Vicente Verdú
Gentes de mala calidad no son sólo los tontos considerados en sentido lato, aunque también, sino una particular clase de tontos especialmente asociados a los discapacitados para la empatía y el afecto hacia los demás. Estos tipos tontos, que suelen creerse sujetos superiores, tienen dura la mollera y les cuesta en consecuencia mucho acomodarse plásticamente a la situación del otro. Van toscamente a lo suyo y no por egoísmo a secas sino por esta impura carencia de com-pasión. Sin ella cometen crueldades, crean sentimientos de soledad y dejan gentes heridas a su paso sin que además logren percibirse de ello o mediante una percepción obtusa que impide el conocimiento emocional de la circunstancia.
Gentes arrogantes, mal educadas o bruscas que, por defecto de sí, creen a los demás defectuosos y desdeñables. Son, por esta causa, inapropiados para la buena convivencia, de muy mala la calidad para verterles confidencias y de pésima sustancia para la amistad en la que, finalmente, creyéndolo amigo se perece ahogado. De este comportamiento duro y tonto, propio del sujeto sin neuronas espejo, cabe tener al principio una idea peligrosamente errónea. Puede creerse en los comienzos de la relación que su deficiente atención personal obedece al importante asunto que ellos llevan entre manos, a la rica complejidad de su personalidad que no les deja ocasión para atender debidamente los problemas del prójimo pero, tarde o temprano, se constata que sus pensamientos son menos interesantes de lo que creen y que su reiterado olvido de los demás no consiste en otra cosa que una patología importante. Un mal que decide la pobreza de vida que planea sobre esos tontos jactanciosos. Tan tontos que se queman en la repetida antipatía que siembran y que sucumben, al cabo, sin apenas haber probado la masa sentimental ajena en la irrepetible experiencia del mundo.