Vicente Verdú
Los pronósticos sobre el destino de la cultura forman parte del mayor o menor negocio que represente la cultura. Ni los libros, ni los discos, ni el cine, crecieron o decrecieron por su cuenta sino en relación los resultados económicos que proporcionaron. Que proporcionan y que proporcionarán. La idea de que la cultura es un mundo y la economía todos que apenas se tocan o cuando se tocan se pervierte el primero es una idea recibida de las ensoñaciones de la Ilustración.
Desde siempre, en el espacio real, lo que da dinero cunde y lo que no mengua sus artículos. Lo que ofrece mucho beneficio económico progresa y lo que arruina el negocio termina a la vez con su producción. No hay, por tanto, que calentarse la cabeza con el futuro del libro o de los periódicos, de los vídeos o los CDs. Una nueva estructura económica hará posible o no la pervivencia de ellos.
Por el momento, todavía en plena crisis, la publicidad ha empezado a regresar. ¿Dónde vuelve? Allí donde las circunstancias le permiten sobrevivir. ¿Dónde no vuelve? Allí donde, como las aves migratorias, el cambio climático o de clientela ahogan su porvenir.
Ahora hay un ascenso de publicidad para la televisión, para internet y para el cine donde, muy pronto veremos películas cargadas de artículos que se muestran con la marca bien visible.
Por el contrario, la publicidad apenas se decide a gastar en publicaciones impresas y tanto el periódico como los libros, incluso cargados con nombres de marcas, son la golosina que se cuece en el mundo de lo audiovisual. La cultura ha cambiado ya y la economía decide su rumbo. ¿Recuerdan los tiempos en que el Estado se ocupaba de ofrecer bienes de valor objetivo aunque no fueran rentables materialmente?
"Después del pan, la educación es la primera necesidad del pueblo", decía Danton. Ese sueño ilustrado ha ido desvaneciéndose, se ha desvanecido ya, con el dominio general de los mercaderes en el interior del templo.