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La justicia, la injusticia

Por 3 de marzo de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

La existencia de Dios se apoya indefectiblemente en la permanencia de la injusticia. Los hechos de los hombres reciben en este mundo un tratamiento tan desigual, arbitrario y en desacuerdo con su valor real que se clama por el advenimiento de una redención que traiga e instaure la injusticia. La espera de Dios es el anhelo de Justicia. Con la llegada de Dios funcionaría una suerte de autoclave donde los materiales de diferente clase se depurarían, mostrarían su olor, su aspecto y su influencia tal cual corresponde a la sustancia primordial de que vinieran hechos. Lo feo y lo bello, lo recto y lo torcido, lo noble y lo innoble, quedarían seleccionados en su apropiada verdad y bastaría su naturaleza ara desencadenar efectos consecuentes con su mérito.

Dios sería como la fábrica de la Gran Transparencia y Él mismo un túmulo a través del cual los hechos, físicos o morales, saldrían lanzados hacia la formación de un orden justo.

Lo justo posee en su interior dos significados unidos: el de la exactitud misma y el de la justicia ajustada a derecho. Así, la exactitud y la virtud de la justicia llegan a ser una misma entidad en el supuesto reino divino donde la diafanidad perfecta encaja las piezas y bendice su engaste como base del movimiento universal.

Cada valor recibe el precio de su don y los vicios el precio de sus desviaciones, siendo unos y otros piezas de un cosmos donde la vida se vuelve benéfica dentro de su relación general con el sistema.

El sistema de Dios crearía esta suerte de paraíso que luce en cuanto tal por comparación con el mundo siempre inmundo y en donde las brozas confunden,  las riquezas se distribuyen sin ton ni son y la justicia posee un movimiento tan azaroso como irregular, descabalado o sin eje.

El eje, la eje-cutoria definitiva sólo puede esperarse del dominio de  un Juez supremo, exento que sobrevuele conspiraciones, intrigas, ignominias y sea, al cabo, como el reino de Dios. En el reino de Dios sólo Dios habita. Y ese reino actúa como un espacio de cristal que  convierte en luz inconfundible lo que trata. Luces blancas, luces turbias, luces de baja y alta intensidad, luces que nacen de la generosidad y otras de la podredumbre. El cuadro general del mundo se plasma en ese lienzo de diferentes tonos que Dios contempla y tasa, pincelada a pincelada, fragmento a fragmento, minuto a minuto. Sin esa mirada, como ahora viene sucediendo, el cuadro deja de poseer sentido y su sinsentido desarbola la razón, deshace la proporción, maltrata la concordancia, impide el  dichoso y ajustado dictamen de Justicia.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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