Vicente Verdú
Muy expresivo de lo que son los seres humanos es el motín de los aeropuertos en que la masa, ante el retraso de los vuelos, no se queja sólo del retraso sino, especialmente, de no recibir explicaciones. La explicación sería como la primera pomada para calmar la irritación.
También, en los desacuerdos amorosos, en las disputas vecinales, en los mandatos de orden distinto, el público reclama las correspondientes explicaciones.
Sin la explicación el hecho se convierte en fatalidad y las víctimas en criaturas despreciadas. La explicación rescata la imposición del efecto opresor y le confiere un posible sentido que la ingresa en el ámbito de la humanidad.
Con las explicaciones puede llegarse a entender y en el entendimiento se amortiguan las quejas y los insultos sin cuento.
La gente necesita, por el contrario, cuentos, relatos racionales sobre el acontecimiento, racionalizaciones para soportar la adversidad, razones para hacer frente a la dureza de un suceso.
Gracias a cuentos y cuentos sucesivos se construye el relato general de la existencia y mediante cuyo recurso se hace más soportable el peor destino. En cada ocasión en que, tras un dolor sin cuento, resulta posible contarlo o contárnoslo, aparece el alivio.
El alivio es, a su vez, como un alibí.
El cuento proporciona un alibí o una coartada al mal oscuro porque desde el momento en que podemos contarlo nos convertimos en autores de la narración y, por tanto, hemos logrado salir del suceso. Somos entonces testigos en vez de mártires.
La explicación nos saca de la dolorosa confusión y, simultáneamente de nosotros como materia doliente.
Im-plicarse es hallarse dentro de la plica, del enredo.
Ex-plicarse significa escapar de la plica, de la oscuridad, del tormento.