Vicente Verdú
La experiencia nos dice que al final todo se arregla. No se arregla siempre de acuerdo a las previsiones sino que, más bien, las previsiones son un estorbo. Se arregla, sin embargo, con asombrosa facilidad a través de lo imprevisto, cuyo plan supera el conflicto y deja la reparación en manos de la magia.
La homeopatía es parte de esa eficaz magia que suscita el conflicto. Esta clase de medicina homeopática cura no desde fuera del mal sino precisamente desde su misma sustancia. "El remedio es el mal mismo", decía Rousseau anticipándose a Marx que veía con ansiedad en el empeoramiento de las condiciones de la clase obrera el germen de la revolución.
Del colmo del mal llega el vómito y de la reversión del estómago el fin de la repulsión, el principio simultáneo del ánimo para volver a desayunar de otra manera. Es así como "todo se arregla", vuelve la regulación y la alimentación que conduce, de nuevo, al desgaste del sabor. La muerte misma es el ejemplo supremo del cambio de sustento para conjurar el mal a partir del mal, el mal que se arregla gracias a la absoluta absorción de vida.