libre y autónoma
que sabe bien
a través
de el foco
que le dirigimos
la calidad y contenido
de nuestro deseo.
Interpreta así
el mapa de nuestra
cercana ansiedad
y cómo
siendo ella
la presa codiciada
nuestra ambición
hierve.
Mirada del objeto,
mirada objetiva,
e incandescente
que investiga
el grado
de nuestra azuzante
observación
Y si en ella existe odio,
necesidad o erotismo.
El apego
Proviene de este
grueso surtido subjetivo
plasmado
en el efecto
hacia el objeto.
Mirada de seres humanos.
Vivos y humanos.
Sujetos y objetos a la vez
a la manera de sanos
y enfermos,
hombre y mujer
lleno y vacío,
felicidad y dejación.
Gracias al objeto
en cuyo rango
se halla Dios,
artefacto máximo
de la producción humana,
nos volvemos
seres mortales y vivos.
Así nos distinguimos
de los animales
que al descubrir una cosa
la toman o la descartan
sin amor o dolor.
Sin quedar en su interior
al no alcanzarla
el residuo brillante
de decepción
el serrín del fracaso.
Es así como no somos tan solo bestias.
El objeto hace sujetos.
Crea dolor,
melancolía,
jolgorio.
Por el objeto llegamos
al amor, al odio,
a la catástrofe
de la bomba
o la felicidad
del pastel.
El helado de turrón.