Vicente Verdú
La verdadera grandeza está en la diversión. Esto lo decía Nietzsche pero prácticamente cualquier consumidor lo suscribiría. Todo producto intelectual pesaroso, contrariado, sombrío termina pronto por hartarnos. Cualquier enseñanza que se alíe con esta actitud, tanto en el autor como en su obra termina ahogada en su propio dogal. La tristeza sólo se hace digna y comunicable mediante un soporte, más o menos oculto, de alegría. El mal a grandes raciones se vuelve grotesco, pesado como una ganga, barato como un almacén de desperdicios. Toda la potencia y fulgor del mal se adquiere en el indispensable bisel de su contrario. La administración de las emociones como de los colores en un cuadro requiere esta asunción integral de la naturaleza y sus pares de valor constantes. Las películas que se proponen hacer reír sin pausa, como las que tienden a provocar oleadas de llanto, nos matan. Cualquier vitalidad se alimenta de la di-versión, del ruido racionado y su limpio silencio, del rumor del amor y sus ausencias.