Vicente Verdú
Una de las frases consolatorias para aliviar el peso de la vejez dice que esta llega no con la edad sino con la desilusión. O lo que sería lo mismo: hay vida mientras haya ilusión. Pero parece necio que algo tan prodigioso pueda lograrse por mero ejercicio de la voluntad. Uno no puede fomentar las ilusiones porque sí o porque propician la longevidad. El mismo acto de intentarlo arruinaría el resultado. La ilusión nace del ilusionismo y el ilusionismo se relaciona tanto con el misterio como con la falsificación. No es posible por tanto disponerse deliberadamente para mentirse y que la farsa surta efecto. La ilusión crece como en una plantación de tiempo atrás y localizada en espacios de imposible acceso. Sólo llega, acaso, por contagio, desde el exterior y, como en las plantaciones, por una propagación del pulgón que convierte en un ácido activo la cosecha y transforma lo previsible en amenaza, el azahar sabido en azar. O viceversa.