Vicente Verdú
Todo el mundo habla de las “neuronas espejo”. Aquello que correspondía en especial a las mujeres y consistía en hacerse más plenamente cargo de lo que le ocurría al otro ha venido a ser una habilidad neuronal descubierta en 1992 por el científico italiano Giacomo Rizzolatti.
Para saber con detalle el desarrollo del descubrimiento y los pormenores de este comportamiento neuronal acaba de aparecer un libro en la editorial Paidós titulado así Las neuronas espejo, firmado por el mismo Rizzolatti y Corrado Sinigaglia.
Las neuronas espejo son decisivas en el mundo de la empatía emocional. Hay personas que no detectan una situación embarazosa o no son capaces de captar (“no se enteran”) el estado en que se halla su vecino o su pareja, a causa de la opacidad de sus neuronas.
Gentes muy inteligentes son muy tontas socialmente. No aciertan a relacionarse o a relacionarse satisfactoriamente porque no pescan cuáles son las emociones de quien se encuentra cerca de él. En los congresos, en las reuniones sociales, gentes de valor se muestran incómodas porque no acaban de introducirse en comunicación personal alguna.
La empatía que hace tanto papel en el entendimiento y acompañamiento sentimental del otro resulta ser hoy clave no ya en la vida privada sino en la mayor parte del comercio, puesto que cada vez más la personalización, el personismo, el tú a tú, la confianza en el otro, los nexos interactivos, la perspicacia y la seducción, han pasado a la categoría de materia prima. Materia de primera necesidad en el mundo de la información y la comunicación, y de importancia decisiva para lograr éxito en el lanzamiento de las mercancías.
En la casi totalidad de las mercancías de la nueva era puesto que casi cualquier producto, desde la ropa a los videojuegos, son objetos de comunicación y emoción. Casi cualquier cosa, casi cualquier comercio o restaurante se funda hoy con el factor “e”. El e-factor o factor emocional que han puesto en primer lugar los estudios de marketing.
La especial habilidad para asumir y desenvolverse en las emociones del otro la ha bautizado Daniel Goleman como “inteligencia social”. Goleman fue, como todo el mundo sabe, el autor del best seller Inteligencia emocional y la inteligencia social viene a ser su derivación más inmediata. La inteligencia social facilita los vínculos instantáneos, genera gratificaciones recíprocas y nos confirma como personas deseables porque nada se anhela más que ser comprendidos y, aún más, presentidos. La complejidad del éxito la ilustra la presencia, según Paul Ekman, de hasta 18 tipos diferentes de sonrisa enumeradas por este superexperto de la microexpresión facial tras dedicar todo un año a observarse en el espejo (¿las neuronas espejo?).
Efectivamente el doctor Ekman está considerado una eminencia pero hay individuos sin ciencia cuya sensibilidad neuronal les permite estas y otras muchas distinciones inexploradas. El poder que puede deducirse de la empatía parece tan complejo como infinito. Una suerte de don divino luciendo en el laberinto emocional de las vidas.