Vicente Verdú
Sin seres humanos en torno no sucedería nada, esa es la verdad o sucedería de tal manera que sería indiferente lo que sucediera. Uno con uno mismo, sin importar un resumen social como sujeto interior, tiende a derivar en una entidad sobre la que todo gozo rebota sin sonido o sobre el que todo sufrimiento acaece desnudo, falto de argumentos o concatenación. El sufrimiento siempre llega embuchado de la existencia de otros u otros, trufado de carne emocionada de la especie exterior. Sin ese nutriente pierde una gran cantidad de su sabor y de su toxicidad para seducirse como, entre animales, a un envite sin intencionalidad ni nombre. Sin nombre e intencionalidad, dos de los factores que más duelen o complacen. La calidad del nombre, la clase de la intención, deciden terminantemente el grado o la categoría de muchas emociones. Pero también debe decirse que siempre lloramos por nosotros y nos compadecemos no tanto del otro que ha muerto sino de nosotros que lo hemos perdido.