Víctor Gómez Pin
Desde el inicio de la guerra el señor Barrès había dicho que el artista (Tiziano para el caso) ante todo ha de servir la gloria de su patria. Mas sólo puede servirla permaneciendo cabalmente artista, es decir, bajo la condición de, en el momento en el que estudia estas leyes, instituye estas experiencias y hace estos descubrimientos tan delicados como aquellos de la ciencia, no pensar en otra cosa- ya se trate de la patria- que a la verdad que se halla ante él…La anatomía no es quizás lo que elegiría un alma sensible, si hubiera elección. No es la bondad de su alma virtuosa, bondad que era muy grande, lo que hizo a Choderlos de Laclos escribir les Liaisons dangereuses, ni su gusto por la burguesía, pequeña o grande, que llevó a Flaubert a elegir los temas de Madame Bovary o de L’Éducation sentimentale (A la Récherche… La Pléiade 3, p. 888).
Decir que el arte es intrínsecamente ético no excluye por supuesto que el punto de arranque, el peldaño el que la aspiración artística toma impulso, sea una exigencia de denuncia. Obviamente la conmoción ante el mal y la intención de denunciarlo están en el origen de la construcción del Guernica. Mas si el resultado artístico hubiera sido mediocre la propia denuncia moral hubiera sido inoperante y hubiera muerto por inanición. Lo que realmente tiene, como corolario, peso moral es el arte mismo. Pues la mera aspiración a ser realizado incluye la connotación de ser compartido y ello no es posible más que en la emergencia, ya sea fugitiva, de un momento de interparidad… en la libertad. Sí, el arte quiere la libertad de los seres humanos porque se quiere a sí mismo. Ello ocurre con todas las grandes construcciones del espíritu. Daré mañana el ejemplo de la filosofía.