Vicente Verdú
Lienzos de colores
como diversas antorchas
de parecido tallo
iluminaban un artificio
tan alegre
como una plantación
de naranjos
o palmeras.
Era sólo una mentira
reconocible y vegetal.
Una mentira
correspondiente a
asentamientos íberos
cuajada de granadas y azahar.
O, también
de minerales brillantes
que renacían
como flores
en cada amanecer.
Una templada hoguera de afectos
volaba alrededor.
Y, de forma natural
se engarzaba
como un engaño
espontáneo
o de cine popular.
Una falacia muy feliz.
por otra parte,
como nunca
se habría creído
posible
ante el rostro
de la razón.
Engaños de precios asequibles
que formaban
una colección
de estampas
satinadas,
expurgadas
de cualquier
mundana idea
de la verdad.