Vicente Verdú
Los periódicos han perdido interés por aquellos pescadores del "Francisco y Catalina" que salvaron a 51 emigrantes cerca de Malta, pero su peripecia continúa. No uno ni dos, hasta la totalidad de los motores de que dispone esta embarcación se averiaron entre el 13 y el 16 de agosto. El resultado ha sido que en vez de llenar 500 baúles con las capturas de pescado, apenas habían llegado hace tres días a los 200.
Para tratar de recuperar lo perdido volverán al puerto de Santa Pola unas fechas más tarde, aunque nunca después del 1 de septiembre cuando en la localidad comienzan las fiestas de la Virgen de Lorito, las más entusiastas que cabe imaginar después de las procesiones sevillanas de Semana Santa. Tanta devoción no ha valido, sin embargo, para librarles de un lote de desventuras en cadena. "En vez de un bien parece que hemos hecho un mal. No nos sacamos la mala suerte de encima", ha declarado el cocinero del barco.
Pero, si se mira atentamente, ¿no será que lo extraordinario atrae otro fenómeno extraordinario y, una vez, fuera de la normalidad, los movimientos se vuelven locos o excéntricos? Uno de los marineros ha debido ser desembarcado tras sufrir tres ataques de epilepsia y el barco que representaba la estampa de un elemento salvador ha venido a convertirse en una plataforma de la que cualquiera en la tripulación desea escapar cuanto antes.
Los medios de comunicación tienen por norma abandonar la publicación de un relato cuando se ha alargado demasiado pero de este modo se pierde siempre el auténtico sentido. Todo argumento mediático nace y termina abortado, sin mostrar el cuerpo completo, puesto que llegando a las estribaciones el interés se descompone o difumina. De este modo, la serie de hechos que en el "Francisco y Catalina" no pertenecen ya a lo excepcional se hunde en el olvido.
Estas pocas líneas son para tratar de traer a flote un fragmento de la historia cotidiana que sigue a la actualidad, la vida en claroscuro que evoluciona después del vídeo o la noticia.