Vicente Verdú
En una azúcar
de color violeta
hallé el designio propio
del dolor.
Era dulce sentir el mal
y era el mal tan dulce
como para amargar de verdad.
En esta esencia contradictoria,
hallé la clave
del malestar diario.
Todo malestar es un estar
latente, estando en vida.
Todo malestar impide la muerte,
como un capote bermellón.
Porque mientras el malestar se alza
como una barrera de agua amarga
o un capote volante
la muerte queda impedida
para llegar al pulmón.
Toda muerte es
un exceso insoportable
determinante.
El malestar, sin embargo,
es el baile en que la muerte
danza con la pareja demacrada
de la vida.
Y juntas, aún en la repugnancia,
continúan días, meses.
Un año como fecha final
Y, entonces,
abocados al balcón
no asistimos ni al desfile
del entierro ni a la tabarra
de su lamentación.