Vicente Verdú
Muy parecido al aburrimiento es el lapso en que al artista no se le ocurre nada. Es inútil tratar de combatir el tedio mediante ejercicios dirigidos puesto que el tedio se aposenta en el interior como un monarca y exige para sí el invisible comestible de nada. Pero, de otro lado, la falta de inspiración, ese periodo en que el artista se cree abandonado y despedido de su función, se manifiesta también como una etapa de enorme arraigo. No es fácil desplazar o superar el tedio ni el vacío de la inspiración. Si todo aquello que nos distrae es algo, la nada es nada. ¿Cómo atraparla y transformarla en algo? Si la creación posee una autonomía casi ingobernable, su falta crea parajes autónomos e imposibles de administrar. ¿Quedarse, por tanto, quieto y a la espera?
Ciertamente: ni la quietud o la desesperanza son actitudes opuestas a la rendición. Al contrario de lo que parezca, tanto el aburrimiento como la desaparición de las ideas pertenecen a una biología peculiar que si hace al sujeto quedar en suspenso lo deja también "de-sujetado". Libre más que atascado. Basta haber experimentado alguna de estas tesituras, aparentemente muertas, para comprender el altísimo valor que en la vida ocupa la nada. Tiempos e intervalos empantanados, colección de pantanos en cuyo siempre estará se buceando lo mejor.