Javier Rioyo
Cuando la enfermedad lectora, y acumuladora, es mucha los libros se convierten en un problema de convivencia. Van tomando la casa, poco a poco pero sin descanso. Hay que inventarse estanterías en pasillos, cuartos de baño, cocina, dormitorios, lugares de paso, salón… y, ¿qué hacer después? Si se puede, si se tiene, ir ocupando los mismos espacios en la segunda vivienda. Ahora sí, decía yo, le contaba a los míos, ahora tranquilos porque en esta casa de pueblo, en estos espacios generosos y vacíos, aquí nunca nos molestarán los libros. Aquí descargaremos la mayoría de la biblioteca de Madrid. Aquí estarán los que menos tengamos necesidad de usar. Esos libros que te esperan sin prisas o esos libros ya leídos. En fin, el criterio que se quiera. Así uno se pone a trasladar libros a la otra casa. ¿Cuáles? Da igual, nunca se acierta. Hace tiempo me di cuenta que cualquiera que trasladara al campo lo necesitaría en la ciudad. Antes teníamos un problema, ahora tenemos dos. Muchas veces hemos tenido que comprar un libro que estaba en el otro lado. Eso no importa, no demasiado. Siempre se puede regalar o prestar, que viene a ser lo mismo.
El asunto viene porque esta tarde necesitaba consultar un libro. Uno de esos tan clásicos, tan básicos de cualquier biblioteca en español, que estaba seguro de haberlo dejado en Madrid. Pues no, estaba en el campo. ¡Que difícil mantener dos bibliotecas!
¿Y porqué te molestas tanto, lo puedes buscar por Internet?…Seguramente es lo más razonable, pero no me da la gana, no me suena igual, no me lleva al mismo lugar donde me llevó la lectura de aquellas líneas en “mi” libro. ¿Pero, por qué? Son las mismas palabras, los mismos párrafos, el mismo texto, me dicen. Pues no, al menos a mi no me parece lo mismo. No me pasa lo mismo cuando leo a Lorca en mi libro, en ese libro que compré aquella vez, que leí y que me acompañó a aquellos lugares de Níjar… Que ahora buscar, de ese libro hablo, Bodas de sangre en Internet. Me niego. Ya se que me tendré que rendir, pero hasta que no lo encuentre físicamente no hablaré de la violencia, la muerte, los cuchillos y la sangre…Eso es lo que quería haber escrito hoy, sobre la culpa de las armas, de los hombres armados en los asesinatos…Pero hasta que no recupere mi libro, mi edición de Bodas de sangre. A cada uno con su enfermedad.