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Vallejo en los infiernos

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Eduardo González Viaña

Alfaqueque ediciones

 

                De todos los grandes poetas latinoamericanos que surgieron en la primera mitad del siglo XX, César Vallejo  quizá sea el menos conocido de todos ellos, al menos en lo que se refiere a su biografía y circunstancias personales.  Ello a pesar de que su nombre figura invariablemente en las habituales  enumeraciones de aquel espléndido elenco poético:  Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, etcétera.  Su destacada actuación a favor de la República española antes y después de 1936, y el posterior silenciamiento de su nombre por parte de las autoridades franquistas no explican su relativa falta de popularidad porque también Pablo Neruda fue un conocido comunista y antifranquista y ello no le ha impedido ser muy conocido de todos.

                Vallejo en los infiernos  es una biografía novelada  del mejor de los poetas peruanos, aunque en lugar de abarcar su vida de principio a fin se centra en su traumática estancia en la Cárcel Pública de Trujillo: en noviembre de 1920, y cuando contaba 28 años y empezaba a ser una figura muy conocida en los medios culturales dentro y fuera de Perú, César  Vallejo fue encarcelado en Trujillo bajo la acusación de haber participado en un oscuro pero sangriento incidente ocurrido en su localidad natal de Santiago de Chuco. Las circunstancias que rodearon el suceso (Vallejo había pronunciado allí unos días antes una conferencia en la que defendió apasionadamente a los campesinos pobres y atacó con  idéntica pasión a las instituciones que permitían impunemente los abusos a los poderosos), o las razones que adujeron las autoridades para acusar y encarcelar al poeta nunca quedaron del todo claras. Aunque también es posible que tales razones carecieran de importancia y lo único relevante fuera que Vallejo se había creado unos enemigos muy poderosos y capaces de recurrir a la compra de jueces y testigos o al amaño de firmas y declaraciones que lo inculparan.

                El propio director de la prisión,  impresionado por el aspecto del preso que acaban de poner bajo su custodia  se asombra del poder y la mala fe de unos enemigos que además de encarcelarlo han presionado para que sea llevado al ala más peligrosa y temida de la prisión, con el agravante de que en la celda a la que ha sido destinado le aguarda un demente brutal  armado con un martillo y que ha sido comprado para que mate o de un susto de muerte al recién llegado. Como dirá otro compañero de celda, Vallejo ha sido arrojado "al infierno".

                Esa  descripción le cuadra de lleno a César Vallejo, un hombre al que sus propios contemporáneos atribuían una sensibilidad compleja debido a la mezcla de ascendencia india, por parte materna, y española por parte del padre. De niño incluso llegó a ser encaminado hacia el sacerdocio, y esa profunda formación cristiana le proporcionó gran parte de la simbología que daría sustento a otras constantes de su poesía, como por ejemplo las vivencias del ámbito familiar, la presencia constante del dolor humano, el afán de justicia o la esperanza de una revolución salvadora.

                Gracias a una campaña popular que puso en pie de guerra a los sectores más combativos del país, las autoridades no se atrevieron a mantener en tan espantosas condiciones a su preso más conocido y en marzo de 1921 (es decir, más de cien días después de su ingreso en prisión) aceptaron concederle  una suerte de libertad condicional que no le exoneró de las acusaciones, pues la idea era seguir más adelante la causa judicial abierta contra él.

                Comprensiblemente, César Vallejo aprovechó la circunstancia para trasladarse a Europa (dividiendo su tiempo entre España y Francia, aunque también visitó otros países europeos y realizó un famoso viaje a la Unión Soviética) sin sospechar que emprendía un exilio de por vida puesto que las acusaciones contra él se mantuvieron vigentes hasta el día de su muerte, acaecida en París el 15 de abril de 1938.

                La ventaja de novelar un episodio que haya marcado profundamente a un poeta es que, con un poco de sensibilidad, el autor puede encontrar en los versos de su personaje la expresión de sus estados de ánimo, su dolor o incluso las negras premoniciones que le sugieren el poder y la vesania de sus enemigos.  Y el lector sólo necesita una cierta familiaridad con Vallejo para apreciar el uso inteligente que hace de esa ventaja  Eduardo Gonzalez Viaña. Así por ejemplo (p. 348) cuando Vallejo habla con don Salomé, un compañero de celda que ejerce de curandero, pasando de un tema a otro van a parar a la muerte. Y dice el preso Vallejo:

-La muerte me avisó todo lo que estaba a punto de ocurrirme aquella noche […] No me anunció que iba a ser detenido. No, fue mucho más allá, más allá. Me hizo verme acostado en un ataúd y rodeado de gente extraña en París con aguacero. Una mujer extraña y bonita estaba a mi lado.

                Basta acudir a poema  "Piedra negra sobre una piedra blanca" para ver de dónde sale esta ocurrencia carcelaria. Pero el texto está repleto de otros guiños similares, y su identificación es un aliciente más para la lectura, ya sea del libro o de los poemas. O de ambos.  

 

 

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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