Vicente Verdú
Aquellos que leen novelas y sólo novelas, no saben lo que se pierden. Lo digo a propósito de una pequeña obra que leí ayer de Bruce Bégout, un joven filósofo francés, titulada Lugar común y centrada en el análisis del motel como metáfora concentrada y precisa de numerosos aspectos de la vida contemporánea y, en particular, de nuestra existencia cotidiana.
Esta clase de ensayos ofrecen no únicamente pensamiento y mucho menos pensamiento por las buenas, sino un pensamiento misceláneo y un pensamiento directo, inteligente y por las bravas. Vivir se convierte en menos sin pensar en la diversa anécdota de ir viviendo. No digamos ya si, además, tomamos la rutina como un destino y al destino como un sinsentido. Lugar común recae sobre el instante sucesivo que vivimos y que tan frecuentemente llega, arde y se esfuma, sin conciencia de él. Bégout recrea la insensible importancia de lo pequeño, el valor decisivo de lo efímero y el definitivo peso de lo que acostumbramos a creer banal.
No añadiré ahora nada más que prive al lector de la sorpresa del libro (otro de Bruce Bégout, también en Anagrama, es Zerópolis sobre Las Vegas en cuanto metáfora civilizatoria) pero volveré sin duda sobre el asunto, cada vez más relevante, de nuestra vida cotidiana, convertida en el extracto único de nuestra vida, y sobre el poder de la microexperiencia cruzada por el "embrujo de lo insignificante".