Vicente Verdú
Toda producción lleva en su núcleo la copia y, en consecuencia, se halla contaminada de falsificación. Cualquier pintura comporta una falsificación puesto que sin importar su realismo se basa inexcusablemente en la reproducción, deliberada o no, digerida, metabolizada, aberrada, de otro modelo anterior. Por este camino fue como la pintura moderna fue escapando de su modelo real y realizándose en sí. El original pues no será nunca el que garantizadamente proceda de la obediente mano del artista sino de su memoria particular. ¿Será concebible imaginar algo sin copiar de algo? Absolutamente no.
En el extremo, todas las novelas y cuentos, toda invención, cualquier producto de creación es “realización” (“realidad formateada, como llaman a los documentales en la TV). Todas las obras son una deliberada manipulación de lo visto y recordado. La copia es la materia natural de la creación.
Los artistas han sido en ocasiones considerados “como dioses”, gracias hacer la vista gorda respecto a lo que constituye la auténtica mirada original de Dios. La mirada de Dios crea o construye sacándose el mundo de la manga mientras el artista, irremisiblemente, saca su cuadro o su libro de mangar de aquí y de allá.