
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
La nacionalización de bancos o empresas no es inédita en la historia del capitalismo. Fue, sin embargo, común cuando, tras la segunda guerra mundial, la socialdemocracia nació como cortafuegos al comunismo del Este.
Frente a los bienes que obtenía la clase obrera del sistema soviético, los gobiernos de los países occidentales pusieron en marcha el Estado del Bienestar. Se trataba de contener el malestar de los sindicatos y atajar las huelgas y manifestaciones que se producían y amenazaban con estallar por todas partes tras contemplar las ventajas proletarias de la URSS.
Estado de Bienestar contra el Estado Soviético, pensiones, prestaciones de desempleo, sanidad, pensiones y educación públicas, al compás de las reformas que se implantaban en el otro mundo del marxismo en acción.
Sin embargo, ¿cómo nacionalizar ahora bancos y empresas sin un enemigo exterior? ¿Por qué nacionalizar el capitalismo si no hay alternativa al sistema? ¿Por salvar al mimos sistema? ¿Salvarlo o reconvertirlo? ¿Tratar su enfermedad u optar por su metamorfosis a base de transplantes?
El virus que ahora cruza Europa (y el mundo entero) no tiene el aspecto de un monstruo revolucionario pero ¿qué puede importar su aspecto si ahora casi nada de nada se ve? ¿Qué puede importar que la calle no se llene de estruendos, si el estallido ("el infarto", dicen) se produce en las arterias (dicen) del cuerpo sagrado y fundamental? Socialismo o barbarie. Nacionalización o muerte. El Estado o la Quiebra. Algo importante cambia en la Historia a partir de las ínfimas subprimes. Pero ni siquiera sabemos si para bien o para mal. Tampoco los expertos, los especialistas, los políticos, los economistas, los presidentes lo saben.