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Lapsus microphonus

Por 23 de octubre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

El pequeño exabrupto de Vladimir Putin ante la Unión Europea, cuando manifestó su envidia por el presidente de Israel porque “ha violado a diez mujeres” se suma a una larga lista de desencuentros entre mandatarios y micrófonos encendidos por sorpresa. Dicen bestialidades con tanta frecuencia que uno se pregunta si en realidad saben que los micros están encendidos, y es la única vía que les permite expresar sus verdaderas opiniones.

Recordemos si no a George Bush en plena reunión del G8 durante la última crisis de Líbano diciéndole a Blair que “lo que vamos a hacer es llamar a Siria para que detenga esta mierda” (Y no sé si cuenta la tarjetita que le pasó Condolezza Rice en la ONU preguntándole si podía ir al baño. Al menos, no se llevó el micrófono con él).

A veces, estas metidas de pata son inocentes y sin consecuencias. Pero otras, ponen en crisis  un gobierno, como la filmación que se filtró a los medios húngaros, en la que el presidente Ferenc Gyurcsany admitía con dudosa elegancia que “la hemos cagado, y no un poquito, mucho… Hemos mentido durante los últimos dieciocho meses. Y no hemos hecho nada en cuatro años. No hay un sola medida de la que podamos estar orgullosos…”. Al día siguiente, hordas de manifestantes de derecha pedían su cabeza en una bandeja. Y casi la consiguen. Los incidentes violentos y las manifestaciones fueron los más intensos que veía Budapest desde los tiempos de la cortina de hierro. 

Una de las más brutales pasadas de lengua la cometió el jefe israelí del Estado mayor Shaul Mofaz durante la operación Rempart, una ofensiva contra Cisjordania en 2002. Mientras los periodistas tomaban sus lugares para una conferencia de prensa junto a Ariel Sharon, a Mofaz se le escapó, en clara referencia a Yassir Arafat: “Nos lo tenemos que cargar”. En la grabación, Sharon se sorprende, y Mofaz insiste, “no tendremos otra oportunidad”, hasta que el primer ministro admite que sí, pero que no lo ve claro. Luego, comenzaron la conferencia y les contaron a los periodistas que sus intenciones eran buenas y puramente defensivas. 

Así como los lapsus linguae manifiestan nuestro subconsciente, los lapsus microphonus, son, en buena medida, la única ventana real que nos muestra a nuestros líderes al desnudo. Y significativamente, al creer que no hay micrófono siempre dicen exactamente lo opuesto que en público. Los presidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y de México, Vicente Fox, cayeron en la trampa durante una cumbre iberoamericana-europea en España. Su diálogo, susurrado en una esquina del palacio de congresos, es una delicia de ciencias políticas:

FH: Cómo ha crecido España ¿verdad?
VF: Sí. Cuando yo vine por primera vez, en los sesenta, el PBI español era igualito al mexicano.
FH: Ya, pero luego…
VF: Pero es que aquí la factura la pagaron Francia y Alemania. En América Latina, el único que podría hacer eso es EE. UU.

Y entonces se miran a los ojos con escepticismo.

FH: Pero eso no va a pasar.
VF:Ya.

Es el mejor y más sucinto diagnóstico político que oí en mi vida. En el fondo, deberíamos dejar de escuchar lo que los políticos nos dicen voluntariamente. La verdadera información está en sus baños, en sus alcobas, en todos esos lugares a los que no nos dejan entrar.

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