Vicente Verdú
Sólo en
sobres,
de tono violeta,
fueron archivándose
las noticias
más entristecidas.
No eran siempre objetivas,
tampoco confirmadas
por la ilusión.
A menudo se trataba de
suspiros corrientes
que poseían
como distinción
el color,
extraordinariamente malva.
Se trataba con esta documentación
privada
de girar,
en el futuro,
algunos proyectos
mal calculados.
Planes que no se habían contratado
con gotas de sangre.
Porque, en el fondo,
ese matiz de color
venía a ser
un resultado sin algaradas.
La capacidad que la hemorragia
alcanzaba
cuando, al depositarse sobre superficies marmóreas,
viraba en la dirección de un cielo
que nunca lograba
poseer
y, en el intervalo,
se transformaban es la morada
melancolía de una
voz decapitada.