Vicente Verdú
Yo y tú, objetos de lujo. Este título que elegí para mi último libro se ha convertido en un lugar muy frecuentado.
You fue el elegido personaje del año 2006 por la revista Time pero alrededor, arriba y abajo, pueblan el espacio y el ciberespacio los YouTube o los Myspace, los anuncios de Montblanc (Is thay you?) y las promociones de Televisión Española.
El “para ti”, “pensamos en ti”, “tu banco”, My saving plan, “lo importante eres tú”, va creando una constelación que trasforma la idea asquerosa de la masa en la pulida simulación de una tertulia de individuos, todos con su nombre y apellidos, identificados, personalizados, supuestamente reconocidos en doble acepción. El mundo sabe quiénes somos, las empresas conocen nuestros gustos, se interesan por nuestras necesidades y, por encima de todo, nos consideran. Más aún, nos hacen sentir importantes y hasta decisivos.
El lema de que el cliente siempre tiene razón se ha elevado a razón universal de la cultura contemporánea. Una clientela explorada, rastreada, espiada y sondeada minuciosamente para acomodar los artículos –físicos o ideológicos- a sus deseos presentes y futuros, los materializados y los que se hallan en trance de eclosión. Siempre con una particularidad: con la peculiaridad ineludible de que el grupo o incluso la multitud debe tratarse sin alusión a su masa.
El fenómeno más característico de nuestro tiempo es el desgranamiento de la mies. La necesaria pretensión de creerse diferente y pugnar sin reposo por ser entendido de este modo. Como consecuencia, el gran anhelo de diferencia se ha convertido en el mayor fenómeno de masas.
Porque la paradoja aparece donde menos se la espera. El lujo selectivo de ser yo y el deseo de ser dilucidado y preciado se dobla con el ambiente global y generalizado de lo mismo. Pero aun así, ¿qué mejor atmósfera de fusión que el tufo de ser todos a través de la elegante fe de ser único?