Querida ex secretaria:
He recibido tus mensajes en mi último blog, y odio tener que admitir que no te reconozco. Ya no eres la chica dulce y amable que yo inventé, siento decirlo.
Para empezar, me ha indignado que en tu primer mensaje te hagas pasar por el editor ése, como si yo no fuese capaz de reconocer tu estilo, querida. Cuánto me subestimas. Qué poco me valoras. Especialmente innecesario fue que le contases a todo el mundo sobre el material porno de mi disco duro. Gracias, Vanessa. Eso sí que fue todo un detalle por tu parte.
Pero eso no fue lo peor. Bastante más grave es el mensaje en que, regodeándote en mi dolor, recuerdas nuestros momentos bonitos. Confesaré que me emocioné con ese post. Cuando narrabas la ocasión en que mi esposa me tocaba la puerta a ver sin terminaba el maldito cuento de una vez, debí contener las lágrimas. Qué bien la pasábamos a solas en mi estudio ¿recuerdas? Tú y yo (o sea yo solo), jugueteando, desnudándonos, acariciándonos. No creas que he olvidado todos esos encuentros. Es sólo que fingiré que nunca ocurrieron. Vanessa, es hora de que sepas que negaré toda relación contigo. Diré que nunca te conocí. Diré que jamás supe tu nombre, a pesar de que tu boca aún lleva la marca mis besos, como en los boleros. Y si alguien insiste en que nos vimos, juraré, y será verdad, que no te recuerdo.
Ya lo ves. Me ha lastimado que te escondas y también que me recuerdes nuestra felicidad arrasada. Pero ¿sabes lo que realmente me sacó de quicio? ¿Quieres saber lo que me convenció de darte esta respuesta y humillarte frente a todo el mundo? El mail en que me hablabas de ese tal Antonio Larrosa.
No sé quién sea ese hombre, Vanessa, y no me importa. Pero si te fijases en mí, aunque fuese en lo más mínimo, sabrías que ese tal Larrosa lleva un mes entrando en este blog sólo para promocionar el suyo, Vanessa, por Dios, me indigna que te prestes a su juego, y creo que sólo lo haces porque no valoras lo que yo hice por ti, entre otras cosas, inventarte. ¿No te das cuenta de que te está usando? ¿No te das cuenta de que no te quiere en realidad? Me decepcionas, querida, porque cuando nunca salías de mi cabeza, eras mucho más perspicaz.
Ya no eres la que yo conocí, amor. Ni siquiera eres la que yo creé. Ahora es como si fueras de todos, como si te hubieses prostituido en manos de un montón de extraños.
Que seas feliz, Vanessa.
Donde quiera –y con quien quiera- que estés.